Vicente Guallart: ‘Si no vigilamos, el peligro puede venir los próximos diez años’


Entrevista al arquitecto sobre el impacto de la Covid-19 en el urbanismo y las ciudades del futuro

Andreu Barnils

El arquitecto Vicente Guallart (Valencia, 1963) tiene despacho propio y encargos en todo el mundo. Fue el primer director del Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC) y, durante cuatro años, fue el arquitecto jefe de la ciudad de Barcelona, ​​bajo el mandato de Xavier Trias. Guallart es autor del libro La ciudad autosuficiente, donde pensaba las ciudades ecologistas, que luego ha llevado a la práctica sus proyectos. En esta entrevista telefónica nos habla de la forma en que el urbanismo ha avanzado a golpe de pandemia, de las ciudades post-Covid-19, del mito del teletrabajo y por qué la idea de la Europa de las ciudades es coja.

-¿Una consecuencia de la Covid-19 es que la gente vaciará las ciudades? Cuesta creer.

-La realidad es que el mundo digital no ha llevado gente a los pueblos, a la inversa. De momento, el mundo digital ha llevado más gente en las ciudades, no a los pueblos. Porque es donde hay más trabajo, más concentración de talento. Y es justo ahora que nos empezamos a demostrar que no hay que vivir en las ciudades para tener una vida muy urbana. Hasta ahora, esto no ha pasado. Recuerdo que en 1995 la teoría era: puedo estar conectado haciendo teletrabajo y el puedo hacer desde cualquier lugar del mundo, pero en la práctica nosotros hicimos, por ejemplo, un telecentro en Ribes de Freser y no terminó de arrancar .

Vicent Guallart, en una imagen de archivo (Foto: VG)

¿Por qué?

Porque faltaba vivienda pensada para gente joven. Ahora hemos avanzado más, y sabemos que el 50% de los trabajos se pueden hacer de forma remota, y hay más trabajos que a finales de los noventa que te permiten ir sólo un día a la semana en la ciudad. Posiblemente habrá una vuelta a una vida fuera de las aglomeraciones. Mucha gente ha visto que vivir de manera más lenta, teniendo cuidado de los alimentos y de su vida es cosa buena; que las viviendas son demasiado pequeños, y que no tenemos espacios para disfrutar alrededor de su casa. La agenda se acelerará y no querremos volver a vivir como queríamos antes. Ahora, también os digo una cosa: más que nunca, hemos visto que la ciudad no funciona sola. La ciudad funciona porque los pueblos hay gente que produce alimentos y gente que hace energía. La gran lección es que ciudad y territorio son una unidad. Barcelona y Cataluña funcionan juntas. La Europa de las ciudades? No, la Europa de las ciudades y los territorios que le rodean. Esto también se ve ahora con fuerza.

-¿La Covid-19 puede cambiar la forma en que hacemos casas y pisos en el futuro?

-Los dos grandes momentos de transformación de la arquitectura fueron en la primera Revolución Industrial y en la segunda. En la primera, Ildefons Cerdà ya estudió las epidemias que había en Barcelona para hacer su plan. Y uno de los argumentos fue la cantidad de aire que debía tener cada vivienda para poder vivir. Y demostró, con estadística, que la mayoría de los pisos hasta entonces eran pequeños y que su Eixample era buena idea para que las ventanas y los espacios eran mayores, y las calles más anchas: habría más volumen de aire. El impacto de las epidemias siempre ha sido fundamental en el urbanismo. Y el higienismo fue fundamental para definir el urbanismo. Recordemos el Abajo las Murallas, un movimiento urbanístico liderado por médicos para derribar las murallas de Barcelona por motivos médicos. El segundo gran momento de revolución urbana en Barcelona fueron los años veinte, justo después de la fiebre española. Aquí se empezó a reforzar la idea de tener pisos con terrazas. Las terrazas comienzan con el movimiento moderno. Los momentos de las epidemias, tensiones y crisis hacen repensar las ciudades y la arquitectura. En un sentido o en otro: recordamos cuando la ministra de vivienda defendía los minipisos porque decía que con la crisis la gente no podía pagar de grandes. Crisis y pandemias hacen repensar ciudades.

-Y ahora ¿cómo se podría avanzar?

