11.02.2019

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Las consecuencias económicas del dinero endógeno


La controversia sobre los orígenes y naturaleza del dinero es antigua.

Alejandro Nadal , 02/02/2019


La verdad es que este extraño objeto social no ha sido generoso a la hora de revelar sus secretos y por eso los economistas de la tradición ortodoxa o neoclásica poco han entendido sobre la moneda. Hoy nos acercamos a tener una visión más certera y rigurosa sobre los fenómenos monetarios a través de la teoría de dinero endógeno.

Desde su nacimiento la teoría económica estuvo confrontada con importantes fenómenos monetarios pero los autores clásicos desde Adam Smith consideraron que el dinero era una especie de velo que escondía la esencia de los procesos económicos. Al dinero se le consideró como un instrumento técnico que solamente sirve para superar los inconvenientes del trueque y facilitar los intercambios. En tanto simple tecnología de transacciones, el dinero no es necesario para entender la naturaleza de los fenómenos económicos. Desde esta perspectiva analítica el dinero no tiene ninguna influencia sobre lo que pasa en la economía real: ni el nivel de actividad, ni el volumen producido, se verían afectados por el dinero.

La teoría económica aspiraba desde sus orígenes a explicar los fundamentos de la sociedad en términos de un mecanismo económico que es autónomo y posee la capacidad de auto-regulación. Esto se compaginaba muy bien con la teoría cuantitativa de la moneda que desde su formulación por David Hume en el siglo XVIII buscaba mostrar cómo la ley económica que determina el valor de la moneda está por encima incluso del poder político. Desde entonces la tradición se consolidó en ortodoxia y el dinero fue considerado un objeto que se introducía en la economía de manera exógena (con respecto a las relaciones económicas) pero cuyo valor se determina por leyes económicas que el Príncipe debe respetar. Hoy lo típico es considerar que el banco central es la entidad que tiene el monopolio de la emisión de moneda y controla la cantidad de dinero que entra en la economía.

Hoy se sabe que la mayor parte del circulante en una economía no es emitido por el banco central, sino por los bancos comerciales privados. Los agregados monetarios de cualquier economía capitalista así lo demuestran. Los bancos comerciales privados desempeñan una función clave de creación monetaria a través de sus operaciones de crédito: al otorgar un préstamo abren una cuenta de depósito en la que el prestatario encontrará la cantidad de dinero estipulada acreditada a su nombre. Cierto, el banco central mantiene el monopolio de la emisión de dinero de alto poder, pero esa base monetaria es al final de cuentas el telón de fondo contra el que se desarrolla la creación monetaria por los bancos privados. De hecho, la emisión de dinero de alto poder por el banco central sigue a la creación de medios de pago por los bancos comerciales, y no al revés. Hoy es un hecho conocido que el banco central no controla la oferta monetaria. Esto es aceptado por funcionarios de bancos centrales y hasta por el Banco de Inglaterra.

El dinero endógeno significa que el flujo de circulante en la economía está determinado por la demanda de crédito. Y aquí es donde entra un aspecto tan sorprendente como sencillo sobre el tema de la endogeneidad del dinero: la única restricción que tienen los bancos para otorgar un préstamo es la de encontrar un sujeto de crédito confiable. La restricción no tiene nada que ver con tener reservas o los depósitos de los ahorros de otros agentes: al otorgar un crédito los bancos crean dinero de la nada. Y para confirmar lo anterior hay que observar que desde el punto de vista contable, los préstamos crean los depósitos. Ésta es una fórmula que parece misteriosa y causa intriga, pero el misterio radica más en nuestras viejas ideas (como decía Keynes) que en la complejidad del fenómeno. Hemos estado acostumbrados por demasiado tiempo a la idea de que los bancos son simples intermediarios que prestan el dinero de los ahorradores y todavía hay premios Nobel de economía que siguen creyendo en esa fantasía (Krugman).

Ahora bien, el hecho de que los bancos tengan la facultad de crear dinero de la nada tiene enormes implicaciones para todo tipo de fenómenos económicos. Es necesario reconsiderar el análisis de los procesos inflacionarios, la determinación de la tasa de interés, así como los alcances de las políticas monetaria y fiscal. Y, por supuesto, otro tema fundamental es el de la regulación bancaria que adquiere toda una nueva dimensión en el contexto de dinero endógeno.

Es probable que el tema más importante para ser reconsiderado es el de la relación entre el ahorro y la inversión. Se nos ha dicho siempre que para invertir es necesario ahorrar. Y para marcar esta idea a veces se utilizan metáforas como la del granjero que tiene que guardar (ahorrar) una parte de la cosecha para usarla (invertirla) como semilla en el próximo ciclo. Pero ¿qué sucede si un banco otorga un crédito sin que dicho banco requiera el depósito de un «ahorro» previo y ese préstamo se utiliza para realizar una inversión? La respuesta es que el vínculo que va del ahorro a la inversión se destruye. Y la razón es que al otorgar un crédito el banco no necesita contar con reservas o ahorros preexistentes. Cuando un banco aprueba un préstamo, lo único que hace es crear y entregar medios de pago (chequera, tarjeta de débito) al prestatario. Esos medios de pago son reconocidos por los demás bancos y por eso son aceptados por todos los demás agentes y se convierten en dinero. Los medios de pago que entrega a los prestatarios pueden ser utilizados para realizar una nueva inversión productiva y, en ese caso, se rompe la tradicional idea que nos han inculcado desde siempre sobre la relación entre ahorro e inversión. Es decir, hemos estado acostumbrados a la idea de que es necesario ahorrar para poder invertir. Pero en la realidad de una economía de producción monetaria, la causalidad está invertida: es la inversión la que determina el ingreso y, por esa misma razón, el ahorro.

Desde luego, todo lo anterior choca con la vieja idea de que existe un mercado de «fondos prestables» en el que los bancos intervienen como simples intermediarios entre ahorradores e inversionistas. Esa visión fue criticada desde Keynes y hoy sabemos que en una economía de producción monetaria con un sistema bancario maduro, la relación entre ahorro e inversión no tiene nada que ver con esa idea tan errónea como popularmente aceptada.

John Maynard Keynes señaló que lo interesante del dinero es que es un vínculo entre el presente y el futuro. Y fue el primero en tener la intuición de que con la inversión es la sociedad la que se otorga a sí misma una especie de crédito. Ese adelanto/crédito ha servido en el pasado para financiar guerras y hoy puede servir para financiar el desarrollo sustentable. Para controlar este enorme potencial es necesario preguntarnos si el enorme privilegio de crear moneda (poder de compra) debe estar en manos privadas con fines de lucro o si debería estar bajo alguna otra forma de control social y democrático.

(Este artículo ha sido revisado y ampliado por el autor a partir de una edición anterior en La Jornada)Alejandro Nadal es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso. @anadaloficial 

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