Revo rinde homenaje a Herman Daly
REVO
Herman Daly, el ideólogo de la economía del estado estacionario, falleció el 28 de octubre. Desde REVO le rendimos homenaje con este resumen de algunas de sus enseñanzas y con la publicación de un artículo suyo.
7 CONCEPTOS SOBRE LA ECONOMÍA
1/ La TABLA INPUT-OUTPUT AMPLIADA MEDIAMBIENTALMENTE: reúne las interacciones puramente económicas, las interacciones puramente ambientales y las interacciones entre la economía y el medio ambiente en un marco global.
2/ El ESPECTRO FINES-MEDIOS: la economía política es la disciplina académica que estudia el uso de medios intermedios para producir fines intermedios.
3/ ESCALA, DISTRIBUCIÓN, ASIGNACIÓN: una buena escala es la que es sostenible, una buena distribución es la que es justa y una buena asignación es la que es eficiente.
4/ LA LÍNEA DE FLOTACIÓN ECONÓMICA: la escala de la economía, al igual que el límite de carga de un barco, debe determinarse en primer lugar, y luego pueden seguir la distribución y la asignación.
5/ El ÍNDICE DE BIENESTAR ECONÓMICO SOSTENIBLE (ISEW) como indicador alternativo de prosperidad para sustituir al Producto Interior Bruto (PIB).
6/ CRECIMIENTO ANTIECONÓMICO: Cuando el crecimiento tiene más costes que beneficios, se convierte en “antieconómico”.
7/ ECONOMÍA EN ESTADO ESTACIONARIO: “una economía con una población constante y un stock de capital constante, mantenida por una tasa de producción baja que está dentro de las capacidades regenerativas y asimilativas del ecosistema”.
UNA ECONOMÍA EN ESTADO ESTACIONARIO
Una economía de crecimiento fallida y una economía en estado estacionario no son lo mismo; son alternativas muy distintas a las que nos enfrentamos.
Herman E. Daly
Comisión de Desarrollo Sostenible, Reino Unido (24 de abril de 2008)
La Tierra en su conjunto está aproximadamente en un estado estacionario. Ni la superficie ni la masa de la tierra están creciendo o disminuyendo, el flujo de entrada de energía radiante de la Tierra es igual al flujo de salida, y la importación de materias desde el espacio es aproximadamente igual a la exportación ( las dos despreciables). Esto no significa que la tierra sea estática – en un estado estacionario puede haber una gran cantidad de cambios cualitativos, y sin duda que los ha habido en la Tierra. El cambio más importante en los últimos tiempos ha sido el enorme crecimiento de un subsistema de la Tierra, llamado economía, en relación con el sistema total, la ecosfera. El enorme cambio desde un mundo “vacío” a un mundo “lleno de cosas” es verdaderamente “algo nuevo bajo el sol”, tal y como el historiador JR McNeil lo llama en el título de su libro. Cuanto más cerca se acerca la economía a la escala planetaria, más deberá ajustarse al comportamiento físico de la Tierra. Este comportamiento es el de un estado estacionario – un sistema que permite el desarrollo cualitativo pero no el crecimiento cuantitativo agregado. Crecimiento significa más de lo mismo, desarrollo significa la misma cantidad de algo mejor (o por lo menos, de algo distinto). El mundo natural que todavía nos queda ya no es capaz de proporcionar las fuentes e imbornales necesarios para soportar el metabolismo productivo que requiere el mantenimiento de la economía de grandes dimensiones actual y mucho menos una economía que todavía va creciendo. Los economistas se han centrado demasiado en la economía del sistema circulatorio y han descuidado el estudio de su sistema digestivo. El crecimiento del flujo de materias primas y energía, significa empujar más del mismo alimento a través de un sistema digestivo cada vez mayor, el desarrollo significa comer mejores alimentos y digerirlos mejores. Es evidente que la economía debe ajustarse a las normas de un estado estacionario – buscando un desarrollo cualitativo, pero deteniendo el crecimiento cuantitativo agregado. El aumento del PIB suma estos dos elementos tan distintos.
Durante 200 años hemos vivido en una economía en crecimiento. Esto hace que sea difícil imaginar cómo sería una economía en estado estacionario (EEE) a pesar de que la mayor parte de la humanidad durante toda su historia ha vivido en una economía en la que el crecimiento anual era insignificante. Algunos creen que una EEE significaría la congelación bajo la oscuridad de la tiranía comunista. Otros dicen que las grandes mejoras en tecnología (eficiencia energética, reciclaje) son tan fáciles de aplicar que harán que el ajuste sea un divertimento.
