Cumbre del Clima en Madrid (COP25)
Nuria del Viso, 06/12/2019
Como es casi imposible no saber, estos días se celebra en Madrid – en paralelo a Chile– la COP25. Organizaciones de la sociedad civil, empresas y otras entidades se han instalado en la zona verde del pabellón de IFEMA, y una conocida marca de refrescos, líder en acaparamiento de derechos del agua, ha empapelado Madrid estos días con un anuncio alusivo a las bondades del reciclado. La COP25 –como las precedentes— ofrece una oportunidad excepcional a las grandes empresas contaminadoras o privatizadoras de bienes comunes de limpiar su imagen con una patina verde mientras continúan sus actividades business as usual. En este texto queremos mirar detrás del decorado y descubrir lo que esconde: cómo las grandes compañías de distintos sectores corporativos encuentran la forma de obtener réditos en el actual momento de emergencia climática.
Si el negacionismo ha obstaculizado durante décadas la adopción de medidas frente al cambio climático, actualmente se está asentando una variante aún más peligrosa. Hay sectores empresariales que dan por hecho la catástrofe y cuentan con subidas de la temperatura media del planeta de 4-5ºC. En privado, cuestionan la utilidad de frenar las emisiones y en su lugar defienden centrarse en la adaptación climática. El juego consisten en aprovechar la adaptación y los resquicios que la crisis ofrece para lucrarse. Y en ese juego de cuanto peor, mejor no solo nos arrastran a todos y todas, sino que ni siquiera las elites podrán ponerse a salvo mientras habiten en este planeta. Aunque la opción de establecerse en colonias interestelares la valoran seriamente.
Pero dejemos por el momento la ciencia-realidad-ficción y realicemos un recorrido por los sectores que esperan beneficiarse con la mercantilización de la crisis climática.
La desestabilización del clima se vincula a proyecciones de escasez de recursos básicos. Por ello, el acaparamiento selectivo y excluyente de bienes naturales se sitúa en el punto de mira corporativo. Tres sectores resultan clave: la energía, la alimentación y el agua.
El sector de combustibles fósiles es uno de los más directamente afectados por las medidas ante el cambio climático y, por tanto, uno de los principales interesados en que nada cambie. Este sector afronta la crisis del clima con una estrategia diversificada. Primero, sus negocios se han ampliado con los combustibles fósiles no convencionales (fracking, arenas bituminosas, extracción en aguas profundas, etc.), aún más contaminantes y peligrosos.
Segundo, el sector energético toma posiciones para reproducir en el campo de las energías renovables la posición de dominio que tenía hasta ahora, perpetuando unas estructuras centralizadas de la producción. En esta misma línea, el sector automovilístico se ha lanzado al trasvase al coche híbrido o eléctrico sin cambio alguno en el modelo de movilidad.
En tercer lugar, no ha dudado en subirse al carro de la sostenibilidad climática cuando lo han considerado inevitable ante el clamor global, a pesar a la probada responsabilidad de las grandes empresas fosilísticas —y también eléctricas— a la hora de entorpecer medidas adecuadas a la crisis del clima durante décadas. Bien dedicando ingentes recursos a sembrar la duda y alimentando el negacionismo sin miramientos 1/, o bien haciendo agresivas campañas de lobby 2/ —e incluso participando en las cloacas del Estado español 3/—para evitar que se dañaran sus intereses,. Y sin sonrojo, algunos de los principales contaminadores se pintan de verde en la nueva coyuntura. El greenwashing parece funcionar en relación inversamente proporcional a la responsabilidad ejercida en la contaminación. Así, no es casual que Iberdrola y Endesa figuren entre los principales patrocinadores de la COP25 4/.
Uno de los objetivos de esta COP es la regulación de los mercados de carbono —surgidos con el Protocolo de Kioto de 1997— de cara a la puesta en marcha del Acuerdo de París en 2020. La existencia de estos mercados no dejan de ser sintomática del contexto en el que nos encontramos. La propia concepción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en términos de mercado, con bonos sobre el derecho a contaminar que se compran y venden, da una idea de cómo gobiernos y grandes empresas enfocan la crisis del clima y el tipo de respuestas que ofrecen. No obstante, no es la primera vez que el capitalismo nos sorprende con su característica plasticidad.
Privatización de recursos básicos
Con el cambio de condiciones del clima se prevé una reducción generalizada de la productividad agrícola. A medida que se calienta el planeta, ciertas cosechas se están desplazando hacia latitudes más septentrionales y a mayor altura, mientras que zonas actualmente agrícolas dejarán de serlo 5/. Estos cambios sirven de argumento a las corporaciones para defender la llamada agricultura inteligente, respaldada por la FAO, que intensifica la tecnologización de este sector y los enfoques de la agricultura industrial, que ya han causado enormes daños ecológicos y a la economía campesina mundial. En paralelo, con la producción de alimentos entendida como negocio global, se ha disparado la compra de tierras, creando el fenómeno conocido como “acaparamiento de tierras” 6/.
