Presentado el proyecto Tren-tranvía del Camp de Tarragona
Hace pocos días asistí a un debate telemático en Tarragona en el que se debatía la conveniencia de construir un tranvía, el denominado TramCamp, que debe unir Tarragona con su hinterland, hasta Reus y Cambrils. El proyecto lo presenta el gobierno catalán y con éste será ya su tercer intento. En veinte años tres proyectos y, hasta hoy, cero resultados.
Los alcaldes de Salou y Cambrils presionaron cuanto pudieron para hacer desaparecer la histórica traza de Renfe que cruzaba sus municipios proporcionando una insólita estadística de viajeros al año, 600.000 entre las dos poblaciones, a pesar que la frecuencia de servicio estaba muy por debajo del óptimo. Para que el lector tenga una idea de qué significa esta cifra de viajeros, baste recordar que es el triple de todos los viajeros de la línea de la Pobla de Segur.
El eje Salou-Cambrils de 10 km generaba tres veces más viajeros que una línea de 90 km. A los alcaldes les molestaba el ferrocarril porque pasaba por dentro de la ciudad y, en lugar de destinar más recursos a hacer cumplir las normas en los pasos a nivel para evitar suicidios y atropellos, pusieron todo su empeño en hacer desaparecerlo. Al Ministerio, nada sensible a todo lo que no sea AVE, le era igual, porque ya tenía lista para su inauguración la variante en la línea Barcelona-Valencia alejada 2 km del casco urbano.
Al gobierno de Cataluña, empeñado históricamente en hacer desaparecer el tren haciendo ver que lo promueve, ya le iba bien porque se seguía la máxima que viene aplicando desde hace 40 años, Metro y AVE para Barcelona y autopistas para el resto del país. Así, para pasmo de la opinión de nuestros vecinos europeos, se levantó la vía y los 2.000 viajeros que cada día usaban el tren tuvieron que buscarse la vida.
Por mala conciencia, porque venían las elecciones o por el noble propósito de enmienda, el gobierno catalán acaba de presentar de nuevo un completo proyecto de tren-tram, un ferrocarril que dentro de la ciudad funciona como un tranvía y fuera de ella como un tren. Se trata de un producto ampliamente probado en toda Europa con una panoplia de veinte ciudades con tren-tram en servicio, destacando el de Karlsruhe, en el sur de Alemania, con 600 km de red. Por cierto, si el lector quiere conocer esta ciudad y sus transportes, recomiendo muy efusivamente utilizar la línea 8 del Satdtbahn que llega hasta Freundenstadt, una preciosa ciudad situada a 90 km, en una maravillosa excursión. Otras 30 ciudades tienen en la agenda la construcción de este sistema ferroviario.
La propuesta de la Generalitat
El proyecto de la Generalitat no es ninguna maravilla, pero tiene muchas más virtudes que defectos. La primera virtud es que dota esta región metropolitana de un verdadero sistema de transporte público, que para que sea verdadero debe ser ferroviario. Los que digan que se puede basar en el autobús que se den una vuelta por Europa y que luego nos lo cuenten a la vuelta. Otra ventaja es que es escalable.
El alarmante debate de Tarragona
Tuve entonces la oportunidad de asistir telemáticamente a ese coloquio organizado por el ayuntamiento de Tarragona en el que oí una inimaginable cantidad de desvaríos y raras opiniones sin fundamento alguno. El alcalde, el sr. Ricomà, sorprendió a la audiencia afirmando que el proyecto era poco ambicioso – sin embargo no oímos que dijera que Tarragona necesitaba un metro- y que se había presentado de espaldas al consistorio y sin debate previo, como si en toda la historia de Tarragona la ciudad hubiese planteado alguna propuesta. Cuando no sabes que decir, el mejor consejo es guardar silencio.
Luego vino el turno de la Universidad Rovira y Virgili, en nombre de la cual habló un profesor que no paró de decir inexactitudes, probablemente debido a su desconocimiento de lo que se debatía. Sentí bochorno pensando que una persona así pudiera así representarnos que un día en un foro científico europeo. Después tomó la palabra el representante de la patronal y lanzó todo tipo de invectivas contra el ferrocarril basándose en premisas que hoy, sin intereses por en medio, ya nadie defiende. La síntesis de su larga retahíla de propuestas es que con hidrógeno los actuales autobuses pueden hacer mucho mejor la función del ferrocarril.
Los que se oponen al ferrocarril son los que no quieren el progreso, y de la misma manera que en Barcelona alguien pedía autobuses eléctricos como alternativa al tranvía, ahora en Tarragona se piden autobuses de hidrógeno y en el futuro se pedirá cualquier otra cosa mientras tenga neumáticos en vez de ruedas metálicas.
La picaresca española en este terreno es espectacular. Hay tanta ferrofobia escondida en nuestro tejido nacional que incluso hay quien ha llegado a proponer monoraíles, aquellos artefactos de feria que se usan en las exposiciones universales. Salí deprimido de la reunión y me dije que tenía que hacer algo para combatir tanta insensatez. A ver si este artículo remonta mi espíritu.
El bajón me llegó, no sólo por lo que oí, sino porque conozco la historia de Tarragona, una ciudad que fue gran capital en el imperio romano, y que resurgió con fuerza en los setenta del siglo pasado con motivo de su industrialización.
Derribar las murallas
Pues bien, a base de no estar de acuerdo con nada y de pedir imposibles, la ciudad y su territorio metropolitano han ido perdiendo oportunidades una tras otra: perdieron la opción que el tren de alta velocidad llegase al interior de la ciudad, como sí lo hace en Lérida y Gerona, ha perdido los trenes de largo recorrido que antes entraban en su estación y ahora pasan exteriormente por el norte, – Tarragona es la única ciudad en España a la que le ha pasado esto–, ha sufrido un decadente servicio de cercanías que no sirve para nada, perdió también el ferrocarril urbano que comunicaba de forma muy eficiente Reus con Salou y ahora corre el riesgo de perder la oportunidad del tren metropolitano que propone la Generalitat.
La única propuesta que he escuchado por parte del consistorio en los últimos 20 años, es que les soterren la estación, una idea carente de sentido toda vez que se encuentra situada en una pronunciada vaguada, en lo que se conoce como balcón del Mediterráneo, y por tanto, ya está bajo el nivel de la ciudad. Tarragona, la ciudad de las extraordinarias murallas romanas, debe hacer un esfuerzo para derribar las murallas mentales que le impiden cazar las oportunidades de prosperidad que le van pasando por delante sin que hasta ahora las haya sabido aprovechar.
Saludos cordiales,
https://blogs.lavanguardia.com/cambiar-para-seguir-viviendo/2021/03/18/murallas-de-tarragona-80550/