Independientemente de si será fácil o difícil, nosotros debemos intentar una EEE, porque no podemos seguir creciendo y, de hecho, el llamado crecimiento “Económico” ya se ha convertido en un crecimiento “antieconómico”. El crecimiento económico está quebrando. En otras palabras, la expansión cuantitativa del subsistema económico aumenta los costes ambientales y sociales con mayor rapidez que los beneficios derivados de la producción, haciéndonos más pobres y no más ricos, al menos en los países de alto consumo. E incluso en ocasiones, las nuevas tecnologías aún lo empeoran. Por ejemplo, el tetraetilo de plomo produjo el beneficio de retrasar la detonación del motor de explosión, pero a expensas de difundir un metal pesado tóxico en la biosfera; los clorofluorocarbonatos nos proporcionaron el beneficio de un propelente y refrigerante no tóxico, pero a costa de crear un agujero en la capa de ozono que nos protege de la radiación ultravioleta. Será difícil saber con certeza si el crecimiento hace aumentar los costes más rápidamente que los beneficios mientras no nos tomemos la molestia de separar costes de beneficios en nuestra contabilidad nacional. En su lugar, los agrupamos todos como “actividad” en el cálculo del PIB.
Los economistas ecológicos han dado evidencias empíricas de que el crecimiento es ya antieconómico en los países de alto consumo (véase el ISEW índice del bienestar económico sostenible, el GPI índice del progreso genuino, la huella ecológica, el índice de felicidad del planeta). Dado que los economistas neoclásicos son incapaces de demostrar que actualmente el crecimiento, tanto si se mide en flujo de materias primas y energía como en PIB, nos lleva a una situación mejor en lugar de empeorarla, es una arrogancia ciega por su parte que sigan predicando el crecimiento agregado como la solución a nuestros problemas. Sí, seguro que la mayoría de nuestros problemas (pobreza, paro, degradación medioambiental) serían más fáciles de resolver si fuéramos más ricos, pero ésta no es la cuestión. La cuestión es: ¿realmente el crecimiento del PIB nos hará más ricos nunca más? ¿no nos está haciendo ya más pobres?
En los países pobres, el crecimiento del PIB todavía puede aumentar el bienestar, al menos si está razonablemente distribuido. La pregunta que nos debemos hacer es: ¿qué es lo mejor que los países ricos pueden hacer para ayudar a los países pobres? La respuesta del Banco Mundial es que los ricos deben seguir creciendo lo más rápidamente posible para proporcionar mercados para los pobres y acumular capital para invertirlo en estos países. La respuesta del estado estacionario es que los ricos deben reducir el crecimiento de su flujo de producción para liberar recursos y espacio ecológico para el uso de los pobres y deben enfocar sus esfuerzos nacionales en el desarrollo y las mejoras técnicas y sociales que pueden ser libremente compartidas con estos países.
El estado estacionario concebido por la economía clásica consideraba las dimensiones biofísicas – la población y el stock de capital (todos los bienes de producción y consumo duraderos) – como datos fijos y adaptaba la tecnología y los deseos de las personas a estas condiciones objetivas. En cambio, ”el estado estacionario” de la economía neoclásica (crecimiento proporcional del stock de capital y de la población) considera datos fijos los deseos y la tecnología y se adapta a las dimensiones biofísicas mediante el crecimiento, puesto que considera que los deseos son ilimitados y la tecnología es lo suficientemente poderosa para hacer el mundo efectivamente infinito. A un nivel más profundo, la visión clásica es que el hombre es una criatura que, en última instancia, debe adaptarse a los límites de la creación de la que él es parte (finitud, entropía, interdependencia ecológica). La visión neoclásica es que el hombre, el creador, va a sobrepasar todos los límites y puede rehacer la creación para adaptarla a sus preferencias individualistas subjetivas que se consideran la raíz de todo valor. Al final, la economía se convierte en religión.
La aceptación de la necesidad de una EEE, tal y como aceptaron John Stuart Mill y los demás economistas clásicos, nos permite imaginar a qué podría parecerse. En primer lugar, hay que hacer una advertencia: una economía del estado estacionario no es una economía del crecimiento fracasada. Un avión está diseñado para ir hacia delante. Si trata de mantenerse inmóvil se estrella. Concebir un helicóptero como un avión que fracasa al moverse hacia delante no tiene sentido. Es algo distinto, diseñado para mantenerse inmóvil. De la misma forma, la economía del estado estacionario no está diseñada para crecer.
