30.01.2019

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XR Barcelona Declaración de Rebelión

La humanidad se encuentra ante un fenómeno sin precedentes en su historia : el cambio climático

La humanidad se encuentra ante un fenómeno sin precedentes en su historia: la subida constante de la temperatura a causa del aumento de la concentración en la atmósfera de gases de efecto invernadero, consecuencia de un sistema económico capitalista ( en sus diversas formas) basado en el crecimiento económico ilimitado, la quema de combustibles fósiles y en la depredación de unos bienes naturales que son limitados, que ha puesto la economía por encima del planeta y de las personas, en definitiva, por encima de la vida.

Rebelión o Extinción (o XR) es un movimiento de acción directa de base que se inició en el reino unido en octubre de 2018, ganando la atención internacional y el respaldo de personas como Naomi Klein, Noam Chomsky y bill mckibben después de que miles de manifestantes cerraron cinco Londres Puentes en un acto muy publicitado de desobediencia civil. Desde entonces, más de 200 puestos de avanzada de la rebelión de extinción han surgido en todo el mundo.

Esta dinámica, a menos que sea corregida inmediatamente, nos catapultará a la destrucción de la biosfera y de todo lo que amamos: este país, sus pueblos, nuestros ecosistemas y el futuro de las generaciones actuales y siguientes.

La ciencia es clara: estamos en el sexto periodo de extinción masiva y nos enfrentaremos a la catástrofe si no actuamos de manera rápida y sólida. El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), organismo internacional que depende de la ONU, en el último informe presentado en octubre de 2018 nos da tiempo hasta 2030.

O sea, según el siempre prudente y políticamente correcto IPCC, tenemos sólo 12 años para reducir de forma drástica las emisiones de gases contaminantes, antes de que la dinámica sea irreversible.

Todo está en riesgo, en todas partes y en nuestra casa: nuestras playas, los deltas, los Pirineos tal como todavía los conocemos … Y no se trata sólo de los paisajes que queremos, se trata también de todo aquello en que se sustenta nuestra vida, incluida la de las ciudades.

La biodiversidad se está aniquilando todo el mundo. Nuestros mares están envenenados, son ácidos y siguen subiendo de nivel. Las inundaciones y la desertificación harán que amplias zonas de tierra sean inhabitables y que generen una migración masiva. Actualmente nuestro aire es tan tóxico que perjudica la salud, en primer lugar, de los más pequeños y pequeñas, que ven comprometido el desarrollo de sus capacidades cognitivas y físicas a causa del aumento de la contaminación que provoca, también, que decenas de miles de personas mueran cada año prematuramente.

La ruptura de nuestro clima ha comenzado. Habrá más incendios forestales, tormentas impredecibles, hambrunas crecientes, y reducción drástica del agua disponible.

Si no actuamos ahora mismo, en muy pocas décadas el clima que tendríamos en Cataluña sería el equivalente al del norte de África.

Ante esto nos negamos a la resignación. Cualquier ser de pensamiento sano y racional, conciencia ética, preocupación moral o creencia espiritual no puede negar, ignorar o dejar de priorizar esta emergencia ecológica y social.

De acuerdo con estos valores, las virtudes de la verdad y el peso de la evidencia científica, declaramos nuestro deber de actuar en nombre de la seguridad y el bienestar de las generaciones actuales y de las futuras, de nuestras comunidades y de la vida en el planeta.

Nosotros, de acuerdo a nuestras conciencias y nuestro razonamiento, nos declaramos en rebelión no violenta contra todas las instituciones corruptas e ineptas que amenazan nuestro futuro. El sistema ha declarado la guerra a la vida, ignorando de forma deliberada dos dependencias innegables: la ecodependencia y la interdependencia. Para vivir necesitamos a los sistemas naturales, al resto de especies y necesitamos cooperar y cuidarnos entre nosotros.

Debemos poner las personas y los cuidados en el centro, y garantizar los derechos de todos y todas por el solo hecho de existir.

Los movimientos políticos reaccionarios y autoritarios que están apareciendo en el mundo no son más que el cuerpo de guardia de las clases dirigentes, tal y como ocurrió antes de la segunda guerra mundial. Sólo hay que ver algunas de las primeras medidas que aprueban cuando llegan a los gobiernos: reducción de impuestos a los ricos y autorización para continuar destruyendo la naturaleza aún más.

La desigualdad no para de aumentar y las élites pretenden mantener sus privilegios y sus estratosféricos salarios o beneficios mientras el mundo se derrumba. ¿Y como lo hacen? Haciendo que nos olvidemos de ellas, creando división entre las clases populares, sembrando el miedo y el odio identitario, los prejuicios racistas y coloniales, y enderezándonos hacia comunidades o colectivos oprimidos, mientras nos quitan derechos que han costado décadas o siglos de lucha.

