Pedro Linares nos resume en la última entrada de su blog el informe del IPCC que se ha publicado esta semana
Agradecemos su esfuerzo de aproximar al ciudadano las conslusiones más importantes de dicho informe y aprovechamos su resumen para publicarlo aquí:
Para los que quieran ir más allá de este resumen básico, Pedro Linares recomienda leer no el resumen para políticos (SPM), sino el resumen técnico (TS). Este segundo es más largo, pero menos mediatizado por los intereses políticos, y más completo. Hay por ejemplo una tabla al comienzo interesantísima, mostrando la situación en términos optimistas vs pesimistas, que resumen muy bien y da una visión muy realista de este tema. También cubre aspectos curiosamente no mencionados en el SPM, pero fundamentales, como el comercio internacional o la fuga de emisiones.
El primer gran mensaje del informe es que, aunque la tasa de crecimiento de las emisiones se ha reducido algo en la última década, siguen aumentando, y ya son un 54% mayores que en 1990. Y ya hemos consumido casi todo el presupuesto de carbono que nos queda para llegar a un calentamiento de 1,5ºC con una probabilidad mayor del 50%.
Por lo tanto, y este es el segundo mensaje relevante: si queremos no superar este grado y medio, tenemos que ponernos a reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero ya (de forma “profunda, rápida y sostenida”), de forma que 2025 marque el máximo de emisiones, y en 2030 las reduzcamos entre un 13 y un 45%. En 2050 tendríamos que reducirlas entre un 52 y un 76%, para llegar a la neutralidad climática en la década de 2050. Si dilatamos las reducciones consumiremos más rápidamente el presupuesto, y por lo tanto tendremos que llegar a la neutralidad antes. Y eso ya sin entrar en el “lock-in”, es decir, el problema de construir edificios o industrias ahora, basados en tecnologías intensivas en carbono, que nos aten a unas emisiones elevadas durante mucho tiempo.
En este punto, el IPCC constata que hay una brecha entre lo que tenemos que hacer, esta reducción de emisiones, y lo que se promete por parte de los países (en sus contribuciones nacionales al Acuerdo de París). Si sólo cumplimos con estas promesas el calentamiento esperado en 2100 será de 2,8ºC. Y el IPCC nos recuerda que hay otra brecha de implementación, entre las promesas y la realidad política. Así que la tarea política es enorme, incluso mayor que la tecnológica. Porque ya contamos con muchas tecnologías viables para la transformación, algunas de ellas ya competitivas (como la fotovoltaica o la eólica). Pero tenemos que hacer mucho más. ¿Cuáles son las actuaciones prioritarias?
- En primer lugar, el ahorro y la eficiencia, que según el IPCC puede suponer entre un 40 y un 70% de la reducción a 2050. Esto incluye cambios en las infraestructuras (por ejemplo, para hacer edificios que no consuman energía, o para reducir las necesidades de movilidad), cambios en las tecnologías de uso final (vehículos eléctricos o más eficientes, etc.) o cambios de comportamiento y socioculturales (cambios de dieta, que no son milagrosos, pero algo ayudan; o ajustes de la climatización en edificios). También debemos incluir aquí la economía circular (la eficiencia en el uso de materiales).
- En segundo lugar, hay que abandonar los fósiles: el carbón debería reducirse un 95%, el petróleo en un 60%, el gas en un 45%. Respecto al último sobre todo, la reducción de las fugas de metano es muy, muy eficiente.
- Pero, en un mensaje muy importante, el IPCC nos dice que todo esto no es suficiente. Que tendremos que utilizar técnicas para eliminar el carbono de la atmósfera (CDR, carbon dioxide removal), y también para capturar carbono (CCS) de los fósiles que queden o de la producción de cemento o de la industria química. Más aún, en una afirmación seguramente controvertida, nos dicen que este CDR no podrá estar basado predominantemente en los sumideros naturales (reforestación, etc.) porque es menos fiable que el almacenamiento geológico. Así que es fundamental impulsar las tecnologías de biomasa con captura (BECCS), eso sí, prestando mucha atención a sus potenciales impactos negativos, y las de captura directa de CO2 del aire (DACCS).
- ¿Y los biocombustibles? Pues podrán ayudar a corto y medio plazo, en los sectores más complicados, pero también cuidando mucho sus riesgos.
Y todo esto va a tener lugar en dos terrenos de juego, fundamentalmente: las ciudades y la industria. El proceso de urbanización va a seguir avanzando, y por tanto es fundamental diseñar bien las estructuras urbanas desde el principio en estas ciudades en expansión; y también por supuesto rediseñar las existentes de forma que minimicemos el consumo de energía. En cuanto a la industria, es preciso rescatar la política industrial y la colaboración internacional, porque la descarbonización industrial va a cambiar las cadenas de valor, desplazándolas hacia regiones con abundantes recursos energéticos bajos en CO2.
Para lograr toda esta transformación hacen falta cambios sistémicos, hay que cambiar nuestro paradigma de desarrollo hacia uno basado en la sostenibilidad, y hay que implantar paquetes de política los más amplios posible: políticas que estimulen la innovación, que cambien comportamientos, que regulen la inversión financiera, y que establezcan una gobernanza adecuada del proceso. Por ejemplo, si queremos reducir las emisiones de los edificios hace falta combinar objetivos de eficiencia, códigos de edificación, instrumentos de información, precios al carbono, asistencia financiera…Si sólo planteamos actuaciones parciales nunca llegaremos a los objetivos.
Una de las barreras fundamentales para plantear estas políticas ambiciosas es su coste. ¿Cuánto va a costar todo esto? El IPCC nos dice que llegar a los objetivos necesarios en 2050 va a suponer una reducción de un 2% del PIB (que por otra parte aumentará un 100%). Esto parece muy asumible, más aún teniendo en cuenta todos los beneficios (no incluidos en la cuenta anterior) de evitar el cambio climático y de reducir la contaminación. Pero nos recuerda que habrá perdedores, entre otras cosas porque el impacto será desigual por regiones y sectores, y que por tanto el elemento de justicia es absolutamente central, no sólo por sí mismo, sino también para facilitar la transición.
Otra potencial barrera es la financiación. Hará falta aumentar la inversión de 3 a 6 veces con respecto a los niveles actuales, sobre todo en el sector primario y en los países en desarrollo. Lo bueno es que hay suficiente capital y liquidez a nivel global. Pero sigue habiendo muchos problemas para desplegar este dinero y la cooperación internacional es esencial para ello.
El último mensaje que me parece importante del informe es que todo esto no puede ser incompatible con seguir trabajando por dar acceso a la energía moderna a los más de 2.000 millones de personas que no la tienen, porque su traducción a emisiones es casi despreciable. El problema no son los pobres, sino los ricos: el 10% de los hogares es responsable del 40% de las emisiones, el 40% medio de otro 45%, y el 50% restante un 15%. Es importante pues trasladar el mensaje de responsabilidad común pero diferenciada no sólo entre países, sino dentro de los países.