Este verano en plena ola de calor costaba encontrar cubitos en chiringuitos y supermercados, una pequeña cata, una metáfora, de lo que irá viniendo de forma creciente
Desde 2018 sabemos que limitar el calentamiento global a 1,5º C reduciría mucho los daños a las personas y otras especies. Para tener la oportunidad de conseguirlo, deberíamos reducir las emisiones un 44% per al 2030, pero las emisiones siguen creciendo, en 2022 un 1,7% entre enero y julio respecto a 2021.
Hace pocos días la Agencia Internacional de la Energía informaba de que la quema de carbón batirá un récord histórico este año . Peor aún, la OCDE calcula que las subvenciones a los combustibles fósiles se han duplicado en el 2021, alcanzando los 700.000 millones de dólares.
Todo indica que vamos a superar los 1,5° C a finales de esta década. Necesitamos aceptarlo, para dejar de perder un precioso tiempo en inercias económicas contraproducentes y fantasías tecnológicas.
Entramos en un mundo más cálido y peligroso
El mejor escenario que puede ofrecernos el IPCC, el grupo de especialistas de la ONU, es el «overshoot»: sobrepasar los 1,5° C temporalmente, para volver por debajo a finales de siglo capturando CO₂ de la atmósfera, con naturaleza y tecnología.
Capturar mucho CO₂ de la atmósfera no será fácil: los ecosistemas se están saturando y cada vez absorben menos CO₂, y la tecnologia no la tenemos y no sabemos si la tendremos a tiempo de forma masiva a nivel global, pero la comunidad científica lo duda. En caso de que lo consiguiéramos, por encima de 1,7° C todo se complicaría mucho, ya que según el IPCC «habría que eliminar CO₂ a ritmos y volúmenes difíciles de alcanzar».
Los compromisos actuales de los estados llevan, si se cumplen todos y a tiempo, a un calentamiento de 1,9°C.
De momento, el mundo no termina
Lo que ocurrirá es que los impactos de un clima extremo serán mayores y habrá muchos más muertos. También muchos más fallecidos de otras especies con las que estamos profundamente interconectados. Además, algunos elementos del sistema climático superarán puntos de inflexión, de no retorno, lo que acelerará el calentamiento, como el deshielo de Groenlandia, la ralentización de la corriente del Atlántico norte o la desecación de la Amazonia.
La buena noticia es que será un proceso lento, de décadas y siglos. Lo que van a vivir las generaciones actuales es una creciente degradación climática, con cambios repentinos de vez en cuando.
El futuro que viene no es el que teníamos en la cabeza y necesitamos mirar el abismo, manteniendo la calma, sin entrar en pánico, para intentar cambiar las tendencias.
¿Riesgo de catástrofe global?
Uno de los documentos científicos más leído en los últimos años lo publicó la Academia de Ciencias de los Estados Unidos en 2018. Analiza el riesgo de que el sistema climático se desestabilize a causa del calentamiento global, en una reacción en cadena, fuera del control humano, hasta una temperatura muy superior a cualquiera de los últimos 1,2 millones de años, provocando «graves interrupciones» en los ecosistemas y la sociedad. Una reacción en cadena que podría producirse en torno a los 2°C, a los que podríamos llegar antes del 2100 con las tendencias actuales.
El análisis destaca que para intentar evitarlo es necesaria una acción humana colectiva para administrar todo el Sistema Tierra (biosfera, clima y sociedades), descarbonizar la economía, restaurar los ecosistemas, promover la innovación tecnológica, una nueva gobernanza y la transformación de los hábitos y valores sociales.
Estamos ante lo que puede ser el mayor reto de la evolución de la especie humana.
Es necesario planificar la transición sostenible
El nivel del cambio global necesario requiere una acción climática a una escala muy superior a la actual.
Necesitamos actuar con perspectiva de Sistema Tierra, a décadas vista. Pero las sociedades actuales se centran en resultados a corto plazo, cuando necesitamos inversiones y resultados a medio y largo plazo.
Urge una planificación basada en conocimientos científicos, independiente de los ciclos electorales.
Es necesario afrontar la cooperación entre todos los países, administrar la escasez de agua, decidir a qué destinar la energía de la que todavía podemos disponer, hacer un sistema alimentario sostenible. Se necesitan planes masivos de transformación, locales y globales, que generen muchos puestos de trabajo, si no la transición se detendrá: todo el mundo debe entender la utilidad del sacrificio, justicia distributiva y sensación de ganancia particular.
¿Botella medio llena?
Tenemos en contra la degradación del clima y de los ecosistemas y los puntos de inflexión del sistema climático que acelerarán el calentamiento. Tenemos en contra inercias del siglo XX: mentalidad consumista, globalización financiera poco regulada, la herencia de la guerra fría que frena la cooperación entre países.
A favor tenemos el conocimiento científico, instituciones de la ONU, innovación y los puntos de inflexión social que se realimentarán y acelerarán la transición.
Tenemos el mejor equipo que podíamos imaginar, los enviados especiales por el clima de Estados Unidos, China y Alemania, John Kerry, Xie Zhenhua y Jennifer Morgan, respectivamente; los tres con currículos solventes de activistas por el clima, en el caso de Morgan, directora de Greenpeace Internacional, hasta el día anterior a su nombramiento.
Desde la COP26 en Glasgow tenemos más de 80 acuerdos sectoriales para la transición, entre gobiernos, ciudades, empresas y sector financiero. Hay cambios a gran escala en renovables y también en grandes sectores industriales, como la siderurgia, el papel y el cemento, especialmente en China. Hay, desde junio, 600.000 millones de dólares, confirmados por el G7, para infraestructuras de renovables en grandes emisores, como Indonesia, India, Senegal y Vietnam; lo mismo que se acordó en Glasgow para Suráfrica. Tenemos los planes climáticos de EE.UU., la UE y China.
Tenemos nuevas ideas, como la de liderazgo radical de los estados para poner la emergencia climática en el centro de la economía, privada y pública, para conseguir una «misión» generacional, como se hizo en los años 60 para ir a la Luna, y a los 40 por vencer al nazismo.
La mejor opción siempre será hacer todo lo posible para detener el calentamiento global. Superado el 1,5°C, el objetivo será estabilizarnos al 1,6º C, y si no lo logramos, a 1,7, a 1,8… Este es un juego que no se terminará nunca.
Traducción: Teresa Abril