Fernando Grande-Marlaska, ministro de interior anunció que retirará las concertinas de las vallas en la frontera de Ceuta y Melilla. Para ello ha reclamado un “informe complementario”. “Haré todo para que las concertinas puedan ser retiradas” señaló. Las “catástrofes sociales” en que se transforman las “catástrofes climáticas” muestran el “backstage” de la sociedad. ¿Se puede poner fronteras a las “catástrofes migratorias”? Pone en evidencia las relaciones funcionales y disfuncionales que de otro modo quedan ocultas o, dicho de otro modo, se abren las ventanas a la vida subterránea dejando a la vista los supuestos de la “normalidad”.

Imagen de archivo de la valla de Ceuta. En el extremo están las concertinas. 14-06-2018 | Efe
Descubrimos cómo la política de migración oculta unas estrategias “realistas” frente el cambio climático. Esta modificando la identidad europea en el momento en que no se tiene en cuentas ni los derechos humanos, ni derechos fundamentales como han denunciado, en no pocas ocasiones, organizaciones humanitarias. La primera decisión del ministro de interior es acabar con esa vergüenza.
Cambio climático, migraciones y violencia privatizada.
“Hoy, sabemos que los refugiados climáticos existen. Sabemos que la guerra civil de Siria tiene su origen en el cambio climático, en periodos de sequía prolongados que generaron problemas serios en las zonas rurales y, por tanto, una fuerte presión de las comunidades fronterizas, mixtas desde el punto de vista religioso y de pertenencia a distintos grupos. Esas personas se van a las ciudades, colapsan el sistema de servicios y acaba aflorando un conflicto mucho más complicado. Esto se puede reproducir a gran escala. ¿Cómo se va a gestionar?” decía Teresa Ribera, ministra de Transición energética.
La avalancha de refugiados climáticos provenientes de Siria se ha metamorfoseado en avalanchas de populismo en muchos países de Europa. Los conflictos climáticos traspasan las fronteras revertidos en conflictos sociales. El triunfo el Brexit o la victoria de Trump no son efectos del cambio climático; pero el miedo que se convierte en odio y transforma el espacio público con patología sociales, violencia y agresividad política desinhibida es el “backstage” que el cambio climático deja surgir. Teresa Ribera muestra esas soterradas relaciones entre el cambio climático, los derechos humanos y migraciones masivas:
“En lo que se refiere a estas migraciones forzosas, la comunidad internacional solo ha tenido dos grandes repuestas hasta la fecha: la Convención de Ginebra de Asilo y Refugio y la creación del Estado de Israel, cada uno con sus limitaciones. La Convención de Ginebra ha funcionado mientas las personas desplazadas se podían contar con cuentagotas, pero no puede dar respuesta al desplazamiento de millones simultáneamente. La creación del Estado de Israel fue una imposición por mala conciencia que ha generado todo tipo de problemas. ¿Vamos a crear muchos Estados de Israel para acoger a todos esos bangladesíes que tengan que salir de su tierra?”.
Proteger las fronteras del cambio climático.
Harald Welzer, profesor de psicología social de la Universidad Witten-Herdecke e investigador de las transformaciones de la cultura climática, analizaba en Guerra Climática cómo en el 2002 el gobierno español con apoyo de la UE desarrolla SIVE (sistema integral de vigilancia exterior). El SIVE pasó en 2005 a abarcar toda la costa del sur de Europa. El sistema de rádares permite detectar a 20 km un bote e 2×6 metros. Reconocer cuerpos a 7,5 km. En 2005 además de tres vallas paralelas y elevar la altura de las vallas de 3,5 a 6 metros, se incluyen equipos con sensores, visión nocturna y púas. Marruecos dejó a 300 personas en medio del desierto que intentaron saltar la frontera con España, algunos de ellos mal heridas; obtuvo de la UE ayuda inmediata de 40 millones de euros para reforzar su frontera. Se trata de externalizar la violencia climática fuera de las fronteras europeas.
