Estamos en un colapso estructural, ya que la sobrepesca no sólo incide en el número de peces, sino que ha trastornado la biodiversidad y el equilibrio de la red alimentaria marina
Francesc Sardà i Amills*
La subida del petróleo tocará de lleno a todo tipo de transporte y también al sector pesquero. Que el combustible subirá aún más en el futuro por la disminución progresiva de los recursos fósiles y su calidad, hace años que se sabe. Por pura lógica, si la tendencia señala que los recursos pesqueros menguan y el precio de combustible sube, estamos en una situación, al menos, muy preocupante. Ante estos eventos, ¿cómo reaccionan el sector y la administración estatal o local para remediarlo?
Analicémoslo:
La sobre pesca, y subsiguiente sobreexplotación de los recursos de nuestra costa, corresponde a todas las modalidades de pesca y también a la pesca recreativa. Pero analizando cada tipo de pesca en particular podemos ver que el arte de arrastre es un arte que gasta, en términos generales, más de un 60% de energía que otras artes menores o de cerco. El motivo es que los arrastreros, como su nombre indica, arrastran una red en forma de embudo por el sustrato marino entre unas seis y ocho horas todos los días (excepto durante los períodos de veda, finales de semana y festivos). Esta red, que en algunos casos puede superar los 100 m de largo y 30 de ancho, genera una resistencia al rozamiento con el lecho marino y por la filtración del agua a través del embudo de una pequeña malla. Esta resistencia se ve aumentada por las puertas divergentes de hierro (que pueden pesar más de una tonelada cada una), los plomos, la resistencia de los flotadores, la longitud de cables de acero para arrastrarla (más de un kilómetro de cable por lado) y la carga de la captura. Esto hace que la barca gaste energía mientras se desplaza del puerto al caladero de pesca y, mucho más, durante toda la operación de pesca mientras arrastra. Las otras artes (cerco, palangre, trasmallos, etc.) no arrastran ningún utensilio y gastan la mayoría de su combustible sólo para ir y volver del lugar donde pescan o caladero. Además, debe considerarse que una barca de arrastre, debido a que también generalmente suelen ser más grandes y llevar más peso, y por tanto estar equipadas con motores más potentes, son las que más pesan. Estas barcas no sólo tienen menos rendimiento por kilo de pescado que capturan, sino que también son mucho menos eficientes porque gastan más en mover más peso y más lejos.
Biológicamente hablando es un arte que tampoco selecciona la captura, haciendo capturas indiscriminadas y, por eso, descarta en el mar una gran cantidad de organismos muertos y algunos vivos. Arrastrando por el fondo distorsiona la estructura del sedimento disminuyendo la biodiversidad marina y provocando desplazamiento de los sedimentos hasta otros hábitats más profundos. Por último, es el arte de pesca que captura más inmaduros de todas las especies.
No hace falta añadir más para entender que este tipo de captura es una ruina para el propio sector. También para otras artes con las que compite. También para todos los ciudadanos, ya que la administración nos debe garantizar una explotación sostenible de nuestros recursos marinos comunes. Recursos que no son sólo de los pescadores, son de todos nosotros.
Por otro lado, el aumento de tecnología en forma de radares y sistemas de detección, posicionamiento GPS, sensores remotos sobre la red durante la pesca, materiales más resistentes, cascos de fibra y formas más aerodinámicas, etc., ha sido tan imparable en los últimos años como ignorado por cualquier tipo de evaluación del potencial de pesca del sector.
Cabe recordar que, si bien la normativa estatal sólo permitía barcos de 500 caballos de potencia motriz, las respectivas administraciones han sido permisivas consintiendo barcos de más de 2000 CV.
Es evidente que otras artes de pesca y barcos han seguido el mismo irresponsable camino que el arrastre, aunque a mucha distancia. Pero no se pueden comparar desde una visión energética ni de esquilmación de recursos. Las artes, llamadas «menores», han sido más sostenibles, aunque no libres de toda culpa. Las artes de cerco, se han mantenido en un término intermedio.
Todo ello ha sido sin duda el motivo que, junto con la banalización de las advertencias de los científicos y la inacción de la administración, hayan llevado la pesca a Cataluña al desastre. Desde el año 2000 el sector se ha reducido, en barcos y producción, prácticamente a la mitad, y sin embargo sigue en colapso, ya que la captura por unidad de esfuerzo no se ha recuperado (ver figuras 1 y 2).
Fig.1.- Evolución histórica de las capturas anuales en Catalunya. Hasta 1999, procedentes de diversas fuentes. Desde el año 2000, de las estadísticas de pesca de la Generalitat de Catalunya.
Fig. 2.- Captura por unidad de esfuerzo (CPUE) por años. Un estancamiento de la captura por barca indica que las poblaciones de peces no se recuperan
La captura por unidad de esfuerzo (CPUE) es la captura media de una barca por unidad de tiempo, por ejemplo, un día. Si la flota se ha reducido a la mitad i la abundancia de las poblaciones se hubiera mantenido, lógicamente cada barca que quedara tendría que pescar más, es decir mayor CPUE. Pero esta captura por unidad de esfuerzo se ha mantenido constante en los últimos años, lo que nos indica que las poblaciones de peces, crustáceos i cefalópodos, no se recuperan, todo y la reducción de la flota.
