El coronavirus mantiene al mundo en estado de shock. En lugar de combatir las causas estructurales de la pandemia, los gobiernos se están centrando sólo en medidas de emergencia
YAAK PABST
Conversamos con Rob Wallace sobre los peligros del COVID-19, la responsabilidad de los agronegocios y las soluciones sostenibles para combatir las enfermedades infecciosas. Wallace es biólogo evolutivo y fitogeografo para la salud pública en los Estados Unidos. Ha trabajado sobre varios aspectos de las nuevas pandemias durante 25 años y es el autor del libro Big Farms Make Big Flu (Grandes granjas hacen grandes gripes).
¿Cómo de peligroso es el coronavirus?
Depende
de dónde te encuentres en el momento del brote local de COVID-19:
nivel inicial, nivel máximo, tardío. También depende del tipo
respuesta que estén dando las instituciones de salud pública en tu
región. De cuáles son sus datos demográficos, cuántos años
tienes, si estás inmunológicamente sano en el momento del contagio,
o cuál es tu salud subyacente. También puedes ser una persona no
diagnosticable por tu inmunogenética, la genética subyacente que te
da una respuesta inmune al virus, y es posible que el virus no
presente síntomas.
¿Entonces,
todo este alboroto alrededor del virus es sólo una estrategia para
asustar a las personas?
No,
ciertamente no. El COVID-19 registraba una tasa de letalidad o de
estadísticas de muerte por el virus (CFR -Case Fatality Rate-) de
entre 2 y 4% al comienzo del brote en Wuhan. Fuera de Wuhan, el CFR
parece caer más o menos al 1% e incluso por debajo, pero también
parece aumentar en puntos aquí y allá, incluso en lugares de Italia
y Estados Unidos. Su rango no parece muy elevado en comparación con,
por ejemplo, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) en el 10%;
la gripe de 1918, 5-20%; la gripe aviar H5N1, el 60%; y, en algunos
puntos, el Ebola, el 90%. Pero ciertamente, supera el 0,1% de CFR de
la incidencia de la gripe estacional. Sin embargo, el peligro no es
sólo una cuestión de tasa de mortalidad, sino que también tenemos
que afrontar lo que se llama penetración de la tasa de ataque
comunitario: qué penetración tiene el brote entre el conjunto de la
población mundial.
¿Puedes
ser más específico?
La
red global de viajes tiene una conectividad récord. Sin vacunas ni
antivirales específicos para el coronavirus ni ninguna inmunidad en
estos momentos, incluso un virus con sólo un 1% de mortalidad puede
suponer un peligro considerable. Con un periodo de incubación de
hasta dos semanas y cada vez más evidencias de que hay transmisión
antes de la enfermedad -antes de que sepamos que las personas están
infectadas-, pocos sitios estarían libres de infección. Si, por
ejemplo, COVID-19 registra un 1% de víctimas mortales, el proceso de
infección de cuatro mil millones de personas supondrá 40 millones
de muertos. Una pequeña proporción de un gran número puede
representar un gran número.
Estos
son datos alarmantes teniendo en cuenta que la virulencia del
patógeno es considerablemente menor…
Absolutamente,
y sólo estamos al principio del brote. Es importante comprender que
muchas infecciones nuevas cambian en el transcurso de las epidemias.
La infectividad, la virulencia o ambas pueden atenuarse. Por otra
parte, otros brotes aumentan en virulencia. La primera ola de la
pandemia de gripe, la primavera de 1918, fue una infección
relativamente leve. Fueron la segunda y tercera ola de aquel invierno
y hasta 1919 las que mataron millones de personas.
Pero
los epidemiólogos escépticos sostienen que hay menos personas
infectadas y muertas por coronavirus que para la gripe estacional
típica. ¿Qué piensas?
Sería
el primero en celebrarlo si este brote demuestra ser un fracaso. Pero
estos esfuerzos para descartar COVID-19 como un posible peligro,
citando otras enfermedades mortales -especialmente la gripe-, son un
recurso retórico mal utilizado para hablar de la preocupación sobre
el coronavirus.
¿Entonces,
la comparación con la gripe estacional cojea?
Tiene
poco sentido comparar dos patógenos en diferentes momentos de sus
curvas de desarrollo. Sí, la gripe estacional infecta muchos
millones en todo el mundo, matando, según estimaciones de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta 650.000 personas al
año. El COVID-19, sin embargo, sólo está comenzando su viaje
epidemiológico, y a diferencia de la gripe, no tenemos vacuna ni
inmunidad colectiva para frenar la infección y proteger las
poblaciones más vulnerables.
