Los costos ocultos de los sistemas agroalimentarios mundiales ascienden al menos a 10 billones de dólares

El informe de la FAO “Estado mundial de la agricultura y la alimentación 2023” aboga por la contabilidad de costos reales para orientar las políticas

Selección del informe resumido El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2023

En el día a día, las personas, las empresas y los gobiernos no siempre conocen la repercusión de sus decisiones en la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios, ya sea positiva o negativa. Por un lado, los sistemas agroalimentarios generan beneficios vitales para la sociedad, entre otras razones porque producen los alimentos que consumimos y proporcionan puestos de trabajo y medios de vida a más de 1000 millones de personas. En consecuencia, el valor de los sistemas agroalimentarios para la sociedad probablemente sea mucho mayor del que se cuantifica en el PIB. Por otro lado, las ineficacias del mercado, las políticas y las instituciones que se producen en los sistemas agroalimentarios contribuyen a la generación de costos ocultos como, por ejemplo, el cambio climático, la degradación de los recursos naturales y la inasequibilidad de las dietas saludables. La pregunta entonces es la siguiente: ¿cómo transformamos los sistemas agroalimentarios para que aporten un valor todavía mayor a la sociedad?

Esta edición de El estado mundial de la agricultura y la alimentación se centra en el costo real de los sistemas agroalimentarios. Mediante la introducción del concepto de costos y beneficios ocultos de los sistemas agroalimentarios y proporcionando un marco a través del cual se pueden evaluar dichos costos y beneficios, el presente informe tiene por objeto iniciar un proceso que preparará de manera más adecuada a los encargados de adoptar decisiones para actuar con vistas a lograr sistemas agroalimentarios más sostenibles desde el punto de vista ambiental, social y económico.

CONSIDERACIÓN DE LOS COSTOS Y BENEFICIOS DE LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS EN LA ADOPCIÓN DE DECISIONES

Ha crecido el consenso internacional en torno a la idea de que transformar los sistemas agroalimentarios —en busca de una mayor eficiencia, resiliencia, inclusividad y sostenibilidad— es una condición esencial a fin de cumplir la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. A este respecto, la incorporación de una evaluación integral de los sistemas agroalimentarios al proceso de adopción de decisiones resulta esencial para lograr muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, si no todos.

El enfoque de la contabilidad de costos reales (CCR) crea una oportunidad sin precedentes para realizar estas evaluaciones exhaustivas. Dicho enfoque se define como un planteamiento integral y sistémico para cuantificar y estimar los costos y beneficios ambientales, sociales, sanitarios y económicos generados por los sistemas agroalimentarios para facilitar la adopción de decisiones más adecuadas por parte de los encargados de formular políticas, las empresas, los agricultores, los inversores y los consumidores.

Aunque el enfoque de la CCR constituye una aspiración, pues abarcar todos los costos y beneficios ocultos de los sistemas agroalimentarios es un ejercicio que requiere una ingente cantidad de recursos y datos, el objetivo consiste en evitar que los encargados de adoptar decisiones y otras partes interesadas tengan que decidir sin una evaluación completa. A este respecto, la CCR permite a los responsables de adoptar decisiones aprovechar de manera pragmática los datos e información ya disponibles para obtener una comprensión inicial de los sistemas agroalimentarios, incluidas las deficiencias de datos más importantes, a fin de orientar las intervenciones de manera más adecuada.

Desglose de las repercusiones y dependencias de los sistemas agroalimentarios

Los sistemas agroalimentarios se ven influenciados por las decisiones en materia de políticas y las decisiones de las empresas y los consumidores. Asimismo, sus actividades dependen de diversos tipos de capital: natural, humano, social y producido, a los cuales también afectan, y que constituyen la base del bienestar humano, el éxito económico y la sostenibilidad del medio ambiente (Figura 1).

Por ejemplo, el capital natural aporta crecimiento de la biomasa y agua dulce a los sistemas agroalimentarios. A su vez, los sistemas agroalimentarios pueden afectar negativamente al capital natural generando emisiones de GEI y contaminación. Sin embargo, si se emplea un enfoque basado en la agricultura regenerativa, las prácticas de producción pueden contribuir a la restauración de los ecosistemas. El capital social puede contribuir a los sistemas agroalimentarios aportando conocimientos culturales y determinar las costumbres de acceso a recursos como la tierra, mientras que, a cambio, los sistemas agroalimentarios proporcionan seguridad alimentaria y nutrición (o inseguridad alimentaria y malnutrición) en función de su eficiencia, resiliencia e inclusividad. El capital producido contribuye a la investigación y el desarrollo, mientras que, a su vez, los sistemas agroalimentarios generan ingresos, beneficios, rentas e impuestos.

