Sobre tecnología y decrecimiento

El debate público sobre el decrecimiento se basa en una falsa dicotomía. El verdadero conflicto no es entre tecnología y antitecnología. Se trata de cómo imaginamos la tecnología y de las condiciones en las que se despliega

Jason Hickel*

Quiero abordar un problema que parece surgir repetidamente en los debates públicos sobre el crecimiento verde y el decrecimiento. Algunos comentaristas prominentes parecen asumir que el debate aquí es principalmente sobre la cuestión de la tecnología, con el crecimiento verde promoviendo soluciones tecnológicas a la crisis ecológica, mientras que el decrecimiento promueve solo soluciones económicas y sociales (y en las tergiversaciones más flagrantes se presenta como “anti-tecnologíca”). Esta narrativa es inexacta, e incluso una revisión superficial de la literatura es suficiente para aclarar esto. De hecho, la investigación sobre el decrecimiento abarca el cambio tecnológico y las mejoras en la eficiencia, en la medida (crucialmente) en que estas sean empíricamente factibles, ecológicamente coherentes y socialmente justas. Pero también reconoce que esto por sí solo no será suficiente: también son necesarias transformaciones económicas y sociales, incluida una transición para salir del capitalismo. Por lo tanto, el debate no es principalmente sobre la tecnología, sino sobre la ciencia, la justicia y la estructura del sistema económico.


Tren de alta velocidad en la estación de Taichung, China

Ahora está bien establecido que los escenarios de crecimiento verde sufren un problema difícil. Comienzan con la suposición de que los países ricos en el “núcleo” del sistema mundial deberían continuar aumentando la producción y el consumo agregados (“crecimiento”) durante el resto del siglo. Pero el crecimiento no surge de la nada. Requiere energía. Los países ricos ya se apropian de niveles extremadamente altos de energía, muchas veces más que el resto del mundo y muy por encima de lo que se necesitaría para proporcionar una buena vida para todos.(1)

Este alto uso de energía es un problema, no solo porque está impulsando el colapso climático y contribuyendo a cruzar otros límites planetarios, sino también porque hace que una descarbonización suficientemente rápida (es decir, una descarbonización coherente con las cuotas justas de los presupuestos de carbono conformes con París) sea muy difícil de lograr, incluso con supuestos optimistas sobre la velocidad del despliegue de energía renovable.(2) Para resolver este problema, los escenarios de crecimiento verde recurren a varios supuestos profundamente problemáticos.(3)

Primero, suponen que podemos sobrepasar los límites del Acuerdo de París ahora y confiar en el despliegue masivo de tecnología especulativa de emisiones negativas en el futuro (principalmente bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, o BECCS, por sus siglas en inglés), para extraer el exceso de carbono de la atmósfera.Los científicos han lanzado importantes señales de alarma sobre este enfoque. BECCS requeriría vastas extensiones de tierra para el monocultivo de biocombustibles, hasta tres veces el tamaño de la India, apropiadas en su mayoría del Sur Global, lo que exacerbaría la deforestación, el agotamiento del suelo, el agotamiento del agua, la pérdida de biodiversidad y otros daños a los ecosistemas, al tiempo que limitaría la disponibilidad de alimentos. Confiar en este enfoque es injusto y ecológicamente incoherente. También es arriesgado, porque si, por cualquier razón tecnológica o política, este esquema no se puede escalar en el futuro, estaremos encerrados en una trayectoria de alta temperatura de la que será imposible escapar.(4)

Una segunda suposición importante en los escenarios de crecimiento verde es que se pueden lograr mejoras en la eficiencia hasta el punto de desvincular radicalmente el PIB del uso de energía. El principal problema aquí es que las supuestas tasas de desacoplamiento no están respaldadas en la literatura empírica: están muy por encima incluso de los logros documentados más heroicos. Además, los estudios empíricos revelan que en una economía orientada al crecimiento, las ganancias de las mejoras en la eficiencia tienden a aprovecharse para expandir los procesos de producción y consumo, lo que tiende a erosionar las reducciones absolutas en el uso de energía o materiales.(5) En resumen, las mejoras en la eficiencia son importantes, pero en una economía organizada en torno al crecimiento y la acumulación no dan los resultados que necesitamos. Por lo tanto, el problema no es principalmente nuestra tecnología, sino los objetivos de la economía.

