Introducción
El Banco Internacional de Pagos (BIS) acogió el 12 de mayo la última reunión del comité de Gobernadores de Bancos Centrales y Jefes de Supervisión (GHOS) donde se han debatido temas tan importantes como la implementación de Basilea III o la integración de los riesgos climáticos y de transición en la regulación bancaria internacional.
Sin embargo la presencia estadounidense de corte desregulador por la influencia de Trump se ha dejado notar, y aunque no se ha eliminado el Grupo de Trabajo sobre riesgo financiero (TFCR), algo que estaba en el orden del día de la reunión, sí se ha producido un retroceso en algunas de las exigencias más importantes para prevenir futuras crisis derivadas de la destrucción ambiental. El esfuerzo por desmantelar el grupo de trabajo global sobre riesgo financiero climático y las medidas relacionadas se produce tras los drásticos retrocesos, por motivos políticos, que Trump ha implementado en las políticas federales sobre el clima e iniciativas de combustibles fósiles desde que asumió el cargo.
Basilea III
Basilea III es un conjunto de normas que pretende corregir las deficiencias mostradas por el anterior marco regulatorio, que quedó en entredicho tras la crisis de 2008. Este conjunto de medidas establecido a nivel internacional para incorporar los riesgos sistémicos a la gestión de riesgo de las entidades bancarias y hacer frente a la enorme interdependencia entre los sistemas bancarios de todos los países, ha endurecido algunos de los requisitos de capital, liquidez o colchones contracíclicos que resultaron totalmente insuficientes en las anteriores crisis. Desde hace varios años, tanto el BIS como el Banco Central Europeo, la FED o el Banco de Inglaterra, entre otros, y gracias a la presión de muchas organizaciones sociales y académicas, empezaron a darse cuenta de la importancia del riesgo climático como riesgo sistémico y han estado trabajando activamente para integrar la gestión de riesgos climáticos dentro del marco prudencial existente, que incluye los principios de Basilea III, y en algunos casos, desarrollando nuevas guías y expectativas que complementan Basilea III.
Riesgos climáticos y de transición
Los costes estimados del cambio climático para la economía global son asombrosos (38 billones de dólares al año hasta 2049, según un estudio reciente) y las instituciones financieras podrían estar subestimando las pérdidas de los inversores por el riesgo climático físico hasta en un 70 %. El cambio climático ya está causando estragos en los sectores de seguros y vivienda. Las viviendas y propiedades en Estados Unidos podrían estar sobrevaloradas en billones de dólares debido a los riesgos climáticos, lo que podría desencadenar una crisis como la de las hipotecas basura que causó la crisis de 2008. Hay dos tipos de riesgos climáticos:
1. Riesgos climáticos físicos
Son riesgos derivados de las posibles pérdidas producidas por catástrofes naturales, eventos de clima extremos y demás consecuencias negativas del calentamiento global producido por los gases de efecto invernadero. Hemos podido comprobar en muchas partes del mundo la devastación económica que producen estos desastres naturales, y si las empresas a las que los bancos prestan se ven afectadas, es posible que su capacidad para devolver los préstamos quede en entredicho, poniendo en jaque la solvencia de las entidades. A día de hoy el más mínimo rumor infundado sobre la iliquidez o insolvencia de una entidad bancaria puede desatar un pánico al momento, debido en parte a la velocidad con la que el mundo digital permite intercambiar información y retirar fondos de las entidades. Cabe imaginar qué efecto puede tener una sospecha derivada de un evento climático extremo o una catástrofe natural. La interconexión es evidente, a menos que como la administración Trump, no te tomes el cambio climático muy en serio.
2. Riesgos de transición
Frente a un escenario de destrucción mutua asegurada de la capacidad productiva de todo el globo si no hacemos nada para reducir las emisiones y regenerar los daños causados por el ser humano en nuestro medio natural, cabe esperar algún tipo de respuesta coordinada y global por parte de nuestras instituciones. Algo que aunque de manera totalmente insuficiente estamos viendo. Y este tipo de medidas para mitigar el cambio climático y prevenir sus peores efectos tienen un impacto económico. Por eso hablamos de riesgos de transición. Hacen referencia a la exposición de las entidades bancarias a las posibles pérdidas de empresas a las que prestan dinero derivadas de la obligatoria adaptación a las exigencias regulatorias de corte ambiental y social que se esperan de todas las administraciones.
Resultado de la reunión
La implementación de un estricto marco de evaluación de riesgos climáticos implica un impulso enorme a la financiación de proyectos sostenibles y resilientes frente a los más contaminantes o sensibles al cambio climático. Para quienes esperábamos un firme compromiso en esta dirección la reunión ha resultado ligeramente preocupante ya que se ha cedido en algunos puntos clave a la presión desregulación, aunque por suerte no del todo.