Incluso,
si la comparación es engañosa, ambos virus pertenecen al grupo
específico ARN, ambos afectan el área de la boca y la garganta y, a
veces, también los pulmones. Ambos son bastante contagiosos…
Estas
son similitudes superficiales que no tienen en cuenta una diferencia
importante entre los dos patógenos. Sabemos mucho sobre la dinámica
de la gripe. Sabemos muy poco sobre COVID-19, que está lleno de
incógnitas. De hecho, hay mucha información del comportamiento del
COVID-19 que no conoceremos hasta que el brote se desarrolle por
completo. Al mismo tiempo, es importante comprender que no se trata
de COVID-19 versus gripe estacional. Es el COVID-19 y la gripe. El
hecho de la aparición de múltiples infecciones capaces de
convertirse en una pandemia, atacando las poblaciones de manera
combinada, debería ser la preocupación principal y central.
Has
estado investigando epidemias y sus causas durante varios años. En
tu libro ‘Big Farms Make Big Flu’ intentas establecer conexiones
entre las prácticas agrícolas industriales, la agricultura orgánica
y la epidemiología viral. ¿Cuáles son?
El
verdadero peligro de cada nuevo brote es el fracaso, o mejor dicho,
la negativa voluntaria intentar comprender que cada nuevo COVID-19 no
es un incidente aislado. El aumento de la aparición de virus está
estrechamente relacionado con la producción de alimentos y la
rentabilidad de las corporaciones multinacionales. Cualquiera que
pretenda comprender por qué los virus se están volviendo más
peligrosos debe investigar el modelo industrial de agricultura y, más
específicamente, la producción ganadera. En la actualidad, pocos
gobiernos y pocos científicos están preparados para hacerlo, todo
lo contrario. Cuando surgen los nuevos brotes, los gobiernos, los
medios de comunicación y, incluso, la mayoría de los centros
médicos están tan concentrados en la emergencia por separado, que
descartan las causas estructurales que están conduciendo múltiples
patógenos marginados a un fenómeno global inesperado.
¿Quiénes son los responsables?
He
mencionado la agricultura industrial. El gran capital encabeza el
acaparamiento de tierras en los últimos bosques primarios y tierras
de cultivo de pequeños propietarios en todo el mundo. Estas
inversiones impulsan la deforestación y un desarrollo que conduce a
la aparición de enfermedades. La diversidad funcional y la
complejidad que representan estas enormes extensiones de tierra se
están racionalizando de tal modo que los patógenos, previamente
cerrados, se están extendiendo a las comunidades locales de ganado y
humanos. En resumen, los centros de capital, lugares como Londres,
Nueva York y Hong Kong, deben considerarse nuestros principales
puntos críticos de enfermedades.
¿De
qué enfermedades hablamos?
En
este momento, no hay patógenos libres de la influencia del capital.
Incluso los más remotos se ven afectados aunque sea desde la
lejanía. El Evola, el Zika, los coronavirus, la fiebre amarilla
nuevamente, una variedad de gripes aviares y la peste porcina
africana se encuentran entre muchos de los patógenos que salen de
las zonas más remotas del interior (de los ecosistemas salvajes)
hacia las zonas periurbanos, las capitales regionales y, finalmente,
hacia la red global de viajes. De los murciélagos en el Congo hasta
matar gente que toma el sol en Miami en pocas semanas.
¿Cuál
es el papel de las empresas multinacionales?
El
planeta Tierra es en gran parte un Planet Farm (planeta granja),
tanto en cuanto a biomasa como tierra utilizada. El agronegocio tiene
como objetivo acaparar el mercado de alimentos. La casi totalidad del
proyecto neoliberal se organiza en torno a los esfuerzos para apoyar
a las empresas con sede en los países industrializados más
avanzados para robar la tierra y los recursos de los países más
débiles. Como resultado, muchos de estos nuevos patógenos
previamente controlados por ecologías forestales de larga evolución
están siendo liberados, amenazando al mundo entero.
¿Qué
efectos tienen los métodos de producción del agronegocio?
La
agricultura dirigida por el capital que reemplaza las ecologías más
naturales ofrece los medios perfectos para los que los patógenos
pueden desarrollar los fenotipos más virulentos e infecciosos. No se
podría diseñar un sistema mejor para engendrar enfermedades
mortales.
¿Cómo es esto posible?