Finalmente, los escenarios de crecimiento verde mantienen altos niveles de uso de energía en los países de altos ingresos restringiendo el uso de energía y, por lo tanto, el desarrollo en el Sur Global, en algunos casos a niveles que están por debajo de lo que se requiere incluso para las necesidades básicas.(6) Este enfoque es obviamente inmoral e injusto (me viene a la mente el término ecofascista), y claramente inaceptable para los negociadores del Sur Global. Vale la pena señalar aquí, además, que lograr y mantener una economía descarbonizada para los países de altos ingresos con sus niveles existentes de uso de energía (y de la automoción) requeriría niveles extraordinarios de extracción de materiales para toda la infraestructura energética y las baterías, la mayoría de las cuales se obtendrán del Sur Global a través de cadenas de suministro que ya son en muchos casos social y ecológicamente destructivas. Sí, necesitamos una transición de energía renovable. Pero el uso innecesariamente alto de energía en los países ricos significa que esta transición será más lenta y los costos sociales y ecológicos serán más altos.

En resumen, los escenarios de crecimiento verde ignoran la ciencia, asumen acuerdos increíblemente injustos y juegan con el futuro de la humanidad y de toda la vida en la Tierra, simplemente para mantener niveles cada vez mayores de producción agregada en los países de altos ingresos, que, como vamos a ver, ni siquiera son necesarios.

Los economistas ecológicos señalan que cuando rebajamos nuestras suposiciones sobre el cambio tecnológico a niveles que son, citando a la física y economista ecológica Julia Steinberger, “no demenciales”, y cuando rechazamos la idea de que el crecimiento en los países ricos debe mantenerse a expensas del Sur Global, queda claro que confiar en el cambio tecnológico no es suficiente, en sí mismo, para resolver la crisis ecológica. Sí, necesitamos un rápido despliegue de energías renovables, mejoras en la eficiencia y difusión de tecnología avanzada (estufas de inducción, electrodomésticos eficientes, bombas de calor, trenes eléctricos, etc.). Pero también necesitamos que los países de altos ingresos reduzcan drásticamente el uso agregado de energía y materiales a una velocidad superior a la que podrían alcanzar las mejoras de eficiencia por sí solas. Para lograr esto, los países de altos ingresos deben abandonar el crecimiento como objetivo y reducir activamente las formas de producción menos necesarias, para reducir directamente el exceso de energía y el uso de materiales.(7)

Esto nos lleva a un punto de importancia crítica. Debemos tener claro lo qué es realmente el crecimiento. No es innovación, ni progreso social, ni mejoras en el bienestar. Se define muy estrictamente como un aumento en la producción agregada, medida en precios de mercado (PIB). El PIB no hace distinción entre 100 $ en gases lacrimógenos y 100 $ en atención médica. Esta métrica no pretende medir lo que es importante para las personas, sino lo que es importante para el capitalismo. Por supuesto, lo importante para el capitalismo no es satisfacer las necesidades humanas o lograr el progreso social, sino maximizar y acumular capital. Si el progreso social y el bienestar son nuestro objetivo, no es el valor de mercado de la producción agregada lo que importa, sino lo que estamos produciendo (¿gas lacrimógeno o atención médica?), y si las personas tienen acceso a bienes y servicios esenciales (¿la sanidad es universal o privatizada?). Esto es básico para el pensamiento socialista.

Bajo el capitalismo, los bienes esenciales se infraproducen (transporte público) o se comercializan y tienen un precio fuera del alcance de los hogares de la clase trabajadora (vivienda, atención médica, educación superior, etc.). Esto explica por qué incluso en los países ricos, a pesar de sus altos niveles de producción agregada, muchas personas no pueden llegar a fin de mes. En los Estados Unidos, una cuarta parte de la población vive en viviendas precarias y casi la mitad no puede pagar la atención médica. En el Reino Unido, 4,3 millones de niños viven en la pobreza. ¿Por qué? Porque las fuerzas productivas están organizadas en torno a los intereses del capital y no en torno a los intereses de las personas.

