Un estudio de la universidad KU Leuven, en Bélgica, señala que para los objetivos de neutralidad climática de la UE para 2050, necesitaremos 35 veces más litio, el doble de níquel, tres veces más cobalto y entre siete y 26 veces más tierras raras. ¿Hay vías para hacerlo de forma sostenible?
La Unión Europea tiene grandes objetivos para reducir sus emisiones. Pero la transición energética no saldrá gratis. Para cambiar a una energía limpia necesitamos abundantes metales que habrá que obtener con más minería y, en el mejor de los casos, con reciclaje. Los coches eléctricos, los paneles solares, los aerogeneradores y las baterías de almacenaje consumen grandes cantidades de litio, níquel, cobre, cobalto o aluminio. Las cifras de un estudio reciente de la universidad KU Leuven, en Bélgica, son abrumadoras. Para los objetivos de neutralidad climática de la Unión Europea para 2050, necesitaremos 35 veces más litio del que usamos ahora, el doble de níquel, tres veces más de cobalto, y entre siete y 26 veces más de tierras raras. ¿Podemos permitirnos un cambio con tantos costes?
“La Unión Europea se enfrenta a un gran reto; por un lado, porque tiene limitaciones en la producción doméstica de metales”, explica la principal investigadora del estudio, Liesbet Gregoir, “por otro, porque la transición energética aumentará la demanda de estos recursos. Esto puede provocar una carencia en el mercado global. Europa depende de ese mercado, por lo que si no se toman medidas es probable que no tengamos suficientes metales y tierras raras dentro de 15 o 20 años”.
La dependencia de la Unión Europea en la transición energética es algo que ya se observa. En este momento, menos del 3% de las baterías de ion de litio —las que usan, por ejemplo, los coches eléctricos— se producen en Europa y más del 90% se importan de China, Japón y Corea del Sur. Tampoco hay una industria en Europa para el procesamiento de estos recursos. El litio, por ejemplo, que se consume en la UE, procede sobre todo de Australia, pero se refina en China.
Mejorar los estándares ambientales y sociales de la minería es imprescindible para que la transición energética reduzca sus costes. Algunos metales, como el litio, son abundantes en la naturaleza, pero su manera de extraerlo, bien por minas tradicionales abiertas, bien a través del bombeo de agua desde debajo de la tierra, producen problemas de contaminación del aire y el agua. Para hacernos una idea: una batería de un solo coche eléctrico de tamaño medio requiere entre seis y ocho kilos de litio según un cálculo reciente que ha hecho la revista Nature, y cada tonelada de litio necesita la evaporación de unos dos millones de litros de agua, según otro cálculo de la organización Institute for Energy.
Tom Hegen es un fotógrafo alemán que se dedica a captar imágenes aéreas para documentar la huella que dejamos los humanos sobre la superficie de la Tierra. Son esos lugares donde se extraen, se refinan o se consumen recursos. Uno de sus últimos trabajos es el que mostramos aquí. Son las minas a cielo abierto de litio en el desierto de Atacama, en Chile, uno de los lugares más secos y menos poblados del planeta. “Más del 50% del litio mundial se encuentra en Iberoamérica, en el triángulo entre Bolivia, Chile y Argentina. El Salar de Atacama contiene más de un 25% de los recursos del mundo. Pero la industria del metal está cambiando el paisaje. La mayor planta de evaporación se ve incluso desde el espacio”, nos cuenta desde Alemania.
Las nuevas técnicas de extracción directa del litio o de aguas geotérmicas tienen menor impacto, pero siguen siendo caras. Tanto el estudio de la universidad de KU Leuven como la investigadora Julia Poliscanova, directora de la división de coche eléctrico y baterías de la ONG Transport and Environment, apuntan a que, además de la extracción, necesitamos otras soluciones.
La clave está en el reciclaje
“Los metales pueden usarse indefinidamente, así que reciclar es indispensable”, explica Gregoir. “Una vez tengamos un volumen importante de metales circulando en el sistema tiene sentido reutilizarlos para reducir el coste social y ambiental. Eso será hacia el año 2035-2040. Pero aún estamos mal preparados. Todavía el reciclaje es poco interesante desde un punto de vista tecnológico y económico. No sale rentable. Debemos trabajar más en esto, igual que en el diseño de los productos, tanto para que necesiten menos metales como para que esos metales sean más fáciles de recuperar”, incide.
Julia Poliscanova prefiere ponerlo en términos positivos: “Más que un problema, lo podemos ver como una oportunidad. Se pueden crear nuevas regulaciones que protejan más el medioambiente. La industria del reciclaje debe crecer en Europa en vez de enviar las viejas baterías a China para que se haga allí. Además, hay que hacerlo antes de que llegue el momento de recuperar esos materiales. Si esperamos nos encontraremos con el mismo problema que tenemos ahora para conseguir el material de las baterías. Tenemos que estar preparados para el año 2030 cuando tengamos grandes volúmenes de baterías para reciclar”.
Finalmente, la escasez de metales tendrá que abordarse desde la perspectiva del consumo. Las ciudades necesitarán desarrollarse con un uso menor de estos recursos, como el transporte colectivo, o los productos tendrán que reducir el uso de materiales para cumplir su función. “No necesitamos conducir un tanque eléctrico que es lo que son muchos SUV hoy”, explica Poliscanova.
“Si no tenemos las materias primas será necesario que reduzcamos la demanda”, dice Liesbet Gregoir. “Y para eso tenemos dos medidas: hacerlo de forma tecnológica, creando productos que utilicen menos recursos, o mejorando el uso de esos productos, como promoviendo el coche compartido”.
La paradoja de la transición energética, con su necesidad de grandes cantidades de metales, plantea muchas cuestiones. El debate no deberá ser solo sobre el qué o el cuándo sino también sobre el cómo. La crítica a las consecuencias negativas de la minería, dicen estas expertas, es necesaria y pertinente puesto que puede originar otros problemas. Aunque, advierten, para la transición energética no hay otra alternativa.
“Si no realizamos la transición energética no vamos a sobrevivir. Nos vamos a abrasar”, dice Julia Polinoscava. “Pero, por supuesto, hay diferentes modos de hacer la transición. La podemos hacer mal y repetir los mismos errores que hemos cometido con la extracción de petróleo o la podemos hacer bien y combinar la transición energética que necesitamos con mejorar nuestra situación. Todo lo que usamos en este mundo requiere materiales así que garanticemos que haya regulaciones para asegurarnos que se usarán de un modo responsable”.