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La naturaleza es nuestra salvación, pero sólo si la preservamos

Emergencia climática: una guerra contra la vida: Capítulo 2
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Emergencia climática: una guerra contra la vida: Capítulo 2

Mantener la salud del planeta es esencial para la salud humana. Pero estamos a un mínimo de 10 años y a un máximo de 25, de un punto de no retorno global irreversible. En este capítulo explicamos por qué inestabilizar el clima, destruir los ecosistemas, significa que la biosfera puede llegar a ser letal para la mayoría de especies que lo habitamos

Josep Cabayol y Ester González, 30/03/2022

El 28 de febrero se presentó el segundo informe parcial del sexto informe de evaluación del IPCC, el del Grupo II, titulado ‘Impactos, adaptación y vulnerabilidad’. La primera evidencia es que, tal y como pronostica desde hace tiempo Ferran Puig Vilar, todo es peor de lo que se esperaba. Los efectos del cambio climático se producen antes y son más pronunciados de lo que se había pronosticado desde el principio. Todos los desastres que debían producirse cuando la temperatura fuera 4 °C más alta que en la época preindustrial, ahora sucederán cuando superemos los 2 °C.

La temperatura, según el IPCC, ha aumentado en el período 2011/2020 entre 0,95 y 1,20 °C desde 1850/1900. Lo que nos lleva a pensar que ya hemos llegado al aumento de 1,2 °C. O se actúa ahora o estos efectos serán muy evidentes (y fatales) a lo largo de las dos próximas décadas.

Estamos a 10 años de que se inicie un desastre climático calamitoso. Con el ritmo actual de emisiones, falta poco para alcanzar el incremento de un grado y medio. Los + 1,5 °C se sobrepasarán hacia 2030 (si no antes), y si permanece (y todo hace suponer que así será), generará múltiples eventos (de hecho ya han comenzado), que afectarán a los ecosistemas y a la humanidad. La intensidad en cada lugar dependerá de la vulnerabilidad, la exposición, el nivel de desarrollo socioeconómico, y de las políticas de adaptación.

«La naturaleza puede ser nuestra salvación, pero solamente si la reservamos, dice Inger Andersen, directora del Programa de la ONU para el Medio Ambiente PNUMA» | Rita E

Hay identificados 127 riesgos que provocarán múltiples amenazas climáticas simultáneamente, que además interactuarán con otros riesgos no climáticos y, en consecuencia, incrementarán el peligro de eventos en cascada, el trance de peligro global. De hecho, corremos el riesgo de que genere impactos irreversibles en determinados ecosistemas con poca resiliencia (muy probablemente algunos están ya sucediendo), como los ecosistemas polares, de montaña y costeros, afectados por la fusión de la capa de hielo, la de los glaciares, o por la aceleración del aumento del nivel del mar (más allá de lo previsto). Muchos de estos eventos liberarán gases de efecto invernadero y algunos serán irreversibles aunque posteriormente se redujera el calentamiento global.

Y si para que todas estas advertencias y realidades se consumen deben superarse los +2 °C, tampoco tendremos que “esperar” mucho. Devendrá, si siguen aumentando las emisiones de CO₂, bastante antes de mediados del siglo. Estamos, pues, entre 10 y 25 años (según el optimismo) del tipping point global. A 10 años de que se inicie un desastre irremediable si no actuamos ahora mismo, de forma drástica, y anteponiendo los intereses de la humanidad a los intereses económicos del capital.

En Catalunya, la temperatura ya es 1,8 °C más alta que antes del período preindustrial,incrementa cada decenio en 0,7 décimas de grado, y está a punto de superar (si no lo ha hecho ya) los 2 grados de aumento. La previsión apunta a un aumento de 3 °C en menos de 20 años. La proyección de este dato supone temperaturas de 50º C en las comarcas de la Catalunya Central y en la Plana de Lleida. Esto, dice Francisco Doblas, investigador del ICREA, director del Centro de la Tierra del Super Computing Center de Barcelona y autor del IPCC, afectaría a la humedad que conservan los suelos, es decir, la humedad que permite a las plantas crecer. Cuando aumenten las temperaturas, afirma Doblas en el documental ‘50 grados’, aunque no varíen las precipitaciones, supondrá que habrá menos agua disponible porque incrementará también la evaporación. Esto impediría a las plantas crecer. Si ocurre en primavera, el impacto sobre la agricultura y los ecosistemas sería terrible. Doblas, sin embargo, no cree que esto tenga que ocurrir antes de mediados de siglo.