El decrecimiento no exige la reducción de todas las formas de producción. Más bien, exige la reducción de las formas de producción ecológicamente destructivas y socialmente menos necesarias, como los vehículos utilitarios deportivos, los jets privados, las mansiones, la moda rápida, las armas, la carne industrial, los cruceros, los viajes aéreos comerciales, etc., mientras se recorta la publicidad y se prolonga la vida útil de los productos. (prohibiendo la obsolescencia programada e introduciendo garantías obligatorias a largo plazo y derechos de reparación), y reduciendo drásticamente el poder adquisitivo de los ricos. En otras palabras, apunta a formas de producción que se organizan principalmente en torno a la acumulación de capital y el consumo de élite. En medio de una emergencia ecológica, ¿deberíamos producir vehículos utilitarios deportivos y mansiones? ¿Deberíamos estar desviando energía para apoyar el consumo obsceno y la acumulación de la clase dominante? No. Esa es una irracionalidad que sólo el capitalismo puede querer.

Al mismo tiempo, los académicos del decrecimiento insisten en una política social fuerte para garantizar las necesidades y el bienestar humanos, con servicios públicos universales, salarios dignos, garantía de empleo público, reducción del tiempo de trabajo, democracia económica y desigualdad radicalmente reducida. (8) Estas medidas eliminan el desempleo y la precariedad económica y aseguran las condiciones materiales para una vida digna universal—de nuevo, principios socialistas básicos. Estos académicos exigen mejoras en la eficiencia, sí, pero también una transición hacia la suficiencia, la equidad y una economía poscapitalista democrática, donde la producción se organice en torno al bienestar para todos, como dijo Peter Kropotkin, en lugar de en torno a la acumulación de capital.

La virtud de este enfoque debería quedar inmediatamente clara para los socialistas. El socialismo hace hincapié en basar su análisis en la realidad material de la economía mundial. Hace hincapié en la ciencia y la justicia. Sí, el socialismo adopta la tecnología y promete de manera creíble administrar la tecnología mejor que el capitalismo, pero las visiones socialistas de la tecnología deben estar empíricamente fundamentadas, ser ecológicamente coherentes y socialmente justas. No deberían en absoluto apoyarse en la especulación o el pensamiento mágico, mucho menos en la perpetuación de las desigualdades coloniales. Las visiones de crecimiento verde chocan con estos valores socialistas centrales.

Podemos ver claramente el doble movimiento de eficiencia más suficiencia en los escenarios macroeconómicos de poscrecimiento y decrecimiento publicados. El modelo de decrecimiento Eurogreen, por ejemplo, comienza con un escenario de línea de base en el que todo sigue igual (“busines as usual”) y a continuación, añade medidas de eficiencia (como la tarificación del carbono, la mejora de la eficiencia, la innovación, la electrificación, la transición a las energías renovables, etc.) y, por último, políticas económicas y sociales transformadoras (reducción de la producción menos necesaria, semana laboral más corta, garantía de empleo, impuestos sobre el patrimonio, etc.) para obtener resultados.(9) Este mismo enfoque en dos partes es el que adopta el modelo LowGrow.(10) De hecho, esto es cierto incluso para el “escenario de estabilización” original del MIT World3 de los años setenta: primero despliega las medidas del escenario de “tecnología integral” y luego añade la estabilización de la producción.

Podemos ver los mismos principios en un estudio reciente sobre la descarbonización del sector del transporte en países de altos ingresos publicado en Nature. Los autores escriben: “Llegamos a la conclusión de que, además de la implementación de cambios en el diseño de vehículos para reducir las emisiones, es necesaria una reducción rápida y a gran escala en el uso de automóviles para cumplir con los estrictos presupuestos de carbono y evitar una alta demanda de energía”. (11) En otras palabras, Sí, necesitamos hacer la transición a los vehículos eléctricos, pero también necesitamos reducir la industria automovilística al mismo tiempo, mientras mejoramos y ampliamos las opciones de transporte público para garantizar la movilidad para todos. Eficiencia, sí. Innovación tecnológica, sí. Pero también la suficiencia y la equidad.

