Cambio climático. Dos palabras, una amenaza que ha movilizado a los jóvenes.
Josep Cabayol | Ester González | Siscu Baiges,14/03/2019
“¿De qué sirve ir a la escuela si no tenemos futuro? Estamos viviendo una indiscutible ’emergencia climática’ por la ignorancia, la inacción, la mala fe e interés de las élites que controlan el sistema económico y los políticos a su servicio”. ¡Cuánta razón!
La humanidad ha logrado el desarrollo económico y social del que ‘disfrutamos’ sustituyendo, desde hace aproximadamente 200 años, las energías renovables -sol, viento, agua, leña- por fósiles -carbón, petróleo, gas- de gran rendimiento energético.
Este ‘progreso’ ha sido desigual y nada equitativo. Y tiene dos consecuencias nefastas como resultado de quemar los combustibles fósiles: envenena – contaminación atmosférica y productos tóxicos vertidos – y calienta la biosfera, altera el clima y rompe el equilibrio que ha hecho posible la vida. En definitiva, mata, roba el futuro. (Véase el artículo Enfermos Climáticos, publicado en Sentit Crític)
Sustituir las energías fósiles por renovables es imprescindible y se debe hacer ahora mismo. Pero no es suficiente, es necesario un cambio de paradigma. Aportamos algunas ideas para generar una nueva mirada hacia la vida.
Las personas, los seres vivos, la biosfera
En un planeta finito, los recursos también son finitos y se terminan -o e acabaran- y se degradan. Esta verdad se contradice con el sistema económico dominante / vigente, que precisa del crecimiento permanente para reproducirse y, por tanto, del uso creciente de materiales y energía. Como dice Yayo Herrero, antropóloga, ingeniera técnica agrícola y un referente del ecofeminismo en Europa: “La sociedad occidental ha construido sobre una peligrosa fantasía: que los seres humanos, gracias a la capacidad de razonar y conocer, podían vivir ajenos a la organización y los límites de la naturaleza ya las necesidades derivadas de tener cuerpo “. Ningún ser humano puede vivir sin esta interacción con la naturaleza ni sin ser objeto de cuidado.
Los humanos dependemos de la naturaleza y nos necesitamos unos a otros
Dependemos de la naturaleza porque obtenemos todos los recursos y bienes que precisamos para nuestras actividades, somos ‘ecodependientes’. La vida humana se inserta en el medio natural, al que pertenece y con el que interactúa para obtener lo necesario para mantener las condiciones de existencia. Este medio natural, la biosfera, tiene límites físicos e impone restricciones que chocan frontalmente con la dinámica expansiva del capitalismo. La economía es, en realidad, un subsistema del medio natural y no al revés. Contrariamente, el capitalismo se sirve de él sin tener en cuenta ni sus limitaciones físicas ni las consecuencias sobre la vida. Y la biosfera, el espacio vital donde se desarrollan los seres vivos, pierde el equilibrio que ha hecho posible esta vida tal como la conocemos.
Y somos ‘interdependientes’ porque no podemos sobrevivir sin la ayuda de los demás humanos, si no fuera porque otras personas nos dedican tiempo y energía, cuidan en el transcurso de la vida. Ningún ser humano individualmente puede sobrevivir si no recibe una atención que garantice la reproducción cotidiana de la vida.
De aquí se desprenden tres ideas transformadoras: los humanos no estamos por encima de la naturaleza, cada cuerpo humano tiene todos y los mismos derechos adquiridos por el solo hecho de haber nacido y tal y como sostiene Jorge Riechmann, filósofo , ecologista y doctor en ciencias políticas , la comunidad no es sólo humana sino que incluye las tierras, las aguas, y todos los seres vivos con los que comparte espacio en la biosfera.
Dice todo lo contrario el sistema económico dominante, el capitalismo, que en la vida social impulsa el dominio del fuerte sobre el débil, fomenta el individualismo y la competencia entre personas, en lugar de la solidaridad y la cooperación. Y somete la naturaleza a sus arbitrios, con independencia de las consecuencias: usa energías que hacen daño, agota los recursos materiales no renovables, explota la biosfera por encima de su capacidad de renovación y causa la extinción de especies, la pérdida de biodiversidad.