Aunque estos flujos parecen intuitivos, son escasos los esfuerzos realizados para cuantificarlos y gestionar sus repercusiones, a excepción del capital producido. Los datos que se suelen incluir en las evaluaciones económicas se corresponden con los flujos y repercusiones del capital producido y, en cierta medida, del capital humano (por ejemplo, mano de obra y salarios), los cuales se transfieren a través de mecanismos de mercado de modo que se puedan observar, medir y cuantificar fácilmente. En cambio, los flujos y repercusiones relacionados con el capital natural, social y (parte del) humano no tienen esta facilidad, por lo que su inclusión en las evaluaciones económicas es generalmente parcial y no sistemática.

Cuando los encargados de adoptar decisiones carecen de una evaluación completa de las actividades de los sistemas agroalimentarios que repercuten en las existencias y flujos de capital —por ejemplo, en relación con los servicios ecosistémicos—, la deficiencia de conocimientos resultante puede impedir que se realicen progresos en el logro de sistemas agroalimentarios más sostenibles. Esto es así especialmente
porque, aunque se han realizado algunos progresos positivos en la mejora de la seguridad alimentaria y la nutrición, las repercusiones negativas son cada vez más importantes. En el presente informe, a las repercusiones negativas que no se reflejan en el precio de mercado de un producto o servicio se las denomina costos ocultos. En aras de la simplicidad, y dado que es probable que la mayoría de los beneficios sean internalizados por los mercados, la expresión “costos ocultos” utilizada en este documento abarca los costos ocultos netos, incluyendo también los beneficios ocultos expresados como costos ocultos negativos. La integración de todos los costos y beneficios ocultos en los procesos de adopción de decisiones no es una tarea sencilla. Los encargados de adoptar decisiones se enfrentan a objetivos que entran en conflicto, y abordar los costos ocultos de los sistemas agroalimentarios puede requerir la aplicación de cambios importantes en las prácticas actuales de producción y consumo. Esto puede encontrarse con la resistencia de gobiernos, empresas, productores y consumidores, que pueden preferir el mantenimiento de las condiciones actuales por miedo a afrontar costos de transición elevados o cambios en sus costumbres, cultura o tradiciones.

Otra razón para resistirse al cambio es el hecho de que puedan surgir compensaciones de factores. Por ejemplo, el uso de productos agroquímicos para incrementar la productividad puede reducir la pobreza, pero también provocar, con el tiempo, la degradación del medio ambiente. Esto hace más difícil la adopción de decisiones sobre políticas. También existe una disparidad importante entre quienes
reciben los beneficios de los sistemas agroalimentarios a nivel mundial y quienes pagan los costos, es decir, las repercusiones distributivas de la transición a nuevas pautas de producción y consumo.

La resistencia al cambio también se puede deber a una escasez de datos e información suficientes sobre, por ejemplo, los costos del cambio político (es decir, los costos de reducción). Esto plantea la cuestión de estimar los costos de manera que resulte práctico hacerlo. Se debería otorgar prioridad a la inversión de recursos para lograr revelar información relevante.

EVALUACIÓN PRELIMINAR DE LOS COSTOS OCULTOS DE LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS EN 154 PAÍSES

Los costos ocultos cuantificados incluyen las emisiones de GEI y nitrógeno, el uso del agua y el cambio de uso de la tierra (trayectoria ambiental); las pérdidas de productividad derivadas de hábitos alimenticios poco saludables (trayectoria sanitaria); y la pobreza y las pérdidas de productividad asociadas a la subalimentación (trayectoria social) (Figura 5). En el presente informe se estima que los costos ocultos cuantificados mundiales de los sistemas agroalimentarios ascendían en 2020 a aproximadamente 12,7 billones de dólares PPA de 2020 (Figura 6). Cuando se comparan con el valor de la economía mundial, estos equivalen a casi el 10 % del PIB mundial en términos de PPA en 2020. Por día, estos costos equivalen a 35 000 millones de dólares PPA de 2020.

Estas estimaciones tienen en cuenta la gran incertidumbre de los cálculos de los costos, y se calcula que hay un 95 % de probabilidades de que los costos ocultos mundiales se sitúen en una cifra igual o superior a 10,8 billones de dólares PPA de 2020. La incertidumbre fue mayor en los costos ocultos ambientales debido a la falta de conocimientos sobre la repercusión de las emisiones de nitrógeno en los servicios ecosistémicos. Aun así, incluso el límite más bajo revela la urgencia innegable de la transformación de los sistemas agroalimentarios.

