Los árboles se están convirtiendo en moneda de curso legal para la salvación del mundo: cada vez más gobiernos, empresas y consumidores maquillan su huella de carbono plantando árboles. Un negocio de millones… pero que muchas veces al clima no le sirve de nada
P. Bethge, S. Götze
lantar árboles para salvar el mundo… La idea está creciendo con fuerza. Compañías de automoción, aerolíneas, aseguradoras, marcas de ropa… todos intentan mejorar su imagen climática a golpe de árbol. Incluso el Papa es partidario de este furor plantador: «Un católico, un árbol» es la campaña de la Iglesia de Bangladés apoyada por el Vaticano. Además del cambio climático, esta iniciativa resolvería de paso un buen número de problemas como la falta de agua, la desertización y la sexta extinción masiva de especies. Así que no es raro que genere tanto interés.
El Foro Económico Mundial quiere plantar un billón de árboles hasta 2030. La Unión Europea habla de 3000 millones de árboles para 2030. Ejemplares de plátano occidental y liquidámbar de Norteamérica, guanandis y jenipapos sudamericanos, robles y pinos europeos han sido elegidos para convertirse en la nueva moneda de curso legal en la lucha contra el cambio climático. Pero ¿de verdad es sostenible llenar el mundo de miles de millones de arbolitos?https://5735b24143407541c5e9024dc2aa4cb5.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html
«Los árboles pueden desempeñar un papel muy importante a la hora de paliar el cambio climático –dice Karen Holl, científica ambiental de la Universidad de California en Santa Cruz–, pero no son la solución». Añade que la ‘obsesión’ plantadora le parece un riesgo, pues desvía la atención de los verdaderos motores del cambio climático, como la quema masiva de combustibles fósiles. Además, para compensar las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el bosque recién plantado tendría que seguir ahí muchas décadas, y eso es difícil de garantizar.
¿Por qué entonces se está apostando tanto por los árboles? ¿Puro marketing? Lo cierto es que plantar árboles es fácil de vender. Pocas veces lavar la conciencia ha resultado tan sencillo y barato.El creador de una idea polémica.
Hace dos años, Tom Crowther propuso en la revista Science que la plantación en masa es «una de las estrategias más efectivas contra la crisis climática». Su idea caló, pero ahora reconoce que debió matizar el mensaje.@ FREDERICK VAN DER BERG.
Esta pasión por los árboles cogió velocidad en 2019, cuando investigadores liderados por Tom Crowther –de la ETH, la Escuela Politécnica Federal de Zúrich– publicaron en la revista Science que en el mundo hay suficientes lugares susceptibles de albergar nuevos bosques como para captar en torno a dos tercios de las emisiones de CO2 liberadas a la atmósfera. Para ello haría falta un billón de árboles. La plantación en masa es «una de las estrategias más efectivas para paliar la crisis climática», decían los científicos. El estudio encontró enorme eco mediático. Greta Thunberg colgó en sus redes un vídeo viral sobre esas «máquinas mágicas» que son los bosques. Incluso Trump apoyó la iniciativa.https://5735b24143407541c5e9024dc2aa4cb5.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html
Sin embargo, el estudio no tardó en recibir un alud de críticas. Muchos expertos alertaban de que «sobrevaloraba ampliamente» el potencial real de los árboles. Y que la plantación de bosques como remedio universal contra la crisis climática era «un mito». Pero el daño estaba hecho. La idea defendida por la ETH era perfecta para las empresas y los gobiernos, sometidos a una presión cada vez mayor de reducir su huella de CO2.
La plantación de árboles permite a los gobiernos y a las empresas compensar sus balances de dióxido de carbono, pero faltan mecanismos de control
El sistema creado permite la concesión de certificados de CO2 por los proyectos de reforestación, certificados que luego se pueden descontar de las emisiones reales, compensando así los balances. Y todo apunta a que este comercio de indulgencias en versión ecologista va a hacerse cada vez más importante: la mayor parte de los 200 países que firmaron el Acuerdo de París, entre los que se encuentran Estados Unidos, China y la Unión Europea, han anunciado su intención de dejar de emitir gases de efecto invernadero para 2060 como tarde.
Este objetivo solo es posible recurriendo a los certificados de CO2. Los expertos calculan que el mercado de los certificados, que en la actualidad ronda los 300 millones de dólares, podría crecer en las próximas décadas hasta los 100.000 millones. Rusia, por ejemplo, ha anunciado que pretende utilizar como garantía para obtener certificados una remota región forestal en el este del país, con una superficie dos veces la de la India.https://5735b24143407541c5e9024dc2aa4cb5.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html
FRENAR EL SÁHARA
BUEN EJEMPLO
La Gran Muralla Verde africana (izda.) es un proyecto colosal: un cinturón verde que atraviesa el continente de oeste a este formado por una línea de bosques de 15 kilómetros de ancho y 8000 de longitud. Once países han acordado levantar esta barrera vegetal para frenar el avance del desierto. Dcha.: Plantación de árboles jóvenes en la región de Turkana (en Kenia), una zona azotada por terribles sequías. Fotos: Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación / Ecosia
Además, este sistema permite que los propios consumidores que colaboren con donaciones en la plantación también puedan comprarse un poco de buena conciencia. Por todo ello, cada vez más empresas y gobiernos intentan sumarse al negocio de los árboles, en el que, por ahora, hay una falta total de mecanismos de control.