En Cataluña, la temperatura ya es 1,8 °C más alta que antes del período preindustrial, incrementa cada decenio en 0,7 décimas de grado

En cualquier caso, habría que decidir qué plantamos y dónde, prever cómo evolucionarían los ecosistemas que deberían ir adaptándose al nuevo régimen de temperaturas y de disponibilidad de agua, investigar de cuánta agua se dispondría para uso agrario, de boca, doméstico, industrial, y a través de qué baremo de prioridad se reparte. Todo ello, teniendo en cuenta que si seguimos desperdiciando agua como hasta ahora, pronto llegaremos a un nivel insostenible.

En el conjunto del Mediterráneo, la temperatura ha subido 1’5 °C de promedio por encima del período 1850/1900. Más en la orilla sur que en el norte, lo que conlleva un aumento de las migraciones. Y por supuesto que el agua mengüe a marchas forzadas y que el futuro de la agricultura peligre. Este efecto se multiplica tal y como nos trasladamos hacia el sur.

En el conjunto del Mediterráneo, el aumento de la temperatura comporta más migraciones porque el agua mengua a marchas forzadas y el futuro de la agricultura peligra

Según el IPCC, el aumento del nivel de los océanos/mares significa un grave desafío, puesto que supone hacer frente al incremento, en frecuencia y magnitud, de eventos extremos provocados por el colapso del hielo, tanto marino como continental, causado por el calentamiento de las aguas. Esto implica tener en cuenta la elevación continua del nivel del mar, y concluir que deben buscarse soluciones para los habitantes de las poblaciones costeras ubicadas en cotas bajas de todo el mundo, o en las pequeñas islas, que tendrán que migrar, porque sus asentamientos serán tragados por las aguas.

Y hay que añadir los efectos de las tormentas, cada vez más imprevisibles y radicales: las olas serán más altas y aumentarán el nivel de las aguas, algo que también sucede si la presión atmosférica es baja o sobre todo, muy baja. Y si dos y más frentes de tormenta coinciden en un punto de la costa, como fue el caso del Gloria, entonces los efectos pueden ser terribles (durante el Gloria el nivel de las aguas frente al litoral del Delta del Llobregat, fue de 3 metros por encima de lo habitual).

Calor acumulado en los océanos

Las temperaturas oceánicas más altas de la historia se registraron en 2021 en los primeros dos mil metros de profundidad. Por sexto año, consecutivo, se ha batido el récord. El agua, cada vez más caliente, aumenta de volumen y ocupa más espacio, subiendo el nivel de las aguas y comiéndose capas de hielo de la Antártida y Groenlandia, territorios que conjuntamente pierden 1 billón de toneladas de hielo al año. Actualmente, más del 90% del calor generado por la quema de combustibles fósiles ha sido absorbido por los océanos, que, mientras se sigan quemando, continuarán acumulando calor. El resultado es la salinización y acidificación de las aguas, que degradan, por ejemplo, los arrecifes de coral y otros ecosistemas, con consecuencias funestas para la fauna y la flora marina.

Antonio Turiel, investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar, decía el pasado octubre en una entrevista en ‘Sobrevivir al Descalabro’: “Trabajo en el Departamento de Oceanografía Física y Tecnológica del Instituto de Ciencias del Mar. Mi especialidad es la oceanografía por satélite. Los océanos son el gran reservorio de calor, el gran reservorio del sistema termodinámico del planeta Tierra. Esto hizo que la temperatura de la atmósfera no aumentara tanto como los modelos preveían a primeros de siglo, porque los océanos retenían gran parte de ese calor. Con la observación satelital podemos contemplar en pocos días el conjunto de los océanos y saber cómo se comporta la parte superficial, que es la que más interactúa con la atmósfera. Y nos está dando señales de que se están produciendo cambios muy importantes. Desde 2016 se ha desatado un fenómeno de aceleración: la temperatura está empezando a subir más rápidamente. Es un cambio muy brusco que dura más de cinco años y se manifiesta en todas sus variables: salinidad, elevación del nivel del mar, probablemente en la producción primaria de los océanos, la clorofila (cuántas algas hay), y por supuesto, en el incremento de la temperatura”.