-La normativa podría favorecer que hubiera balcones y terrazas. Y se permitiera usos comunitarios en las azoteas, y con actividad, lo que hoy casi no está permitido. Un promotor no vende el metro cuadrado de balcón cerrado al mismo precio que la vivienda. ¿Qué hacen entonces? No hacen balcones. La normativa castiga tener terrazas o balcones. Si cambian la normativa, y sacamos restricciones, esto ayudaría.

-La Covid-19 puede cambiar los pisos. ¿Y las ciudades? Hace pocos días, hicisteis un celebrado hilo de Twitter sobre la ciudad de los diez minutos.

-La idea es que la ciudad debe promover la vida de la gente. Y la defensa de la vida, la promoción de la diversidad y eso que en Harvard llaman el urban health, el urbanismo saludable, que debe desarrollarse. Estos días, hemos visto mapas que demostraban que la gente que se ha infectado más por Covid-19 es la que ha cogido el transporte público para ir a trabajar. Gente trabajadora que vive en barrios sin puestos de trabajo y, por tanto, trabajan fuera del barrio. Se deben desplazarse. Es uno de los grandes debates. Este tema, nosotros la habíamos empezado a estudiar hace diez años. ¿Por qué no hacemos barrios donde la gente viva y trabaje, donde vaya a pie al trabajo? La alcaldesa de París lo ha puesto sobre la mesa estos días. Nosotros, en 2014, estudiamos cuál era la movilidad en la ciudad de Barcelona: ¿de qué barrio a qué barrio se movía la gente? Y vimos, por ejemplo, que la Izquierda del Eixample es el barrio que recoge más gente. Y que los barrios de donde salía más gente son los que ahora han sido más afectados por la Covid-19, que no tienen puestos de trabajo. La idea era llevar grandes equipamientos, nueva industria, a estos barrios. Se quería evitar la movilidad obligatoria en las ciudades. La gran cuestión es cómo revertir el movimiento que hubo años atrás, cuando se sacaron los polígonos industriales de dentro de las ciudades (Can Batlló, o Pueblo Nuevo, más antiguo) hacia los polígonos de fuera.

Otra idea fuerza que tiene es la de la industria ligera y descentralizada dentro de las ciudades.

-Ahora se ha visto claramente. Con la Covid-19, los médicos vieron que la gente no tenía protección, y de manera desinteresada crearon los coronavirus makers, y comenzaron a fabricar protecciones, máscaras, gafas de bucear y ayudaron a hacer respiradores. Desde el IAAC, hemos impreso con el Hospital del Mar algunos tubos para los respiradores, y también hemos hecho viseras de plástico para las farmacias. Hace años, ya impulsamos la idea de que cada distrito de la ciudad debía tener Fab Lab, talleres digitales a pequeña escala. Y esta red pública ahora ha ayudado a imprimir cientos de máscaras. El Ayuntamiento ha tenido un mecanismo para hacer lo que ya hacían los ciudadanos: ayudarse unos a otros. Fabricación en red y flexible. Industria ligera, es una de las otras lecciones que debemos aprender. Unidades pequeñas de fabricación digital. Unidades de innovación. El gobierno central ha hecho lo contrario. Ha realizado compras en masa de máscaras en mal estado. El funcionamiento de abajo hacia arriba ha funcionado.

Para terminar, conoce bien la China, donde ha realizado varios proyectos.

-Han sido mucho más eficaces que en Europa. Y tienen menos escrúpulos que nosotros a la hora de utilizar la tecnología, por ejemplo, para controlar a los ciudadanos. Han sabido dar una respuesta rápida y concentrar el foco de la pandemia. En Europa se ha esparcido mucho más por todas partes. El gran peligro que veo, por tanto, es que se rompa la idea de que la democracia va ligada al progreso. Si los modelos no democráticos demuestran que son más eficaces contra la Covid-19, ¿qué demuestran los modelos democráticos? Esta crisis nos puede volver a los años veinte, con el auge del populismo y los modelos no democráticos. Tenemos que pensar en positivo, innovar y vigilar que las respuestas sean las buenas, porque si no, el peligro puede venir los próximos diez años.

https://www.vilaweb.cat/noticies/guallart-digital-ciutats-pobles/

Traducción: Teresa Abril

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