Siguiendo a Mill, podríamos definir una EEE como una economía con una población y un stock de capital constantes, mantenida con una tasa baja de flujo de materias primas que se mantiene dentro de los límites de capacidad de regeneración y asimilación del ecosistema. Esto significa una baja tasa de natalidad y equivalente a una baja tasa de mortalidad, y una baja tasa de producción equivalente a una baja baja de obsolescencia. Un flujo de materias primas y energía bajo significa una esperanza de vida alta de la población y una alta durabilidad de los bienes. De forma alternativa y más operativa, podemos definir el EEE con los términos de un flujo constante de producción a un nivel sostenible (bajo), con una población y un stock de capital capaces de ajustarse libremente a cualquier tamaño que pueda ser mantenida por un flujo de materias primas y energía empezando por el agotamiento de los recursos y terminando por la contaminación.
¿Cómo se podría limitar el flujo de materias primas y energía y, por tanto, indirectamente limitar los stocks de capital y población en una EEE? Dado que el agotamiento de los recursos se localiza en la naturaleza de forma menos dispersa que la contaminación, los principales controles deberán situarse en el origen del agotamiento de estos recursos o en la entrada del sistema. El aumento de precios de los recursos en el origen del agotamiento limita indirectamente la contaminación, y fuerza a todas las etapas posteriores del proceso de producción a una mayor eficiencia. Un sistema de intercambio de derechos comerciales limitado, basado en subastas (cap-auction-trade system) aplicado a los recursos básicos agotables, especialmente a los combustibles fósiles, podría ser muy eficaz, como también lo sería la reforma fiscal verde, sobre la que nos referiremos más adelante.
Si debemos detener el crecimiento agregado porque es antieconómico, ¿cómo lo hacemos para lidiar con la pobreza en el EEE? La respuesta simple es mediante la redistribución – limitando el rango de desigualdad admisible, estableciendo un mínimo y un máximo de ingresos. ¿Cuál es el rango apropiado para la desigualdad- la desigualdad que premie las diferencias y las contribuciones reales y no que únicamente multiplique privilegios? Platón pensaba que iba a ser de un factor de cuatro. Las universidades, servicios civiles y militares utilizan un factor de entre diez y veinte. En el sector corporativo de EEUU el factor es de más de 500. Como un primer paso, ¿no podríamos tratar de bajar el rango general a un factor de, por ejemplo, cien? ¡Hay que recordar que ya no estamos tratando de ofrecer incentivos masivos para estimular el crecimiento (antieconómico)! Además, puesto que no estamos tratando de estimular el crecimiento agregado, ya no necesitaremos gastar miles de millones en materia de publicidad. En lugar de tratar la publicidad como un impuesto deducible del coste de producción deberíamos aplicarle un fuerte impuesto como molestia pública. Si los economistas realmente creen que el consumidor es soberano entonces debe ser obedecido en lugar de ser manipulado, engatusado, acosado, y engañado.
El libre comercio no sería posible en una EEE, ya que sus productores necesariamente deberían contabilizar los numerosos costes en el medio ambiente y en el futuro que a las empresas extranjeras radicadas en países con crecimiento ahora se les permite ignorar. Las empresas extranjeras ganan en competitividad no porque sean más eficientes sino simplemente porque no pagan el coste de la sostenibilidad. Podría existir el comercio internacional regulado bajo reglas que compensaran estas diferencias (las tarifas de compensación), del mismo modo, podría existir “libre comercio” entre las naciones que en su contabilidad de los costes internos estuvieran igual de comprometidas con la sostenibilidad. Podrían esperar que el FMI, el Banco Mundial, y la OMC estuvieran trabajando en dirección hacia estas regulaciones, pero en su lugar se dedican a impulsar el libre comercio y la libre movilidad del capital (es decir, la desregulación de comercio internacional ). Proteger políticas nacionales eficientes de internalización de costes es muy distinto que proteger a empresas ineficientes.
