La experiencia deja un sabor agridulce: hay puntos claramente mejorables, como la comunicación, el tiempo de deliberación o la dinamización, pero han salido propuestas interesantes de cara a la transición ecosocial
Jaume Osete
El pasado 10 de febrero se celebró en Girona la última sesión de la Asamblea Ciudadana por el Clima de Cataluña (ACCC). Llegados aquí, querría realizar una valoración desde dentro, de cómo ha ido esta experiencia democrática. Y digo desde dentro, no porque haya sido un asambleísta, sino porque he participado desde el principio en las conversaciones con el Gobierno, porque formo parte del Grupo Motor que ha estado asesorando y supervisando el proceso y porque he asistido como observador a las seis sesiones de la ACCC.
En junio de 2021, Teresa Jordà, entonces consejera de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, ante la ocupación de Rebelión o Extinción de los locales de la Secretaría de Medio Ambiente exigiéndola, se comprometió a realizar una Asamblea Ciudadana por el Clima. Desde entonces, ha pasado mucho tiempo y han pasado muchas cosas. Ha sido un trabajo muy exhaustivo y un gran esfuerzo, posiblemente la experiencia más sistemática y seriamente trabajada de las que se han realizado en el Estado español hasta ahora.
Sin embargo, parte de todo este trabajo sistemático se ha visto perjudicado por algunos puntos claramente mejorables. La mayoría de los problemas que ahora se comentarán se dieron de forma aún más acentuada en las asambleas española y barcelonesa, pero eso no es un consuelo. Nos queda un poco la sensación de que persiste un reflejo institucional de miedo a que la ciudadanía se apodere y les obligue a realizar determinadas políticas que les crearán problemas con determinados poderes económicos y mediáticos.
No podemos permitir que las carencias o los errores acaben quemando una herramienta democrática como esta
Dentro del aprendizaje que hemos podido hacer de esta experiencia, creemos importante señalar algunas carencias o errores que han sido bastante determinantes y no podemos permitir que su repetición en próximas asambleas acabe quemando una herramienta democrática, que puede ser clave en la transición ecosocial. Estos puntos han sido, básicamente: una comunicación exterior claramente insuficiente, la falta de tiempo deliberativo y algunos aspectos de la dinamización/facilitación. Primero analizaré estos puntos, después haré algunos comentarios sobre las propuestas surgidas y, finalmente, una breve valoración global.
Comunicación insuficiente
Se hizo un buen gasto y trabajo con la campaña publicitaria previa, dado que se podía ver o escuchar el anuncio en la prensa, en la radio, en la televisión, en los cines, etc., pero la incomprensible interrupción de este trabajo ha hecho prácticamente inútil ese esfuerzo inicial.
Sin comunicación, no se puede hablar estrictamente de una asamblea ciudadana (AC), porque una AC no se hace para 100 o 150 personas, sino para toda la población del territorio implicado, que debe sentir como propia , no como un invento del Gobierno de cara a la galería. A este respecto, nuestra insistencia en el Grupo Motor ha estado permanente durante todo el proceso desde el inicio.
En junio de 2021, Teresa Jordà, entonces consejera de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, ante la ocupación de Rebelión o Extinción de los locales de la Secretaría de Medio Ambiente exigiéndola, se comprometió a realizar una Asamblea Ciudadana por el Clima. Desde entonces, ha pasado mucho tiempo y han pasado muchas cosas. Ha sido un trabajo muy exhaustivo y un gran esfuerzo, posiblemente la experiencia más sistemática y seriamente trabajada de las que se han realizado en el Estado español hasta ahora.
Sin embargo, parte de todo este trabajo sistemático se ha visto perjudicado por algunos puntos claramente mejorables. La mayoría de los problemas que ahora se comentarán se dieron de forma aún más acentuada en las asambleas española y barcelonesa, pero eso no es un consuelo. Nos queda un poco la sensación de que persiste un reflejo institucional de miedo a que la ciudadanía se apodere y les obligue a realizar determinadas políticas que les crearán problemas con determinados poderes económicos y mediáticos.
Sin quitar relevancia a la responsabilidad del Gobierno en esto, también podría mencionarse la responsabilidad mediática en este punto. Y especialmente en cuanto a los medios públicos, que no han considerado interesante realizar programas divulgativos o de debate, ni casi cubrir las noticias al respecto. ¡Qué diferencia con todo lo que ocurrió en Francia! Los medios pueden dedicar horas y horas a temas absolutamente banales, sin embargo determinados temas se tratan de forma absolutamente superficial o bien, sólo cuando explotan. Y así vamos… La película Don’t Look Up fue magistral mostrando esto.
Falta de tiempo de deliberación
En total, han sido seis sábados de día entero, tres sesiones formativas y tres sesiones deliberativas y de toma de decisiones. Han faltado una o dos sesiones más, sobre todo en la segunda fase, puesto que no ha habido espacio suficiente para incrementar la concreción de las diferentes propuestas ni la coherencia entre estas propuestas. Tampoco ha habido tiempo para ver si las propuestas de cada uno de los dos temas tratados (modelo energético y modelo agroalimentario) se contradicen entre ellas o bien si existen puntos de contacto entre las propuestas de las dos temáticas.
