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Cambio climático y crecimiento: un hueso duro de roer

Ha llegado la hora de pasar a la acción, pero ¿somos conscientes de la naturaleza y verdadera magnitud del desafío a afrontar?

Mariano Marzo, 21/10/2019

Existe un amplio consenso científico en que estamos asistiendo a un calentamiento global forzado por los gases de efecto invernadero emitidos a la atmosfera por la acción humana. Apoyados en esta evidencia, los jóvenes de medio mundo se han movilizado para demandar a los dirigentes políticos más hechos y menos retórica y postureo. Razón no les falta y por ello su protesta ha logrado un gran respaldo social. Ha llegado la hora de pasar a la acción, pero ¿somos conscientes de la naturaleza y verdadera magnitud del desafío a afrontar?

El primer paso para solucionar un problema es formularlo correctamente. Y para ello debemos tener presente que el CO2 emitido por la actividad humana se relaciona con cuatro variables, consideradas a escala global: 1) la población; 2) el PIB per cápita; 3) la energía utilizada por unidad de PIB (o intensidad energética); y 4) las emisiones de CO2 emitidas por unidad de energía consumida (o intensidad de carbono). A la cifra resultante de la multiplicación de estos cuatro factores debemos restarle la cantidad de CO2 que una vez emitido podamos retirar del aire, sea por medios naturales (por ejemplo, evitando la deforestación y propiciando la reforestación) o artificiales (utilizando diversas técnicas ingenieriles, más o menos desarrolladas y costosas) que permitirían retirara el CO2 del aire y su posterior reutilización en el marco de un esquema de economía circular.

Lo expuesto nos lleva a reconocer dos grandes componentes, de naturaleza muy dispar, en el fenómeno del calentamiento global. Por una parte los dos primeros factores (población y PIB per cápita) guardan relación con el modelo socioeconómico vigente, que postula un crecimiento demográfico y económico ilimitado, mientras que los dos últimos (intensidad energética e intensidad de carbono) junto a la componente de retirada y uso del CO2 emitido, se relacionan con un determinado modelo energético y nivel de desarrollo tecnológico que posibilitan los objetivos de crecimiento demográfico y económico.

Estamos, por tanto, ante un desafío sistémico, cuya solución requeriría no solo incidir (como comúnmente se cree) sobre aspectos energéticos y tecnológicos, sino también sobre el modelo socioeconómico actual. Una aproximación teórica que choca contra una dura realidad: las tendencias demográficas y económicas globales apuntan a un crecimiento continuado en las próximas décadas.

El crecimiento de la población

En el ámbito de la demografía, se prevé que en 2040 la población mundial alcance los 9.144 millones de personas, frente a los 7.421 millones del año 2016. Otra cifra particularmente llamativa de dichas previsiones es que en 2040 el 64% de la población mundial se concentrará en áreas urbanas, frente al 54% de 2016; un porcentaje, el primero, que pueden sobrepasar o rondar el 80% en regiones como América del Norte, América Central y del Sur y la UE, así como en países como EE.UU, Brasil, Rusia y Japón. Nos encontramos ante un proceso que cada cuatro meses añade a la población urbana mundial una ciudad del tamaño de Singapur.

Y en lo referente al crecimiento económico global, para el periodo 2016-2040 se espera una tasa promedio de crecimiento anual compuesto del PIB en torno al 3,4%, con los mayores ritmos de crecimiento concentrados en África (4,3%) y sobre todo en la región Asia-Pacífico (4,5%), y los menores en los países industrializados de la OCDE. Otro elemento interesante ligado al crecimiento económico mundial es la previsión de que la clase media se expanda globalmente, aumentando en cerca del 80 % en 2030 y superando los 5.000 millones de personas, con la mayor parte de dicho crecimiento proveniente de países no integrados en la OCDE.

Ante la dificultad de revertir tales tendencias, la comunidad internacional ha decidido centrarse en una nueva transición energética, capaz de desacoplar crecimiento económico y demográfico del aumento de la demanda energética y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para lograrlo disponemos de tres herramientas: eficiencia, descarbonización y retirada y aprovechamiento del CO2. Sin embargo, los datos globales de 2018 muestran que la suma de actuaciones en estos tres ámbitos no ha sido ni siquiera capaz de estabilizar las emisiones respecto a las de 2017. Las emisiones siguen aumentando, impulsadas por el crecimiento económico y demográfico. Y, por si esto fuera poco, en ausencia de avances científicos y tecnológicos disruptivos, la transición energética no parece que vaya a ser ni lo fácil ni lo rápida que sería deseable.

Mariano Marzo es Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universitat de Barcelona, Director de la Cátedra Transición Energética de la Fundación Repsol-Universitat de Barcelona.

https://www.elperiodico.com/es/opinion/20191021/articulo-cambio-climatico-mariano-marzo-7662109

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