No informar de los graves peligros reales de la inmediatez del aumento de temperatura global, y lo que ello puede significar en un futuro próximo para la humanidad, nos deja en la indefensión y nos quita la oportunidad de actuar racionalmente por nuestro propio futuro, siendo una irresponsabilidad de magnitud social
Francesc Sardà i Amills (Julio 2022)
Desde que en 2006, Al Gore, vicepresidente de Estados Unidos y candidato a la presidencia en aquella época, promocionase el documental ‘Una Verdad Incómoda’ (‘An Inconvenient True’), en la que se realizaba un análisis científico sobre las causas del cambio climático y las consecuencias que tendría, han pasado ya 16 años. Sin embargo, durante este tiempo las emisiones de gases de efecto invernadero han ido aumentando inexorablemente, y a pesar de los objetivos de las sucesivas Cumbres Mundiales sobre el Clima y de los Objetivos Sostenibles de Desarrollo promulgados por la UE, no parece que las tendencias en contaminación atmosférica hayan ido a la baja, ni cambiado substancialmente.
Aunque hoy mismo se interrumpieran totalmente las emisiones de CO2 a la atmósfera, su acumulación continuaría teniendo un efecto memoria y la temperatura global seguiría aumentando. Si a esto añadimos la disminución de superficies heladas del planeta, las emisiones de metano del permafrost, la tala y quema de bosques y disminución de la biodiversidad, la desertización y la menor capacidad de los océanos como sumideros de carbono, y disminución de las tierras fértiles, los científicos auguran llegar a los puntos de no retorno en muy pocas décadas, o antes de 2050 si se superasen los 2º C de temperatura media global. Evidentemente vamos por ese camino, incluso hay evidencias de su aceleración.
Ante esta más que probable perspectiva, se estima que la humanidad podría llegar a un punto de no supervivencia antes de final se siglo por una multi-crisis estructural profunda tanto en los ámbitos ecológicos como económicos y sociales…
Políticos y medios de comunicación están delante de una crisis global sin precedentes que nos aboca a un desastre de graves consecuencias ¿qué actitud deben tomar al respecto? ¿Cómo deben informar a la ciudadanía?
Se dice que en cualquier conflicto la primera víctima es la verdad. Bien porque se oculta, niega o contradice, o porque no se explicita toda o se tergiversa. Pero ¿cuál es la “verdad”? ¿Quién conoce la verdad? Y lo que es más importante ¿Hay que decir la verdad? Desde los filósofos griegos a los actuales, desde la psicología, desde la ética y la moral, la política o el empresariado, hay distintas maneras de ver la verdad como elemento en la comunicación humana.
La verdad sobre el cambio climático parte de los conocimientos científicos, simplemente porque es por éste único medio que se puede aproximar una previsión de la incertidumbre en base a fenómenos físicos-químicos inequívocos hasta la fecha. Se acercan a la verdad quienes quieran aproximarse al conocimiento científico como única alternativa a todo lo demás. El 99% de los científicos del mundo coinciden ya en que el aumento de la temperatura global es un hecho incontestable y es causado por el hombre. No hablar con propiedad de esta evidencia es simplemente, ignorancia, miedo, perversidad, impotencia… o negación de un fenómeno ya inevitable.
A partir de aquí podemos iniciar un debate que se reconoce en muchas organizaciones, ambientes políticos y medios de comunicación sobre el colapso que acontecerá irremediablemente si no se actúa con la máxima contundencia y urgencia: “Mejor no decir toda la verdad abierta y crudamente, ni hacer partícipe de ella a la ciudadanía en general, por miedo a males mayores y en base a un bien superior para todos”.
Hay quien sostiene que una información demasiado realista, continuada y alarmante, no haría más que producir desanimo, indiferencia, depresión e incluso disturbios en la ciudadanía. Por tanto, ¿es lícito mitigar, modular, dosificar e incluso dar en positivo las malas nuevas como por ejemplo que “saldremos reforzados”, “no hay mal que por bien no venga”, o “son nuevos retos y oportunidades”?
No comunicar la verdad, toda la verdad, es sinónimo de mentir. Mentir ha sido visto como una amenaza para la sociedad civil por filósofos como Kant. “Una sociedad que tolera las mentiras, es una sociedad en la que se socava la confianza y, con ella, el sentido de colectividad”.
Según el filósofo Francesc Torralba no siempre es necesario decir toda la verdad y que una cierta contención pude ser según el contexto y el momento, una virtud. La verdad exige valentía y compromiso con la realidad, pero es esencial gestionar bien esta transmisión en los tiempos y lugares adecuados. Según este filósofo quizá sí debe comunicarse toda la verdad, pero de tal modo que el destinatario pueda digerirla emocionalmente y asumirla racionalmente.
(Reflexión. Los contextos, los momentos y lugares adecuados, pueden diferir para distintas personas, intereses, maneras de pensar, circunstancias u organismos ¿Quién tiene el derecho de auto otorgarse el papel de “emisor” y decidir quién es el “destinatario”?).
El mismo Torralba nos habla de que en determinadas ocasiones, preferimos no saber la verdad. Que nos mientan o, al menos, que no nos cuenten todos los detalles. “porque no tenemos garantía de poder resistir emocional y mentalmente ciertas verdades”. Sin embargo, Torralba apuesta porque venza la verdad: “Un ciudadano adulto, autónomo y responsable debe afrontar la verdad por dura que sea y no escudarse en la mentira”.
Conociendo la verdad, cada uno puede ser libre de creerla o no. Me chocó mucho una frase sacada de una serie de televisión donde se afirma que colectiva o socialmente, incluso personalmente: “Si la verdad no es conveniente, si la verdad no encaja, … pues no se cree. Aunque la verdad sea realmente importante, simplemente, no se cree.”
Así que, incluso conociendo la verdad el individuo libre, consciente o inconscientemente, puede elegir creerla o no… o simplemente ignorarla.
(Reflexión. Luego, un funcionario público o comunicador, ¿puede ocultar una amenaza de seguridad para prevenir el pánico generalizado? NO; porque si los ciudadanos supieran la verdad, también podrían tomar decisiones para ser menos vulnerables ante amenazas de seguridad. Si no pueden hacerlo, la responsabilidad recae sobre el informador que, conociendo la gravedad de la información no la comparte).
Los conceptos de “verdad” o “realidad” son subjetivos, comunicables y, por tanto, manipulables. Pero, ¿podemos poner el conocimiento científico basado en el empirismo y la comprobación constatable y constante de unos hechos como “verdades” o “realidades” subjetivas? ¿Son equivalentes estos conceptos vistos desde la filosofía o la sociología, que vistos desde el pragmatismo de la verificación científica, como es el caso del cambio climático?).
Si por encima de todo se defiende la igualdad, la libertad y la solidaridad, no se debería esconder la realidad a los demás por su bien, o por miedo a daños mayores, ya que nadie es quien para otorgarse la prerrogativa de decidir lo que es bueno o malo para otra persona, porque todos somos iguales y libres. Tenemos que elegir libremente por nosotros mismos y nadie puede tomar decisiones por nosotros (tampoco mitigarlas, decirlas con eufemismos, banalizarlas, insinuarlas o decir medias verdades).
En este sentido, creo que no informar de los graves peligros reales de la inmediatez del aumento de temperatura global, y lo que ello puede significar en un futuro próximo para la humanidad, nos deja en la indefensión y nos quita la oportunidad de actuar racionalmente por nuestro propio futuro, siendo una irresponsabilidad de magnitud social. La ignorancia nos perjudica a todos y nos mantiene en el pozo sin la oportunidad de actuar.