El decrecimiento puede funcionar. Los países ricos pueden crear prosperidad utilizando menos materiales y energía si abandonan el crecimiento económico como objetivo
No hay tiempo que perder. El nuevo informe del IPCC nos llama a la acción inmediata
Este artículo de Nature muestra el camino a seguir
Jason Hickel, Giorgos Kallis, Tim Jackson, Daniel W. O’Neill, Juliet B. Schor, Julia K. Steinberger, Peter A. Victor, Diana Ürge-Vorsatz
La economía global está estructurada en torno al crecimiento: la idea de que las empresas, las industrias y las naciones deben aumentar la producción cada año, independientemente de si es necesario. Esta dinámica está impulsando el cambio climático y el colapso ecológico. Las economías de altos ingresos, y las corporaciones y clases adineradas que las dominan, son las principales responsables de este problema y consumen energía y materiales a tasas insostenibles (1,2).
Sin embargo, muchos países industrializados ahora están luchando por hacer crecer sus economías, dadas las convulsiones económicas causadas por la pandemia de COVID-19, la invasión rusa de Ucrania, la escasez de recursos y el estancamiento de las mejoras de productividad. Los gobiernos enfrentan una situación difícil. Sus intentos de estimular el crecimiento chocan con los objetivos de mejorar el bienestar humano y reducir el daño ambiental.
Los investigadores en economía ecológica piden un enfoque diferente: el decrecimiento (3). Las economías ricas deben abandonar el crecimiento del producto interno bruto (PIB) como objetivo, reducir las formas de producción destructivas e innecesarias para reducir el uso de energía y materiales, y centrar la actividad económica en la satisfacción de las necesidades y el bienestar humanos. Este enfoque, que ha cobrado impulso en los últimos años, puede permitir una rápida descarbonización y detener el deterioro ecológico al mismo tiempo que mejora los resultados sociales (2) y libera energía y materiales para los países de ingresos bajos y medianos en los que el crecimiento aún podría ser necesario para el desarrollo. El decrecimiento es una estrategia decidida para estabilizar las economías y lograr objetivos sociales y ecológicos, a diferencia de la recesión, que es caótica y socialmente desestabilizadora y ocurre cuando las economías dependientes del crecimiento no logran crecer.
Los informes de este año del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) y la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) sugieren que las políticas de decrecimiento deben considerarse en la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, respectivamente. Las políticas para apoyar tal estrategia incluyen lo siguiente:
Reducir la producción menos necesaria. Esto significa reducir sectores destructivos como los combustibles fósiles, la carne y los productos lácteos producidos en masa, la moda rápida, la publicidad, los automóviles y la aviación, incluidos los aviones privados. Al mismo tiempo, es necesario acabar con la obsolescencia programada de los productos, alargar su vida útil y reducir el poder adquisitivo de los ricos.
Mejorar los servicios públicos. Es necesario garantizar el acceso universal a servicios de salud, educación, vivienda, transporte, Internet, energías renovables y alimentos nutritivos de alta calidad. Los servicios públicos universales pueden generar sólidos resultados sociales sin altos niveles de uso de recursos.
Introducir una garantía de empleos verdes. Esto capacitaría y movilizaría mano de obra en torno a objetivos sociales y ecológicos urgentes, como la instalación de energías renovables, el aislamiento de edificios, la regeneración de ecosistemas y la mejora de la atención social. Un programa de este tipo pondría fin al desempleo y garantizaría una transición justa de los puestos de trabajo de los trabajadores de industrias en declive o “sectores en desaparición”, como los que dependen de los combustibles fósiles. Podría combinarse con una política de renta básica universal.
Reducir el tiempo de trabajo. Esto podría lograrse reduciendo la edad de jubilación, fomentando el trabajo a tiempo parcial o adoptando una semana laboral de cuatro días. Estas medidas reducirían las emisiones de carbono y liberarían a las personas para participar en el cuidado y otras actividades de mejora del bienestar. También estabilizarían el empleo a medida que disminuya la producción menos necesaria.
Habilitar el desarrollo sostenible. Esto requiere cancelar las deudas injustas e impagables de los países de bajos y medianos ingresos, frenar el intercambio desigual en el comercio internacional y crear las condiciones para que la capacidad productiva se reoriente hacia el logro de objetivos sociales.