Existía el riesgo real de que el GHOS diera al traste directamente con el Grupo de Trabajo sobre Riesgos Financieros relacionados con el Clima (TFCR) encargado de la elaboración de las guías para la evaluación de riesgos climáticos y de transición, dando un duro golpe al futuro del planeta. El grupo de trabajo fue creado por el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea en 2020. Se ha centrado en varios informes, incluyendo el informe, aún no publicado, que establece un marco global para que los bancos divulguen los riesgos climáticos, y publicó un conjunto de principios para que los bancos y sus supervisores aborden las amenazas del calentamiento global.
Disolver el TFCR en este momento enviaría una señal profundamente regresiva y peligrosa. Sugeriría que los riesgos relacionados con el clima para el sistema bancario han disminuido, algo que contradice tanto las pruebas científicas como las repercusiones financieras en el mundo real. Los riesgos climáticos físicos -desde inundaciones a incendios forestales- están aumentando en todas las jurisdicciones, incluidas Norteamérica y Asia. Estos riesgos son de naturaleza prudencial y deben seguir siendo competencia del BCBS.
Poner fin al TFCR supondría:
- Socavar la credibilidad del BCBS como organismo normativo con visión de futuro
- Señalar que el riesgo climático es político, no prudencial, dañando la confianza en la independencia de los bancos centrales y los reguladores
- Desvincular al BCBS del consenso regulatorio global de que el riesgo climático debe ser comprendido, divulgado y gestionado en todo el sistema financiero
«La disolución del grupo de trabajo sobre clima del Comité de Basilea representaría un preocupante retroceso en la coordinación regulatoria global, precisamente cuando más la necesitamos. A medida que nos acercamos peligrosamente a superar los 1,5 °C, los impactos climáticos físicos se manifiestan más rápido de lo previsto, desde inundaciones sin precedentes hasta sequías prolongadas que amenazan directamente las carteras de crédito y la valoración de los activos», afirmó el Dr. Jesse Abrams, climatólogo del equipo Green Futures Solutions de la Universidad de Exeter y coautor del informe Planetary Solvency.
Aunque el representante de la FED propuso en la agenda del BCBS que se desmantelara el grupo de trabajo para integrar riesgos climáticos en la supervisión y en la transparencia bancaria, esto no se hizo pero sí ha habido algunos cambios muy preocupantes:
Voluntaria aplicación en vez de obligatoria
En lugar de ser un marco obligatorio, las reglas que se prevé publicar para que la banca integre el riesgo climático en su gestión de riesgos serán voluntarias para las jurisdicciones (el gobierno podrá decidir si implementar dichas obligaciones o no). En realidad, las normas de Basilea III ya fueron voluntarias, pero entre las organizaciones de la sociedad civil había la expectativa de que el tratamiento del riesgo climático se convirtiera en algo obligatorio debido a la dimensión esperada de su impacto.
«Las últimas investigaciones muestran que los riesgos climáticos aumentan el coste de la deuda soberana», afirmó el profesor Ben Groom, titular de la Cátedra Dragon Capital en Economía de la Biodiversidad de la Universidad de Exeter, «por lo que es un tema de absoluta preocupación para cualquier banco central. Esto es especialmente cierto en países vulnerables al clima con instituciones menos funcionales».
«Estos riesgos, como la inflación derivada de las malas cosechas y la caída de los ingresos petroleros del gobierno ante la rápida adopción de vehículos eléctricos, persisten a pesar de que Estados Unidos se esconda. Ignorarlos conducirá a un mundo menos seguro».
No se considerarán los riesgos de transición
A pesar del potencial de la regulación bancaria para producir cambios económicos reales, la propuesta es gestionar sólo el riesgo climático físico y no el riesgo de transición. Pero esto es un grave error ya que el sector financiero no solo está expuesto a estos riesgos crecientes, sino que se encuentra en una posición privilegiada para impulsar la transición y fortalecer la resiliencia ante fenómenos meteorológicos extremos que representan amenazas tanto para la seguridad humana como para la financiera. La retirada del Grupo de trabajo sobre riesgos climáticos sobre esta cuestión socava la estabilidad del sistema y la capacidad del sector bancario para catalizar una transformación urgente. Con los eventos extremos climáticos que ya están poniendo a prueba los balances de los bancos y las vías de transición gravemente desfinanciadas, la fragmentación regulatoria es algo que no podemos permitirnos.
Estas decisiones marcan una tendencia preocupante para Europa al comprometer la estabilidad del sistema para poder competir a la baja frente a los bancos estadounidenses. El mayor peligro es que cambie la regulación CRR y la directiva CRD, que son las que imponen requisitos mínimos de capital más altos cuando el riesgo es mayor.
“Se nos acaba el tiempo para actuar, dados los puntos de inflexión climáticos que enfrentamos y las graves consecuencias financieras para las comunidades y nuestro sistema financiero”, declaró Anne Perrault, asesora sénior de políticas de financiación climática de Public Citizen.Otros bancos centrales se han comprometido a seguir luchando contra el cambio climático, con o sin Estados Unidos.