En 2003 Toni Blair ideó RPA (Regional Protection Area), se trata de una red de áreas de seguridad en el exterior de la frontera europea para crear campos masivos de refugiados. El TPC (Transit Processing Centres) busca crear áreas alrededor de Europa en donde se gestione el derecho de asilo o se decida devolver a países de origen. Hace cosa de tres años el ministro de interior de España añadía 12 kilómetro de alambres con cuchillas para detener el sueño europeo: las concertinas. La lucha contra el cambio climático, al final, supone externalizar la violencia detrás de las fronteras democráticas europeas. Sería algo completamente inaceptable para una identidad cultural europea anclada en la ilustración y modernidad.
Es un escándalo que la opinión pública no se haya escandalizado. Fernando Grande-Marlaska ha sido aplaudido, por eliminar esas concertinas, por Amnistía Internacional, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Save the Children entre otras organizaciones.
La irracional racionalidad de la política climática.
Los climatólogos incurren en una falacia al pretender derivar la acción política de la objetividad del problema (el inminente “apocalipsis climático”) . Es una ingenuidad política y sociológica que conduce a un callejón sin salida. Las sociedades que se sienten amenazadas pueden se descartar la violencia. La amenaza no es más que una alternativa como lo demuestra que otras sociedades en lugar de fijarse en las amenazas sean capaces de olfatear oportunidades. Pueden optar por seguir aquellas estrategias que en el pasado les ha funcionado o darse cuenta de que las condiciones han cambiado y buscar otras estrategias exitosas.
Kurt Prüfr mejoró la eficiencia del horno crematorio doblando la tasa de asesinatos. Para él no había “maldad” en ello, tan solo era un logro técnico dentro de su “cosmovisión habitual”. Si hubiera funcionado el “plan Madagascar” o bien los británicos y los estadounidenses hubieran tenido una política exterior más decidida la “solución final judía” igual no se hubiera producido. Las cosas siempre pueden suceder de otro modo. Las “ciencias naturales” al no dimensionar aquellos aspectos sociales, para los que no son competentes, acaban describiendo el “fatalismo” climático. Los datos y libros se convierten en un supermercado de hipótesis apocalípticas.
En el informe Gruondswell Banco Mundial se muestra un buen ejemplo . Calcula que las migraciones climáticas internas serán de 140 millones en 2050. El genocidio de Rwanda en abril de 1994, fué atribuible al cambio climático y a la demografía, sin embargo, obedecia a traumas post-coloniales. El crimen masivo no es consecuencia directa del cambio climático, por más datos que se aporten.La demografía es una cortada. Igual que en el Holocausto, en el “trato especial” a los judíos se usaba la coartada de un “pueblo sin espacio“. Se trata de construcciones sociales. Darfur se puede considerar una “ambigua” guerra climática: la hambruna es usada como arma de guerra.
Nuevas y viejas guerras.
Harald Welzer muestra un nuevo tipo de guerra; frente el modelo clásico de guerra postcolonial o revolucionaria, estas guerras climáticas tienen el carácter de “permanentes”. No se enmarcan en la teoría clásica de guerra. Construir un relato de guerras sobre futuros inevitables para Gérard Prunier es un error. ¿Dónde buscar una lógica casual donde el entendimiento se ha suspendido? Las personas actúan movidas sólo por la violencia extrema (caso de Yugoslavia). Ni siquiera existen intereses “estratégicos” en juego para buscar el acuerdo y negociación. Sólo queda el instinto de “supervivencia” de “sociedades de exterminio“.
Harald Welzer muestra que el genocidio en Ruanda y el Holocausto se basaron en un exagerado uso ideológico del problema demográfico. En el libro Colapso de J. Diamond señala que al modificarse las condiciones de supervivencia también se han de modificar las estrategias de supervivencia. En cambio se percibe en el colapso una extraña capacidad de “catarsis social“. Surge como cierta simpatía hacia ese supermercado de hipótesis apocalípticas. No niego que las hipótesis sean plausibles, pero si niego ese carácter redentor. La experiencia muestra que las alternativas han surgido más de olfatear la ventaja comparativa que no de la didáctica que ofrecen las desgracias.