Al mismo tiempo, la inmensa mayoría de los medios de comunicación desinforman de acuerdo a los intereses de los magnates, fondos de inversión o grandes corporaciones a quien pertenecen, a espaldas del bienestar de la gran mayoría social y vulnerando sus obligaciones éticas, deontológicas y profesionales .

El momento actual se puede comparar a la situación previa a la Revolución Francesa. En aquel momento, los que tenían el poder y el dinero no pagaban impuestos, y los que pagaban los impuestos no tenían ningún poder real.

¿Os suena? Por todo ello necesitamos recuperar la democracia, reducir la desigualdad y que los cambios a todos los niveles que se deben poner en marcha se hagan con corresponsabilidad y justicia social, haciendo que las posibles cargas de las medidas se distribuyan según las responsabilidades y capacidades de cada sector de la población.

Ahora bien, esta lucha es una oportunidad para pasar a un nuevo modelo, que ya no puede seguir basándose en el crecimiento económico, que sea más saludable y humano, menos consumista pero con más bienestar. Existen ya muchas experiencias reales de éxito que nos indican caminos posibles.

Desde hace unos meses ha surgido un movimiento de desobediencia civil llamado Extinction Rebellion (XR), que aquí traducimos como Rebelión o Extinción. Las demandas que hacemos, en sintonía con las que hace el movimiento internacional son básicamente tres:

– Los gobiernos deben decir la verdad sobre la gravedad de nuestra situación, revertirán todas las políticas que no se ajustan a esta posición y deberán trabajar conjuntamente con los medios de comunicación para transmitir la urgencia de la transición, incluyendo el papel que les corresponde a las personas, a las comunidades ya las empresas y organizaciones.

– Los gobiernos, cooperando entre ellos, deben promulgar políticas jurídicamente vinculantes para reducir de forma rápida y drástica las emisiones de carbono, tal y como piden los científicos, y deben tomar medidas adicionales para eliminar el exceso de gases de efecto invernadero no basadas en sueños tecnológicos inexistentes.

– Necesariamente, estas demandas requieren iniciativas y movilizaciones de tamaño y alcance similares a aquellas promulgadas en tiempos de guerra.

Sin embargo, no confiamos en que nuestros gobiernos hagan los cambios audaces, rápidos y a largo plazo, necesarios para conseguirlo y no tenemos la intención de dar más poder a la clase política. En lugar de eso, proponemos asambleas ciudadanas que impulsen y supervisen la revolución ecológica y social, creando una democracia adecuada.

Esta rebelión necesita la aportación de mucha gente, de cada uno / a desde sus posibilidades, capacidades y sensibilidades. ¿Te unes?

Rebelión o Extinción. XR Barcelona Enero 2019

Contacto: xrbarcelona@riseup.net

Twitter: @XrBarcelona

Facebook: Rebel·lió o Extinció – XR Barcelona

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3 respuestas

  1. Siento que sea así, pero no va a suceder esto que proponéis: los gobiernos, en realidad la élite capitalista que los maneja, no van a abandonar el «business as usual» de ninguna de las maneras, y no darán ningún paso que no sea mercantilizable. Pero el problema de fondo es que ni siquiera la gente consciente de que hay que cambiar se da cuenta de que el sistema capitalista no tiene arreglo y que sólo cabe sustituirlo por otro completamente antagonista: uno sin gobiernos, autogestionario, internacionalista, ecologista, localista y de muy bajo consumo energético. No se dan cuenta de que para que esto cambie se tienen que vaciar los supermercados y gasolineras que tanto frecuentan.

