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Prevención, muertes, contaminación del aire, coronavirus y capitalismo

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que se disfruta de buena salud ambiental cuando se ha asegurado un entorno saludable que evite el desarrollo de enfermedades que se pueden prevenir y, así, mejorar la calidad de vida colectiva. Evaluada la situación, no disfrutamos de ella.

Josep Cabayol

Según la OMS, 8 millones de personas mueren cada año por enfermedades no transmisibles que se pueden atribuir a la contaminación del aire: cerebrovasculares, cánceres, neumopatías. 7 de los 8 millones mueren a causa de las partículas finas PM-2,5 que traspasan los pulmones y entran en la sangre. Provienen de quemar combustibles fósiles, en especial de los motores de los coches y, más en concreto, los diesel. Datos francamente preocupantes que suscitan una pregunta: ¿por qué las muertes causadas por la contaminación ambiental no merecen la atención que suscita una pandemia cuando las cifras de defunciones también son alarmantes?

No sabemos todavía el número de personas que morirán por la pandemia de la Covid-19. ¿Cientos de miles? ¿Más de un millón? Quizás nunca lo sabremos exactamente. Ni su reparto por clase social que sabemos, por los datos facilitados, se ceba en los más pobres, entre los que hay más desigualdades y precariedad y concentraciones humanas más densas. Lo hace también en las personas más débiles y con menos recursos y con las migrantes y las mujeres.

Barcelona, en un día de alta contaminación | iStock

Sí sabemos, sin embargo, las muertes que causa el vertido de gases de efecto invernadero en la atmósfera (GEI) -especialmente CO2, metano y dióxido de nitrógeno-, responsables del calentamiento de la atmósfera, la contaminación y la alteración de la biosfera.

El informe de 2019 de la Agencia Europea del Medio Ambiente Air Quality in Europe 2019, sostiene que, aunque la contaminación se ha reducido y las defunciones prematuras han bajado, en los 41 países de Europa [datos de 2016], las muertes prematuras por partículas PM-2,5, dióxido de carbono y ozono troposférico, fueron 498.000; 41.500 personas cada mes. En la UE-28, 456.000 personas, 38.000 al mes. Las partículas PM-2,5, que reducen la esperanza de vida hasta 8 meses, causaron ellas solas 422.000 muertes en toda Europa. Y añade que el hidrocarburo aromático ‘benzo(a)pireno’, es un potente cancerígeno. Si se exigieran los niveles que reclama la OMS – estamos muy por encima y el 90% de la población urbana está expuesta a la contaminación-, cada año morirían 102.000 personas menos.

Un informe realizado por investigadores alemanes sostiene que los europeos han perdido 2,2 años de esperanza de vida y sitúa las muertes por contaminación del aire en 800.000. En todo el mundo, asegura, son 8,8 millones las defunciones prematuras.

Los datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente para España también son bastante graves: serían 24.100 las personas que mueren prematuramente cada año por la contaminación del aire, 2.008 cada mes.

Los datos de la Escuela de Salud del Instituto Carlos III, las oficiales del Ministerio de Sanidad, no son tan críticas. En España, afirman, la contaminación de la atmósfera causa alrededor de 10.000 muertes anuales antes de tiempo, más de 830 cada mes. Un 3% del total de muertes. No obstante, la entonces ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo, dijo, el 12 de diciembre de 2019, que las muertes podrían llegar a las 30.000 . Más de la mitad de los españoles respiran aire contaminado.

Contaminación del aire

Los costes sanitarios derivados de la contaminación atmosférica, sin contar el valor de la vida porque es incontable, – sanitarios, rendimientos de la agricultura y la silvicultura, y reducción de la productividad laboral -, representan para España 50 mil millones de dólares, el 3,5% del PIB, sin contar los daños a los cultivos y los ecosistemas naturales, según datos del Banco Mundial.