¿Qué nos aporta la sociología del clima?
Shifting baseline es un concepto que los psicólogos ambientales usan para designar el fascinante fenómeno de las personas que desconectan de sus experiencias vitales para “seguir siendo lo que fueron”. Retener los esquemas mentales del pasado no impide que lo nuevo surja; sobretodo cuando esos esquemas son, en parte, operativos. Y cuando dejan de ser operativos se produce una disonancia que provoca “catástrofes sociales” que solemos atribuir al cambio climático. Se trata de la “estructura social de la ignorancia”.
Esto muestra que en los efectos sociales del cambio climático se incurre en una falacia si no se tiene en cuenta el rol que juegan los marcos interpretativos, las referencias culturales, etc. Las ciencias naturales no pueden dar cuanta de los cambios sociales. Y cuando propone “respuestas” estas son decepcionantes. Por ello acaban invocando una especie de expertocracia, al imponer “desde arriba” un consenso climático. Demuestra el abismo entre las hipótesis apocalípticas y esas llamadas a la acción.
Teresa Ribera recordaba lo mucho que se ha avanzado en las ultimas cuatro décadas. La UE sigue manejando proyecciones de precios de las renovables en el horizonte de 2050 a partir de los que se han logrado. Estos cambios no ha sido un proceso ordenado, controlado, planificado, prefigurado, sino fruto de múltiples iniciativas “desde abajo”. Por eso resulta extraño pensar en el plan A, B, C o D. Ante la ausencia de planes, en lugar de analizar las dinámicas sociales, se apela que el tiempo de una transición ordenada se acabó. Estamos en el plan H para hacer descarrilar esa transición multinivel. Esperemos que sigan fracasando.
¿Seguir siendo lo que fuimos?
Andrew J. Hoffman en “How Culture shapes the climate change debate” muestra como en un debate polarizado del cambio climático este adquiere significados flotantes: la gente no escucha “cambio climático”, escucha “más interferencia del gobierno en sus vidas”, “más restricciones a la libertad”, etc. Un agricultor puede luchar contra el cambio climático y no hablar de él. “Si los políticos quieren combatir el cambio climático es su decisión… yo tengo que mantener la granja en funcionamiento”. Es el perfil de votante de Trump. El miedo al futuro le hace refugiarse en el pasado. Abraza los fundamentalismos.
Los mensajes apocalípticos, mensajes negativos de gráficos, estadísticas o escenarios de futuro, son impulsados por actuaciones de la sociedad civil. Los optimistas a través de la tecnología de la “abundancia” y los pesimistas a través del “colapso” pretenden abandonar la modernidad y la democracia.
Un Golem para proteger las fronteras.
Se ha comparado a Trump con un Golem. Es un ser, en la mística judía, creado de forma artificial de arcilla y una combinación de álgebra hebrea. Y, al igual que el Golem del folklore judío, Trump también ha escapado del control de su creador amenazando al mundo. “Trump se convierte en un rival demagógico para quien la verdad no es un problema” escribió Joyce Carol Oates en The Guardian. No es conocida la influencia que Steven Bannon, estratega de Trump, recibe de Julius Evola (de afiliación nazi en la Italia de los años 20, inspiró neofascistas de los años 60). Lo curioso es que Aleksandr Duguin, ultranacionalista, antiliberal, tradicionalista estratega de Putin es también admirador de Julius Evola. Defiende un “fascismo genuino, verdadero, radicalmente revolucionario y consecuente”.
