Si la administración no actua, existe el riesgo de retroceder desde un mercado eléctrico que se había diversificado con empresas de generación eléctrica renovable, hacia una nueva concentración de empresas oligopólicas
Joan Vila
Poco después de haber empezado la revolución industrial, la economía de mercado vio que los productos podían producirse de forma masiva. Aprendió enseguida que, si uno vende un producto que no tengan los demás, los beneficios son inmensos. Podríamos decir que el propio nacimiento de la economía de mercado fue acompañado a la idea de monopolio, la tendencia a crear el monopolio irremediablemente. Ciertas cosas ayudaron, como el nacimiento de las patentes, pero la fuerza hacia el monopolio fue gigantesca hasta que los reguladores tuvieron que actuar. El ejemplo más famoso fue la ley de Baxter del profesor de derecho antimonopolio de la Universidad de Stanford William Francis Baxter. Durante 7 años asistió al fiscal que determinó que la empresa de telefonía AT&T debía fraccionarse en 7 compañías telefónicas regionales.
El mundo está lleno de empresas que dominan de forma abusiva el mercado, poniendo precios que perjudican al consumidor ya toda la economía en su conjunto. Ocurre sobre todo, cuando una empresa busca expandir su monopolio hacia arriba o hacia abajo, comprando sus proveedores o sus clientes, de forma que sus competidores no tengan acceso a dichos proveedores o clientes. Ocurre muy a menudo y hay ejemplos en todos los sectores. A los monopolios les siguen los oligopolios, donde en lugar de ser una empresa la que domina el mercado, es un pequeño número de grandes vendedores quienes lo hacen. En ese caso hay pocas empresas que están en competencia.
El mercado eléctrico español está dominado por 4 grandes empresas que cuentan con el 81,8% de los puntos de suministro y el 62% de la generación eléctrica. En la crisis de 2022, de subida excepcional de precios de la electricidad, cayeron muchas empresas comercializadoras, alguna de ellas como Holaluz todavía se encuentra en esta fase. Esa situación difícil, donde las pequeñas comercializadoras no tuvieron suficiente tesorería para hacer frente a los cambios de precios o no pudieron aguantar los gastos de la facturación deficiente de distribuidoras como Endesa, cerró muchas comercializadoras y devolvió una parte de los clientes a las cuatro empresas eléctricas del oligopolio.
Todo esto lo explico porque hoy nos encontramos en una nueva fase en la vuelta de un mercado que se había diversificado, con empresas de generación con parques fotovoltaicos y eólicos, hacia una nueva concentración. Es el resultado de un desequilibrio entre la oferta y la demanda. Ocurre en el sector agrícola cuando hay cosechas excepcionales que hunden los precios con tendencia a cero. En este caso la solución es el almacenamiento, la derivación de productos en la industria alimentaria, la exportación o la ayuda de la administración.
Ahora está pasando en la generación eléctrica, aunque no estamos ante ningún fenómeno que no hubiéramos previsto desde hace años. De hecho, en los últimos 10 años vamos diciendo que las centrales nucleares cerrarán por no ser rentables. El problema es que al aumento de energías renovables no se ha acompañado a un aumento del consumo eléctrico en sustitución de combustibles fósiles. Una parte de la economía ha hecho los deberes, las renovables, mientras que otra no los ha hecho, una carencia del regulador que ahora tendrá que resolver.
La generación renovable ha pasado de tener un peso del 40% en 2018, del 48,4% en 2021, hasta niveles superiores al 65% en 2024. A esto hay que añadir que la demanda de los meses de 2024 está bajando un -3,3 % de media. El riesgo que aparece de forma inmediata es el cierre de empresas que habían invertido en parques fotovoltaicos y eólicos al no poder soportar los créditos concedidos. También es de prever el paro del despliegue renovable y las consecuencias del cierre de las empresas instaladoras, un camino que costará volver a rehacer.
En una economía de la selva, donde gana el más fuerte, es de prever que los parques renovables de las empresas que cierren los compren las empresas del oligopolio, con más músculo financiero, sobre todo después de las enormes ganancias del 2022. Esto sería un camino hacia la nueva concentración y reforzando el oligopolio eléctrico. Una vez efectuado el camino de concentración, los precios quedarían en pocas manos, y sería fácil subirlos. Este camino no nos interesa, por lo que deben tomarse medidas. Una podría ser dar señales al mercado, como poner un suelo a los precios (por ejemplo de 25€/MWh) y un techo (de 80€/MWh) que protejan a las empresas ya los consumidores al mismo tiempo. Esto, que nos gusta a los ingenieros porque modula el proceso, no gusta a los economistas más liberales, por lo que es necesario buscar nuevas vías. Si la solución pasa por almacenar electricidad en baterías, los datos de precios altibajos del último año y medio tampoco permiten su rentabilidad. Por tanto habrá que encontrar otras fórmulas para hacerlo posible. Una es la sustitución industrial de calor que se produce con gas o biomasa, con precios de 30 €/MWh, por electricidad. Pero esto tampoco es rentable, pues a los precios de mercado eléctrico de los 5 primeros meses de 2024 de 36 €/MWh hay que añadir los peajes en horas de día. Hoy los peajes bajos todavía están en la noche, lo que muestra que el regulador está durmiendo y no se entera del drama. El cambio de peajes a otro sistema dinámico, ajustado a las horas con exceso de generación renovable (como hace Francia en invierno, pero por insuficiente generación), sería una solución. La última sería el subsidio temporal del precio eléctrico en la sustitución del gas, por ejemplo de 20€/MWh que permita a la electricidad competir con el gas, una especie de medida como la excepción ibérica pero a la inversa, hasta que se encuentre un equilibrio sostenible entre oferta y demanda. El fomento del vehículo eléctrico, la bomba de calor, la sustitución de gas por electricidad, debería ir acompañado de desarrollo de las redes de distribución y de la reducción de los costes de conexión a la red eléctrica. No hacerlo nos lleva a la involución de la transición energética que tantos actores de empresas energéticas y financieras, economistas opinadores, negacionistas y falsos ecologistas fomentan.