Algunas veces plantar árboles es perjudicial
Tom Crowther, el investigador de la ETH de Zúrich autor del artículo en Science que tan influyente resultó, hoy se tira de los pelos. «Nunca pretendimos que se plantara un billón de árboles –dice por videoconferencia–, lo comunicamos mal, deberíamos haber matizado mucho más el mensaje».
Las comunidades ecológicamente sanas formadas por distintas especies de árboles garantizan aire limpio, temperaturas suaves, lluvias y agua dulce. Y sí, es cierto que los bosques pueden absorber y almacenar grandes cantidades de CO2. Pero también es cierto que no todos los bosques están a la altura de esa imagen ideal ni contribuyen a mantener sano el planeta.
Algunos expertos creen que plantar bosques en latitudes altas puede ser incluso perjudicial. La culpa la tiene el llamado ‘efecto albedo’. Las copas oscuras de los árboles se calientan mucho más por la radiación solar que, por ejemplo, las praderas de hierba, de colores más claros. Eso hace que aumente la temperatura en la superficie, y el cambio climático se intensifica.
Burkina Faso.En el Sahel, en países como Burkina Faso, Senegal o Mali, llevan años intentando detener el avance del desierto hacia el sur. Hoy forman parte del proyecto multinacional Gran Muralla Verde, iniciado en 2007 para combatir la desertización.GETTY IMAGES
Además, las plantaciones de árboles pueden destruir otros ecosistemas igualmente valiosos. Las sabanas de los trópicos o las grandes praderas de Norteamérica también almacenan ingentes cantidades de carbono. Plantar árboles en esas zonas no garantiza que la suma final acabe siendo positiva para el clima. De hecho, algunos especialistas afirman que nueve de cada diez proyectos de reforestación fracasan. El ser humano simplemente carece de suficientes conocimientos sobre el funcionamiento de los sistemas ecológicos como para crear bosques de la forma correcta.
«Más que de plantar árboles, prefiero hablar de dejarlos crecer», dice Karen Holl, la experta en ciencias ambientales de la Universidad de California. «Proteger la tierra y dejar que los pájaros y los murciélagos se encarguen de diseminar las semillas», eso es lo que pide. Cree que los proyectos de plantación mal planificados podrían provocar daños graves en poco tiempo. El Grain for Green, por ejemplo, es un descomunal proyecto chino de plantación de árboles. Se calcula que el Gobierno de Pekín lleva gastados 66.000 millones de dólares desde 1999 en la reforestación de amplias regiones del país. El programa ha conseguido algunos éxitos, como aumentar en un tercio la superficie forestal en el sudoeste de China y que la erosión del suelo se haya reducido en un 45 por ciento.
Pero ¿a qué precio? Como suele ser habitual en las plantaciones masivas, los chinos optaron por especies no autóctonas y de crecimiento rápido. Al poco tiempo ya empezó a registrarse una preocupante escasez de agua. Y también se destruyeron superficies de cultivo. Muchos campesinos tuvieron que dejar sus tierras. Al final, la región ha perdido el 7 por ciento de sus bosques naturales.
CHINA
MAL EJEMPLO
El gigante asiático tiene un faraónico proyecto de reforestación, pero con especies no autóctonas y de crecimiento rápido. Se destruyen superficies de cultivo. Muchos campesinos han tenido que dejar sus tierras. Al final se ha perdido el siete por ciento de los bosques naturales. Foto: Getty Images.
Otro mal ejemplo es Uganda. En Bukaleba, cerca del lago Victoria, miles de pinos crecen en hileras perfectas. Aquí y allá asoman plantaciones de eucaliptos, árboles también de crecimiento rápido y que la empresa noruega Green Resources podrá talar en pocos años. La madera obtenida se exportará. Sin embargo, Green Resources vende Bukaleba como un proyecto medioambiental y, además, gana dinero con su apuesta ecologista: recibe derechos de emisión por cada tonelada de CO2 que se almacena en sus árboles, independientemente de si dentro de un par de años la plantación sigue existiendo o del destino que se le dé a la madera.
Los bosques deben ser útiles para la naturaleza y para la gente
Y luego hay otro error que no deja de repetirse: muchos proyectos se planifican sin incluir a los habitantes de las regiones afectadas. Por ejemplo, el año pasado, un grupo de enfurecidos agricultores afganos arrancó 6000 árboles plantados poco antes. Los arbolillos formaban parte de una iniciativa a nivel nacional que comprendía 3,5 millones de ejemplares.
A la vista del panorama, ¿de verdad hay algún proyecto al que merezca la pena que los ciudadanos donemos nuestro dinero? Sí que los hay. La condición que tienen que cumplir es que sean útiles tanto para la naturaleza como para la gente. Recurrir a especies autóctonas que tengan utilidad para la población que vive sobre el terreno: las nuevas plantaciones no pueden competir con la producción de alimentos. Si se hacen las cosas bien, millones de árboles no solo significan CO2 fijado y ecosistemas seguros, también significan frutas, aceites y resinas que garantizan una fuente de ingresos para la población local.
@ Der Spiegel