En Catalunya, serían alrededor de 3.500 las defunciones prematuras. Un 64% de catalanes respira aire contaminado. Según Ecologistas en Acción, las partículas PM-10 y PM-2,5 y el dióxido de nitrógeno NO², afectan a casi todo el territorio , en especial el área metropolitana de Barcelona y el puerto de Tarragona. El ozono troposférico es el contaminante que presenta una mayor extensión y afección a la población, con unos niveles que se mantienen estacionarios o incluso, al alza. Esto se debe al incremento de las temperaturas medias y a las situaciones meteorológicas extremas, como las olas de calor en verano, y son consecuencia del cambio climático.

Durante el 2018, aunque se ha reducido la contaminación, toda la población de Catalunya ha sido expuesta a concentraciones peligrosas para la salud humana y vegetal. En Catalunya un día con contaminación alta provoca, de promedio, un aumento de la mortalidad prematura de un 1%. La exposición continuada hace subir hasta el 5% las muertes adicionales.

La contaminación del aire provoca, según la OMS, el 24% de las muertes de adultos por cardiopatías; el 25% de las defunciones por accidentes cerebrovasculares; el 43% de las víctimas derivadas de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), el 29% de las muertes por cáncer de pulmón y el 6% del total de las infecciones respiratorias.

Más de una cuarta parte de las defunciones de niños menores de 5 años [1,7 millones] lo son por causa de la contaminación ambiental. 570.000, por infecciones respiratorias, entre las cuales, las neumonías, el 50%. El 33% de los casos de asma infantil en Europa son atribuibles a la contaminación. Para la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer de la OMS, la contaminación es un agente cancerígeno. La Ministra Carcedo situó las muertes de cáncer como consecuencia de la contaminación en el 10% del total, unas 3.000.

Dijo que por causa de las partículas PM las muertes ascienden a 2.600. Por causa del ozono, las defunciones antes de tiempo son alrededor de 500, gas que también pone en peligro bosques y cultivos del país. El dióxido de nitrógeno provoca 3.300 muertes anuales y alteraciones en el desarrollo pulmonar y cognitivo de los bebés. La contaminación general origina 2.400 partos prematuros, el 13% del total, 1.700 casos de bajo peso de bebés y afecta a los fetos y el desarrollo mental de los adolescentes. La contaminación atmosférica altera el cerebro, en especial de los mayores, y al aparato reproductor.

Calentamiento, olas de calor

Pero no sólo la contaminación, el calentamiento de la atmósfera, las olas de calor, las sequías que generan procesos migratorios, también matan.

En 2010, en Rusia murieron 56 mil personas en una ola de calor de 44 días, afirma la Organización Mundial de la Salud. La ola de calor de 2003 causó 70 mil muertos en Europa, según datos de la misma OMS. En Francia, murieron 14.000 personas más de las habituales, un 25% más. También en Barcelona crecieron una cuarta parte. En Catalunya, murieron 2.000 personas más que el año anterior. [El promedio anual en Catalunya se sitúa por encima de las 300 defunciones antes de tiempo]. En España murieron en 2003, 6.600 personas más que en el mismo periodo de 2002.

En cuanto a las estadísticas anuales, el MITECO atribuye 1.300 muertes anuales al calor. 1.200 por el frío, que siempre había provocado más muertes. En cuanto a predicciones, Marta Coll, del CSIC, coautora de un estudio internacional encabezado por Jacob Schewe de la Universidad de Postdam, Alemania, dijo en marzo de 2019 en Barcelona, ​​que la mayoría de modelos del cambio climático subestiman los impactos de las olas de calor sobre diferentes sectores, tales como la agricultura, la vegetación terrestre o la mortalidad humana. Basándose en el estudio de la ola de calor de 2003, un acontecimiento excepcional, llegan a la conclusión de que los riesgos a los que nos tendremos que enfrentar serán más graves de lo esperado. Y ya hemos visto algunas consecuencias. El verano pasado las temperaturas se dispararon los meses de junio y julio.