Cuando ves cambios rápidos en los océanos, que son muy lentos al reaccionar, debes pensar que la atmósfera experimentará cambios mucho más veloces. Si estos cambios que estamos observando se mantienen, y hasta ahora así parece ser, se anticipan cambios drásticos en cuanto al clima del planeta, e incluso, del tiempo meteorológico. Ahora mismo estamos viendo pequeñas manifestaciones parciales, como en la corriente termohalina, que es el gran redistribuidor de calor y humedad hacia Europa, que se está frenando: si se detuviera, la Europa central se enfriaría y el tiempo sería más seco lo que afectaría y mucho a las cosechas.

En general, el hecho de que los océanos se estén sobrecalentando y se esté incrementando la cantidad de energía que están absorbiendo, puede indicarnos que los patrones de circulación de la atmósfera se trastornarán. En otras palabras, que se habrían terminado las estaciones meteorológicas. Un ejemplo lo tenemos en la caída del vórtice polar sobre Texas, en el que hacía más frío que en Alaska. El peligro es que extremos, como el de Texas, sucedan con frecuencia y que, en contrapartida, masas de aire caliente se trasladen hacia los polos y acaben por deshacer el hielo. Si no existe un cambio de tendencia en pocos años, podría tener lugar una desestabilización climática irreversible de todo el planeta.

Desarrollo insostenible

La naturaleza puede ser nuestra salvación, pero solamente si la preservamos, dice Inger Andersen, directora del Programa de la ONU para el Medio Ambiente PNUMA. En este sentido, el IPCC pide que entre el 30 y el 50% de la superficie de la Tierra, ya sea terrestre, oceánica, o de agua dulce, debe estar protegida y libre de nuevas explotaciones, si de verdad queremos proteger la biodiversidad, y asegurar los servicios esenciales que nos ofrecen los ecosistemas (Son servicios ecosistémicos los beneficios que un ecosistema aporta a la sociedad y que mejoran la salud, la economía y la calidad de vida de las personas. Por ejemplo la provisión: madera, setas…; la regulación: cuánto carbono orgánico hay en el suelo, cuánto ha absorbido y almacenado…; la biodiversidad: cuántas especies viven en un ecosistema…; culturales: beneficios que la sociedad obtiene…) Y lo pide porque ahora mismo se está haciendo todo lo contrario. Los patrones de desarrollo insostenible actuales, dice el IPCC, están aumentando la exposición de los ecosistemas y de las personas a los peligros climáticos.

Naturaleza, seres humanos, infraestructuras, nada escapa a la acción destructiva del cambio climático causado por el hombre. La deforestación tiene impactos devastadores en la biodiversidad, la seguridad alimentaria y el calentamiento global. Se han perdido 420 millones de hectáreas de bosques desde el año 1990 (bosques que no sólo almacenan carbono sino que enfrían hasta medio grado la temperatura de la biosfera), amenazados, como la biodiversidad, por los incendios forestales que habrán aumentado un 30% a mediados del siglo; tan sólo un 15% del suelo tiene algún tipo de protección contra el desarrollo o la explotación, mientras que sólo está protegida un 21% del agua dulce y un 8% de los océanos. Desde 1970 las poblaciones de mamíferos, aves, peces, anfibios y reptiles, han disminuido en todo el mundo, en un 68%, y un 44% de especies están amenazadas de extinción en los puntos más críticos (hotsspot).

En Cataluña, se han perdido una cuarta parte de las especies en los últimos 20 años, según el informe el Estado de la Naturaleza.

