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Hablemos de demografía

Dejar la visión antropocéntrica y centrarse en la visión ecológica de la naturaleza quizás sea la opción más sensata y menos arriesgada de predecir nuestro futuro ligado a la demografía en un mundo finito

Francesc Sardà i Amills

A modo de introducción

Ante la poli crisis planetaria actual todavía parece que hay reticencias en conceptos sobre los que parece que es mejor no hablar, bien porque son políticamente incómodos o bien porque algunos los consideran perjudiciales para la “salud mental humana”. Conceptos como decrecimiento o demografía a veces no son bienvenidos ni populares:“mejor no tocarlos, no sea que se nos tache de eco autoritarios o eco fascistas”.

No se trata de discutir aquí por qué se opina de una u otra manera, simplemente decir que por mucho que el avestruz meta la cabeza bajo el ala, el peligro no desaparece.  Así pues, hablaré de demografía.

Para ello quisiera antes presentar dos principios fundamentales. El primero: el Sistema Planeta Tierra es considerado como un sistema cerrado porque, aunque recibe continuamente energía procedente del sol, energía electromagnética, etc. y emite al espacio energía reflejada en forma de calor, apenas intercambia materia con el exterior. Por eso en la práctica se considera científica y mayoritariamente un sistema cerrado en cuanto a biosfera y atmósfera baja se refiere.

El segundo hace referencia a conceptos básicos de biología y ecología: ninguna especie puede crecer indefinidamente, ni en tamaño ni en número. La fuerza gravitacional junto con la capacidad para moverse, alimentarse y metabolizar adecuadamente son los factores limitantes. La eficiencia energética, dada por la relación superficie/volumen, determina los movimientos de los grandes seres vivos para alimentar una gran masa corporal, sea en tierra o en el mar. En los vegetales pasa otro tanto.

Por otra parte, si por determinadas circunstancias ambientales el número de individuos aumenta en demasía, se entra en competencia por los recursos, inter e intraespecíficamente. Entonces sobrevienen las plagas migratorias, las epidemias o el aumento de depredadores. En los peces es frecuente el canibalismo como fenómeno alimentario y de control de las poblaciones.  Según E. O. Wilson, el genocidio ha estado siempre presente en la naturaleza humana como selección genética de grupo y ligado a luchas por el territorio o los recursos (a veces justificadas por cuestiones culturales, religiosas, étnicas o geopolíticas).

Antes de adentrarme en el tema demográfico pondré un ejemplo ilustrativo: imaginemos un matraz cerrado con bacterias en su interior y que por dos tubos suministráramos oxígeno y alimento constante a estas bacterias. Lo entenderemos pues como un sistema cerrado, como la Tierra. ¿Sobrevivirán las bacterias?: NO. Aunque tuvieran suficiente oxígeno y alimento morirán; simplemente contaminadas por sus propios desechos, aunque ni siquiera aumentaran en número. En el supuesto de poder introducir más alimento y más oxígeno, lo único que se lograría sería acelerar el proceso y que la población bacteriana desapareciera antes. Ocurriría lo mismo con cualquier otro ser vivo en las mismas condiciones.

En un sistema ecológicamente cerrado el incremento constante del número de individuos es un factor limitante que tiende a su propia destrucción.

En relación con la demografía humana, existen unos hechos limitantes que, en virtud del Principio de Precaución, deberían considerarse rigurosa y urgentemente. Así, a mayor número de individuos cabría esperar:

  • Más desechos y contaminación.
  • Menos alimento y recursos materiales per capita.
  • Más ocupación del espacio y destrucción de hábitats y biodiversidad.

(ahora hay que añadir también la pérdida de territorios habitados por la subida del mar y por la creciente desertización debidos al cambio climático).

  • Más competencia intra e interespecífica.
  • Mayor probabilidad de pandemias.
  • Mayor desequilibrio de la superficie habitable en la dicotomía urbano-rural.
  • Más desplazamientos, hacinamientos, migraciones y enfrentamientos étnicos.
  • Más gasto energético en comunicaciones, transporte, tratamiento de residuos,tensión urbanística, control social, gestión planetaria…
  • Aumento de las tensiones geopolíticas.
  • A más tecnología y mecanización menor producción de alimento agroecológico i regenerativo, mayor control por patentes de las grandes multinacionales y más empobrecimiento de los suelos fértiles e intervención en el ciclo del agua.
  • Si además el aumento demográfico se da en un escenario de incremento del calentamiento global y descenso de reservas de recursos, la retroalimentación entre ambos fenómenos es inevitable en menor o mayor grado.
  • Finalmente, el aumento demográfico no predice (y menos garantiza) una pirámide de edades equilibrada, tampoco mayor socialización, ni bienestar, ni democratización mundial. Al contrario, puede hacer incrementar las desigualdades entre ricos y pobres al darse mayoritariamente este aumento de población en países pobres o en desarrolloy agravando su situación.

Un resumen de la visión antropocéntrica.

El premio Novel Northaus, aplicando Análisis de Inteligencia Artificial, determina que hay tres caminos para reducir emisiones: 1, disminuir el ritmo de crecimiento demográfico. 2, reducir el crecimiento de los estándares vitales en países ricos y 3, bajar la intensidad de emisiones de CO2.

El último informa de la CE esquiva el tema demográfico y solo habla del impacto de la humanidad en las emisiones de CO2percapita.

