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Más es menos: la economía ineficiente

Hay que frenar la dinámica de quererlo todo y volver al sentido común, comprar lo necesario y dejar lo superfluo


Joan Vila 

A menudo he insistido en que no es sólo el CO2 el que debemos disminuir, sino que también es necesario bajar la extracción del conjunto de materias primas. El CO2 debemos bajarlo desde 6,4 tCO2 /habitante hasta 1,74 tCO2 /h, y las materias primas las tenemos que bajar desde 8,8 t/h hasta 6,66 t/ h (según los datos del INE). Tengo muy claro que esta adaptación de la economía no la realizaremos sin un choque cultural, con un cambio de modelo de sociedad.

También he explicado que el modelo actual del consumo por el consumo, que busca una felicidad momentánea con el gesto de la compra, moviliza el neurotransmisor de la dopamina, que lleva a una felicidad temporal, efímera que, cuando se ha normalizado, quiere más , en una carrera constante por la compra. Deviene como una droga que arrastra al ciudadano comprador compulsivo. En cambio, otras materias, como la serotonina y la oxitocina, son sustancias que nos aportan una felicidad más prolongada, estable en el tiempo. Todos son neurotransmisores que hacen sentir placer. El problema es que es mucho más fácil y rápido obtener felicidad con la dopamina que con los otros núcleos neurotransmisores. El mercado lo sabe y lo utiliza para mantener un modelo de vida. A partir de ahí ha diseñado una estrategia para dar al ciudadano mucha libertad para elegir productos, cuantos más mejor, arrastrándolo a una predisposición a comprarlo todo, en una carrera voraz de insatisfacción permanente, que al fin permite más producción y mayor actividad económica, el verdadero objetivo del modelo actual. Quererlo todo, intentar comprar siempre lo que es mejor, eligiendo productos y más productos, comparando con lo que tienen los demás en una economía del alarde, hasta a veces tener estrés de compra, arrepintiéndose de lo que no ha salido bien, sufriendo a veces frustración… es una dinámica que nos lleva al fracaso.

El fiasco no es sólo psicológico, es material porque nos lleva a comprar cosas que no se necesitan, sólo porque son baratas. Lo he visto con los bazares chinos, donde la gente compraba algo que veía… porque era barata, no porque le hiciera falta, mientras paseaba para distraerse. Un día dije que China era la perfecta paradoja de Jevons moderna: fabricaba tantos productos y tan baratos, que la gente los compraba sin necesidad, sólo porque eran baratos. Lo mismo ocurre a menudo con la compra por Internet: como sólo vale un euro, lo compro ya. El resultado de comprar lo que no se necesita es un agotamiento de materias primas, el desarrollo de una economía ineficiente, con mayor consumo de energía, más distribución, más transporte y más desechos. Por poco que pensemos, hay que frenar esta dinámica y volver al sentido común, comprar lo necesario y dejar lo superfluo.

Esta adaptación no la realizaremos de forma voluntaria, ya que requiere un esfuerzo de voluntad personal considerable. Un amigo, cuando le pedí qué había hecho para adelgazar, me respondió: “comer sin que llegues a sentirte satisfecho del todo, hay que dejar en el estómago una parte para complacer y mostrarle que basta”. Esto exige una preparación mental determinada, que mucha gente no puede realizar. De lo contrario, creo que el camino lo haremos a la fuerza, porque la economía de la precariedad nos llevará. Entonces habrá que tener mecanismos para facilitar la adaptación al cambio hacia la frugalidad.

Tener conciencia de que no puedes comprarlo todo, que debes dejar de buscar y buscar el mejor producto, que es suficiente elegir entre pocos géneros, no es fácil. Por ejemplo, si uno entra en un hipermercado Esclat, encontrará 11.000 artículos para elegir. Reconozco que a mí me marea entrar en centros comerciales con tantos productos. Normalmente me quedo en la puerta esperando a que el resto de la familia compre. Pero a la mayoría de la gente le encanta ver, elegir y comparar. En cambio en una tienda de comestibles, como Can Banasta de Llanars, los artículos se reducen cien veces menos y es más fácil elegir. Angelina, ¿tienes esto o aquello? Son más caros, no hay tanto que elegir, diréis. Posiblemente sea un precio que deberemos pagar en un futuro no muy lejano, cuando deberemos comprar el jamón dulce, el salado, y otros productos frescos, cada dos días porque no lo podremos tener envasado en el plástico en el que está hoy. Entonces la compra estará al lado de casa, como antes. Y seguramente no necesitamos elegir entre tantos productos. En Mercadona hay muchos menos que en otras grandes superficies y en BonÀrea aún menos.

Es necesario orientar la compra a elegir menos y tener más facilidad de elección, para poder elegir lo que es suficiente y renunciar a lo que no se necesita. A menudo no es cierto que tengamos libertad de elección, porque nos ha influenciado de forma ruidosa la publicidad. El sentimiento de bienestar depende en gran medida de que tengamos la capacidad de controlar nuestro entorno y que sepamos reconocer que retenemos este control. Por eso, decidir cuándo queremos determinar algo, ser selectivos, quizá sea la elección más importante que tengamos que hacer.

Si la compra no es la acción más importante para llegar a la felicidad, es necesario buscar en la serotonina, por el camino de las relaciones sociales profundas. Tener contacto con los demás puede ser más importante que el bienestar de la compra, por eso es necesario cultivar los círculos de la familia, el de los amigos más cercanos y el del entorno social donde se vive en el pueblo o en el barrio. Por ahí creo que irá la nueva economía.

https://www.jvila.cat/ca/?p=2825

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