Cada vez más pobres por el crecimiento antieconómico
Carbón. En la Conferencia sobre cambio climático de Bonn, se constituyó una alianza para dejar de producir electricidad con carbón antes del 2030. Paradójicamente, los principales consumidores y productores –China, Estados Unidos, India, Australia, Polonia, Alemania y Rusia– no entraron en esta alianza. Tampoco España. Se reservan el carbón por si el precio del petróleo se dispara o queda fuera de control. Una vez más, la lucha contra el cambio climático queda supeditada al crecimiento permanente –ineludible para el capitalismo–, que necesita energía barata. Pero, ¿lo es?
Crecimiento antieconómico
Heman Daly, economista ecológico, define el crecimiento como antieconómico cuando los costes ambientales y sociales son superiores a los beneficios derivados de la producción. Forman parte de estos gastos –«enfermedades sociales y ambientales», les denomina Daly–, la contaminación atmosférica, los gases del efecto invernadero que causan el cambio climático (el aumento de la temperatura del aire, del mar y de su nivel), los desechos nucleares, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de recursos energéticos y materiales, la erosión y el empobrecimiento del suelo, la sequía, la falta de agua, los residuos, los plásticos que contaminan el planeta, la ausencia de trabajo, la precariedad, el trabajo forzado y el peligroso, las matanzas, las migraciones y el tráfico de personas, la discriminación de género, la falta de equidad, la deuda creciente y no pagable, las finanzas especulativas. La economía oficial no introduce ninguno de estos costes en la ecuación de los beneficios de la producción. Si los añadimos, el resultado es negativo y el crecimiento, antieconómico. Entonces ya no nos hace más ricos, sino que nos hace más pobres.