El 25 de julio de 2019 los termómetros de los servicios meteorológicos marcaron 45,9 en el Languedoc, Francia, 42,6 grados en Alemania, 41.8 en Bélgica, 40,7 en Holanda o 40,8 en Luxemburgo. Por debajo pero hasta 38, en Gran Bretaña.

En Catalunya, durante la ola de calor de junio se batieron récords históricos de temperatura. 43,8 en Alcarràs, 43,6 en Artés, Bages; Lleida, Segrià; 43,3 en Girona, Gironès; 42,1 en Mollerussa, Pla d’Urgell; 42,2 en Tàrrega, Urgell. 31 de mínima en el Observatorio Fabra de Barcelona la verbena de San Juan, según el Meteocat.

En España fueron muchos los observatorios que registraron temperaturas superiores a los 40ºC como los 40,7 en Madrid Retiro. Pero también las mínimas, destacando los 25 de Segovia. Fue durante la ola de calor de 2017 cuando se batió el récord de temperatura, 46ºC en Córdoba .

La pregunta es: ¿cuándo el termómetro marcará los 50ºC? Con la inercia climática, seguro que entre ahora y 2040. El aumento de las temperaturas multiplicará las víctimas y afectará a todos, pero especialmente a las personas mayores y las más débiles, con patologías previas. Y a las clases sociales más bajas que no gozan de la misma calidad de vivienda que las más adineradas.

Contaminación y coronavirus

¿Cuántas personas habrán salvado la vida estos días como consecuencia, positiva, de la desaparición de la contaminación? Cuántas, afortunadamente, no habrán muerto prematuramente? Son el contrapunto a las muertes causadas por la pandemia. En todo caso, y como explicábamos en ‘Una sola crisis, la del capitalismo‘, la alteración de la biosfera, indefectiblemente, mata.

Hay, sin embargo, una gran pregunta que queda pendiente de respuesta concluyente. ¿Y si hay una relación entre la contaminación atmosférica y la pandemia de coronavirus?

Un estudio de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard, dice que la gente que ha vivido en países con contaminación del aire muy alta, tiene más riesgo de contagiarse de la enfermedad Covid-19. Serán estos los países/ciudades con más hospitalizaciones y más víctimas mortales.

Como decíamos, las partículas PM-2,5, las finas, son la causa principal de muertes antes de tiempo derivadas de la contaminación. Según la OMS la exposición a partículas finas no debería superar los 10 microgramos anuales de promedio. Ni los 25 microgramos en un día.

Pues bien, según el estudio de Harvard, por cada microgramo más de exposición, el riesgo de contraer la Covid-19 se incrementa en un 15%. A la espera de que otros estudios lo corroboren, pensamos -sin datos científicos, tan sólo observaciones-, en Wuhan, China, el norte de Italia, Madrid, Barcelona, ​​Nueva York y buena parte de las grandes ciudades de los Estados Unidos. Todas muy contaminadas.

Prevención

Prever las consecuencias mortales de la contaminación, el calentamiento global y la pandemia causada por el coronavirus SARS-COV-2, significa eliminar a los ‘causantes’. En el caso de la contaminación, especialmente, dejar de quemar los combustibles fósiles que dañan y calientan la atmósfera. En el caso de la enfermedad Covid-19, dejar de alterar / destruir los ecosistemas y acabar con el sistema agropecuario vigente.

Ambas causas son sistémicas, surgen como consecuencia del funcionamiento del capitalismo vigente.

Observémoslo en la práctica

Podemos examinar tanto la contaminación como la pandemia al final de la cadena de salud, cuando ya ha aparecido la enfermedad, o al principio, tratando de evitar que aparezca.

Contaminación: si nos ocupamos de la enfermedad al final de la cadena, hay oportunidad de negocio en los cuidados en los hospitales, en los materiales que se necesitan – respiradores, mascarillas -, la medicación y los enterramientos, por poner unos ejemplos notorios. Si lo hacemos al principio, haciendo prevención, debemos evitar las causas, en especial continuar quemando combustibles fósiles y no verter GEI. Hacerlo supondría detener el sistema económico tal y como lo conocemos, porque ahora mismo no hay alternativa energética suficiente.