La expansión de los monocultivos genéticos de animales domésticos elimina cualquier cortafuegos inmune disponible para desacelerar la transmisión. Las grandes dimensiones y densidades de población facilitan mayores tasas de transmisión. Tales condiciones de hacinamiento deprimen la respuesta inmune. La alta productividad, como parte indisoluble de cualquier producción industrial, provee continuamente el suministro de nuevos materiales susceptibles al virus, y que alimentan la evolución de la virulencia. En otras palabras, el agronegocio está tan enfocado en las ganancias, que la selección de un virus que podría matar mil millones de personas se considera un riesgo que vale la pena asumir.
¿Cómo?
Estas
compañías pueden externalizar los costes de sus operaciones
pidemiológicamente peligrosas en todo lo demás. Desde los propios
animales hasta los consumidores, los trabajadores agrícolas, los
entornos locales y los gobiernos de todas las jurisdicciones. Los
daños son tan extensos, que si imoputáramos estos costes a los
balances de la compañía, los agronegocios, como sabemos, acabarían
para siempre. Ninguna compañía podría soportar los costes del daño
que causa.
Muchos
medios sitúan el punto de partida del coronavirus en un mercado de
alimentos exóticos en Wuhan. Es así?
Sí
y no. Hay pistas espaciales que apuntan aquí. El seguimiento de
contactos de infecciones vinculadas se remonta al mercado mayorista
de alimentos marinos de Hunan en Wuhan, donde se vendieron animales
salvajes. El muestreo ambiental parece señalar el extremo oeste del
mercado, donde había estos animales salvajes. ¿Pero, cómo de atrás
hay que ir para investigar y con qué amplitud debemos hacerlo?
¿Cuándo, exactamente, comenzó la emergencia? El enfoque en el
mercado pierde los orígenes de la agricultura silvestre en el
interior y su creciente capitalización. A nivel mundial, y en China,
los alimentos silvestres están formalizandos como sector económico.
Pero su relación con la agricultura industrial se extiende más allá
de simplemente compartir los mismos capitales. A medida que la
producción industrial (porcina, de aves y similares) se expande
hacia el bosque primario, va presionando todos aquellos que cultivan
alimentos silvestres para que se adentren más en el bosque para
encontrar animales salvajes, lo que aumenta la interfaz y la
propagación de nuevos patógenos, incluido el COVID-19.
El
COVID-19 no es el primer virus que se desarrolla en China y el
gobierno trata de ocultar.
Sí,
pero esta no es una manera de actuar específicamente china. Los
Estados Unidos y Europa también han servido como origen para nuevas
gripes, recientemente el H5N2 y el H5Nx, y sus multinacionales y
representantes neocoloniales impulsaron la aparición del Ébola en
África occidental y el Zika al Brasil. Los funcionarios de salud
pública de EE.UU. protegieron los agronegocios durante los brotes
del H1N1 (en 2009) y el H5N2.
La
OMS ha declarado ahora una emergencia sanitaria de interés
internacional. ¿Es adecuado?
Sí.
El peligro de tal patógeno es que las autoridades sanitarias no
tienen un control sobre la distribución estadística del riesgo. No
tenemos idea de cómo puede responder el patógeno. Pasamos de un
brote en un mercado a infecciones en todo el mundo en cuestión de
semanas. El patógeno podría quemarse. Esto sería genial, pero no
lo sabemos. Una mejor preparación mejoraría las probabilidades de
socavar la velocidad de propagación del patógeno. La declaración
de la OMS también es parte de lo que yo llamo “teatro
pandémico”. Las organizaciones internacionales han muerto ante
la inacción. La Liga de las Naciones (previo a la ONU) nos vuelve a
la mente. El grupo de organizaciones de la ONU siempre está
preocupado por su relevancia, poder y financiación. En cambio, esta
organización y sus diferentes agencias podrían haber convergido en
la preparación y prevención reales que el mundo necesita para
interrumpir las cadenas de transmisión del COVID-19.
La
reestructuración neoliberal del sistema de atención médica ha
empeorado tanto la investigación como la atención general de los
pacientes, por ejemplo los hospitales. ¿Qué diferencia podría
comportar un sistema de salud mejor dotado para combatir el
virus?