La cuestión del beneficio mutuo garantizado en el comercio internacional y de ahí la razón para mantenerlo “libre” se basa en el argumento de Ricardo de la ventaja comparativa: presupone que algunos bienes producidos en un país resultan relativamente más baratos que la producción de otros en comparación con los costes de producción en otros países. Al especializarse según su ventaja comparativa, los dos países socios comerciales ganan, independientemente de los costes absolutos (un país puede producir todos los bienes más baratos, pero aún así, se beneficiaría al especializarse en lo que produce más barato relativa y comerciante con los demás bienes). Esto es lógico, pero al igual que todos los argumentos lógicos, la ventaja comparativa está basada en premisas. La premisa fundamental es que mientras que el capital (y otros factores) se mueve libremente entre las industrias dentro de una nación, no se mueve entre naciones. Si el capital pudiera trasladarse al extranjero no tendría motivos para conformarse con una mera ventaja comparativa en casa, sino que buscaría la ventaja absoluta: el coste de producción absolutamente más bajo en todo el mundo. ¿Por qué no? Con el libre mercado el producto podría ser vendido en todo el mundo, incluyendo a la nación desde donde ha salido el capital.
Aunque sin duda existen beneficios globales comerciando con las reglas de la ventaja absoluta, no se garantiza el beneficio mutuo de los países, algunos podrían perder. Aquí está el problema. El FMI predica el libre comercio sobre la base de la ventaja comparativa y lo ha hecho durante mucho tiempo. Más recientemente el FMI ha empezado a predicar el evangelio de la globalización, que, además del libre comercio, ¡significa libre movilidad del capital internacional- exactamente lo que la ventaja comparativa prohíbe! Cuando les confrontamos con esta contradicción, el FMI mueve las manos sugiriendo que podríamos ser unos xenófobos, y cambia de tema. El FMI y el BM y la OMC se contradicen ellos mismos en servicio de los intereses de las empresas transnacionales. La movilidad internacional del capital, junto con libre comercio, permite a las empresas escapar de la regulación nacional para el interés público poniendo a unos países contra otros. Dado que no existe un gobierno global están, en efecto, fuera de control. Lo más cercano que tenemos a un gobierno mundial (FMI-BM-OMC) no ha mostrado ningún interés en la regulación del capital transnacional para el bien común. Su objetivo es ayudar al crecimiento de estas empresas, porque el crecimiento se presume bueno para todos – final de la historia. Si el FMI quisiera limitar la movilidad del capital internacional para mantener el mundo a salvo de la ventaja comparativa podría hacer varias cosas. Podría promover un tiempo mínimo de residencia para las inversiones extranjeras para limitar la fuga de capitales y la especulación, podría proponer un pequeño impuesto a todas las transacciones de divisas (impuesto Tobin) y, sobre todo, podría hacer revivir la propuesta de Keynes de crear la “International Clearing Union” (1) multilateral que sancionara directamente los desequilibrios persistentes en las cuentas corrientes ( tanto déficits como excedentes) y, por tanto, indirectamente promoviera el equilibrio en las cuentas del capital de compensación reduciendo los movimientos internacionales de capital.
Un problema relevante en el EEE es que la transición demográfica hacia una población estable, que no crece, necesariamente conduce hacia un envejecimiento de la población – más jubilados en relación a la población trabajadora. El ajuste requiere, o bien elevar los impuestos, o retrasar la edad de jubilación, o reducir las pensiones de jubilación. El sistema no está todavía en “crisis” pero estos ajustes son, sin duda, necesarios para conseguir la sostenibilidad. Para muchos países, la inmigración neta se ha convertido en una fuente de crecimiento de la población mayor que el crecimiento vegetativo. La inmigración puede aliviar temporalmente el problema de la estructura de edades, pero la población en equilibrio requiere que los nacimientos sumados a los inmigrantes se igualen a las defunciones sumadas a los emigrantes. Es difícil decir qué es más políticamente incorrecto, si limitar el número de nacimiento o limitar la inmigración. Muchos prefieren la negación de la aritmética a hacer frente a cualquiera de ambas opciones.