El cambio climático también ha aumentado el número de muertes al incrementar las enfermedades transmitidas por el agua y los alimentos: enfermedades diarreicas, entre ellas el cólera y otras afecciones gastrointestinales. Enfermedades derivadas del incremento de la temperatura y la contaminación, especialmente cardiorrespiratorias. También tropicales, como el dengue que se extiende (ya se han detectado casos de dengue autóctono en España) o el chikungunya. Y otras enfermedades víricas, como el SARS-CoV2. Dice Mónica Vargas, investigadora en el Transnational Institute, en el documental ’50 grados’: “Si algo han dejado claro los cambios en los usos del suelo en todo el planeta es la interconexión entre la salud humana y los Derechos Humanos, con la salud del medio ambiente. Ahora lo hemos visto con la pandemia del Covid-19, antes con la de la gripe porcina o la aviar”. Y añade, “el conjunto de devastaciones planetarias causadas por el sistema económico dominante ha supuesto la generación del cambio climático, ocasionando una profunda injusticia para los seres humanos. Así pues, cuando hablamos de deforestación, de cambios de usos del suelo, o de Gases de Efecto Invernadero (GEI)…, estamos hablando de una profunda devastación, también de los cuerpos. Una devastación de los territorios, de la biosfera, de los cuerpos, que siguen una misma lógica de explotación y expolio, características del capitalismo”.

Mala salud planetaria

La sociedad, los poderes económicos, políticos desconocen, o no quieren saber, que el clima, la biodiversidad y las personas son interdependientes. Que los humanos son ecodependientes, dependiendo de la biosfera. El cambio climático interacciona con tendencias globales como el uso insostenible de los recursos naturales, la creciente urbanización, las perturbaciones económicas y sociales, las pérdidas y los daños por eventos extremos y una pandemia, poniendo en peligro el desarrollo futuro.

La sociedad, los poderes económicos, políticos, desconocen, o no quieren saber, que el clima, la biodiversidad y las personas son interdependientes. Que los humanos son ecodependientes

Durante decenios, el calentamiento global antropogénico ha perjudicado la salud de las personas y de las sociedades. Continuar por este camino, inestabilizar el clima, destruir los ecosistemas, significa que la biosfera puede llegar a ser letal para la mayoría de especies que lo habitamos.

El cambio climático, dice el IPCC, ha afectado a la salud física y mental de las personas en todo el mundo y ha incrementado tanto la mortalidad como la morbilidad, y sentencia: mantener la salud del planeta es esencial para la salud humana.

La salud y la civilización humanas dependen de la salud de los ecosistemas (riqueza y abundancia de especies…) y de su sabia gestión. La degradación del planeta, su calentamiento originado por el uso masivo de combustibles fósiles, por la extracción desaforada de sus recursos, por la loca explotación del suelo, por la desmedida agricultura y ganadería industrial, por considerar que la naturaleza está al servicio del hombre y no entender que la humanidad forma parte de la naturaleza y depende de ella, aunque aparentemente nos da riqueza, nos hace más pobres como especie y nos roba la salud. En definitiva, que la salud humana únicamente es salud en serio si es planetaria y beneficia a todos los seres vivos que habitamos la biosfera.

Vivimos una destrucción de la naturaleza acelerada, muy peligrosa y de gran alcance, que afecta a los entornos de vida de miles de millones de personas: entre 3.300 y 3.600 millones que viven en regiones gravemente afectadas. Y otra cuarta parte debe tener en cuenta, desde ya, los cambios drásticos que causa el calentamiento global.

Hay que deducir, pues, que algunos de estos impactos sobre las poblaciones y los ecosistemas son ya irreversibles por el aumento del nivel de mar. Hay zonas sumergidas, deltas – Nilo, Ebro – que están perdiendo tierras productivas y están amenazados con desaparecer desplazando a las personas y destruyendo su forma de vivir. En Catalunya también podemos observar este aumento del nivel de las aguas en la costa del Maresme donde playas, línea férrea y paseos acabarán siendo engullidos por el mar. Los glaciares, que contienen el 70% del agua dulce de que dispone el planeta, se funden por doquier (en el Pirineo catalán no quedan). Y sin que haya unanimidad, también con mucha probabilidad, habrían superado el punto de no retorno en Groenlandia.

En el Ártico, estos días de marzo están 30 °C por encima de la temperatura habitual (en estas latitudes, la temperatura ha aumentado de promedio en 4 °C grados desde la era preindustrial). Que haya menos banquisa (hielo marino flotante) en el Ártico, genera más olas, que contribuyen a erosionar la costa, que en determinadas zonas está perdiendo entre cuatro y cinco metros al año, y todo ello hace que el permafrost se deshiele más rápido (como ya ocurre con el de Siberia y territorios sólidos del Círculo Ártico – se prevé que en 2040 ya no quedará tierra congelada en la península escandinava-). En la Antártida Occidental, a finales de marzo de 2022 se están batiendo récords de temperatura (Vostok, con una temperatura de -12,2 °C, 40 °C por encima de la media, Cúpula CII, D47, y Terra Nova Base, donde la temperatura ha sido más de 7 °C por encima de lo habitual).