Gary Lachman señala su apuesta por “un estado fascista ruso, a lo largo de líneas sinárquicas, desde Vladivostok hasta Dublín, para que el “imperio” estadounidense sea “destruido”, aunque tras la victoria de Trump su tono hacia los Estados Unidos, generalmente venenoso, se ha vuelto menos agresivo”. Si los judíos usaron en 1948 el Golem para proteger las fronteras de Israel frente la liga árabe; la metáfora del Golem sionista es transformada por Trump en metáfora para proteger las fronteras de Estados Unidos frente los refugiados, inmigrantes, etc. Usa el miedo para reforzar la voluntad de aislamiento y el odio al otro para asentarse en el poder. Sigue la magia del caos. Usa el ritual de lo caótico, unir elementos dispares, para que el efecto sea destructivo. Persigue en su trabajo unir lo confuso y lo incoherente. He aquí su Cuarta Teoría Política inspirada en Heidegger para dirigir el mundo postmoderno postapocaliptico.
Europa no puede confiar su suerte en un Golem para proteger las fronteras. Es una fantasía pretender rodear Europa de campos de refugiados climáticos. Los genocidios, las migraciones masivas, la violencia, etc., no son maldiciones caídas del cielo. Heiko Maas, ministro de exteriores alemán opinando sobre la política migratoria de la UE decía: “se necesita urgentemente una solución europea. Dejar a solas Italia y Grecia conduce al caos”. Europa debe ampliar la cooperación fuera de sus fronteras. Europa se amplió hacia el Este, ahora necesita ampliarse hacia el sur y volver a dar un impulso a la integración. Pero hay fuerza que trabaja desde el lado “oculto”:
“¿El pensamiento positivo y la ciencia mental ayudaron a poner a Donald Trump en la Casa Blanca? ¿Hay otros poderes ocultos de la mente y del pensamiento que trabajan en la política mundial hoy? En Dark Star Rising: Magia y poder en la era de Trump, el historiador y crítico cultural Gary Lachman observa de cerca las diversas ideas mágicas y esotéricas que están impactando en los eventos políticos en todo el mundo. Desde New Thought y Chaos Magick hasta el esoterismo ultraderechista de Julius Evola y los tradicionalistas, Lachman sigue un rastro de pistas místicas que involucran, entre otros, a Norman Vincent Peale, a los gurús y demagogos dominantes, Ayn Rand, Pepe the Frog, Rene Schwaller de Lubicz, la sinarquía, la vieja-derecha, la magia del meme, y Vladimir Putin y su Rasputín posmoderno”.
Fertilizar el desierto! Sekem.
En lugares extremos. En Sekem se transformó un trozo de desierto en un oasis agro-ecológico sostenible. En Egipto se desarrolla agricultura y algodón biodinámico, preparados farmacéuticos, en una comunidad de más de 4.000 personas. Cuanta con escuela Walforf, y un centro hospitalario.
Son prácticas que, tal com muestra el Reglamento 848/2018 de la UE sobre producción ecológica, la UE recomienda dentro de su estrategia de desarrollo sostenible. En cambio seguimos con una agricultura convencional con efectos sobre la fertilidad del suelo que pone en riesgo la seguridad alimentaria. Los preparados biodinámicos que fortalecen la vitalidad del suelo, todas estas prácticas encierran una forma de vida de respeto por el trabajo y la tierra. Ayudan a que la naturaleza desarrolle la biodiversidad con acciones que dependen de las condiciones y sus necesidades. Incluye una inspección regular de todas las granjas que se gestionan con este método. Muestra que se puede convertir el desierto en un oasis. El sueño de Dr. Ibrahim Abouleishse lo hizo realidad.
Hoy se cultivan 20 mil hectáreas. Todas ellas especializadas en la producción de algodón, verduras y hierbas medicinales.
Fundamentalismo escéptico.
Harald Welzer diferencia el cambio climático del medio ambiente. El cambio climático, en manos de climatólogos, se basa en estadísticas, números, diagramas, algoritmos, escenarios de futuro, etc.; conduce, necesariamente, a un callejón sin salida. Es relevante desde la ciencia pero no desde la sociedad. Incluso si los políticos hicieran lo correcto, no se frenaría el cambio climático. Podemos ver, gracias a computadoras, lo qué sucederá en los próximos 200 años. Los océanos reaccionan con 50 años de retraso al cambio climático. El nivel del mar con un incremento de 1,5 grados subiría 2,7 metros. El abismo entre el conocimiento y la acción es brutal. Las barreras de protección llegan una década tarde. Pesamos que eso del cambio climático obligará a reparar destrozos en paseo marítimos de forma más frecuente. ¿Hasta cuándo? Las barreras que se usan hoy servían hace años. No nos anticipamos.