Algunos países, regiones y ciudades ya han introducido elementos de estas políticas. Muchas naciones europeas garantizan atención médica y educación gratuitas; Viena y Singapur son famosos por sus viviendas públicas de alta calidad; y casi 100 ciudades en todo el mundo ofrecen transporte público gratuito. Muchas naciones han utilizado esquemas de garantía de empleo en el pasado, y se están realizando experimentos con ingresos básicos y jornadas laborales más cortas en Finlandia, Suecia y Nueva Zelanda.
Pero la aplicación de una estrategia más amplia de decrecimiento de forma segura y justa se enfrenta a cinco retos clave de investigación, como exponemos aquí:
Eliminar las dependencias del crecimiento
Las economías actuales dependen del crecimiento de varias maneras. El bienestar a menudo se financia con los ingresos fiscales. Los proveedores de pensiones privadas dependen del crecimiento del mercado de valores para obtener rendimientos financieros. Las empresas citan el crecimiento esperado para atraer inversores. Los investigadores deben identificar y abordar tales “dependencias del crecimiento” sector por sector.
Por ejemplo, hay que cambiar el “deber fiduciario” de los directivos de las empresas. En lugar de dar prioridad a los intereses financieros a corto plazo de los accionistas, las empresas deberían dar prioridad a los beneficios sociales y medioambientales y tener en cuenta los costes sociales y ecológicos. Sectores como la asistencia social y las pensiones necesitan mecanismos de financiación seguros para los proveedores públicos, así como una mejor regulación y el desmantelamiento de los incentivos financieros perversos para los proveedores privados (4).
Equilibrar la economía nacional requerirá nuevos modelos macroeconómicos que combinen variables económicas, financieras, sociales y ecológicas. Modelos como LowGrow SFC (desarrollado por T.J. y P.A.V.), EUROGREEN y MEDEAS ya se están utilizando para proyectar los impactos de las políticas de decrecimiento, incluidos los impuestos redistributivos, los servicios públicos universales y las reducciones en el tiempo de trabajo.
Pero estos modelos suelen centrarse en un solo país y no tienen en cuenta las dinámicas transfronterizas, como los movimientos de capital y divisas. Por ejemplo, si los mercados están asustados por el bajo crecimiento en un país, algunas empresas podrían trasladar su capital al extranjero, lo que podría afectar negativamente a la moneda del país original y aumentar los costos de endeudamiento. Condiciones como estas plantearon graves problemas financieros para Argentina en 2001 y Grecia en 2010. Es necesario considerar la cooperación internacional para un control fronterizo más estricto de los movimientos de capital y modelar los efectos.
Financiar servicios públicos
Se necesitarán nuevas formas de financiación para financiar los servicios públicos sin crecimiento. Los gobiernos deben detener los subsidios para la extracción de combustibles fósiles. Deberían gravar industrias ecológicamente dañinas como los viajes aéreos y la producción de carne. Los impuestos sobre el patrimonio también se pueden utilizar para aumentar los recursos públicos y reducir la desigualdad.
Los gobiernos que emiten su propia moneda pueden utilizar este poder para financiar objetivos sociales y ecológicos. Este enfoque se utilizó para rescatar a los bancos después de la crisis financiera mundial de 2007-2008 y para pagar ERTEs (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) y hospitales durante la pandemia de COVID-19 (5).
Los riesgos inflacionarios deben gestionarse si el aumento de la demanda supera la capacidad productiva de la economía. Destinar dinero a servicios públicos reduce la inflación del coste de la vida. Pero una estrategia de decrecimiento también puede reducir la demanda de bienes materiales, por ejemplo, a través de impuestos progresivos, fomentando el consumo compartido y colaborativo, incentivando la renovación y reparación, y apoyando los servicios comunitarios.
Otro riesgo es que cuando los estados o los bancos centrales emiten moneda,puede aumentar el pago del servicio de la deuda pública. La investigación sugiere que gestionar este riesgo requiere una cuidadosa coordinación de la política fiscal (cuánto gravan y gastan los gobiernos) y la política monetaria (cómo se mantiene la estabilidad de precios) (6). Se necesitan modelos e investigación empírica para arrojar luz sobre los pros y los contras de los mecanismos innovadores de política monetaria, como un “sistema de reserva escalonado”, que reduce la tasa de interés de la deuda pública.
Gestionar las reducciones del tiempo de trabajo
Los ensayos de jornadas laborales más cortas generalmente han mostrado resultados positivos. Estos incluyen menos estrés y agotamiento y mejor sueño entre los empleados mientras se mantiene la productividad (7). La mayoría de los ensayos se han centrado en el sector público, principalmente en el norte de Europa. Pero empresas privadas en América del Norte, Europa y Australasia han realizado pruebas de semanas de cuatro días, con resultados similares (8). Sin embargo, las empresas se autoseleccionaron y se necesita investigación para probar si este enfoque puede tener un éxito más amplio, por ejemplo, fuera de las industrias de cuello blanco que dominan los ensayos.
