Trabajar menos reduciría enormemente nuestra huella de carbono y además aportaría muchos otros beneficios.
Andre Spicer* The Guardian
Cuando los manifestantes de la Extinción Rebelión salieron a la calle, dudé de cuán efectivas serían sus tácticas para crear un cambio significativo. Afortunadamente, he comprobado que me equivoqué. Después de sus protestas, el público ahora ve la crisis climática como un tema urgente. Según una encuesta reciente, casi el 70% de las personas en el Reino Unido quieren una acción urgente en la emergencia climática. Muchos líderes políticos están escuchando. En uno de sus últimos actos como primera ministra, Theresa May estableció el objetivo de que el Reino Unido de alcanzar cero emisiones de carbono en 2050. Aunque la fecha de cero carbono podría ser mucho más temprana, es un paso importante en la dirección correcta.
Sin embargo, para lograr una economía más ecológicamente sostenible, cambiar las mentes no será suficiente, necesitamos cambiar los comportamientos. Pequeños ajustes, como no usar pajitas de plástico o minimizar el desperdicio de alimentos, harán alguna diferencia. Pero si lo que esperamos es hacer un progreso real, necesitamos realizar modificaciones más grandes en lo que hacemos. Un cambio de comportamiento que tendría un impacto positivo en el medio ambiente es una semana laboral de cuatro días.
Según un grupo de estudios recientes, trabajar menos es bueno para el medio ambiente. Un análisis mostró que si gastáramos un 10% menos de tiempo trabajando, nuestra huella de carbono se reduciría en un 14.6%. Si redujéramos las horas laborales en un 25%, o un día y cuarto cada semana, nuestra huella de carbono disminuiría un 36,6%. Otro estudio descubrió que si las personas de EE. UU (con evidentes largas jornadas laborales) trabajaran un nº de horas similares a las de los europeos (que trabajan mucho menos), consumirían aproximadamente un 20% menos de energía. Un análisis más reciente en los estados de EE. UU. demostró una fuerte relación positiva entre la cantidad de horas que trabajan las personas y sus emisiones de carbono. Cuanto más trabajaban, más contaminaban. Una semana laboral de cuatro días, en lugar de, por ejemplo, tomar más vacaciones o trabajar menos horas cada día, fue una excelente manera de reducir su impacto ambiental. La magnitud exacta de esa reducción no es clara, pero la investigación parece apuntar en la misma dirección: reducir la cantidad de horas que trabajamos ayudaría a reducir nuestro impacto en el medio ambiente.
Al trabajar menos, producimos menos bienes y servicios que requieren recursos valiosos para hacerlos. También consumimos menos en el proceso de hacer nuestro trabajo. Menos trabajo significa menos desplazamientos que consumen menos carbono, menos espacio en la oficina que consume energía y menos tiempo en los sistemas informáticos que consumen mucha energía. Además, trabajar menos ayudaría a romper el ciclo de trabajo-gasto. Menos horas de trabajo significa que tenemos más tiempo para hacer otras cosas, como viajar, preparar alimentos o arreglar artículos del hogar rotos. También es menos probable que dependamos de los ahorradores de tiempo que son costosos para el medio ambiente, como los viajes de alta velocidad o los alimentos para llevar que se entregan en contenedores de plástico por parte de alguien que monta una motocicleta.
«Trabajar menos ofrece a las personas una recompensa palpable a corto plazo en tiempo libre y beneficia al medio ambiente a largo plazo»
Pero reducir la cantidad de horas de trabajo podría no garantizar un recorte de las emisiones ambientales. En realidad, podría ser perjudicial para el clima si las personas utilizaran su nuevo tiempo libre para hacer cosas que son más perjudiciales para el medio ambiente. En lugar de trabajar, podrían viajar largas distancias de vacaciones o ir de compras. La buena noticia es que existe evidencia de que cuando las personas tienen tiempo libre, tienden a gravitar hacia actividades de bajo impacto ambiental. Cuando Francia instituyó una semana laboral de 35 horas en el 2000, las personas desarrollaron valores menos materialistas y tendieron a usar su tiempo libre con sus familias, descansando o participando en eventos deportivos o culturales.
Para garantizar que las personas elijan actividades con un bajo impacto ambiental, debemos proporcionar una «infraestructura de convivencia». Eso significa tener instalaciones públicas de buena calidad que permitan a las personas usar su tiempo de maneras divertidas que no perjudiquen al planeta. Los ejemplos de infraestructura de convivencia incluyen parques, bibliotecas, huertos urbanos, senderos para caminar y andar en bicicleta, espacios comunitarios y campos de deportes.
Reducir el tiempo que pasamos trabajando sería bienvenido por muchos. Una encuesta reciente del Reino Unido mostró que el 74% de las personas apoyaba una semana de cuatro días. Los experimentos con semanas laborales más cortas que se remontan a la década de 1970 mostraron que los empleados solían estar más satisfechos con su trabajo. Investigaciones más recientes han encontrado que pasar menos tiempo en el trabajo también ayudaría a lidiar con otros problemas, como hacer que el trabajo fuese más accesible para las mujeres, reducir las desigualdades entre el exceso de trabajo y la falta de trabajo y hacer que las organizaciones fueran más productivas. Una variedad de organizaciones, entre ellas un pequeño bufete de abogados del Reino Unido, algunas escuelas públicas de los Estados Unidos y una compañía de seguros de Nueva Zelanda están experimentando con la política.
A medida que luchamos por encontrar formas de hacer que nuestro mundo sea más sostenible, necesitamos identificar innovaciones que nos den beneficios tangibles a corto plazo, pero que también sean buenos para el planeta a largo plazo. Con demasiada frecuencia, las medidas para abordar la crisis climática parecen demasiado abstractas, demasiado distantes y demasiado dolorosas. Trabajar menos es diferente. Proporciona a las personas una recompensa palpable a corto plazo en forma de tiempo libre y beneficia al medio ambiente a largo plazo. Una semana laboral más corta podría ser uno de esos cambios que son a la vez, excelentes para el planeta como buenos para nosotros, sin tener que ser un científico del clima para entenderlo.
• Andre Spicer es profesor de comportamiento organizacional en la Cass Business School at City, Universidad de Londres
Traducción Neus Casajuana