Estamos en un colapso estructural, ya que la sobrepesca no sólo incide en el número de peces, sino que ha trastornado la biodiversidad y el equilibrio de la red alimentaria marina. No se puede volver fácilmente atrás cuando los equilibrios de los ecosistemas ya están dañados, con menos reproductores, estructuras poblacionales distorsionadas y compitiendo con otras especies oportunistas o invasoras.
En la recuperación de las poblaciones de peces no es correcto pensar que el camino de vuelta atrás será igual al de ida ni en rendimiento ni tiempo. Volver atrás es mucho más costoso en todos los sentidos. Hay que añadir que el cambio climático, la contaminación, las variaciones en el régimen de vertidos fluviales, las modificaciones del perfil de costa, etc. contribuye también negativamente en todo ello. Cuando se quiere volver atrás el ecosistema ya no es el mismo.
No quiero verter demasiada bibliografía. La mínima esta suministrada al final de este artículo. En ella se puede comprobar cómo los científicos lo habían analizado, previsto y advertido del peligro, ya desde los años 50, habiendo dado desde entonces las pautas para la sostenibilidad de la pesquera en nuestro país.
Podría inundar de datos y gráficos este artículo. ¿Pero de qué serviría si el problema ahora ya no es científico? El problema es humano (ver fotografía). En problema radica en el Drama de los Comunes (el hombre acaba por destruir el recurso “no regulado” que le es común); o la paradoja del efecto rebote (tecnologías más eficientes acaban por gastar más energía total), y a no entender nada de la Teoría de Sistemas. El problema radica en que las diferentes administraciones que tienen la competencia pesquera no son ni política ni técnicamente capaces de afrontar con responsabilidad y firmeza los problemas urgentes e importantes que pueden hacer una pesquera realmente sostenible en el futuro. El único trabajo de las administraciones respecto a los recursos es hacerlos sostenibles. Evidentemente no lo han conseguido.
Para preparar el futuro, se debe actuar en el presente, y para tener un buen presente debía haberse actuado en el pasado. La política ha estado en manos del sector pesquero, no de la Ciencia. Y esto no ha sido exclusivo de la pesquería, sino que podríamos extenderlo a otros sectores como el agrícola, el ganadero o a la falta de regulación de los acuíferos.
El sector y administración estaban advertidos del colapso y del precio de la energía creciente. Pero se ha preferido no actuar adecuadamente para no incomodar al sector ni realizar reestructuraciones a fondo cuando tocaba.
Soluciones las había, pero para implementarlas ahora, como hemos dicho antes, deberían ser mucho más duras y drásticas; y todos los días que pase lo serán mucho más. La administración debe decidir si preservar el recurso para todos a largo plazo, o preservar parcialmente la supervivencia del sector durante un corto tiempo. La historia reciente demuestra que el sector va rápidamente a la baja. Ahora es tarde. El sector está declinando rápidamente, o visto de otra forma: ahora quizás se está adecuando a la capacidad de carga del ecosistema y volviendo al punto de donde nunca debería haber salido. ¿Acaso estaremos ahora ante una gran oportunidad para dimensionar la flota a la realidad del recurso?
El sector y la administración, en lugar de lamentarse y complacerse mutuamente de las reglas que va imponiendo la comunidad europea, deberían hacer autocrítica y asumir y reconocer su propio fracaso en la gestión de la cual son responsables. Si no se reconoce que algo no se ha hecho bien, difícilmente habrá voluntad de mejorarlo. Sin este reconocimiento previo no se puede avanzar. También debe reconocerse que las acciones multilaterales como la co-gestión de los recursos probablemente sólo sean un parche ineficaz e incapaz de dar la vuelta a la situación con la urgencia, dimensión y efectividad que ésta requiere. Hace veinte o treinta años atrás, quizás este tipo de gestión hubiera sido una posible solución, ahora es tarde y ya no hay más tiempo (sin embargo, aún sin este apelativo, la “co-gestión” de alguna manera siempre ha estado presente, aun así, nunca ha dado resultados, ¿por qué debería darlos ahora?… Si nada cambiamos, nada cambiará.
Si pescadores, administración y científicos se sientan alrededor de una mesa de co-gestión, y todos ellos son equipotentes, es decir, tienen la misma fuerza en la toma de decisiones, se acaba por llegar a acuerdos de conveniencia que satisfacen a medias a todas las partes, y se cae en la paradoja del drama de los recursos comunes.
En muchas ocasiones, personalmente, miembros del sector y la administración han dado la razón a los científicos, pero con la convicción de la propia fatalidad. Existe documentación en que pescadores mismos advertían del “pan para hoy, hambre para mañana”, pero fueron minoritarios en ir a contracorriente.
Los científicos deberían tener la palabra, los políticos la capacidad de los hechos. Al sector sólo le quedaría acatar. ¿Debería cerrarse o restringirse parcialmente alguna modalidad de pesca durante algunos años como se ha hecho en otros lugares? Grandes males, grandes remedios.
La figura 3 es un esquema del sistema complejo que representa la pesca en nuestro país y los puntos de influencia donde se debería actuar.
*Ex-Profesor de Investigación del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (CSIC).
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