Leandre Ibar Barcelona 20/10/2019
Es posible que un aumento de la desigualdad conduzca el capitalismo a la plutocracia
Branko Milanovic, profesor de Economía en la City University of New York e investigador visitante en el Instituto Barcelona de Estudios Internacionales (IBEI)
Branko Milanovic vive entre Nueva York y Barcelona desde que hace unos meses aceptó la oferta de investigador en el IBEI. Cita a ARA en el Poblenou, donde vive, para hablar de su nuevo libro Capitalism, alone [El capitalismo, solo], donde explora cómo el capitalismo se ha convertido en el único sistema económico en el mundo y como la desigualdad lo está redefiniendo.
Como ha terminado solo, el capitalismo?
La idea del libro es que hoy el capitalismo es el único modo de producción existente en el mundo. China también es un país capitalista, en el sentido de que la mayor parte de la producción, el trabajo y la inversión son privados. Ha derrotado su último competidor, el comunismo, como aniquiló el feudalismo: el capitalismo es tan dominante que algunas de sus características negativas se agravan, como una desigualdad muy elevada.
¿La desigualdad es la principal consecuencia de que el capitalismo sea el único modo de producción?
La desigualdad es un efecto importante del capitalismo, porque también tiene un impacto en la igualdad de oportunidades y en el sistema político. En los años 90 hubo una asociación demasiado fácil entre capitalismo y democracia, pero hay sistemas capitalistas que no son democráticos, como la España de Franco. Por lo tanto, es posible que un aumento de la desigualdad conduzca el capitalismo a la plutocracia [el gobierno de los ricos].
¿Es demasiado tarde para deshacer el camino hacia la plutocracia?
No es imposible, pero es difícil que haya voluntad política. Hay tendencias sistémicas que conducen a un aumento de la desigualdad. Además, puede que en muchos países pequeños la voluntad política no siempre sea suficiente, porque vivimos en un mundo globalizado. Por ejemplo, un aumento de los impuestos sobre el capital o las herencias puede tener efectos negativos sobre una economía simplemente porque mucha gente se irá a otro país. Uno de los elementos clave, sobre todo en Estados Unidos, es la financiación de las campañas electorales. No digo que los ricos compren a los políticos, pero sí apoyan candidatos con ideas similares. Esto lo dificulta mucho.
¿Qué hacer, pues, para reducir la desigualdad?
La acción política es crucial. En principio, en democracia, la mayoría siempre puede anular las intenciones de las élites. El aumento de la desigualdad proviene del creciente peso del capital frente al trabajo en la riqueza de un país. Habría que desconcentrar la propiedad del capital, aumentando la presencia de empleados en el accionariado de las empresas, con ayudas sociales financiadas con el impuesto de sucesiones o con incentivos fiscales a los pequeños inversores. En segundo lugar, se necesitan políticas para garantizar el acceso al máximo nivel educativo a todos. Hoy, en Estados Unidos, pero cada vez más en Europa, las universidades son tan caras que los hijos de la élite están monopolizando la educación.
Habla a menudo del impacto de los contratos temporales y los minijobs, principalmente para jóvenes.
La manera de trabajar ha cambiado en las economías avanzadas. Ya no tenemos un trabajo a lo largo de la vida. La rapidez con que se crean y deshacen los puestos de trabajo es mucho más alta. Además, no hay tantas empresas grandes en un mismo lugar, sino trabajos descentralizadas, fruto del cambio tecnológico y de la globalización. Si la sociedad se divide entre las élites ricas y el resto, los miniempleos los tendrá la clase media y la gente más pobre, y esta segmentación se perpetuará durante generaciones.
En su libro habla de un capitalismo occidental y un capitalismo político, como China. ¿Por qué ha elegido estos dos tipos?
En primer lugar por la importancia de China. En segundo lugar, quería dar a conocer la génesis del capitalismo político, muy diferente de la occidental, que se basa en las revoluciones comunistas que destruyeron las instituciones del feudalismo que limitaban el crecimiento en los países colonizados. Las sociedades occidentales no fueron nunca colonias. Hoy, sin embargo, los dos capitalismos avanzan hacia una concentración de las élites políticas y económicas. En los países liberales, con un aumento del control del proceso político por parte de los ricos. En China, con un creciente poder económico de la élite política. Un ejemplo de ello son los dirigentes del Partido Comunista, que se han vuelto muy ricos, pero también porque, para los emprendedores chinos, es importante pertenecer al partido para ganar más.
¿Se podrían fusionar los dos tipos de capitalismo?
Estoy en contra de la idea de que el capitalismo político evolucionará necesariamente hacia el capitalismo democrático. Es una posibilidad, pero hay otros, como por ejemplo la convergencia de élites. Se trataría de un sistema bastante similar en ambos casos, pero el origen de la élite sería diferente. Otra posibilidad es que el capitalismo liberal avance hacia un incremento de la plutocracia. Países como Hungría y Turquía ya tienen características del capitalismo político, pero técnicamente son democracias.
¿Cuál es la situación del capitalismo en Cataluña y España? ¿Es más plutocrática que en otros países?
Había el consenso que en España la transición democrática y de crecimiento económico fue un caso de éxito. Tras la crisis, con menos crecimiento y un paro muy alto, especialmente entre los jóvenes, las franjas más pobres de la población están peor, y la más rica ha mejorado. No quiere decir que no haya sido un caso de mucho éxito: España ahora tiene un 15% de la población extranjera, lo que significa que ha absorbido grandes entradas de mano de obra. Además, está el tema de Cataluña. No tomo partido, pero es evidente que es un problema político. Las dos cosas ponen interrogantes sobre los aspectos económicos y políticos de la Transición.
Un comentario
El principal problema es que la política en España es que está al servicio de esa plutocracia. Se va a la política a poner aeropuertos, museos de arte contemporaneo y demás cosas de la banca, mientras va aumentando el desconcierto en los problemas de la población.