Situación actual y algunas alternativas
Neus Casajuana
Estamos inmersos en una crisis climática que augura los peores escenarios futuros para la humanidad si no logramos coger el toro por los cuernos. A la vez, por diversas causas (Peak oil, Ucrania, dependencia energética, amenaza de cambio climático…) que se entrecruzan y se potencian, los precios de los combustibles fósiles y de la electricidad se han disparado en los últimos meses y no se esperan descensos significativos próximamente.
Nunca antes, o al menos des de la crisis del 1973, habíamos visto a los gobiernos europeos pedir con tanto afán a sus ciudadanos que ahorren energía cambiando sus hábitos cotidianos. De repente, medidas que antes solo defendían los activistas climáticos, ahora son promovidas y defendidas por la Comisión Europea o por la misma Agencia Internacional de la Energía.
No podemos decir que hasta ahora la UE no hubiese legislado para rebajar las emisiones de CO2 o para promocionar las energías renovables. Con su paquete de normas climáticas Europa ha dicho que quiere liderar la transición energética hacia una economía libre de carbono. Se ha comprometido a alcanzar la neutralidad climática para 2050, a reducciones de los gases de efecto invernadero significativas para 2030 (Fit55) y ha tomado otras medidas importantes encaminadas al aumento de la eficiencia energética y a la implantación masiva de la energía verde. Pero la ventana de oportunidad para no superar la temperatura a 1,5ºC es extremadamente pequeña. El último informe del IPCC nos alertaba de que el pico máximo de CO2 debe alcanzarse en 2025 cómo mucho para no superar esa temperatura. Esto supone una ejecución inmediata de todas las medidas de reducción de los gases de efecto invernadero, teniendo en cuenta que los países ricos, causantes históricos del problema que ya se excedieron del presupuesto de carbono que les correspondía (como se ve en el gráfico siguiente), deberían hacer un esfuerzo superior en la reducción del consumo de energía fósil que vaya más allá de las reducciones obtenidas con la eficiencia de los procesos.
La verdadera dimensión de esta transformación es colosal, ya que encajar la disminución drástica del consumo energético comportaría un cambio en el modelo económico, y eso ya es jugar en otra liga a la que de momento Europa no ha querido ni asomarse. Quizá no le va a tocar otro remedio que entrar en esa liga si es cierto que quiere liderar la lucha contra el cambio climático.
Fuente: https://twitter.com/jasonhickel/status/1449343995268714497
El riesgo real del insuficiente suministro energético por la presión rusa ha llevado a la UE a aprobar con urgencia el plan REPowerEU para evitar la dependencia energética de Rusia en un tiempo récord.
El consejo acaba de acordar de forma urgente reducciones del 15% en el consumo de gas. Aunque muchas de las medidas del plan REPowerEU nos pueden ayudar en el objetivo climático, no todas las decisiones que se ha tomado últimamente son coherentes con este objetivo como la inclusión del gas natural en la taxonomía verde europea o la concesión de derechos de emisión gratuitos a los grandes contaminadores.
En este artículo y posteriores, hacemos un resumen de los instrumentos más utilizados en las políticas energéticas/climáticas y abordaremos una posible vía de introducción de los cambios económicos necesarios para que la reducción de emisiones de la UE sea efectiva y plenamente coherente, de manera que los más que probables descensos en el crecimiento del PIB que pueden resultar sean encajados por el sistema económico sin aumentar las desigualdades.
Los instrumentos de política energético-climática
Existen diferentes instrumentos para conseguir la reducción de gases de efecto invernadero o del consumo de energías fósiles. Los más utilizados han sido los que fijan unos determinados estándares para ciertas tecnologías o procesos, como la limitación de la generación de CO2 en los motores de explosión o la reciente limitación de temperaturas en la climatización. Todos ellos tienen una incidencia limitada a los ámbitos que regulan.
Los instrumentos que pueden tener un alcance mucho más general y ambicioso son los impuestos energéticos o los sistemas basados en topes de emisión:
Límites al consumo de energía/ generación de CO2 : ajuste vía precios o vía cantidades
1ª Ajuste vía precios: La vía de los impuestos que ya conocemos.
Una de las medidas más eficaces para conseguir cambios de comportamiento en los ciudadanos son los impuestos al carbono altos. Pero impuestos altos significan precios altos que equivale a decir disturbios sociales probables. Debemos añadir además a este reto, la actual alza de precios que ya están sufriendo el petróleo, el gas y la electricidad, y que han arrastrado a toda la economía a niveles de inflación dañinos para la sociedad. ¿Quién se atrevería en este momento a subir, además, los impuestos del carbono? Ningún gobernante que quiera mantenerse en el puesto haría tal cosa. Si en épocas económicamente menos estresantes, los gobiernos han sido tan tímidos en introducir dichos impuestos o en suprimir permisos del mercado de emisiones para forzar su reducción por parte de las empresas sujetas a este mercado ¿qué podemos esperar en una situación cómo la actual en la cual, para más agravio, estamos viendo cómo se aprueban medidas ambientalmente tan contraproducentes cómo la de subsidiar el precio de la gasolina para todos o la reciente decisión del Parlamento Europeo de no ampliar el mercado de los derechos de emisión a sectores tan contaminantes cómo el transporte y la construcción?