El último informe del IPCC, no hace referencia específica a la demografía.

Las ONGs, asociaciones y entidades participantes en foros conservacionistas globales apuntan tres conceptos básicos para poder afrontar un futuro más sostenible: primero “reducir” el consumo; segundo, mejorar la “eficiencia” energética y tercero, aplicar “nuevas tecnologías”. Elude referirse ni a la “reducción” ni al control de la demografía.

Mariano Marzo, nos habla de cuatro percepciones erróneas sobre la demografía que impiden tener una visión clara sobre la misma: 1, la demografía no será un problema en el futuro (la ONU estima que poco o mucho seguirá creciendo, situándose para 2100 entorno los 11.200 millones de personas); 2, pensar que las políticas demográficas no son efectivas (en los países que se han aplicado han funcionado); 3, que no tiene especial efecto sobre el clima (más arriba hemos expuesto algunos argumentos que lo desmienten); y 4, por la controversia moral y social que se suscita en términos políticos. Es cierto, pero no por ello hay que abandonar la idea de las políticas educativas y programas de salud reproductiva socialmente justos y cómo llevarlos a cabo de una manera ética.

Estas opiniones recientes vuelven a converger, en parte, con las teorías Malthusianas sobre alimentación mundial (neomalthusianismo): Thomas Ehrlich argumenta que el crecimiento demográfico conduciría a la degradación ambiental. Meadows y colaboradores advierten sobre el colapso de la sociedad en caso de un crecimiento continuo de la población, el agotamiento de los recursos y la contaminación. Sin embargo, muchos de sus detractores abogan por los argumentos que la humanidad siempre ha crecido y tecnológicamente ha sido capaz de sustentara la población (cosa que todavía a día de hoy tiene mucho que desear dadas las hambrunas recurrentes en diversos países yahora ligadas ademásal cambio climático, migraciones, guerras, etc.).Pero una cosa es que se produzca “suficiente” alimento de manera sostenible y otra, muy distinta, que todo el mundo este “suficientemente” alimentado.

Comentarios

No se trata de hacer un repaso exhaustivo de todas las diatribas generadas alrededor de este tema, simplemente decir que la desvinculación de la demografía de los incrementos de espacio, recursos, biodiversidad, emisiones, alimentación, envejecimiento, migraciones, justicia social, desigualdad entre países, intereses geopolíticos, etc., van mucho más allá del simple planteamiento demografía-emisiones de efecto invernadero o de la capacidad alimentaria. Por tanto, la demografía debería ser considerada en conjunto con todo lo demás bajo una visión sistémica.

Excusar el hecho demográfico bajo la perspectiva de mejora tecnológica o de reparto de responsabilidades contaminantes entre ricos y pobres puede tener el efecto de vasos comunicantes, es decir, aunque se pudiera ajustar el impacto ambiental de cada individuo, igualmente debería tenerse en cuenta el crecimiento de la población mundial, ya que su aumento influye en el total global emitido o esquilmado. Muchos que contaminen poco pueden contaminar globalmente igual o más que pocos que contaminen mucho.

En este contexto ¿se podría decir que: “mejor menos que más”? Varios autores afirman que el problema no está tanto en el número de individuos sino en su impacto ambiental. Se dice que mayor nivel de vida y más acceso a los anticonceptivos frenará el incremento de población, pero un mayor nivel de vida también presupone, a su vez, un aumento de energía y recursos en los países en desarrollo, siendo impensable una reducción de este nivel en el primer mundo.Paralelamente hay que contar con la limitación futura de recursos y su utilización por parte de la humanidad (paradoja de Jevons). Por tanto, si se quiere mantener o augmentar el mismo nivel socio-económico, las matemáticas no fallan: disminución progresiva de recursos (R), dividido por la misma o más población (P), tiende a cero (R/P®0).

Una cuestión interesante seria considerar si el número actual de personas en el mundo es ahora mismo poco, suficiente o demasiado, pero para ello habría que planificarla demografía sobre proyecciones que contemplen todos los otros parámetros antes mencionados considerándolos como limitantes. Quizás en el futuro la población mundial será prevista y gestionada a pocas generaciones vista con modelos interactivos sistémicos.

Plantear la evolución demográfica desde una proyección antropocéntrica, en base a la evolución histórica de la humanidad y los avances tecnológicos, o migración del campo a la ciudad (caso de China), no parece ser una opción demasiado recomendable, dado que precisamente son estos aspectos los que nos han llevado a la antesala del colapso ambiental actual.

Dejar la visión antropocéntrica y centrarse en la visión ecológica de la naturaleza quizás sea la opción más sensata y menos arriesgada de predecir nuestro futuro ligado a la demografía en un mundo finito.

Sin duda el paralelismo entre el experimento de las bacterias en el matraz (comentado al principio) y nuestra humanidad en el sistema cerrado planetario, es paradigmático.

Aunque no guste habrá que hablar de demografía…y mucho.

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Un comentario

  1. Cuando yo nací, en el planeta Tierra había 2.500 millones de habitantes. 75 años después hemos más que triplicado la población mundial. ¿Podemos seguir así?
    La demografía es un factor esencial si pretendemos corregir el desequilibrio climático. Un apunte: habría que educar para que ninguna pareja tenga más de dos hijos, para estabilizar la población actual.
    Pero seguro que hay más propuestas. ¿Nos atrevemos a debatir?

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