Ya hemos superado los límites conocidos para el crecimiento, por lo que el decrecimiento es nuestra única opción.
Zack Walsh 16/2/2020
Cuando las principales estrategias de sostenibilidad fallan al enfrentarse al crecimiento económico, proporcionan, a las crisis actuales, soluciones limitadas y a veces, incluso falsas. Las intervenciones tecnológicas y políticas que reducen los impactos ambientales y mejoran la eficiencia general, aunque contribuyen a la sostenibilidad en un sentido limitado, terminan aumentando la desigualdad global y el exceso ecológico, en la medida en que aceleran el crecimiento. El crecimiento es uno de los principales impulsores de la desigualdad social y la degradación ambiental; también es lo que sostiene la economía capitalista global.
Las soluciones de sostenibilidad que promueven el crecimiento bajo la bandera del «crecimiento verde» son las más fáciles de aceptar e implementar, pero son las menos capaces para abordar de raíz las crisis actuales. Los defensores del crecimiento verde creen que el crecimiento se puede desacoplar de los impactos ambientales, sin embargo, no hay evidencia empírica de que esto sea posible. Mientras tanto, actuar sobre una suposición no comprobada, esconde el daño real que se está haciendo al sostener el capitalismo extractivo y explotador.
Ya hemos superado los límites del crecimiento, por lo que el decrecimiento es nuestra única opción. La sostenibilidad es el resultado de relaciones metabólicas saludables entre un organismo y su entorno. Cuando el consumo agota los recursos más rápido que su tasa de regeneración, que es lo que estamos haciendo actualmente, es, por definición, insostenible.
Aunque esenciales, las reformas más progresistas de hoy en día, incluyendo el ‘New Green Deal’ y la economía circular, solo serán efectivas cuando se combinen con una distribución más equitativa de los recursos y una disminución del consumo per cápita en las economías avanzadas. Para que los esfuerzos de sostenibilidad sean efectivos, deben ser parte de una agenda integral de decrecimiento centrada en el cambio del sistema.
Contrariamente a los malentendidos comunes, el decrecimiento no significa un crecimiento negativo ni implica sacrificios a la calidad de vida. Más bien, se enfoca en reducir el rendimiento de materiales y energía de una sociedad, mientras que en realidad mejora la calidad de vida.
Según el Acuerdo Climático de París, las sociedades de todo el mundo deben volverse neutras en carbono (carbón-neutral) en los próximos 30 años para limitar el calentamiento global por debajo de 2 ° C. El único momento en que las emisiones de carbono disminuyeron tan rápido como se requería fue durante algunas crisis mundiales como la Segunda Guerra Mundial y el colapso del comunismo. La escala y el ritmo de tales cambios implican una transición masiva al decrecimiento que es imposible sin una acción coordinada.
Los próximos 30 años constituyen lo que los teóricos de sistemas llaman una «ventana de decisión». La forma en que las sociedades decidan responder a las crecientes presiones sociales y ecológicas determinará si el sistema evoluciona o colapsa. Una vez que finaliza la ventana de decisión y el sistema global pasa el punto de caos, el sistema cambia irreversiblemente y solo quedan dos futuros: avance o descomposición.
No hay posibilidad de que un tecno-futuro tremendamente optimista pueda sostener el crecimiento más allá de los límites sociales y planetarios. La civilización colapsará o seguirá un camino de descenso controlado y de reorganización sostenible. El único avance que nos queda es seguir el camino del decrecimiento.
Aunque el decrecimiento está empezando a entrar en el debate general, especialmente en Europa, tiene muy poca influencia sobre las políticas públicas. Pocos políticos están dispuestos a desafiar el imperativo de crecimiento que sostiene el sistema capitalista global. Esta contradicción se encuentra en el corazón de nuestra incapacidad para responder al calentamiento global.
Las negociaciones climáticas han sido ineficaces frente a las presiones económicas y políticas que compiten por crecer. Dada nuestra inadecuada respuesta, los científicos predicen que solo hay un 5% de posibilidades de limitar el calentamiento por debajo de 2 ° C, y un 1% de posibilidades de limitarlo por debajo de 1.5 ° C para 2100. Incluso si todas las naciones lograran cumplir sus compromisos con el Acuerdo de París, aún experimentaríamos 3°C de calentamiento.
Vivir
en un mundo 3°C más cálido es lo que podemos esperar para 2100, y
esa es una perspectiva horrible. La vida será extremadamente
desafiante. En un mundo así, el
gobierno del Reino Unido predice
que experimentaremos el colapso de una parte o la totalidad de la
selva amazónica, un aumento del 25-60% en el riesgo de hambre global
y más de mil millones de personas sin agua suficiente. La única
forma de proteger nuestra calidad de vida en condiciones tan hostiles
es por medio de una transformación colectiva profundamente
arraigada, siguiendo principios
de justicia y sostenibilidad.