Es cierto que el encarecimiento de los combustibles fósiles actúa de la misma forma que un impuesto elevado al carbono, pero con una clara diferencia. Un impuesto al carbono permite al estado recaudar unos ingresos que luego pueden revertir a la sociedad de mil formas, mientras que los beneficios de los precios elevados de los combustibles van a los bolsillos de las empresas privadas o de los países productores mientras el resto se empobrece.
La teoría dice que subiendo el precio del impuesto del carbono se va a reducir el consumo de combustibles fósiles y de electricidad no renovable. Pero este mecanismo tiene importantes inconvenientes:
1. El primero es que no afecta a todos por igual porque es un impuesto indirecto. Estos impuestos son considerados regresivos porque afectan más a los que menos tienen. Las personas con menor capacidad adquisitiva van a sufrir más porque dedican una mayor parte de sus ingresos al gasto corriente energético sin tener demasiado margen de maniobra para aplicar mejoras de eficiencia energética en sus hogares que les ayudarían a rebajar sus facturas y el importe del impuesto (muchos hogares viven de alquiler de duración limitada y por lo tanto no pueden rentabilizar fácilmente mejoras en eficiencia energética o implantación de energías renovables).
2. El segundo inconveniente es la baja elasticidad de la demanda de los productos energéticos: la demanda de petróleo es extremadamente rígida, ya que es un bien de primera necesidad para numerosos procesos productivos y medios de transporte. En las circunstancias actuales y sin tener unas alternativas bien planeadas, la mayoría de los ciudadanos se ven obligados a continuar utilizando los combustibles fósiles por mucho que se encarezcan, porque no tienen otras salidas como podrían ser el acceso a un buen transporte público, recursos para rehabilitar energéticamente sus hogares o para instalar paneles fotovoltaicos en sus tejados.
3. Tercero: produce inflación, ya que el precio de los combustibles afecta a toda la cadena de valor.
4. Cuarto y básico: el impuesto del carbono no fija directamente ningún tope en la emisión de gases de efecto invernadero. La experiencia en la aplicación de este impuesto demuestra que para llegar a conseguir ese tope que la realidad climática nos requiere, deberíamos subir tanto los impuestos del carbono que con bastante probabilidad la sociedad se rebelaría contra ellos.
Para solventar los perjuicios de inequidad, las soluciones propuestas por expertos y defensores de la medida son la reversión de la recaudación del impuesto a la sociedad según diferentes fórmulas, desde la compensación monetaria total o parcial, directa y selectiva a los sectores sociales con menor ingreso, a la compensación de todos por igual mediante una entrega de una cantidad cómo dividendo ( o como una renta básica) o bien con una compensación en forma de ayudas, subvenciones a las renovables, a la rehabilitación energética, etc.
2ª Ajuste vía cantidades: La vía del tope a las emisiones que ya se viene aplicando en Europa a través del mercado de derechos de emisión, pero con una ambición y un alcance muy mejorables, ya que actualmente solo están sujetas a este mecanismo una lista reducida de sectores y solo la mitad de las emisiones que generamos quedan sujetas a este mecanismo. Además, el tope de permisos de emisión que se reparten o se subastan entre las empresas sujetas a este mercado, aunque se ha ido reduciendo en los últimos años, no está directamente ligado al presupuesto de carbono (es decir, al límite cuantitativo de gases de efecto invernadero que podemos emitir), sino que se modula en función de las necesidades de las empresas y del precio que se alcanza en las subastas de permisos.
Existen otras formas para cambiar los hábitos de los consumidores que pueden ser menos perjudiciales para todos y mucho más eficaces. Ha llegado el momento de hablar de ellas.
Fuera del mainstream económico, se proponen otras medidas que pueden ser muy poderosas para acelerar la transición hacia una economía sin carbono. Alguna de ellas ha llegado a exponerse y a discutirse en algún parlamento europeo (UK), pero los gobernantes no han estado a la altura para aplicarlas. Vamos a exponer de forma muy resumida en qué consisten básicamente para ir detallándolas en posteriores artículos.
Las nuevas propuestas basadas en el tope de emisiones
Nos referimos principalmente a dos mecanismos innovadores: el 1º llamado “Tope y Dividendo” («Cap and Dividend» en inglés). El 2º llamado “Cuotas Negociables de Energía” («Trade Energy Quotas» en inglés o TEQs). Las dos propuestas se basan en determinar un tope máximo anual de emisiones para todos la sociedad que irá reduciéndose paulatinamente hasta llegar a las emisiones cero en 2050. Este tope anual de emisiones se traduce en una cantidad de permisos de emisión o de cuotas de energía fósil (equivale a los permisos de emisión) que una agencia pública emite cada año. Estos permisos se reparten gratuita y equitativamente entre todos los ciudadanos en el caso de los TEQs, o bien se subastan entre las empresas productoras de combustibles fósiles y los beneficios de dicha subasta se reparten equitativamente entre los ciudadanos, en el caso de “Tope y Dividendo”.
Ambos mecanismos hacen corresponsables de la generación de emisiones a todos los ciudadanos de forma equitativa y transparente. Ambos son coherentes con el objetivo de los acuerdos de París. La diferencia básica es que TEQs distribuye cuotas de energía fósil (equivalente a los permisos de emisión) de forma equitativa entre los ciudadanos, mientras que el «Tope y Dividendo» distribuye dinero de forma equitativa. Esa diferencia conllevará implicaciones en el precio de los bienes y servicios.
Explicaremos con más detalle en próximos artículos las repercusiones y el funcionamiento de cada una de estas propuestas innovadoras.