La transición es inflacionaria

Catalunya debería dedicar casi todos los recursos en inversión, toda la nueva deuda, a financiar el cambio climático

Joan Vila

Si miramos la evolución del clima, tanto por la temperatura como por el ritmo de lluvias, no negaremos que el cambio es desgarrador. Incluso podríamos decir que nos ha cogido por sorpresa, porque todo el mundo esperaba una evolución mucho más lenta. El protocolo de Kioto fue aprobado en 1997 y se puso en marcha en Europa en 2005, con la creación del mercado ETS de CO2, la Emission Trading System. El mecanismo debía ir grabando la economía de forma proporcional a las emisiones de carbono, de forma que ella se fuera acomodando a la nueva situación, cambiando procesos y desarrollando nuevas formas económicas.

El mercado se puso en marcha con un precio de 15 €/tCO2 que a los pocos años cayó a 5 €/tCO2. No fue hasta el año 2018 cuando hubo un cambio, cuando la UE sacó derechos del mercado y el precio subió hasta los 25 €/tCO2. En ese punto la generación eléctrica con carbón dejó de ser competitiva. El mercado siguió subiendo en años sucesivos, haciendo más difícil soportar la crisis de precios del gas, hasta la fecha, que está entre 80 y 100 €/tCO2. En los últimos años la penetración de renovables en la generación eléctrica se ha impulsado de forma notable, siendo en 2023 en España de más del 50%, la de coches eléctricos no acaba de arrancar en España por falta de infraestructura de carga suficiente , y el resto de cambios en el mundo del calor no evoluciona, salvo las calderas industriales de vapor con biomasa.

Hay tecnologías que será muy difícil que se desarrollen, que se conviertan en rentables, si no se aumenta su rentabilidad. Es decir, si la tasa de CO2 no sube considerablemente hacia umbrales de 200 €/tCO2, difícilmente tendremos el gas renovable (syngas, gases calientes o biometano) y el hidrógeno, como soluciones para la industria. Y en cuanto al acondicionamiento de viviendas residenciales, las soluciones con aerotermia empiezan a verse como un límite cuando la temperatura en verano llegue a 47ºC (ya hemos alcanzado 45ºC en 2022). Aquí se requiere una intervención contundente en aislamiento y dejar la aerotermia para pasar definitivamente a la geotermia distribuida.

He cifrado las necesidades de financiación para realizar la transición energética en Catalunya en unos 250.000 millones de euros hasta 2050, cuando el PIB de Catalunya en 2022 fue de 270.000 millones. Esto significa que el país debería dedicar casi todos los recursos en inversión, toda la nueva deuda, a financiar el cambio climático, cuando lo que hace Cataluña es nada, ni siquiera la penetración de energía renovable fotovoltaica y eólica.

No hacer nada implica que el cambio climático no nos afecte económicamente, como la mayoría de la sociedad catalana cree. El aumento de la temperatura, la pérdida de cosechas, la carencia de agua, conlleva aumentos de las materias primas, pérdidas de producción y de productividad, que se trasladan a aumentos de costes. Por sí solo, el cambio climático es inflacionario, y sólo podemos ponerle freno actuando adaptando los procesos, los productos y la compra, en definitiva, con un cambio cultural que mejore la productividad.

Poner la cabeza bajo el ala, no querer ver que debemos hacer las cosas de forma diferente, que habrá que desalar 100 Hm3 más de los 100 que ha previsto la Generalitat para de aquí a tres años, que hay que empezar a decir que necesitamos geotermia y no aerotermia , que debemos aceptar que la tasa de carbono debe ser elevada y que también debe afectar a los usos residenciales y de pymes, que es urgente impulsar el coche eléctrico, que el transporte por ferrocarril debe impulsarse a personas y en mercancías, que hay que edificar mucha vivienda pública, no verlo, nos mantiene en un punto muerto. Para salir de aquí es necesario establecer un nuevo orden de prioridades en los presupuestos de la Generalitat, de los ayuntamientos y de las empresas, para hacer frente al cambio que nos viene encima.

Soy consciente de las dificultades para realizar ese cambio. Pero lo soy porque participo en proyectos que están en esta línea, para conseguir emisiones cero en la fabricación, al aumentar la circularidad de productos y al trasladar el transporte del camión al tren por largas distancias. Sé que todo esto sólo es posible si se piensa a lo grande. Por ejemplo, cambiar el ancho de vía del tren desde Girona a Portbou es esencial para desbloquear el tapón que habrá en el tren en la vía de Alta Velocidad. Y pensar en mayor significa empezar a pensar en cambiar todo el ancho ferroviario en Catalunya.

El despliegue del PERTE de descarbonización, justo este enero, es un despropósito después de dos años de haberse puesto en marcha el programa NextG, pero si cada eslabón de la economía no trabaja en planes estratégicos para disminuir sus emisiones y adaptarse al nuevo escenario de cambio climático, podría ser que el futuro sea más negro de lo que vemos.

Ser resiliente y valiente son dos virtudes que los ingenieros deberíamos contagiar al resto de la sociedad. Levantar la cabeza, admitir la dificultad de lo que viene y trabajar de forma decidida y a lo grande. He aquí el reto para el 2024.

http://www.fullsdenginyeria.cat/la-transicio-es-inflacionaria

Traducción: Teresa Abril

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