¡Hay alternativa!
¿Por que los suizos usan más el ferrocarril que el coche? No por estar matriculados en climatología, ni por por saberse de memoria los datos, estadísticas, gráficos, etc., ni porqué les provoque un miedo atroz el cambio climático. Tienen una alternativa más agradable a la de conducir: disfrutar del paisaje y de la conversación con otras personas.
Los predicadores de las catástrofes (al igual que los que preconizan el optimismo) son como orugas envueltas en sus “cosmovisiones”: perciben los efectos negativos de la pérdida del capullo y de su existencia larvaria, pero son incapaces de ver los efectos secundarios positivos, su metamorfosis en mariposa. Tampoco los climatólogos perciben que el cambio climático esté transformando la sociedad, sólo acumulan noticias negativas indignados de que la sociedad no reaccione. La verdad basada en la “evidencia científica” es ciega respecto a la transformación de los horizontes de referencia. El mundo de la ciencia prescinde de la construcción del “nosotros” y la “identidad cultural”. Sobre ella se fundamenta la razón de supervivencia (que conduce a “sociedades de exterminio”) como a considerar “inaceptable” esa razón (al destruir valores culturales). En este contexto se dan inesperadas alianzas entre fundamentalista neoconservadores con la izquierda escéptica anti-multicultural ante los refugiados. Hay intelectuales alucinados que arremeten contra los muros de la modernidad uniendo el neoteísmo de Homo Deus (el posthumanismo reacionario) con el antihumanismo de Rosi Braidotti (ecologista, anticapitalista, de izquierda).
Wolfgang Thiersen, presidente del SPD, en un largo articulo insiste en el abandono, por parte de la izquierda, de esta dimensión cultural. La socialdemocracia debería dejar de rechazar el problema cultural (y espiritual). Une en un concepto lo económico: lo social y lo político: democrático; pero olvida la identidad cultural. El ¿quién somos? ha sido desplazado por preguntas particulares. Para el presidente del SPD el mal resultado de la izquierda y el buen resultado de AfD se debe a que sabe conectar con los problemas de la identidad cultural. Aunqne lo hace desde el miedio, el odio, la amenaza… Recordaba a Hölderlin: “Lo propio debe aprenderse tanto como lo extranjero“.
Agroecología global.
Preocupan no solo esos escépticos de las energías renovables, también los que los son de la agroecología, etc., y desde posiciones, aparentemente, ecologistas. Parten de una crítica radical al capitalismo verde por lucrarse de losmercados vegetarianos. “El mito vegetariano” de Lierre Keith: considera que es malo para el planeta y para la salud. ¡Desmonta el mito de la ética animal! Cuando se reclama doblar la producción agrícola intensiva con la excusa demográfica: alimentar 7.500 millones de personas en 2050; se oculta que el aumento no es para alimentar la población sino para generar 200 millones de toneladas de carne (25 a 50% más). Deforestar para alimentar la ganadería. ¿Y globalizar una dieta poco saludable y medicar a la mitad del planeta?
Estaría bien apostar por el Pacto de Milán de Alimentación Urbana basada en la agro-ecología. En cambio Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) define la “agricultura climáticamente inteligente” (CSA) su discreción otorga un margen para la introducción de prácticas nefastas a nivel social y medioambiental como denuncian 70 científicos. Peor no se hace preservando, simplemente,suelo para el cultivo; hay que ir a la permacultura y formas más avanzadas de agroecología social-urbana. Hay quien defiende que critica a la agricultura biodinámica por usar tóxicos como disolventes pero que dan sabor a la ensalada: vinagre (la agroecología sería una de las actividades más antiecológicas).