El agua y su proyectada escasez genera un floreciente negocio de privatización de los derechos de acceso. Importantes compañías como PICO Holdings, Water Asset Management, Nile Trading and Development, BHP Billinton, Unitech, Suez Environment (patrocinador de la COP25), Veolia y Coca-cola se están aprovechando del boom especulativo del agua para hacerse con los derechos de acceso al nuevo oro azul. Por su parte, en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), aquejada de enormes restricciones hídricas, el empresario Nick Sloane propuso traer de la Antártida bloques de iceberg para paliar la escasez de agua.
Como anteriormente ocurrió con las cosechas alimentarias, el agua ha vivido una fuerte financiarización y ha entrado a formar parte como recurso especulativo en las bolsas de valores. Por ejemplo, existen fondos de inversión especializados en derechos de acceso al agua en zonas sensibles a la escasez hídrica, como California o Australia, y nuevas empresas digitales informan en tiempo real de las inversiones en sectores como el agua.
De forma más general, los mercados financieros han descubierto la manera de rentabilizar la volatilidad climática con nuevos instrumentos financieros —bonos, títulos y derivados— diseñados para especular con las fluctuaciones imprevisibles de la meteorología. En numerosas ciudades de EE UU, Europa y Japón existen mercados en los que cotizan futuros y opciones en virtud de los índices de la temperatura del planeta. Estos mercados presentan patrones de turbulencias y volatilidad similares a los del clima 7/. No obstante, el mercado de derivados financieros sobre el clima fue uno de los pocos en salir relativamente airoso de la crisis económica de 2008.
Para el sector de seguros tales turbulencias son prometedoras. Las compañías aseguradoras experimentan una profunda transformación de su marco de operaciones. Por u lado, en un contexto de desestabilización climática, contemplan aumentar sensiblemente sus primas, que quedarán fuera del alcance de los sectores más vulnerables justo cuando más se necesitan; y por otro, barajan limitar las condiciones de cobertura para dejar fuera la mayoría de los impactos derivados de la desestabilización del clima, dado que dejarán de ser siniestros puntuales para convertirse en fenómenos habituales.
Unas condiciones climáticas adversas con fenómenos meteorológicas extremos y desastres habituales, con desplazamiento forzado e inestabilidad política… no puede existir mejor escenario para el sector de la seguridad. Junto a las empresas tradicionales está surgiendo una nueva generación de compañías que cubren un amplio espectro de la seguridad: servicios de vigilancia y control, cuerpos paramilitares, equipos y personal de seguridad fronteriza, construcción y gestión de instalaciones de reclusión privadas, consultoría antiterrorista, logística militar y policial, planificación, y entrenamiento y personal de seguridad, entre otras funciones. Se trata de un sector en plena expansión. De hecho, desde 2008 la industria de la seguridad ha crecido un 5% anual, a pesar de la crisis económica y la recesión mundial. Resulta especialmente rentable el equipamiento y personal para la fortificación de fronteras. Este nicho representaba 15.000 millones de euros en Europa en 2015 y se estima que en 2022 alcanzará los 29.000 millones. Correlativamente, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (FRONTEX) ha multiplicado de forma meteórica su presupuesto de 6,3 millones de euros en 2004, cuando se creó, a 333 millones en 2019, multiplicando sus fondos por más de 50 en 15 años. Algo similar ocurre con la Guardia de Fronteras estadounidense, que pese al notable descenso del cruce de personas, su presupuesto no deja de crecer.
Pero si las perspectivas se presentan tormentosas para las mayorías, el apocalipsis no pillará al descubierto a quienes se han beneficiado de la desestabilización del clima. Actualmente se multiplican los complejos de lujo a prueba de desastres. Antiguos búnkeres militares en el medio oeste de EE UU –como Survival Condo Project– y en Europa –como Vivos Europe One, en Alemania– se han rehabilitado para servir de refugio de lujo —con piscina, campo de golf, spa y pista de aterrizaje para jets privados— a los más ricos 8/. Se trata de mantener a toda costa los privilegios de los estilos de vida exclusivos y excluyentes de unos pocos aunque todo se desplome alrededor.
La construcción de infraestructuras para hacer frente a la crisis climática es otro de los sectores en alza. En esta vena distópica de diluvio universal, firmas estadounidenses han desarrollado estructuras flotantes autoaujustables que sirven para crear ciudades flotantes en caso de inundaciones, mientras que otras aprovecharon los huracanes Katrina y Sandy para expandir su negocio e incrementar su valor en Bolsa 9/. Por su parte, empresas holandesas exportan su know how para la construcción de diques de contención ante la subida del nivel del mar a las megalópolis del sudeste asiático 10/. La construcción de muros sirve de argumento para realizar grandes operaciones inmobiliarias que alimentan la gentrificación y, de paso, el desalojo de los habitantes más vulnerables del centro urbano, obligados a reubicarse fuera de la ciudad: hasta a dos y cuatro horas del centro de la ciudad donde se ganan la vida. Solo en Manila, 125.000 hogares han sufrido la reubicación forzosa. Los diques conllevan además efectos inesperados en términos de desigualdad porque si bien ofrece cierta seguridad a los habitantes urbanos, los impactos del mar son mucho más devastadores en los extremos del muro, y es allí donde habita o es ubicada la población más pobres. Para los tecnoptimistas, estos efectos colaterales simplemente no existen.