El EEE también requiere una “transición demográfica” de la población de productos hacia una vida más larga, hacia unos bienes más duraderos, mantenidos con menores tasas de flujo de materias primas. Una población de 1.000 coches que tiene una duración de 10 años requiere una producción de 100 coches nuevos por año. Si los coches se produjeran para tener una duración de 20 años, sólo necesitaríamos una producción de 50 nuevos coches por año. Para conseguir que esta segunda opción se vea como una mejora es necesario un cambio de perspectiva desde el énfasis en la producción como un beneficio hacia el énfasis en la producción como un coste de mantenimiento. Si podemos mantener 1.000 coches y sus servicios de transporte por medio de la sustitución de sólo 50 coches por año en lugar de los 100, sin duda que hemos mejorado- el mismo stock de capital dando el mismo servicio con la mitad de flujo de producción. Sin embargo, la idea de que la producción es un coste de mantenimiento que debe ser minimizado es un extrañeza para la mayoría de los economistas. Una adaptación en este sentido es el contrato de servicio que arrienda el servicio de los equipos (que va desde alfombras hasta fotocopiadoras), que el arrendador/propietario mantiene, recupera y recicla al final de su vida útil.
Aunque el principal objetivo de las reformas de la EEE es traer nuevamente bajo la disciplina de mercado los escasos recursos de servicio y capital naturales y verdaderos competidores de la producción, no debemos pasar por alto el problema opuesto, es decir, liberar del recinto artificial del mercado, los bienes que verdaderamente no rivalizan con la producción; Hay algunos bienes que por naturaleza no compiten con nadie y que, por tanto, deben ser liberados del ilegítimo recinto cerrado del sistema de precios. Me refiero especialmente al conocimiento. El conocimiento, a diferencia del flujo de producción, no se divide cuando se comparte, sino que se multiplica. Una vez que el conocimiento existe, el coste de oportunidad de compartirlo es cero y, por tanto, su precio de asignación de recursos debería ser cero. La ayuda internacional al desarrollo debería tomar cada vez más la forma de conocimiento libre y activamente compartida, junto con pequeñas donaciones y cada vez menos la forma de grandes préstamos que devengan intereses. Compartir conocimiento tiene pocos costes, no crea deudas impagables y aumenta la productividad de los factores verdaderamente escasos y competidores de la producción. El conocimiento existente es el más importante imputo para la producción de nuevos conocimientos, y mantenerlo artificialmente escaso y caro es perverso. Los monopolios de patentes (también conocidos como “derechos de propiedad intelectual”) deberían darse por menos “inventos”, y por menos tiempo.
¿Qué pasaría con la tasa de interés en una EEE? ¿Sin crecimiento no caería a cero? No es probable, porque el capital seguiría siendo escaso, todavía habría una preferencia temporal positiva y el valor del total de la producción podría aumentar aún sin crecimiento del flujo de producción física, como resultado de un desarrollo cualitativo. La inversión en mejoras cualitativas puede producir un incremento de valor aparte del interés que pueda generar. De todas formas, la productividad del capital seguramente será menor sin un crecimiento en el flujo de producción, por lo que cabría esperar que las tasas de interés, a pesar de no ser nulas, bajaran en una EEE.
¿Podría ser posible tener mejoras cualitativas (por ejemplo, en el aumento de la eficiencia) indefinidamente y dar como resultado un crecimiento indefinido del PIB? Esto significaría que el PIB sería cada vez menos intensivo en el uso de materiales. Los ambientalistas serían felices porque el flujo de materiales no crecería, los economistas serían felices porque el PIB crecería. Creo que estas mejoras deberían ser impulsadas todo lo posible, pero hasta cuando fuese posible impulsarlas. Pensemos que los sectores de la economía que generalmente son considerados más cualitativos, como la tecnología de la información, resultan tener, con una inspección más profunda, una base física importante, incluyendo varios metales tóxicos.
Además, si la expansión tiene que deberse principalmente en los países pobres, debe estar compuesta de los bienes que los pobres necesitan – ropa, abrigo y comida en el plato, no de diez mil recetas en Internet. Dado que cada vez más una mayor proporción del PIB procede de sectores menos intensivos en materiales, los términos de los tratos comerciales entre bienes de mayor y menor intensidad material se moverán en contra de los de menor intensidad material, limitando de este modo los incentivos para su producción. Incluso los proveedores de servicios de información gastan la mayor parte de sus ingresos en coches, casas y viajes en lugar de en productos inmateriales o de otros manipuladores de símbolos.