Las
respuestas actuales a la crisis ecológica se dividen en dos visiones
que representan los diferentes futuros de ‘avance versus colapso’.
Estas dos visiones, llamadas la
Gran Transición y la Gran Descomposición,
generalmente se consideran escenarios futuros, pero uno no tiene que
mirar muy lejos para encontrar ya indicaciones de que ambos están
sucediendo. «El futuro ya está aquí, simplemente no está
distribuido de manera muy uniforme», como dijo una vez William
Gibson.
Los pueblos indígenas, por ejemplo, ya han experimentado el apocalipsis y el conocimiento indígena nos ha estado advirtiendo sobre el cambio climático durante siglos. Como muestra la imagen más abajo, – con las causas de la injusticia ecológica en el centro y sus antídotos en el borde – las raíces de las crisis mundiales de hoy no son nuevas. El capitalismo, el colonialismo, el patriarcado, la supremacía blanca, la violencia estatal y el humanismo de la Ilustración (y su dominación de los no-humanos) subyacen a nuestra crisis global y a la Gran Descomposición de la civilización.
El preocupante aumento actual del eco-fascismo, por ejemplo, coincide con un aumento global de la supremacía blanca, el autoritarismo y el nacionalismo de derechas. «Estamos viendo el comienzo de la era de la barbarie climática«, escribe Naomi Klein. Un número creciente de «preppers» están construyendo bunkers y almacenando recursos. Los ultra ricos están comprando apartamentos de 3 millones de dólares en silos subterráneos de misiles, para sobrevivir cómodamente en futuras catástrofes.
Dichas respuestas protegen el poder y los privilegios de las personas que se benefician del colapso del sistema. No ofrecen caminos innovadores para la transición de la sociedad hacia una mayor justicia y sostenibilidad. Las personas que aceptan la Gran Descomposición como la única realidad tienden a abrazar el individualismo, el tribalismo y el proteccionismo. Ven un sistema moribundo y responden reactivamente bajo estrés. Por otro lado, las personas que responden proactivamente a través de la solidaridad, la justicia y la acción colectiva están sentando las bases para la Gran Transición.
Hay numerosas respuestas y esfuerzos dirigidos por comunidades en casos de desastre para implementar una Transición Justa que ejemplifican la transformación continua requerida para otra forma de vida basada en la interconexión y la cooperación. Los esfuerzos que promueven el eco-socialismo, la descolonización, la justicia racial, la justicia de género, la democracia directa y la alianza multiespecies pueden ayudar a desafiar, curar y transformar las raíces de la crisis ecológica.
Nuestra supervivencia colectiva depende de nuestra capacidad de cooperar bajo restricciones sociales y ambientales. Cuando un desastre golpea, “Necesitamos empatía, generosidad y coraje para sobrevivir. La amabilidad y la equidad serán más valiosas que cualquier habilidad de supervivencia». El mayor logro de la humanidad, y la razón por la que nos convertimos en la especie dominante de la Tierra, es nuestra notable capacidad de cooperación. El idioma, la tecnología, la cultura y las instituciones (como la ley y el dinero) nos permiten comunicarnos, aprender unos de otros y coordinar nuestras acciones. A medida que la crisis ecológica se profundiza, nuestra supervivencia colectiva depende de las innovaciones sociales que promueven la justicia y la sostenibilidad en todas las dimensiones.
Hemos entrado en un nuevo régimen climático que representa una amenaza para la civilización. Si cumplimos con los objetivos mundiales para descarbonizar a la sociedad en los próximos 30 años determinará si mantenemos una vida que valga la pena vivir. Mejorar la calidad de vida en escenarios de decrecimiento requiere un fuerte compromiso con la cooperación y la justicia. Como lo ilustran este y otros estudios, eso es absolutamente posible: los sistemas basados en bienes comunes pueden mantener la prosperidad al mismo tiempo que reducir la producción de material hasta en un 80%.
Los
comunes
proporcionan
un fundamento
para el decrecimiento y la sostenibilidad
que puede constituir el germen de un sistema
postcapitalista.
Lo que necesitamos son culturas de práctica para traducir tales
innovaciones en todos los ámbitos: político, económico, espiritual
y artístico.
Estas ideas se basan en un nuevo curso en línea sobre EcoJustice: Securing Our Future, una colaboración entre A Mindset for the Anthropocene Project en IASS, Potsdam y Courage of Care Coalition. Si desea obtener más información, regístrese en nuestro curso en línea o únase a our upcoming webinar on February 20 between 5-6 pm (PST).
Traducción Isabel Palomera