Existe
la terrible historia del empleado de la compañía de dispositivos
médicos de Miami que, al volver de China con síntomas similares a
la gripe, hizo lo correcto para su familia y comunidad y exigió que
un hospital local le examinara de COVID-19. Le preocupaba que su
opción mínima del Obamacare no cubriera las pruebas. Él estaba en
lo correcto, dado que la prueba costaba 3.720 dólares. Una demanda
estadounidense podría ser una orden de emergencia que estipule que
durante un brote de pandemia, el gobierno federal pagará todas las
facturas médicas pendientes relacionadas con la prueba de infección
y el tratamiento después de un positivo. Queremos alentar a las
personas a buscar ayuda, después de todo, en lugar de esconderse e
infectar otra gente, porque no pueden pagar el tratamiento. La
solución obvia es un servicio nacional de salud, con todo el
personal necesario y equipado para gestionar las emergencias de toda
la comunidad, de manera que nunca se desalientan la cooperación
comunitaria.
Tan
pronto como se descubre el virus en un país, los gobiernos de todo
el mundo reaccionan con medidas autoritarias y punitivas, como una
cuarentena obligatoria de áreas enteras de tierra y ciudades. ¿Están
justificadas medidas tan drásticas?
El
uso de un brote para probar el control autocrático después del
brote demuestra la inmoralidad y el carácter deshonesto de la
gestión capitalista de los desastres. En relación a la salud
pública, yo me posiciono al lado de la verdad y la compasión, que
de hecho son importantes variables epidemiológicas. Sin cualquiera
de las dos, las leyes perderán el apoyo de la población. Un sentido
de solidaridad y respeto común es una parte fundamental para obtener
la cooperación que necesitamos para sobrevivir juntos tales
amenazas. Las cuarentenas automáticas con el apoyo adecuado
-Registros de brigadas de vecinos capacidades, camiones de suministro
de alimentos que van de puerta a puerta, permiso de trabajo y seguro
para desempleo- pueden generar este tipo de cooperación. Todos
estamos juntos en esto.
Como
sabrás, en Alemania, la AFD es un partido nazi ‘de facto’ con 94
escaños en el Parlamento. La ultraderecha y otros grupos en
asociación con políticos del AFD usan la crisis del coronavirus.
Difunden falsos informes sobre el virus y exigen más medidas
autoritarias al gobierno: restringir los vuelos y la entrada a las
personas migrantes, el cierre de fronteras y la cuarentena
forzada.
La
ultraderecha quiere utilizar lo que hoy son enfermedades globales
para “racialitzar” las prohibiciones de viajar y el cierre de
fronteras. Esto es, por supuesto, un sin sentido. En este punto, dado
que el virus ya se está propagando por todas partes, lo más sensato
es trabajar para desarrollar la resistencia de la salud pública para
que no importe quien recurra con una infección, para que tengamos
los medios para tratar y curar. Y, por supuesto, que se deje de robar
la tierra a los pueblos originarios y provocar los éxodos en primer
lugar, sólo así podremos evitar que los patógenos emerjan.
¿Cuáles
serían los cambios sostenibles?
Para
reducir la aparición de nuevos brotes de virus, la producción de
alimentos debe cambiar radicalmente. La autonomía de los
agricultores y un sector público fuerte pueden frenar la aparición
ambiental de cadenas de contagio unidireccionales y las infecciones
descontroladas. Introducir variedades de ganado y cultivos, y
reestructuración estratégica, tanto a nivel de granja como
regional. Permitir que los animales para alimentación se reproduzcan
en el lugar para transmitir inmunidades probadas. Conectar la
producción justa con la circulación justa. Apoyar a los subsidios
de precios y los consumidores que favorezcan la producción
agroecológica. Es importante que se defiendan estas medidas ante las
compulsiones que la economía neoliberal impone a los individuos y
las comunidades, así como las amenazas de la represión del Estado
dirigidas por las fuerzas del capital.
¿Cuáles
deberían ser las demandas de la izquierda revolucionaria ante la
creciente dinámica de brotes?
La
agroindustria como modo de reproducción social debe terminar para
siempre, aunque sólo sea por una cuestión de salud pública. La
producción de alimentos altamente capitalizada depende de prácticas
que ponen en peligro toda la humanidad, en este caso ayudando a
desatar una nueva pandemia mortal. Deberíamos exigir que los
sistemas alimentarios se socialicen de tal forma que, en primer
lugar, se evite la aparición de agentes patógenos tan peligrosos.
Esto requerirá, primero, reintegrar la producción de alimentos a
las necesidades de las comunidades rurales. También requerirá
prácticas agroecológicas que protejan el medio ambiente y los
agricultores en la medida que cultivan nuestros alimentos. En
general, debemos sanar las fallas metabólicas que separan nuestras
ecologías de nuestras economías. En resumen, tenemos un planeta
para ganar.
Excelente artículo. El diagnóstico estructural que hace desde años lo clava. Gracias!!