Porqué el documental Seaspiracy (-Piratería Marina- de Netflix)se equivoca sobre la pesca. Explicado por un biólogo marino

Renunciar al pescado no es la mejor manera de salvar los océanos.

Daniel Pauly

PROLOGO por Francesc Sardà Amills

Daniel Pauly es un reconocido investigador que representa un referente científico en el mundo de la pesca y la conservación de los recursos marinos. Este artículo es una crítica al documental Seaspiracity (Pirateria Marina) emitido por Netflix y que ha tenido amplia repercusión en los medios y en sociedad de EEUU. Si bien los lectores posiblemente no hayan visto dicho documental, ni lo vean, son importantes las aclaraciones y comentarios que Daniel Pauly hace de él. Comprensibles para cualquier lector aunque, repito, no haya visualizado el documental. Es una exposición global que llega al fondo de un problema también global, y que afecta a muchos otros sectores industrializados incluso el de la comunicación interesada.

ARTICULO

Quería que me gustara Seaspiracy

El reciente documental de Netflix en el que mucha gente habla sobre el daño que las pesquerías industriales infligen en los océanos y en nuestras vidas. Desde su estreno el 24 de marzo, la película ha entrado (y salido) de las listas de los 10 favoritos de Netflix en varios países, y todos, desde Tom Brady hasta los analistas de Wells Fargo, han intervenido. Durante décadas, he estado escribiendo y hablando sobre el daño que Seaspiracy representa en artículos científicos, entrevistas y, sí, también en documentales. Si bien se ha avanzado mucho, demasiadas personas todavía no entienden los problemas que incumben a los océanos. Así pues, la perspectiva de una película divulgativa en Netflix, que podría poner de manifiesto que la amenaza de las pesquerías destructivas es significativa para sus 200 millones de suscriptores, es algo que acogí con agrado. La película incluye toda la evidencia condenatoria y las imágenes dramáticas necesarias para señalar el punto importante de que la pesca industrial es, en todo el mundo, una empresa con demasiada frecuencia fuera de control, a veces criminal, que necesita ser controlada y regulada. En esto, refuerza y ​​comparte con una amplia audiencia, un conocimiento que está muy extendido en la comunidad de conservación de los océanos, pero no en el público en general.


Seaspiracy aborda el tema del impacto devastador de la pesca industrial en la vida en el océano y luego lo socava con una avalancha de falsedades, argumenta el científico Daniel Pauly. Cortesía de Sea Shepherd

Sin embargo, Seaspiracy en general hace más daño que bien. Realza el asunto muy serio del impacto devastador de la pesca industrial en la vida en el océano y luego lo socava con una avalancha de falsedades. También emplea técnicas de entrevista cuestionables, usa tópicos anti-asiáticos y culpa a la comunidad de la no conservación de los océanos, es decir, a las mismas ONG que intentan arreglar las cosas, en lugar de a las empresas industriales que realmente causan el problema. Lo más importante es que tuerce la narrativa sobre la destrucción del océano para respaldar la idea de que nosotros, los suscriptores de Netflix del mundo, podemos salvar la biodiversidad del océano volviéndonos veganos. Al hacerlo, Seaspiracy socava su tremendo valor potencial, que sería persuadir a las personas para que trabajen juntas e impulsen cambios en las políticas y reglas para frenarn una industria que a menudo infringe la ley con impunidad.

El problema de Seaspiracy son los hechos 

Un ejemplo es su afirmación de que los océanos estarán “vacíos” para 2048 si seguimos pescando como lo hacemos ahora. Esta afirmación es una mala interpretación de un artículo de investigación actual. Sus autores habían sugerido que para 2048, todas las poblaciones de peces explotadas del mundo estarían tan agotadas por la pesca que producirían menos del 10 por ciento de sus capturas históricamente más altas. Hay miles de estas poblaciones de peces en todo el mundo, que se puede considerar que han “colapsado”, pero no han desaparecido y pueden recuperarse. De hecho, esto es de lo que trata a menudo la gestión pesquera actual en países como los EE. UU., que hace hincapié en la recuperación de poblaciones. Otro ejemplo es la confusión que genera la película en torno a la captura incidental y los descartes de peces. Los primeros son peces y otros animales silvestres capturados sin haber sido objetivo, y los segundos son peces y otros animales que se tiran al mar después de ser capturados (vivos o muertos). Actualmente, los descartes representan alrededor del 10 por ciento de las capturas mundiales, lo cual es obsceno cuando miles de millones de personas padecen inseguridad alimentaria. Pero este valor es mucho más bajo del 48 por ciento que se afirma en la película. Ese 48 por ciento, en cambio, es la tasa de captura incidental, la mayoría de la cual consiste en pescado que se llevó al mercado, aunque los pescadores no tenían la intención de capturarlo. Otra afirmación engañosa de la película es que la contaminación plástica del océano consiste principalmente en aparejos de pesca perdidos o desechados. Esto puede haber sido cierto en la década de 1980, particularmente en el Pacífico Norte, donde se llevaron a cabo los primeros estudios de desechos marinos. Hoy en día, alrededor del 80 por ciento del plástico en los océanos proviene de lo que tiramos en la tierra: botellas de refrescos, envases de alimentos, neumáticos, etc., mientras que el 20 por ciento proviene de fuentes marinas. Las redes de pesca abandonadas, también conocidas como “redes fantasma”, son una fuente real de desechos marinos. Pero es problemático que los realizadores califiquen los intentos de reducir la contaminación por plásticos oceánicos terrestres como triviales. No lo son. El error fáctico más evidente es la afirmación de la película de que la pesca sostenible no existe. En ciencia pesquera, utilizamos el término rendimiento máximo sostenible (RMS), que determina la captura máxima que se puede extraer de forma sostenible de una pesquería. Si bien hay demasiados ejemplos de pesca insostenible en todo el mundo, también hay pesquerías bien gestionadas que dependen de los datos y la ciencia. Estas pesquerías, que incluyen la merluza europea y la platija de cola amarilla en los Grandes Bancos en aguas de Nueva Inglaterra, pueden recuperarse y lo hacen para volverse sostenibles y abundantes.