Este enfoque también se adopta en los recientes escenarios del modelo de “energía para vivir decentemente”, que se han convertido en una piedra de toque en la investigación sobre el decrecimiento.(12) Estos escenarios suponen fuertes mejoras en la eficiencia y tecnología avanzada, al mismo tiempo que organizan la producción en torno a la suficiencia y las necesidades humanas y reducen drásticamente la desigualdad. (13) Los resultados indican que si adoptamos este enfoque de dos partes (innovación tecnológica y suficiencia), sería posible garantizar niveles de vida decentes para una población mundial de diez mil millones de personas, más que el pico proyectado para mediados de siglo, mientras se reduce el uso de energía y se descarboniza lo suficientemente rápido como para limitar el aumento de la temperatura a menos de 1,5 °C para finales de siglo. Una breve nota: todos estos modelos tienen sus debilidades y los investigadores están desarrollando una nueva generación de modelos para dar cuenta de una gama más completa de políticas de decrecimiento, incluidas estrategias de descolonización y convergencia radical Norte-Sur en la economía mundial. (14)

Así pues, el debate público sobre el decrecimiento se basa en una falsa dicotomía. El verdadero conflicto no es entre tecnología y antitecnología. Se trata de cómo imaginamos la tecnología y de las condiciones en las que se despliega. La investigación sobre el decrecimiento reivindica con fuerza un enfoque más científico (y más justo) de las visiones tecnológicas.

¿Qué pasa con la cuestión del progreso tecnológico? En el discurso de los medios de comunicación, el crecimiento capitalista se confunde a menudo con el progreso tecnológico, o incluso se considera necesario para él. Pero, una vez más, se trata de un pensamiento superficial.

Sí, necesitamos innovación para resolver la crisis ecológica. Necesitamos mejores paneles solares, mejor aislamiento, mejores baterías, mejor reciclaje, mejores métodos para producir acero, etc. Pero no necesitamos un crecimiento agregado para obtener estas cosas. Si el objetivo es lograr tipos específicos de innovación, entonces enfoquémonos en ellos directamente en lugar de hacer crecer toda la economía de manera indiscriminada y esperar que mágicamente nos brinde la innovación que necesitamos. ¿Es realmente razonable hacer crecer la industria del plástico, la industria de la carne de vacuno y la industria de la publicidad para conseguir trenes más eficientes? ¿Realmente tiene sentido hacer crecer cosas sucias para obtener cosas limpias? Debemos ser más inteligentes que eso. Las innovaciones necesarias se pueden lograr directamente, a través de la inversión pública en innovación, al mismo tiempo que se reducen las formas de producción menos necesarias. De hecho, lo primero es posible gracias a lo segundo. El talento ingenieril que actualmente está organizado en torno al desarrollo, por ejemplo, de algoritmos publicitarios, puede removilizarse para desarrollar mejores energías renovables y sistemas de tránsito.

Además, debemos señalar que los imperativos del crecimiento capitalista limitan muy a menudo el progreso tecnológico. Bajo el capitalismo, las empresas organizan la innovación no en torno a objetivos socialmente necesarios, sino en torno a lo que sirve a su crecimiento y sus beneficios. Así que obtenemos innovaciones para maximizar la extracción de combustibles fósiles o maximizar la obsolescencia programada, pero muy poco en áreas que son claramente necesarias pero menos rentables (como la energía renovable) o nada rentables (como el transporte público, productos reparables o medicamentos para enfermedades tropicales desatendidas).(15) Además, incluso cuando las innovaciones son socialmente beneficiosas, a menudo están bloqueadas bajo patentes que impiden una rápida difusión (como con las vacunas COVID-19 y la tecnología de las baterías).

En un escenario socialista democrático, estas limitaciones podrían superarse. Podríamos liberar la innovación para servir a la sociedad y a la ecología en lugar de a los beneficios invirtiendo directamente en las innovaciones que necesitamos con tanta urgencia y garantizar la rápida difusión de las tecnologías necesarias.

Debería quedar claro por lo anterior que el decrecimiento se entiende mejor como un elemento dentro de una lucha más amplia por la transformación ecosocialista (y antiimperialista). Debemos lograr el control democrático sobre las finanzas, la producción y la innovación, así como organizarlo en torno a objetivos sociales y ecológicos. Esto requiere asegurar y mejorar las formas de producción social y ecológicamente necesarias mientras se reduce la producción destructiva y menos necesaria.