En esta línea, uno de los ámbitos que está recibiendo más atención en la crisis climática es la geoingeniería. Esta tecnología engloba dos ramas: la disminución del calentamiento del planeta, por ejemplo, lanzando millones de partículas de sulfato a la estratosfera a modo de parasoles; y la reducción de la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, por ejemplo, mediante el secuestro de carbono y su enterramiento, o fertilizando los océanos con nanopartículas de hierro para que el plancton capture carbono, o incluso desviando las corrientes marinas. Estas falsas soluciones carecen del necesario respaldo científico, algo que bien pudieran llevar a agravar la desestabilización del clima 11/.
Las farmacéuticas también encuentran nuevos nichos de mercado con la expansión de vectores de enfermedades contagiosas a latitudes más septentrionales. Por ejemplo, la llegada del mosquito tigre a Europa ha animado a Bayer a comercializar un nuevo tipo de mosquitera, una pequeña muestra del enorme campo que se abre con el cambio de patrones de enfermedad y morbilidad en el mundo provocado por la crisis climática.
Finalmente, quizá una de las expresiones más perturbadoras de la mercantilización del clima sea el turismo climático: visitas a aquellos lugares amenazados por las aguas, como Venecia o las islas de Pacífico o del Indico, o cruceros de lujo por el Ártico a través de las nuevas rutas para contemplar cómo retrocede el hielo boreal. Por su parte, una empresa de potabilización de agua israelí ofrece nieve fabricada para poder seguir esquiando cuando se hayan derretido las cumbres nevadas.
Esta panorámica da idea de cómo las grandes compañías se están posicionado estratégicamente para convertirse en agentes imprescindibles en el manejo de la crisis del clima. Después de cuatro décadas de capitalismo neoliberal y debilitamiento del Estado, las particulares visiones y estilos de gestión corporativos se cuelan por todos los resquicios y normalizan el hecho de lucrarse con la amenaza del caos ecológico y social. La mercantilización y la privatización de lo común, que han sido bandera del neoliberalismo desde los años 80, nos han traído a un estado de emergencia climática. Ya es hora de reconocer que la mercantilización de todo, lejos de ofrecer respuestas adecuadas a los desafíos de la crisis climática, augura con agravarla aún más.
Nuria del Viso, Investigadora de FUHEM Ecosocial
Notas:
1/ El libro Mercaderes de la duda, de Naomi Oreskes y Erik M. Conway (Capitán Swing, Madrid, 2018) explora exhaustivamente este aspecto. También Ferrán Puig Vilar en su blog “Usted no se lo cree” ha explorado esta cuestión. Véase, por ejemplo: https://ustednoselocree.com/2012/11/24/el-negacionismo-climatico-organizado-catalunya/
2/ Andrés Gil, “BP, Chevron, ExxonMobil, Shell y Total llevan gastados 251,3 millones en hacer lobby en la UE desde 2010, eldiario.es, 25 de octubre de 2019.
3/ “Iberdrola contrató a Villarejo para evitar que se paralizara una de sus centrales más contaminantes”, Climática/La Marea, 8 de octubre de 2019.
4/ Los patrocinadores de COP25 pueden consultarse en: https://www.miteco.gob.es/es/cop25/cop25/patrocinadores.aspx
5/ Johatan Gómez Cantero, Cambio climático en Europa 1950-2050. Percepción e impactos, informe de Los Verdes-ALE/EQUO, 2015.
6/ Para una visión rápida del fenómeno, se puede consultar la web de Land Matrix en https://landmatrix.org/. La web de GRAIN <https://www.grain.org> contiene numerosos informes de calidad sobre este asunto.
7/ Melinda Cooper, “Turbulent Worlds”, Theory, Culturre and Society, 27(2-3), mayo de 2010, pp. 167-190.
8/ Dani Domínguez y Eduardo Robaina, “Las élites ante el clima”, La Marea, 1 de diciembre de 2018; “El inesperado auge de los búnkeres de lujo para sobrevivir al apocalipsis”, La Nación (Argentina), 19 de agosto de 2019. https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/el-auge-bunkeres-lujo-sobrevivir-al-apocalipsis-nid2277745; Eduardo G. Martínez, “Bunkeres de lujo para sobrevivir al apocalipsis”, El Mundo, 12 de octubre de 2017. https://www.elmundo.es/economia/vivienda/2017/10/11/59db4e55468aeb3d408b45ea.html.
9/ Domínguez y Robaina, 2018, Op. cit.
10/ Lizzie Yarina, “Your Sea Wall Won’t Save You”, Places, marzo de 2018. Disponible en: https://placesjournal.org/article/your-sea-wall-wont-save-you/?cn-reloaded=1
11/ De hecho, la ONU en 1976 adoptó la Convención sobre la prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles (ENMOD), y en 2010 la Convención de la ONU sobre Biodiversidad impulsó una moratoria de experimentos de geoingeniería en el espacio y en el mar, salvo los que fueran a pequeña escala en base al principio de precaución. Pese a ello, algunos países están realizando experimentos fuera del laboratorio.