En un planeta finito, dice William E. Rees, catedrático emérito de ecología humana y economía ecológica en la Universidad de British Columbia, donde millones de especies comparten el mismo espacio y dependen de los mismos productos finitos de la fotosíntesis, la expansión continua de una especie necesariamente conduce a la contracción y extinción de otras. “Desplazamiento competitivo”, lo llama. Y supone un conflicto indiscutible entre la expansión económica de la población humana y el medio ambiente. Y argumenta Riechmann: “es imprescindible ampliar la comunidad moral”. Sólo vive moralmente quien da la misma importancia a la vida buena de todos los seres capaces de tener sensaciones.
Tener futuro supone respetar la biosfera
La actividad humana, los impactos ambientales resultantes del metabolismo social [la sociedad toma materia, energía e información de los sistemas naturales y expulsa residuos, energía disipada e información, aumentando la entropía. Son la causa del calentamiento / cambio climático que altera la Tierra – los suelos, los océanos, los acuíferos, la atmósfera, las precipitaciones, el hielo, el patrón de los vientos y las corrientes, los polinizadores, la abundancia biológica, la diversidad … – y la daña, la transforma y le hace perder el estado estable en el que la humanidad ha evolucionado / crecido / prosperado. La biosfera crea ella misma las condiciones que la sustentan. Un sistema complejo, que se autoregula y del que no sabemos qué condiciones generará tal como se vaya modificando. Cambios que no son lineales sino repentinos, e incluso violentos,
Bienes fondo
Todo lo que no tiene precio no es contabilizado en el campo del estudio económico, no es considerado en el campo del estudio del valor.Són bienes fondo los bienes materiales que proporciona la naturaleza que la humanidad no altera y que no se renuevan. Lo son los minerales, los fósiles, la fotosíntesis, la polinización o los cuerpos humanos. A los bienes fondo, el sistema económico y social capitalista, no les da valor. Si se para la polinización o decrece la fotosíntesis, la economía vigente no se entera, no puede, ni tiene interés en medirla.
Paradójicamente, el PIB crece a consecuencia de los desastres naturales, de su teórica reparación, hace negocio. Las inversiones económicas para ‘reparar’ los desastres son contabilizadas como PIB. En cambio, los sistemas naturales destruidos no se cuantifican. Desastres como el Prestige, Katrina, Fukushima, y otros huracanes, inundaciones, ríos contaminados … son fuentes de riqueza. La destrucción genera PIB, no la Paz. Así, cínicamente, el capitalismo no entiende el cambio climático como desastre que amenaza la biosfera, sino como generador de PIB. El agotamiento de los sistemas naturales, los recursos renovables, minerales y la destrucción, como fuentes de riqueza.
Mercantilización de los cuerpos humanos
El capitalismo da valor a los cuerpos humanos si están mercantilizados, si tienen trabajo retribuido, si contribuyen al PIB, no por el hecho de haber nacido, de existir, como debería ser. Los trabajos de cuidado, hechas muy mayoritariamente por mujeres, no tienen valor. Dice Yayo Herrero: “el feminismo ha denunciado históricamente la naturalización del cuerpo de la mujer como herramienta para legitimar el patriarcado”. Reducida a cuerpo / máquina, en un sistema de pensamiento que otorgaba la condición humana a la razón y a la mente, las mujeres concebidas como naturaleza pueden ser sometidas, explotadas y obligadas a responsabilizarse, ellas solas, del cuidado de los cuerpos.
El trabajo capitalista convierte la actividad que tiene lugar en la esfera mercantil a cambio de salario. Contrariamente, las funciones que tienen lugar en el espacio de producción doméstica, que garantizan la reproducción y cuidado de los cuerpos humanos, en la práctica, no existen. El trabajo convertido en mercancía. El acceso al trabajo remunerado convertido / mercantilizado como el único camino para obtener derechos. En consecuencia todas las personas que quedan excluidas, en particular las mujeres que trabajan en el hogar, quedan incapacitadas para obtener derechos sociales por sí mismas. Trabajar otorga valor. La existencia, no. Para el capitalismo, los cuerpos que no trabajan son cargas improductivas.