Finalmente, vale la pena señalar que nuestra comprensión de lo que cuenta como tecnología no debe limitarse a maquinaria compleja. A veces, las tecnologías más simples son más efectivas, más eficientes y más democráticas: las bicicletas, por ejemplo, son una tecnología increíblemente poderosa para ayudar a descarbonizar el transporte urbano, y los métodos agroecológicos son vitales para restaurar la fertilidad del suelo. Además, el poder de las tecnologías sociales no debe subestimarse. Para citar un ejemplo clásico de la literatura socialista feminista: los lavavajillas y las lavadoras son fundamentales para liberar a las personas (y en particular a las mujeres) del trabajo, pero también lo son las guarderías públicas y los comedores comunitarios. Debemos asegurarnos de que nuestras visiones de la tecnología no estén contaminadas y restringidas por suposiciones y visiones del mundo capitalistas. Una mejor tecnología es posible.


Notas
  1.  Joel Millward-Hopkins, Julia K. Steinberger, Narashima D. Rao, and Yannick Oswald, “Providing Decent Living with Minimum Energy,” Global Environmental Change 65 (2020).
  2.  Jason Hickel, “Quantifying National Responsibility for Climate Breakdown: An Equality-Based Attribution Approach for Carbon Dioxide Emissions in Excess of the Planetary Boundary,” Lancet Planetary Health 4, no. 9 (2020): e399–e404.
  3.  Jason Hickel et al., “Urgent Need for Post-Growth Climate Mitigation Scenarios,” Nature Energy 6, no. 8 (2021): 766–68. A free PDF of this article is available at jasonhickel.org/research.
  4.  For references, see citations in Hickel et al., “Urgent Need for Post-Growth Climate Mitigation Scenarios.” This text also addresses problems with scaling direct air carbon capture and storage.
  5.  For references, see citations in Hickel et al., “Urgent Need for Post-Growth Climate Mitigation Scenarios.” See also Anne Berner, Stephan Bruns, Alessio Moneta, and David I. Stern, “Do Energy Efficiency Improvements Reduce Energy Use? Empirical Evidence on the Economy-wide Rebound Effect in Europe and the United States,” Energy Economics 110 (2022).
  6.  Jason Hickel and Aljosa Slamersak, “Existing Climate Mitigation Scenarios Perpetuate Colonial Inequalities,” Lancet Planetary Health 6, no. 7 (2022): e628–e631.
  7.  Lorenze Keyßer and Manfred Lenzen, “1.5 °C Degrowth Scenarios Suggest the Need for New Mitigation Pathways,” Nature Communications 12, no. 1 (2021).
  8.  Jefim Vogel et al., “Socio-Economic Conditions for Satisfying Human Needs at Low Energy Use,” Global Environmental Change 69 (2021).
  9.  Simone D’Alessandro, André Cieplinski, Tiziano Distefano, and Kristofer Dittmer, “Feasible Alternatives to Green Growth,” Nature Sustainability 3, no. 4 (2020): 329–35.
  10.  Peter Victor, Managing without Growth (Cheltenham: Edward Elgar, 2018).
  11.  Lisa Winkler, Drew Pearce, Jenny Nelson, and Oytun Babacan, “The Effect of Sustainable Mobility Transition Policies on Cumulative Urban Transport Emissions and Energy Demand,” Nature Communications 14, no. 1 (2023).
  12.  Millward-Hopkins, Steinberger, Rao, and Oswald, “Providing Decent Living with Minimum Energy.”
  13.  Joel Millward-Hopkins and Yannic Oswald, “Reducing Global Inequality to Secure Human Wellbeing and Climate Safety,” Lancet Planetary Health 7, no. 2 (2023): e147–e154.
  14.  Jason Hickel, “How to Achieve Full Decolonization,” New Internationalist, October 15, 2021.
  15.  Brett Christophers, “Fossilised Capital: Price and Profit in the Energy Transition,” New Political Economy 27, no. 1 (2021): 146–59.

* Jason Hickel es profesor del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA-UAB) y del Departamento de Antropología Social y Cultural de la Universitat Autònoma de Barcelona. Es autor de The Divide: A Brief Guide to Global Inequality and its Solutions (Penguin) y Less Is More: How Degrowth Will Save the World (Penguin).

Publicado en https://monthlyreview.org/2023/07/01/on-technology-and-degrowth/

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