¿Se puede mantener el pleno empleo con el EEE? Ésta es una pregunta difícil, pero para ser justos, cabe preguntarse también si se puede conseguir el pleno empleo en una economía del crecimiento impulsada por el libre comercio, prácticas de deslocalización, inmigración fácil, mano de obra barata, y automatización generalizada. En una EEE el mantenimiento y la reparación cobran mayor importancia. Ser más intensivos en trabajo en vez de dedicarse a realizar nueva producción y protegerse más de la deslocalización. Son servicios que pueden ofrecer más empleo. Y aún puede ser necesario un replanteamiento más radical sobre la forma en que la gente gana los ingresos. Si la automatización y deslocalización de puestos de trabajo incrementa los beneficios pero no los salarios, entonces el principio de la distribución de los ingresos mediante el trabajo se hace menos defendible. Una solución práctica (añadida a la desaceleración de la automatización y de la deslocalización) puede ser tener una participación más amplia en la propiedad de las empresas, de este modo las personas obtendrían ingresos mediante su participación en el negocio en vez de realizarlo mediante el empleo a tiempo completo. Así, los beneficios derivados del progreso técnico deberían recibirse en forma de más tiempo libre en lugar de más producción – una posibilidad largamente esperada, pero apenas hecha realidad.
¿Qué tipo de sistema fiscal se ajustaría mejor a una EEE? La reforma fiscal ecológica ya mencionada, propone cambios en la base imponible que se alejan del concepto del valor añadido (los ingresos obtenidos por el trabajo y el capital), y van en dirección hacia aquello sobre lo que se añade valor, o sea , el flujo de materias primas y energía; preferentemente en el punto del agotamiento (en boca de la mina o del pozo, el punto de “explotación” del suelo). Muchos estados tienen impuestos de explotación. Grabar el origen y punto más estrecho del flujo del proceso de producción induce a un uso más eficiente de los recursos, tanto en la producción como en el consumo y facilita su control y recaudación. Grabar lo que deseamos menos (agotamiento y contaminación) y dejar de grabar lo que más queremos (ingresos, valor añadido), parece razonable – como el eslogan que dice, “graba los males no los bienes”. La reforma podría ser neutra en los ingresos y gradual en la aplicación. Empezando por ejemplo a renunciar a x€ de la recaudación del peor tributo que tengamos y al mismo tiempo recaudar x€ a través del impuesto al mejor recurso que podríamos concebir. Durante el siguiente período nos desharíamos del segundo peor impuesto y lo sustituiríamos por el impuesto al segundo mejor recurso, etc. Esta política elevaría los precios de los recursos e induciría a la eficiencia en su uso. La regresividad de este impuesto sobre el consumo podría ser compensada mediante la utilización de forma progresiva de los ingresos recaudados o mediante la imposición de límites en el rango de inequidad de lo ya hablado y también por el hecho de que la mafia y otros tramposos de los antiguos impuestos sobre la renta, ahora deberían pagar. Los sistemas de intercambio de derechos comerciales limitados de ciertas materias primas, basado en subastas “Cap-auction–trade systems”, también aumentarían los ingresos de los gobiernos. Estos ingresos procedentes de subasta también podrían distribuirse de forma progresiva.
¿La EEE podría soportar la enorme superestructura de finanzas construida en torno a las expectativas de crecimiento futuro? Probablemente no, puesto que las tasas de interés y las tasas de crecimiento serían bajos. La inversión irá destinada principalmente a la reposición y mejora cualitativa. Probablemente habrá una contracción saludable de la enorme pirámide de la deuda que se sustenta en un equilibrio inestable sobre la economía real amenazando con quebrar. Además, el EEE podría beneficiarse alejando a nuestro sistema bancario de las reservas fraccionarias actuales hacia la exigencia de reservas del 100%.
Un cien por cien de las reservas volvería a poner nuestras provisiones de dinero bajo el control del gobierno en lugar de la banca privada. El dinero sería de verdadera utilidad pública, más que el subproducto de los préstamos comerciales en busca de crecimiento. Bajo el actual sistema de reservas fraccionario la oferta monetaria se expande durante los períodos de expansión y se contrae durante los períodos de recesión reforzando así la tendencia cíclica de la economía. El beneficio (privilegio) de crear el dinero nuevo (a un coste insignificante), de ser el primero en gastarlo y recibir su valor de cambio íntegro correspondería al sector público en lugar del privado. El requerimiento de las reservas, que el Banco Central manipula de todos modos, podría aumentarse paulatinamente desde los niveles muy bajos actuales hasta el 100%. Los bancos comerciales harían sus ganancias mediante la intermediación financiera (prestando el dinero que sus clientes han ahorrado) y también mediante la minuta por la prestación de servicios de control de las cuentas, en lugar de conceder préstamos con intereses de dinero que ellos crean del nada.