El cuerpo como maquinaria de trabajo, no como depositario de derechos, olvidando / excluyendo la idea de que la especie humana vive encarnada en cuerpos que también son vulnerables y finitos. Sin embargo, la economía feminista exige poner las personas en el centro de la sostenibilidad de la vida humana, camino del bien común, en lugar de cosificarlas, de entenderlas como objetos para usar y tirar, a beneficio de la mal llamada economía, que en realidad no es otra cosa que la acumulación de capital cada día en menos manos.
Necropolítica
Achille Mbembe, filósofo camerunés y teórico político, definió el término necropolítica, el poder que ostentan los dirigentes africanos en tiempos postcoloniales, para dar la vida o la muerte, desacralizando todo lo referente a la vida humana. La definición no es ajena al capitalismo actual, en especial para las personas excluidas y precarizadas. Personas convertidas en mercancía prescindible. Humanos no concebidos como seres irremplazables, inimitables, indivisibles, sino considerados fuerzas de producción fácilmente sustituibles y / o mercancía prescindible. Capitalismo contemporáneo que organiza la acumulación de capital como un fin absoluto que prevalece por encima de cualquier otra lógica. Es decir, que dada la situación actual, – alta demografía y escasez de recursos – el sistema económico podría plantearse, si no lo ha hecho ya,
Nueva mirada
Sirvan todas estos reflexiones para observar la vida desde otro punto de vista. No somos superiores a la naturaleza, formamos parte de ella. Todas somos iguales y tenemos los mismos derechos. Los derechos se luchan, se conquistan y se defienden. Y son inalienables. El planeta es finito. Los recursos no son infinitos y, por tanto, se acaban. Los recursos renovables, el medio natural, no se pueden explotar por encima de su capacidad de regeneración. El planeta ya no es capaz de restituir todo lo que se ha consumido, se agota. La ciencia y la técnica no serán capaces de ‘reparar’ todo lo que la ‘civilización’ daña. Debería ser del interés de todos los países mantener oportunidades locales para una buena vida con la soberanía alimentaria.
La sangre del sistema, los combustibles fósiles, son el problema y hay que sustituirlos. Las energías renovables no tienen la misma capacidad energética y, en consecuencia, habrá un decrecimiento energético y, por extensión, de toda la esfera material de la economía. Habrá que organizarnos para conseguir una vida buena con otros parámetros para definir la felicidad que no sean la acumulación y el consumo, el egoísmo y la comparación / envidia. La empatía, el amor, el reconocimiento, la solidaridad y la cooperación, son comportamientos esenciales. Somos ecodependientes y la biosfera es nuestro hábitat. Dañarla es hacernos daño.
Los sistemas naturales son imprescindibles, deteriorarlos supone deteriorarnos. Aniquilarlos significa suicidarnos. Somos seres interdependientes y nos necesitamos unos a otros, por lo tanto, no tiene sentido entrar en competencia y hacernos la vida imposible. Los cuerpos humanos son bienes fondo irremplazables, que necesitan de cuidado a lo largo de toda la vida. Cuerpos que tienen derechos por el solo hecho de existir y no condicionados al concepto mercantil del trabajo que ha impuesto el sistema económico. Los humanos no somos prescindibles, sino que formamos parte de la vida compartida con todos los seres que habitan la Tierra.
La comunidad no es sólo humana sino que incluye los suelos, las aguas, las plantas y los animales con los que comparte espacio en la biosfera. Acabar con la biodiversidad supone inmolarnos. Las personas no son mercancía al servicio del sistema económico, ni los animales, ni los vegetales. La economía no está por encima del planeta o las personas, sino que debe estar a su servicio. El sistema económico vigente es la causa de los males presentes y futuros. Y no es el único posible, la economía ecológica, la economía feminista o el ecofeminismo, son alternativas. Nadie en nombre de nadie, por mucho dinero que haya acumulado o por mucho ‘poder’ que ostente, tiene derecho a programar la vida que es de todas. El sistema económico del que nos dotamos debe estar al servicio de la biosfera, de la que los humanos formamos parte como uno más. Dejemos de tener y empecemos a ser.
http://catalunyaplural.cat/es/revolucion-mental-para-enfrentarse-a-la-emergencia-climatica/