Apostilla Olga Margalef, geógrafa, profesora en la Universidad de Barcelona, investigadora en el CREAF: “Estos suelos congelados durante miles de años, permafrost, son un gran reservorio de carbono. Contienen más carbono que todos los bosques del planeta y el doble de carbono que existe hoy en día en la atmósfera. Si se deshiela, parte de esta materia orgánica se degrada y se produce dióxido de carbono y metano que pasan de los suelos congelados a la atmósfera. Esto ya está ocurriendo y la magnitud del vertido dependerá del aumento de la temperatura y el deshielo. El cambio climático nos demuestra que todo está relacionado porque la atmósfera es común a todos los seres humanos”.

Escasez de agua dulce

La disponibilidad de agua dulce será inferior a la demanda hacia 2040. Antes, hacia 2030, un tercio de la población mundial vivirá en zonas afectadas por la carencia de agua: norte y sur de África, Oriente Próximo, China y Estados Unidos. En estos momentos, el 12% de la población no bebe agua potable. La falta de agua se notará sobremanera en el Mediterráneo, más intensamente en la orilla sur, pero también en el norte. La lucha por conseguir agua aumentará los conflictos/guerras y multiplicará el neocolonialismo. Por poner unos ejemplos: los alemanes quieren construir un embalse en el río Congo – Inga 3 – dedicado a fabricar hidrógeno, expoliando a los congoleños. ¿O qué pasará con el embalse Renacimiento, ya inaugurado y camino de llenarse, construido por Etiopía y que retiene agua del Nilo Azul, que antes compartía con Sudán y Egipto? ¿Y qué ocurrirá con los territorios colonizados por China, Emiratos Árabes, Arabia Saudita, para la fabricación de alimentos que se llevan hacia sus países (una forma indirecta de llevarse el agua)?

La disponibilidad de agua dulce será inferior a la demanda hacia 2040. Antes, hacia 2030, un tercio de la población mundial vivirá en zonas afectadas por la carencia de agua

En el sur de Europa, siete millones de personas pueden pasar sed. Los acuíferos están en peligro. Y las sequías serán cada vez más frecuentas, largas y duras.
España ha perdido más de un 20% del agua que tenía hace 30 años. Y se prevé otra pérdida del 25% en los próximos años que el MITECO no concreta cuántos serán. Contrariamente, el regadío está aumentando y consume el 85% del agua disponible (el consumo del ciclo urbano es del 15,5%). A su vez, los pozos que agotan las capas freáticas se reproducen sin control en todo el territorio. Y para aumentar la productividad se están regando cultivos de secano (también en Catalunya, donde se riegan almendros que se beben 12.000 metros cúbicos de agua por hectárea/año. Cultivos, propiedad de multinacionales, que se dedican a la exportación). 

Además las pérdidas en la red de agua potable ya tratada se sitúan en un 23%.

Todo, un disparate.

En Catalunya, somos víctimas de una sequía que, según informa el Servicio Meteorológico, comenzó en las comarcas litorales y prelitorales en la primavera de 2021, que se ha extendido con rapidez por el noreste, Plana de Lleida y Catalunya Central y que se ha intensificado excepcionalmente en comarcas como el Vallès Oriental, Occidental, Barcelonès, Baix Llobregat y Alt Empordà. Las lluvias de estos días, dice Marc Prohom, jefe del Área de Climatología del Servicio Meteorológico de Catalunya, seguramente detendrán la sequía en el Alt Empordà y en el extremo sur de Catalunya. En el litoral central, en el prelitoral, y en la Catalunya interior, hace falta mucha más agua para acabar con la sequía.

Estamos ante un cambio climático radical, dice Robert Savé, emérito del IRTA. El aumento de la temperatura provoca cambios en el comportamiento de las plantas. El peligro radica en que la lluvia caída haga brotar las plantas y que después no puedan desarrollarse por la falta de agua al permanecer los efectos de la sequía. Hay dos soluciones: o se deja que la naturaleza haga su trabajo con el riesgo de obtener frutos pequeños y no aceptados por los mercados, o se poden las plantas para que sean más pequeñas y broten menos frutos, pero de la calidad y calibre habituales. En cualquier caso, siempre habría pérdidas. Pero el tiempo meteorológico es ahora mismo imprevisible y la gran amenaza que se cierne sobre los cultivos es una ola de frío que helará la Europa del Sur, Catalunya incluida, a primeros de abril. 

