
Para el cumplimiento de los objetivos climáticos de la UE para 2030 es imperativo que la fiscalidad del CO₂ muestre un camino claro al alza
Para trasladar los objetivos climáticos de la UE a las 15.000 industrias más contaminantes de Europa, en 2005 se creó el mercado de créditos de carbono de la UE (ETS). Desde entonces, las empresas que emiten CO₂ están obligadas a comprar créditos para compensar sus emisiones, y el precio de los créditos se determina por el mercado. La cantidad total de créditos disponibles se reduce paulatinamente con el tiempo para garantizar que las emisiones totales no excedan del presupuesto de carbono establecido por el conjunto de la UE y obligando a las empresas a reducir sus emisiones.

La lógica dice que a medida que se reduce el volumen de créditos, los precios deben ir al alza, y así ha sido hasta 2023.

Los créditos ETS disponibles se están reduciendo a un ritmo de 2,2% anual durante el período 2021-2030, pero este ritmo todavía no es suficiente para impulsar una descarbonización rápida del sector industrial y últimamente envía señales al mercado que son contraproducentes.
El fuerte impulso de la UE a la energía renovable ha provocado un excedente de créditos, sobre todo por parte del sector eléctrico que es quien más se está descarbonizando. Este exceso de créditos, sumado a una menor demanda, por la contracción de la producción industrial en Europa, ha bajado los precios desde los 100€/tCO₂ de 2023 hasta los 66€/tCO₂ actuales , y las autoridades no han sido suficientemente ágiles para revisar el ritmo de reducción del volumen de créditos.
Esta bajada del precio del carbono aplaza los planes de descarbonización de las empresas porque les sale más a cuenta pagar los créditos que efectuar las inversiones necesarias.

Reducir el volumen de créditos a un ritmo flexible y más esmerado con los objetivos 2030 y 2040 para elevar el precio del carbono e incentivar las inversiones en la electrificación del sector industrial es una de las tareas que debe afrontar nueva Comisaria de Transición verde y Competencia, Teresa Ribera, según fuentes de la Comisión, durante los 100 primeros días de mandato.
Aunque algunos sectores defienden que, con la actual crisis industrial que afecta a Europa, no conviene aumentar la fiscalidad, mantener unos precios del carbono bajos para favorecer la competitividad es pan para hoy y hambre para mañana, porque retrasa los cambios necesarios para ser competitivos en el futuro, como ya le ha ocurrido a la industria automovilística .
Para el cumplimiento de los objetivos climáticos de la UE para 2030 es imperativo que la fiscalidad del CO₂ muestre un camino claro al alza. Bien sea reduciendo el volumen de créditos ETS, bien sea incluyendo nuevos sectores emisores de CO₂ ahora bonificados, o bien estableciendo un precio mínimo para evitar fluctuaciones bajistas como la de los últimos meses. Asimismo, es importante que esta exigencia a la industria europea vaya acompañada de aranceles en frontera para evitar que empresas que emiten grandes cantidades de carbono vayan a producir a países con políticas más laxas.
Sin embargo, tal y como recomendaba hace pocos días Mario Draghi en un informe realizado para la UE, la mejor medida para la acción climática y la competitividad, es una revisión de la fiscalidad que traslade los impuestos sobre la energía hacia el CO₂, para que se abarate el precio de la energía limpia, y el peso recaudatorio recaiga sobre las energías fósiles.