Renunciar al pescado no salvará los océanos 

Pero mi principal problema con Seaspiracy es que sus creadores quieren que creamos que no comer pescado es la forma central en la que debemos solucionar los problemas que la pesca industrial crea en los océanos. Optar por el vegetarianismo y el veganismo es una posición muy respetable, y puede (tener que) convertirse en una decisión mayoritaria en los próximos años, para limitar también la crisis climática. Pero en este momento, ésta es una posición que tomaría solo una pequeña fracción de la población de los países más ricos. Cuando se decide por desarrollar una política absurda, deben derribarse las alternativas, por muy sensatas que sean. Y así, Seaspiracy ataca a varias ONG dedicadas a la conservación de los océanos, incluidas Plastic Pollution Coalition y Oceana. (Nota: he formado parte del directorio de Oceana desde que se fundó. Ha jugado un papel clave en la promoción de políticas que impondrían límites a la pesca industrial, como ayudar a la Organización Mundial del Comercio a abolir los enormes subsidios que la pesca industrial todavía recibe de los gobiernos. También ha liderado esfuerzos exitosos para combatir el fraude de productos del mar y la pesca ilegal a través de sólidos programas de trazabilidad).

Los asiáticos no son enemigos de la conservación de los océanos 

Otra crítica importante que tengo con esta película es la facilidad con la que usa tópicos anti-asiáticos para exponer sus puntos de vista. En esta película, todos los asiáticos son aparentemente villanos: hay un pescador japonés blandiendo un cuchillo mientras se acerca a la cámara, el dueño de una tienda ahuyentando al narrador de la película de su tienda de Hong Kong, o el comercio de mariscos mal escondido y obviamente asiático mostrado por su representante. Esto contrasta con los defensores occidentales de los océanos, abrumadoramente blancos, presentados como expertos o héroes a lomos de sus impresionantes barcos. He vivido en Filipinas durante dos décadas y he trabajado en todo el sudeste asiático, y conozco a muchos defensores de los océanos que literalmente están arriesgando sus vidas para impulsar la conservación de los océanos. La difícil situación de nuestros océanos no es un descubrimiento nuevo para ellos, y no es un campo de batalla entre asiáticos y occidentales. Están luchando para defender el derecho y la capacidad de sus comunidades de pescar hoy y para las generaciones venideras. En última instancia, esta es una película que ve los problemas de la pesca mundial a través de una lente pequeña y privilegiada, para hacer que los europeos y norteamericanos que pueden renunciar al pescado, se sientan lo suficientemente culpables como para hacerlo. Desafortunadamente, gran parte del otro 85 por ciento del planeta continuará comiendo pescado porque muchos ni siquiera conocerán, ni podrán permitirse, una dieta vegana saludable. En cambio, el mensaje que desearía que los cineastas hubieran transmitido, es el de impulsar cambios legislativos y de mejorar la aplicación de las leyes existentes, como mejor manera de participar. Así como la lucha contra el tabaco en lugares públicos cerrados se ganó con la prohibición de fumar y no con apelaciones a los fumadores, la lucha contra la pesca ilegal y las otras travesuras de la industria pesquera se ganará con acciones políticas dirigidas a los gobiernos, no apelaciones a los veganos de Nueva York, Londres o Vancouver. Los gobiernos toman las decisiones que dan forma a los océanos, y el 90 por ciento de la captura mundial de peces está gobernada por solo 30 países y la Unión Europea. Mejores políticas pueden sin duda reconstruir la pesca. El problema al que nos enfrentamos en realidad, es que no hay suficientes personas involucradas que ayuden a impulsar mejores decisiones y mejores políticas. Si Seaspiracy te ha hecho consciente de los problemas que compiten a los océanos, actúa y únete a una ONG que luche por el cambio. 

Daniel Pauly es biólogo marino de reconocido prestigio mundial, científico pesquero y profesor de la Universidad de Columbia Británica y miembro de la junta directiva de Oceana. Ha recibido números premios nacionales e internacionales.

https://www.vox.com/2021/4/13/22380637/seaspiracy-netflix-fact-check-fishing-ocean-plastic-veganism-vegetarianism

Traducción: Francesc Sardà

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