    «El capitalismo no puede sobrevivir si la gente no continúa comprando, consumiendo y derrochando a un ritmo galopante. Nuestro propósito a lo largo de la Primera Fase es construir poco a poco las prácticas y los sistemas alternativos que permitan que cada vez más gente abandone y se aleje de la sociedad de consumo, así como asegurar que cada vez más necesidades materiales y sociales surjan de los sistemas y las fuentes alternativas en el interior de nuestros barrios y de nuestros pueblos y ciudades. Será un proceso en el que la gente votará con los pies para cambiar a un paradigma radicalmente diferente sin tener que haberse enfrentado ni haber derrotado al viejo.
    A medida que el sistema industrial corre sin control hacia el agotamiento, la gente que está en la base no se está rebelando con el fin de tomar el poder de la élite, sino que se está rebelando con el fin de tomar el poder de sus propias vidas.
    Las cosas nunca se cambian enfrentándose a la realidad existente. Para cambiar algo hay que construir un nuevo modelo que convierta en obsoleto al existente.
    Hemos entrado ya en una era en la que están ganando fuerza factores que socaban la legitimidad de la sociedad capitalista basada en el consumo. La legitimidad se alimenta del confort y de la complacencia. La sociedad capitalista basada en el consumo está a salvo siempre y cuando tenga repletas las estanterías de los supermercados y mantenga la falta de cohesión, el desempleo y la injusticia en niveles aceptables. Sin embargo, la Escasez va a destruir todo eso.
    Espera a ver cómo nos estrellamos contra el Pico de 2030: la coincidencia de una vasta e irresoluble escasez de petróleo, agua, comida, tierra, fósforo y otros minerales básicos, acompañada del aumento de la población, de la violencia y el caos en los Estados fallidos del Tercer Mundo, el efecto invernadero y un colapso social galopante. Es muy probable que esas fuerzas provoquen el colapso de los sistemas de abastecimiento de stock que nutren las estanterías de los supermercados en algún momento de los próximos 20 años. Esta catástrofe global multifacética acabará con la más mínima capacidad de los ricos para llevar las riendas, ni siquiera para encargarse de sus propios intereses. El sistema tendrá poca o nula capacidad para lidiar con estos acontecimientos. No estará en posición de impedir que la gente vote con los pies. Gobiernos, policía secreta o ejércitos no pueden funcionar sin cantidades ingentes de petróleo. No pueden vigilar ni intervenir en todos los pueblos, en todas las ciudades y en todos los barrios para impedirnos plantar zanahorias u organizar nuestras cooperativas. Nunca antes habían tenido las personas partidarias de la revolución una oportunidad comparable, jamás se habían tropezado con un vacío semajante. A lo largo de los 200 años anteriores, los revolucionarios se han enfrentado a sistemas industriales, burocráticos y militares cada vez más poderosos, capaces de dirigir las armas contra la disidencia. Sin embargo, nuestro enemigo tendrá enormes dificultades en encontrar los recursos para organizar nada, y se enfrentará a un enemigo que estará por todas partes, con una capacidad enorme para actuar a nivel local e ignorar a unas autoridades y élites desconcertadas.
    En poco tiempo, las circunstancias empujarán a la gente a darse cuenta de que la sociedad capitalista basada en el consumo no los va a seguir manteniendo. Nuestra tarea crucial es poner en marcha de manera suficiente los métodos alternativos en el tiempo del que dispongamos, de modo que la gente pueda ver que existen grandes alternativas y venga a unirse a nosotros.
    Lo preocupante es que la crisis que se avecina de la sociedad capitalista de consumo va a llegar demasiado rápido y será demasiado grave como para hacer una transición más o menos ordenada. Si los colapsos son demasiado dañinos, no seremos capaces de conseguir a tiempo que la Vía de la Simplicidad vaya lo bastante bien, y nuestra situación podría degenerar rápidamente en el tipo de condiciones caóticas visibles hoy día en algunas regiones de África central. Por lo tanto, debemos esforzarnos todo lo que podamos por poner en marcha la alternativa de forma que pueda ser vista como el bote salvavidas.» (extraido de «La vía de la simplicidad, hacia un mundo sostenible y justo» de Ted Trainer, 2017).

    Estupendo Ted, pero ya no vamos a llegar a tiempo, si hay que esperar a 2030 para que la gente se de cuenta de que hay que votar con los pies, ya llegamos tarde .. muy tarde, y nos vamos ya de cabeza al Plioceno como mínimo. Lo único que podría salvarnos es que el decrecimiento que ya ha comenzado, forzado por la crisis del Covid ahora en 2020, se mantenga a un 6% anual y ya no pare hasta alcanzar las emisiones nulas. Este decrecimiento se podría mantener si se confirma la explosión de la burbuja del fracking y también explota la burbuja de la deuda. Además, paralelamente, tendríamos que capturar, mediante reforestación, 100 GtC, que básicamente equivale a plantar todos los árboles talados durante la era industrial. Así, conseguiríamos recuperar los niveles de CO2 seguros, 350 ppm, pero no antes de 100 años. Es decir, aún cumpliendo con este programa absolutamente draconiano, permaneceríamos por encima de 1.5ºC con respecto a temperaturas preindustriales por no menos de 100 años, con alto riesgo de que en ese tiempo se pueda desestabilizar definitivamente el hielo de la Antártida y Groenlandia, lo que sí nos llevaría sin remedio al Plioceno (ver detalles sobre esto en el trabajo de James Hansen de 2011 resumido excelentemente por Ferrán Puig Vilar en su Blog: https://ustednoselocree.com/2011/05/20/que-es-lo-que-realmente-habria-que-hacer).

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