Por lo tanto, desde el punto de vista del capitalismo dominante, la contaminación no sólo favorece a los negocios al principio de la cadena de salud – hacer beneficios con los productos obtenidos con el uso de los combustibles fósiles sin tener que pagar por las consecuencias/externalidades -, sino que también permite hacerlos al final de la cadena con hospitales, cada vez más privatizados, y con los productos indispensables mercantilizados. Sucede sin embargo, que los costes para el sistema sanitario público son cada vez más altos – decíamos que 50 mil millones de dólares anuales en el caso de España, según el Banco Mundial – y se convierten en insostenibles, por lo que la contaminación empieza a resultar un problema para los estados. Y los hospitales privados suelen desaparecer cuando no hay beneficios.

En definitiva, dejar de quemar fósiles significa buscar una fuente de energía que los sustituya. Las renovables, imprescindibles, aun no están suficientemente implementadas y no producirán la misma energía que las fósiles con una tasa de retorno energético – TRE – mucho más alta. Resultado, decrecimiento energético que supondría decrecimiento económico y la inviabilidad del capitalismo, que necesita crecer permanentemente para reproducirse.

Covid-19. Actuar al final de la cadena supone encontrarse con las emergencias que vivimos, donde todo el esfuerzo lo debe hacer el sistema público de salud mientras la sanidad privada, las farmacéuticas y los negocios circundantes, tratan de obtener y consiguen, beneficios económicos a base de subir precios ante las necesidades, el aumento de la demanda, la competencia y las prisas para adquirir los materiales necesarios para hacer frente a las urgencias. Los mercados actúan así, sin ninguna empatía: primero el negocio, y la ciudadanía sólo interesa como consumidora. Y ya hemos visto qué ha pasado en el negocio mayoritariamente privatizado de las residencias de ancianos: un matadero.

Y luego vendrán las vacunas, privatizadas con toda seguridad, que pagaremos directa o indirectamente a través del sistema de salud que se nutre del dinero de la ciudadanía.

Actuar contra la Covid-19 y otras enfermedades similares al principio de la cadena, supondría acabar con las causas que las ocasionan y que debemos situar en la alteración de los ecosistemas, las deforestaciones de los bosques tropicales, el sistema agropecuario de producción de alimentos de origen animal y vegetal, basado en exprimir el suelo y en la colonización de nuevos territorios imprescindibles para su crecimiento, paralelo al del sistema económico capitalista. Es decir, acabar con una fuente de negocios esencial, insustituible para el capitalismo vigente.

Total, que actuar al principio de la cadena, prevenir, tanto en cuanto a la contaminación como en el caso de la pandemia, va en contra de los objetivos básicos del sistema económico, crecer, dominar la biosfera, conquistarla, someterla. Y la biosfera no se ha dejado. La economía debería ser un subsistema de la biosfera. Una paradoja para el capitalismo.

En conclusión, prevenir, actuar al principio de la cadena de salud, eliminando por un lado las causas que originan la pandemia de la Covid-19 o de otras que puedan surgir, ya avisadas por la OMS, y por el otro, dejando de quemar fósiles para evitar la contaminación del aire, choca con los objetivos de crecimiento permanente que necesita el capitalismo.

En cambio, hacerlo al final de la cadena, si no se valora la vida, cosa que el capitalismo no hace, es un negocio seguro y le reporta beneficios económicos indiscutibles. Y eso sin contar con los beneficios indirectos que supone la desaparición de personas que el sistema considera sobrantes.

Nos decía en Mundo Posible Yayo Herrero, antropóloga, educadora social, ingeniera agrícola y profesora de educación ambiental y desarrollo sostenible: «En la reunión del Foro de Davos de 2019 era casi obsceno escuchar cómo hablaban de ‘población sobrante’ refiriéndose al mercado laboral». «Cuando hay personas que no son capaces de consumir porque están en una situación de precariedad, se las considera ciudadanas fallidas y, por tanto, prescindibles».

