Debería escandalizarnos profundamente que, en muchos países, en conjunto, las opciones políticas y las respuestas políticas a la crisis del coste de la vida aumenten en realidad la desigualdad económica y la miseria que causa
Kate Pickett**
Parece que nos tambaleamos de crisis en crisis estos días: a la crisis financiera mundial de 2008 le ha seguido la crisis del coste de la vida, la crisis climática está causando sequías, olas de calor y otras catástrofes medioambientales en todo el mundo, y estamos en medio de múltiples pandemias, no solo de Covid-19. Una de esas pandemias es la enfermedad mental. La Organización Mundial de la Salud considera que la depresión es la principal causa de enfermedad y discapacidad en todo el mundo; en sus últimas estimaciones pre-pandémicas de 2017, más de 300 millones de personas vivían con depresión, y la prevalencia había aumentado considerablemente desde 2005.
La situación de las enfermedades mentales sigue empeorando, y gran parte de la presión actual sobre la salud mental es fácil de entender. En los últimos años ha aumentado la conciencia de los factores determinantes de la salud mental. El marco Power Threat Meaning para explicar la salud mental vincula factores sociales más amplios como la pobreza, la discriminación y la desigualdad, junto con experiencias individuales traumáticas como vías para el malestar emocional y el comportamiento problemático. La pandemia de Covid-19 incrementó los problemas de salud mental de forma directa, ya que todos nos preocupamos por nuestra propia salud y el bienestar de nuestros seres queridos, e indirectamente a través de las consecuencias imprevistas de los confinamientos y otras medidas que se tomaron para reducir la transmisión. En la ciudad de Bradford, en el norte de Inglaterra, donde trabajo con un equipo centrado en la salud y el bienestar de los niños y las familias, vimos como se duplicaba la prevalencia de los niveles clínicos de depresión y también un aumento de la soledad, la inseguridad económica, alimentaria y de vivienda. Las familias informaron de graves preocupaciones por la salud, la tensión de gestionar múltiples responsabilidades, la pérdida de apoyo social y la imposibilidad de desconectarse de lo que estaba sucediendo en la pandemia. Ahora, con el aumento de los costes del combustible y la energía, pero también de los precios de los alimentos y de la vivienda, todos los que viven en la pobreza se enfrentan a niveles extremos de ansiedad y estrés.
Pero los efectos de lo que está sucediendo en la economía mundial, no sólo repecutirán en la salud mental de los pobres. Incluso aquellos que antes se sentían cómodos económicamente ahora están preocupados por el aumento de las facturas de combustible y el impacto de la inflación en sus hipotecas. Los ingresos reales promedio han disminuido – la mayoría de nosotros ahora tenemos que cubrir más con menos.
Es importante señalar que no es sólo la pobreza y la falta de recursos materiales lo que está impulsando la pandemia mundial de enfermedades mentales. Muchas enfermedades mentales se desencadenan o agravan por cuestiones de superioridad e inferioridad. La desigualdad misma, la brecha entre ricos y pobles, causa problemas de salud mental a gran escala. Esto se debe a que, en las sociedades más desiguales, las comparaciones sociales se vuelven tóxicas, aumentan las ansiedades sobre el estatus social y algunas personas se hunden en la depresión y la ansiedad, mientras que otras responden con el narcisismo y la psicosis. La desigualdad está vinculada a niveles más bajos de felicidad debido a la mayor desconfianza y a la mayor competencia por el estatus en sociedades más desiguales. Las diferencias en los niveles de enfermedad mental entre países más y menos iguales son grandes precisamente porque la desigualdad afecta a casi todos y de muchas maneras.
Las revisiones sistemáticas de los estudios de investigación que abarcan un gran número de participantes proporcionan pruebas sólidas de que la desigualdad económica tiene consecuencias psicológicas y afecta a las enfermedades mentales , y de que las medidas de austeridad tienden a emperorar la salud mental y aumentar las desigualdades. Ante esta evidencia, debería escandalizarnos profundamente que, en muchos países, en conjunto, las opciones políticas y las respuestas políticas a la crisis del coste de la vida aumenten en realidad la desigualdad económica y la miseria que causa.
Aunque la mayoría de los gobiernos pueden señalar las medidas adoptadas para mitigar la crisis, en general serán insuficientes para ayudar a las personas a mantenerse al día con el aumento de los costes y, en algunos casos, las políticas están aumentando activamente la brecha entre ricos y pobres.
Por ejemplo, en el Reino Unido, el gobierno ha implantado un impuesto extraordinario de un año a las empresas de gas y petróleo, ha dado a todos los hogares un pago único como descuento energético, así como dinero extra a las personas mayores y a los que reciben prestaciones de la seguridad social y ha congelado las facturas energéticas de los hogares durante dos años. Se han entregado más de 1.000 millones de libras a los gobiernos locales para ayudar a los hogares más pobres. Pero aunque estas medidas ayudarán a aliviar la carga económica de muchos, no mitigarán por completo el aumento de los costes y la inflación, por lo que los pobres se empobrecerán. Y el Fondo Monetario Internacional ha advertido que el Plan de Crecimiento del gobierno del Reino Unido para 2022 aumentará la desigualdad, enriqueciendo a los ricos. Frente a la evidencia de que la desigualdad perjudica la salud y el bienestar de la población, las estrategias y opciones económicas actuales la están empeorando. En la mayor parte del mundo, las desigualdades de ingresos y riqueza dentro de los países han aumentado en las últimas décadas, incluso en Asia oriental, meridional, América del Norte y Europa.
Ha llegado el momento de alinear nuestra visión de las causas de la salud y el bienestar de la población, incluida la salud mental, con las estrategias políticas, económicas y sociales. Las nuevas políticas económicas centradas en el bienestar ya están en marcha en países como Finlandia, Islandia, Canadá y Nueva Zelanda que colaboran en el programa de la Asociación de Gobiernos de la Economía del Bienestar (WEGo) para impulsar políticas de bienestar que den prioridad a las personas y al planeta. Si bien Gales y Escocia también forman parte de la asociación y se ha hecho algunos avances, se podría hacer más para estar a la altura en sus ambiciones de una economía del bienestar.
Nueva Zelanda, por ejemplo, incluyó la salud mental como una de sus 5 áreas prioritarias para su presupuesto de bienestar que se lanzó en 2019 y facilitó una inversión de 1.900 millones de dolares neozelandeses en salud mental. Su presupuesto para 2022 incluye una inversión de 100 millones de dólares neozelandeses a lo largo de cuatro años que apoyará los servicios comunitarios de crisis, mejorará los servicios especializados en salud mental y adicciones para niños y adolescentes, y financiará programas de desarrollo laboral para los trabajadores de los servicios.
Sin embargo, lo que es importante es que el enfoque del bienestar no consiste simplemente en mitigar los resultados negativos de nuestro sistema económico actual, sino en reconocer que todos los aspectos de lo que constituye una buena vida deben considerarse de manera integral, ya sea el acceso a la sanidad y la educación o un fuerte sentido de pertenencia a la comunidad. Lo que necesitamos es crecer en bienestar, y crecer en un debate maduro y basado en la evidencia sobre lo que funciona, no crecer en un PIB anticuado.
____________________________________________________________
**Kate es coautora, con Richard Wilkinson, de The Inner Level: How More Equal Societies. Reduzca el estrés, restaure la sensatez y mejore el bienestar de todos. Sitio web: www.wilkinsonpickett.com
https://weall.org/in-turbulent-times-our-leaders-must-address-the-systemic-causes-driving-our-mental-health-problems-and-prioritise-wellbeing
Traduccion: Teresa Abril