Es necesario comprender y abordar los obstáculos a la aplicación de la reducción de jornada. Costes de personal per cápita, como las contribuciones impositivas limitadas y el seguro de salud, hacen que sea más costoso para los empleadores aumentar el número de empleados. La deuda personal podría alentar a los empleados a trabajar más horas, aunque los ensayos recientes no han mostrado evidencia de ello (7,8).
La comprensión de los impactos colectivos también es limitada. Los resultados de los experimentos de Francia con una semana de 35 horas han sido mixtos: aunque muchas personas se beneficiaron, algunos trabajadores peor pagados y menos calificados experimentaron salarios estancados y un trabajo más intenso (9). Estas presiones deben estudiarse y abordarse. Las suposiciones de que la reducción de horas da como resultado más empleo deben probarse en diferentes sectores y entornos. Pruebas recientes sugieren que los trabajadores pueden mantener la productividad reorganizando su trabajo (7,8).
También es necesario establecer vínculos entre las horas de trabajo y las emisiones de carbono (10). Aunque un menor número de desplazamientos reduce el consumo de energía y las emisiones de carbono durante las semanas de trabajo comprimido, los comportamientos durante los fines de semana de tres días siguen sin explorarse. Más desplazamientos o compras durante el tiempo libre podrían aumentar las emisiones, pero estos efectos podrían mitigarse si se reduce la producción en los sectores problemáticos.
Reformar los sistemas de aprovisionamiento
Ningún país actualmente satisface las necesidades básicas de sus habitantes de manera sostenible (1). Las economías prósperas utilizan más recursos de los que les corresponde (2), mientras que los países de bajos ingresos probablemente necesiten utilizar más. Los investigadores deben estudiar cómo los sistemas de aprovisionamiento vinculan el uso de los recursos con los resultados sociales, tanto para los sistemas físicos (infraestructura y tecnología) como para los sociales (gobiernos y mercados).
Los estudios desde la base (bottom-up) sugieren que mejores sistemas de aprovisionamiento podrían brindar estándares de vida decentes con un uso de energía mucho menor que el que se requiere hoy en día (11). Estos estudios no tienen plenamente en cuenta instituciones como el Estado, y es probable que sean subestimaciones. Los estudios descendentes (top-down), que sí tienen en cuenta esas instituciones, sugieren que se necesita más energía para satisfacer las necesidades humanas (12). Pero estos estudios no son capaces de separar el consumo derrochador, como los coches grandes o los yates, por lo que es probable que sean sobreestimaciones.
Los investigadores deben reconciliar estos enfoques y considerar los recursos además de la energía, incluidos los materiales, la tierra y el agua. Necesitan examinar los sistemas de provisión de vivienda, transporte, comunicación, salud, educación y alimentación. ¿Qué cambios sociales e institucionales mejorarían el aprovisionamiento? ¿Qué tipos de provisión tienen los resultados sociales y ambientales más beneficiosos? Dicha investigación se puede realizar utilizando la observación empírica, así como a través de modelos.
Tomemos la vivienda, por ejemplo. En muchas partes del mundo, los mercados inmobiliarios atienden a promotores, propietarios y financieros. Esto contribuye a la segregación y la desigualdad, y puede expulsar a los trabajadores de los centros de las ciudades para que dependan de los automóviles, lo que aumenta las emisiones de combustibles fósiles. Los enfoques alternativos incluyen vivienda pública o cooperativa, y un sistema financiero que prioriza la vivienda como una necesidad básica en lugar de una oportunidad de lucro.
Viabilidad política y oposición
El crecimiento a menudo se trata como un árbitro del éxito político. Pocos líderes se atreven a desafiar el crecimiento del PIB. Pero las actitudes públicas están cambiando. Las encuestas en Europa muestran que la mayoría de las personas priorizan el bienestar y los objetivos ecológicos sobre el crecimiento (ver go.nature.com/3ugg8kt). Las encuestas en los Estados Unidos y el Reino Unido muestran apoyo a las garantías de empleo y la reducción del tiempo de trabajo (ver go.nature.com/3uyhdjv y go.nature.com/3y8ujz5). La gran cantidad de trabajadores que han dejado sus trabajos en movimientos como la Gran Renuncia de EE. UU. o los grupos de protesta Lying Flat en China muestran que existe una demanda de jornadas laborales más cortas y un trabajo más humano y significativo. No obstante, los partidos políticos que han presentado ideas decrecentistas han recibido un apoyo limitado en las elecciones. Eso plantea la pregunta: ¿de dónde puede venir el impulso de la política de decrecimiento?