Europa debe hacer frente a estos efectos del cambio climático: oleadas de calor y sequías (en especial en el sur); alteraciones de los ecosistemas marinos y terrestres, escasez de agua en múltiples sectores interconectados; riesgo para las personas, las economías y las infraestructuras a causa de las inundaciones costeras e interiores (las inundaciones causaron 15 veces más muertes en los países costeros pobres que en los ricos); aumento de las temperaturas que por el estrés de calor irán causando más víctimas mortales, cultivos alimenticios estresados por el calor (en uno de los escenarios el informe concluye que 183 millones de personas adicionales podrían sufrir desnutrición a mediados del siglo) que provocarán la pérdida de cultivos a causa de la sequía y el clima extremo (los incendios forestales serán más intensos y aumentarán en más de un tercio en este comienzo de siglo).

Según el IPCC, los puntos calientes con alta vulnerabilidad están situados en África del Oeste, la Central y la del Este. Igualmente en Asia del sur y Centroamérica y del Sur. Y también en el Ártico (la temperatura ha aumentado más de 4º C desde 1850/1900) y en los pequeños estados insulares. Por supuesto, la vulnerabilidad es mayor cuanto más intensa es la pobreza, cuando no se puede acceder a los servicios básicos, a los recursos, cuando hay conflictos violentos, falta de gobernabilidad. También donde los medios de vida son más sensibles al clima: pequeños agricultores, pastores, comunidades de pesca… Hay que tener en cuenta que en esta misma década, la mortalidad por inundaciones, tormentas y sequías será quince veces mayor en las regiones más vulnerables que en las de baja vulnerabilidad. La vulnerabilidad se multiplica con la inequidad, la discriminación de género, la procedencia étnica y los bajos ingresos.

Crisis humanitaria

El cambio climático está contribuyendo así a crisis humanitarias en las que los peligros climáticos interactúan. La inseguridad alimentaria aguda está aumentando en África, Centroamérica y Sudamérica. Y si bien es cierto que los factores no climáticos son los impulsores dominantes de los violentos conflictos entre estados y dentro de los propios estados, en algunas regiones evaluadas, los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos, han tenido un impacto adverso en cuanto a duración, dureza, y frecuencia. En cualquier caso, los fenómenos meteorológicos extremos están impulsando cada vez más el desplazamiento de personas. En especial, las comunidades locales, colectivos de personas básicamente del Sur, pero también del norte (el proceso migratorio por el cambio climático también es una realidad de Centroamérica hacia Estados Unidos, y del sur de los propios Estados Unidos hacia su norte), que no se podrán adaptar y tendrán que migrar. Y otros que no dispondrán de capacidad económica ni para adaptarse ni para huir (un 32% de personas adicionales caerán en la pobreza extrema en el 2030, si se sigue como ahora). Y las comunidades indígenas, más de 400 millones de personas, están siendo muy perjudicadas (suponen el 6% de la población mundial y son el 15% más pobre. Ocupan la cuarta parte de las superficies de la tierra y cuidan el 80% de la biodiversidad, sin embargo, sólo son los propietarios del 11% de estas tierras).

Los datos explicitan la aceleración y magnitud de los cambios que se avecinan. Las desigualdades aumentarán y los ricos serán más ricos, multiplicando sus opciones y oportunidades, y los pobres serán más pobres y quedarán extremadamente sometidos a las amenazas inmediatas, que ya están aquí. Todo ello es aprovechado por las grandes corporaciones para agrandar su patrimonio, acumulando bienes y capital procedente de las clases trabajadoras y las antiguas clases medias. Nada ocurre por casualidad. Ni la inacción para combatir el cambio climático, ni la desposesión programada de los más empobrecidos. El capitalismo necesita los recursos para crecer y considera a las personas una mercancía prescindible.

https://catalunyaplural.cat/es/la-naturaleza-es-nuestra-salvacion-pero-solo-si-la-reservamos/

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