Objeción

Alguien argumentará: los negocios que puede hacer el capitalismo no previniendo, son inferiores a las pérdidas que ocasionará la parada de la economía causada por la crisis.

Es cierto. Pero también lo es que el sistema colapsaría previniendo y entonces seguro que no habría ninguna oportunidad de negocio. Además, las bases de la crisis ya existían y el sistema estaba amenazado. La pandemia es un detonante que lo ha acelerado todo. Lo que hace falta por el sistema, es que las personas estén el mínimo tiempo sin trabajar y vuelvan al trabajo lo antes posible (leed el artículo del AlbaSidera sobre las presiones de la patronal en Bèrgamo). Y que los Bancos Centrales, por encima de los gobiernos y sin ningún tipo de control democrático, inyecten dinero público a la banca, a bajísimo precio, que compensen las pérdidas, que como en el caso de la crisis de 2008, [los 65.000 millones que se dieron a los bancos españoles], no han devuelto ni ahora.

Con este dinero la banca/financias, propiedad de las élites, prestará a los gobiernos, hará negocio, los endeudará todavía más y los debilitará, los dividirá, generará crisis políticas y los acercará a la quiebra. Por el camino habrán quedado todas las empresas que no hayan resistido económicamente y que serán fagocitadas por las grandes corporaciones/mundo financiero [Este círculo ‘virtuoso’ ya está pasando en los Estados Unidos donde la banca ha sido rescatada por la Reserva Federal y con el dinero recibido ha aceptado rescatar las empresas del fracking en quiebra porque el precio del petróleo no compensa los costes de extracción].

Con los gobiernos debilitados, los mercados exigirán más privatizaciones, apoderarse de todos los negocios de la vida: aire, agua, alimentación, vivienda, sanidad, educación. Forzándolos a pagar para vivir. Y continuarán maltratando la biosfera y considerando a las personas mercancía, impidiéndoles también tener tiempo para pensar y organizarse, obligándoles a dedicar el día a buscar ocupación y trabajar medio día en múltiples trabajos mal pagados. Más precariedad, más desigualdades, más desposesión, más excluidos, capitalismo para quien el auténtico gobierno, las élites, decidan/necesiten.

Preguntas que necesitan respuestas comprometidas

Sabiéndolo, ¿volveremos a contaminar / calentar la atmósfera, envenenar la biosfera? Conociendo esto, ¿queremos volver a la ‘normalidad’ que está causando la tragedia? ¿Somos capaces de modificar nuestra construcción de la vida? Estando enterados, ¿bajaremos la cabeza o desobedeceremos?

Dejar de quemar combustibles y respetar la biosfera, no considerarla una propiedad que podemos maltratar poniéndola a nuestro servicio, sino sentirnos una más de las especies que lo habitan, serían medidas ineludibles si queremos tener futuro. Como comprender que el planeta es finito y que finitos son sus recursos y el espacio disponible, también para los humanos.

Vivimos una sola crisis de salud planetaria que las engloba a todas: ecológica, social, económica, cultural. Una crisis causada por el ataque que los humanos estamos ejecutando a la ecosfera, al ecosistema planetario formado por todos los organismos que viven en la biosfera y las relaciones de convivencia que se establecen entre ellos y con la materia y la energía .

La medida cero sería aprender una lección necesaria para cambiar de paradigma: el capitalismo, que mal le pese mata, no es beneficioso para la mayoría.

Josep Cabayol Virallonga, con la colaboración de Siscu Baiges Planas y Ester González García en nombre de SICOM, Solidaridad y Comunicación.

Anexo al capítulo 1, ‘Una sola crisis, la del capitalismo’.

https://catalunyaplural.cat/es/prevencion-muertes-contaminacion-del-aire-coronavirus-y-capitalismo/

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