Corregir el cálculo del crecimiento de la economía, poniendo las pérdidas de la misma, cada vez será más obligatorio, porque puede ocurrir que pensemos que la economía crece y, en realidad, si ponemos los efectos negativos que provoca, decrece a medida que existe más actividad.
Joan Vila
Estos días estoy trabajando en un diagrama Sankey sobre los flujos monetarios de la economía. En él se ven vectores en proporción a su valor que van de un sitio a otro. Por ejemplo, las empresas pagan a sus trabajadores que aportan ese dinero a las familias, que al mismo tiempo van al mercado a comprar bienes, flujo que vuelve en parte a las empresas. También interviene de forma importante la administración, debido a que toma una parte muy importante de estos flujos y los devuelve comprando bienes y pagando salarios a los funcionarios, pensionistas, o con servicios que presta. Por último intervienen los bancos, creadores de dinero básico, los mercados exteriores y la extracción de materias primas. Pero todo este batiburrillo de vectores tiene salidas negativas, como las fugas financieras en otros países, o en el mercado negro, pérdidas en eficiencia y efectos negativos en el medio ambiente. Es aquí donde me he detenido y debo trabajar para evaluar económicamente sus efectos.
Todos sabemos que el clima nos está afectando. Tenemos un proveedor de pasta de papel en Pontevedra que ha tenido que parar 3 meses la producción por falta de agua en el río. La fábrica está situada en la misma ría, pero el río que desemboca en ella, el río Lérez, se ha quedado sin agua, lo que hace que la ría no renueve sus aguas y pueda asimilar los vertidos de la fábrica. Esta industria ya produce sin cloro desde hace muchos años y su impacto es muy bajo, con carbono cero, pero sin agua cualquier impacto, por pequeño que sea, no se puede absorber.
La sequía que sufrimos hoy ha llevado a que los ríos de Catalunya hayan perdido caudal de forma importante respecto al pasado año. El Ebro ha perdido 27 m3/s, el Llobregat ha perdido 18 m3/s y el Ter 25 m3/s. En total las cuencas de Cataluña han visto desaparecer 70 m3/s, unos 2.207 Hm3. Si ahora intentamos poner valor a ese agua, debemos ver qué puede producir la economía con ella. Si un kilo de carne necesita entre 10 y 15 m3 de agua, el valor que dejamos de producir por carencia de agua podría ser de 8 €/m3 de agua, por un litro de leche, necesitando 1 m3 de agua por cada litro, el valor puede ser de 1€/m3 y por un kilo de arroz puede ser de 1,47€/m3. Por productos industriales, el valor añadido productivo del agua para fabricar la celulosa de Pontevedra puede ser de 24 €/m3. La cifra equivalente por la pérdida de agua podría ser en Catalunya del orden de 22.000 millones de euros, un 9% del PIB de Catalunya, como si a cada catalán nos desaparecieran 2.900 euros este año. Si ahora suponemos que este efecto se repite cada 14 años (desde 2008), y repartimos el coste por estos años, el coste para 2022 será de unos 1.570 millones de euros (209 euros para cada catalán), suponiendo que no se cronifique y quede como efecto permanente.
Si ahora valoramos las emisiones de CO2, este año 2022 en Cataluña habremos tenido unas emisiones en 49 millones de toneladas que, a precio de mercado de hoy de 88 €/t CO2, hace que su valor sea de 4.312 millones de euros. Otros efectos del cambio, como el aumento de energía para compensar los efectos del calor, la economía ya los contempla en un análisis convencional, pero la pérdida de diversidad de fauna y flora es difícil de medir. La mortalidad de 575 personas por culpa del calor son mensurables en 86 millones. Los 635 incendios con la pérdida de 3.400 ha. de árboles, tienen una pérdida mínima de 6,8 millones de euros en madera, pero la pérdida de 50 casas en 2022 tiene un valor mínimo de 12 millones de euros. El temporal Gloria en 2020 tuvo unos efectos sobre la costa evaluados en unos 305 millones de euros, valor que parece que habrá que repartir cada 5 años. Sólo todo esto representa que la pérdida de bienes y vidas pueden suponer una cifra de 4.312 millones de euros al año, que hay que añadir a los 1.570 millones de la sequía. En total podemos evaluar la pérdida por los efectos del cambio climático en unos 5.882 millones cada año, un 2,35% del PIB, por el momento en conceptos que afectan directamente a la economía. A aquí hay que añadir otros efectos sobre la fauna, flora y pérdida de diversidad. Por ejemplo, ¿cómo evaluamos la desaparición de especies como el urogallo o la perdiz blanca? ¿O de pequeños anfibios u otros animales y plantas?
Corregir el cálculo del crecimiento de la economía, poniendo las pérdidas de la misma, cada vez será más obligatorio, porque puede ocurrir que pensemos que la economía crece y, en realidad, si ponemos los efectos negativos que provoca, decrece a medida que existe más actividad. A partir de ahora, con un aumento de temperatura tan elevado de 1,34 ºC, es urgente introducir este concepto en las evaluaciones económicas si no queremos engañarnos fácilmente.
Es aún más difícil evaluar la pérdida constante de materias primas. ¿Qué coste tiene el agotamiento del cobre, titanio, gas natural o petróleo? En teoría estos costes debemos verlos en los precios de los productos, aunque hasta hace poco no era así, porque la extracción masiva evitaba que la escasez de materiales se reflejara en los precios de las materias primas. Ahora parece que la economía ha corregido la escasez de combustibles y minerales aumentando los precios, de forma que Catalunya perderá de forma permanente un 4 o un 5% de su PIB por agotamiento de energía fósil en el mundo, al que deberemos sumar el 2,3% de efectos debidos al cambio de clima. Es decir, vienen años con crecimientos pequeños o negativos.
Si no incorporamos estos valores en el análisis del funcionamiento de la economía difícilmente veremos que la única solución es luchar contra el cambio climático, anticipar la carencia de agua aumentando las reservas de la misma, cambiando cultivos y productos fabricados, poniendo precio en el m3 para mejorar el valor añadido del producto en el que se utiliza el agua (por ejemplo no regando alfalfa ni trigo) y haciendo de forma urgente y masiva toda la política de transición energética.
La primera acción que necesitamos en este nuevo escenario es fijar bien el valor para hacer posible que los economistas académicos y las autoridades aumenten el relato sobre la transición. Por el momento la urgencia que describen no es creíble ni se traduce en ninguna realidad. La economía se va deteriorando y no lo vemos.
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Traducción: Teresa Abril