La mayoría de los costos ocultos se generan en los países de ingresos medianos altos (el 39 % de los costos ocultos cuantificados totales) y en los países de ingresos altos (el 36 %). Los países de ingresos medianos bajos registran el 22 %, mientras que los países de ingresos bajos generan el 3 % (Figura 7).

Los costos ocultos difieren no solo en magnitud, sino también en términos de composición por nivel de ingresos. En todos los grupos de países, aparte del de ingresos bajos, las pérdidas de productividad derivadas de hábitos alimenticios que provocan enfermedades no transmisibles son el factor que contribuye más significativamente al daño a los sistemas agroalimentarios, seguidas de los costos ambientales.

No resulta sorprendente que los costos ocultos sociales sean el principal problema en los países de ingresos bajos (más del 50 % de todos los costos ocultos cuantificados). La presentación de los costos ocultos como un porcentaje del PIB permite apreciar mejor la carga que soportan las economías nacionales y proporciona una indicación sobre dónde se debe otorgar prioridad a los recursos internacionales para abordar estos costos (Figura 8). Este porcentaje es mayor en los países de ingresos bajos, que registran una media del 27 %, pero puede superar el 75 %. Esto pone de manifiesto que la mejora de los sistemas agroalimentarios en los países de ingresos bajos resultará esencial para abordar estos costos ocultos, especialmente los relacionados con la pobreza y la subalimentación, que por sí solos equivalen al 14 % del PIB.

El porcentaje de los costos ocultos en relación con el PIB es del 12 % y el 11 % en los países de ingresos medianos bajos y en los países de ingresos medianos altos, respectivamente. Sin embargo, los costos ocultos sociales tienen una importancia notable solo en los países de ingresos medianos bajos. Tanto en los países de ingresos medianos altos como en los países de ingresos altos, la mayor parte de los costos ocultos se deriva de hábitos alimenticios poco saludables (Figura 9).

Cuantificación de los costos ocultos para aplicar medidas normativas

Los costos ocultos descritos tienen como objetivo ayudar a determinar puntos de partida para priorizar intervenciones e inversiones. A este respecto, el primer paso debería centrarse en determinar en qué punto de un sistema agroalimentario concreto son más significativos los costos ocultos y debido a qué actividades. Comenzando con la dimensión ambiental, las estimaciones sugieren que estos costos se producen principalmente en la producción primaria, y los costos previos y posteriores a la producción comprenden menos del 2 % de los costos ocultos cuantificados totales. En otras palabras, el sector primario debería considerarse el principal punto de partida para efectuar un cambio en las trayectorias ambientales. A nivel mundial, los costos ocultos derivados de la agricultura, a través de trayectorias ambientales, equivalen a casi un tercio del valor añadido agrícola.

En algunos países, la atención se centrará probablemente en los actores vulnerables y, específicamente, en la contribución de los sistemas agroalimentarios a la pobreza moderada, esto es, la ineficacia distributiva general de salarios suficientes. En el informe se observa que, para evitar los costos de la
ineficacia distributiva en los sistemas agroalimentarios, los ingresos de la población moderadamente pobre que trabaja en los sistemas agroalimentarios deben aumentar, de media, un 57 % en los países de ingresos bajos y un 27 % en los países de ingresos medianos bajos.

Otra esfera cuya importancia se ha puesto claramente de manifiesto es la de las pérdidas medias de productividad por persona derivadas de la ingesta de alimentos. A nivel mundial, este valor equivale al 7 % del PIB en términos de PPA en 2020; los países de ingresos bajos registran el valor más bajo (4 %), mientras que otras categorías de ingresos registran un 7 % o valores superiores.

En general, los resultados sugieren que los costos ocultos cuantificados asociados a los sistemas agroalimentarios son considerables en todos los países, incluso tras tener en cuenta la incertidumbre. Revelan la magnitud de la transformación necesaria, pero no determinan el costo de mitigar o evitar los diferentes desafíos, ni expresan si es factible hacerlo. Más bien indican las contribuciones relativas de diversas actividades o contaminantes y destacan ámbitos para una mayor investigación en las evaluaciones específicas a fin de subsanar deficiencias de datos y comprender los costos de reducción. Solo con estas evaluaciones específicas es posible orientar las intervenciones llevadas a cabo tanto por entidades públicas como privadas para transformar los sistemas agroalimentarios a mejor.

Mas información aquí: https://www.fao.org/newsroom/detail/hidden-costs-of-global-agrifood-systems-worth-at-least–10-trillion/es

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