Prestar sólo el dinero que verdaderamente ha sido ahorrado por alguien restablece el equilibrio clásico entre la abstinencia y la inversión. Esta disciplina extra en préstamos y empréstitos probablemente prevendría de los desastres como la crisis actual derivada de “hipotecas de alto riesgo”. Las reservas del 100% estabilizarían la economía y al mismo tiempo frenarían el apalancamiento del crédito, que tiene similitudes con el crédito Ponzi, conocido como fraude piramidal.
El EEE no debería tener un sistema de contabilidad nacional de ingresos, PIB, en el que nunca hay nada que reste. Idealmente debería tener dos contabilidades, una para medir los beneficios del crecimiento económico en su dimensión física y la otra para medir los costes de ese crecimiento. Nuestra política debería ser la de dejar de crecer cuando los costes marginales se igualan a los beneficios marginales. Si queremos mantener el concepto de ingreso nacional único, deberíamos adoptar el concepto de ingreso del economista y premio Nobel JR Hicks, definido como la máxima cantidad que una comunidad puede consumir en un año, manteniendo la capacidad de producir y consumir la misma cantidad al año siguiente. En otras palabras, el ingreso es la máxima cantidad que puede consumirse manteniendo la capacidad productiva (el capital) intacta. Cualquier consumo de capital, artificial o natural, debe restarse del cómputo de los ingresos. También se debe acabar con la asimetría de sumar al PIB la producción de anti-males sin antes haber restado la producción de los males que causaron su necesidad. Notemos que la concepción de ingreso de Hicks es sostenible por definición. La contabilidad nacional en una economía sostenible debe tratar de aproximarse al concepto de ingresos de Hicks y debe abandonar el concepto del PIB. La corrección de la medida de los ingresos en el PIB es menos ambiciosa que convertirla en una medida de bienestar que ya se ha comentado anteriormente.
La lógica del EEE se ve reforzada por la reciente investigación de economistas y psicólogos que llega a la conclusión de que la correlación entre los ingresos en cifra absoluta y la felicidad se extiende sólo hasta cierto umbral de “suficiencia” y más allá de este punto, sólo las diferencias relativas de los ingresos influyen en la autoevaluación de la felicidad. Este resultado parece mantenerse tanto para los datos transversales (comparación de países ricos con pobres en una fecha determinada) como para las series temporales (comparación de un mismo país antes y después de un crecimiento de ingresos significativo). El crecimiento no puede aumentar los ingresos relativos de todos. La ganancia de bienestar de las personas que han tenido incrementos relativos de ingresos como consecuencia del crecimiento se ve compensada por la pérdida de bienestar de otras personas que han sufrido una caída relativa de sus ingresos. Y si los ingresos de todos aumentaran proporcionalmente, no habría ningún aumento relativo de ingresos para nadie y, por tanto, nadie se sentiría más feliz. El crecimiento se convierte en una carrera de armamentos entre dos bandos en la que cada uno de ellos cancela los beneficios del otro. Un corolario feliz es que para las sociedades que ya han alcanzado su suficiencia, moverse hacia una EEE puede costar muy poco en términos de pérdida de felicidad. La “imposibilidad” política de un EEE puede ser menos imposible de lo que anteriormente hubiera podido parecer.
Notas
- La International Clearing Union era la institución propuesta por el economista británico John Maynard Keynes como alternativa mundial al sistema de Bretton Woods propuesto por Estados Unidos. Con su plan, Keynes quería asegurar una balanza comercial equilibrada entre países para evitar la situación de países deudores y acreedores. Quería establecer un mecanismo que obligara a los países acreedores a gastar el excedente obtenido de la balanza comercial en las economías de los países deudores, para así restablecer el equilibrio de la balanza comercial.
- Keynes propuso la creación de una nueva moneda internacional y neutral, el Bancor, y de una nueva institución, la Internacional Clearing Union. Todas las transacciones comerciales internacionales se saldarían en Bancors y cada país tendría una cuenta con la ICU. Los países estarían obligados a mantener una cuenta cero con la ICU, es decir, sin que sus exportaciones totales superaran sus importaciones ni viceversa, con una balanza comercial equilibrada. La cuenta en bancores con la ICU sería convertible a la moneda nacional mediante un tipo de cambio fijo pero modificable.
Artículos de Herman daly y documento de la conferencia sobre la economía del estado estacionario:
En qué consiste la Economía del Estado Estacionario y cómo llegar a ella
Un viaje sin retorno, no una economía circular
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