Los movimientos sociales y el cambio cultural que se gesta bajo la superficie a menudo preceden y catalizan la transformación política. Los científicos sociales deben examinar cuatro áreas. Primero, necesitan identificar actitudes y prácticas cambiantes usando encuestas y grupos focales.
En segundo lugar, deben aprender de las “ciudades de transición”, las cooperativas, los proyectos de covivienda u otras formaciones sociales sostenibles que prioricen los modos de vida posteriores al crecimiento. Las experiencias de países que han tenido que adaptarse a condiciones de bajo crecimiento, como Cuba después de la caída de la Unión Soviética y Japón, también brindan lecciones.
En tercer lugar, los investigadores deben estudiar los movimientos políticos que están alineados con los valores del decrecimiento, desde La Vía Campesina, el movimiento campesino internacional que aboga por la soberanía alimentaria y los métodos agroecológicos, hasta los movimientos y gobiernos municipalistas y comunales en ciudades progresistas como Barcelona o Zagreb, que promueven políticas que favorezcan la justicia social y los bienes comunes. Se necesita una mejor comprensión de los obstáculos a los que se enfrentan los gobiernos que tienen ambiciones ecológicas, como los elegidos este año en Chile y Colombia.
Cuarto, se necesita una mejor comprensión de los intereses políticos y económicos que podrían oponerse o apoyar el decrecimiento. Por ejemplo, ¿cómo se organizan, a nivel nacional e internacional, grupos como los think tanks, corporaciones, cabilderos y partidos políticos que trabajan para apoyar los intereses de las élites para echar por tierra una política económica y social progresista? El papel de los medios de comunicación en la formación de actitudes favorables al crecimiento sigue estando poco explorado. Dados los vínculos entre el crecimiento económico y el poder geopolítico, las naciones individuales pueden no estar dispuestas a actuar solas, por temor a enfrentar desventajas competitivas, fuga de capitales o aislamiento internacional. Este problema del “pionero” plantea la pregunta de si, y bajo qué condiciones, los países de altos ingresos podrían cooperar hacia una transición hacia el decrecimiento.
¿Qué es lo que sigue?
La acción del gobierno es crucial. Esto es un desafío, porque quienes están en el poder tienen ideologías arraigadas en la economía neoclásica dominante y tienden a tener una exposición limitada a investigadores que exploran la economía desde otros ángulos. Se necesitará espacio político para debatir y comprender las alternativas y desarrollar respuestas políticas. Los foros que trabajan en esto incluyen la Alianza de Economía del Bienestar, el movimiento Crecimiento en Transición en Austria, la iniciativa de la conferencia Post-Crecimiento del Parlamento Europeo y el Grupo Parlamentario de Todos los Partidos del Reino Unido sobre los Límites al Crecimiento.
Se necesitan movimientos sociales fuertes. Las formas de toma de decisiones descentralizadas, a pequeña escala y directas, como las asambleas ciudadanas, ayudarían a resaltar las opiniones públicas sobre economías más equitativas (13).
Abordar la cuestión de cómo prosperar sin crecimiento requerirá una movilización masiva de investigadores en todas las disciplinas, incluidos economistas de mente abierta, científicos sociales y políticos, modeladores y estadísticos. La investigación sobre el decrecimiento y la economía ecológica necesita más financiación para aumentar la capacidad de abordar las cuestiones necesarias. Y la agenda necesita atención y debate en los principales foros económicos, ambientales y climáticos, como las conferencias de las Naciones Unidas.
Un editorial de marzo de 2022 en esta revista argumentó que es hora de ir más allá del debate de “límites al crecimiento” versus “crecimiento verde”. Estamos de acuerdo. Desde nuestro punto de vista, la pregunta ya no es si el crecimiento tendrá límites, sino cómo podemos permitir que las sociedades prosperen sin crecimiento, para garantizar un futuro justo y ecológico. Allanemos el camino.
https://www.nature.com/articles/d41586-022-04412-x#ref-CR2
Nature 612, 400-403 (2022)
doi: https://doi.org/10.1038/d41586-022-04412-x
The authors declare no competing interests.
References
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