Funcionamiento/facilitación
Los problemas aquí han sido una constante en toda la AC, desde el principio hasta el final. Y algo que no se ha sido capaz de solucionar, pese a los señalamientos constantes e insistentes que hicimos varios miembros del Grupo Motor.
Una AC en la que no se lleva a la práctica el principio de equidad, respeto y escucha activa en la participación tampoco es propiamente una AC. Este principio tan importante no puede dejarse en manos del criterio o de la habilidad personal de las personas facilitadoras, sino que debe explicitarse como una norma esencial desde el inicio, y la entidad dinamizadora debe tener muy pensadas las metodologías al respecto, tanto en los grupos plenarios como en los grupos pequeños.
El trabajo de selección de participantes puede quedar dañado si algunas personas imponen sus habilidades oratorias para condicionar los resultados.
Todo el trabajo escrupuloso de selección de participantes en la AC para recoger una muestra significativa de la diversidad no se puede estropear haciendo que el resultado de una AC se malogre por no saber evitar que algunas personalidades invasivas (y con intereses directos) impongan sus habilidades oratorias para condicionar o limitar los resultados.
Las propuestas surgidas
Teniendo en cuenta que las dos temáticas a debatir tienen una amplia repercusión en el territorio, el Gobierno optó por el hecho de que en el sorteo estratificado (no es un sorteo puro: se busca cumplir varios parámetros sociológicos representativos) para escoger a las 100 personas de el AC, se lograra que un tercio viniera de grandes ciudades, un tercio de ciudades medias y un tercio de ciudades pequeñas o pueblos. Esto es parecido a lo que ocurre en las elecciones, dado que no vale lo mismo un voto de las demarcaciones de Girona, de Lleida o de Tarragona que un voto de la de Barcelona.
Está por valorar si en este caso esta sobreponderación fue excesiva; pero, en cualquier caso, no se podrá decir que las propuestas de la ACCC son una imposición de la población urbana del área metropolitana de Barcelona sobre el resto del territorio, conclusión que habría sido posible en caso de una estratificación puramente estadística sobre este parámetro.
Sin entrar en muchos detalles ahora, sobre el modelo energético, las propuestas ciudadanas incluyen cosas como: impulsar comunidades energéticas y el autoconsumo; descentralizar las instalaciones y minimizar los impactos en el territorio; ampliar la red de transporte público; o reducir el consumo energético.
Las propuestas finales han surgido después de un debate y deliberación ciudadanos, fuera de presiones económicas, mediáticas o electorales.
Sobre el otro eje, la propuesta inicial de dos temas del Govern no incluía el modelo agroalimentario. Fue a propuesta de algunos miembros del Grupo Motor que se optó por esta temática. En este ámbito, las propuestas van en la línea de, por ejemplo: impulsar el consumo de proximidad y la soberanía alimentaria; favorecer y promover la venta a granel; promover la dieta mediterránea y reducir el consumo y la producción de carne; reducir el consumo de agua en la agricultura y reaprovecharla; promover la diversidad de cultivos y el cultivo y consumo de legumbres; evitar los agrocarburantes; o impulsar la ganadería extensiva y reducir la intensiva.
Estas propuestas, aunque serían mejores y más concretas si no hubiera habido las carencias indicadas, se basan en el conocimiento experto y en las recomendaciones científicas. Muchas de las personas expertas invitadas a la parte formativa hicieron un trabajo muy bueno (podéis encontrar los vídeos de las diferentes intervenciones) y las propuestas han surgido después de un debate y una deliberación ciudadana, fuera de presiones económicas, mediáticas o electorales. Dicho de otro modo, los miembros de la asamblea no saben qué partido votan a los demás y eso hace este debate mucho más real y democrático.
En la sociedad del espectáculo en la que vivimos y con la democracia electoral que tenemos, el nivel del debate es absolutamente vergonzoso. Por ejemplo, es absolutamente demencial que, en una situación de emergencia climática y ecológica, no sea evidente desde hace años que sectores como la aviación o los cruceros deben reducir su actividad o que, por el contrario, debemos promover mucho más la producción y consumo locales o los trenes nocturnos.
Conclusiones
Una vez terminada la ACCC, ahora será momento de analizar pausadamente la lista de propuestas ciudadanas en el momento en que se hagan públicas. En el ámbito de los movimientos sociales y del activismo, habrá algunas que nos gustarán bastante, y otras, quizás menos. En cualquier caso, deberíamos ver qué propuestas pueden servir para presionar hacia la imprescindible transición ecosocial. Seguro que encontraremos algunas propuestas potentes y estimulantes y que, al mismo tiempo, sean claras y rotundas y, por tanto, poco afectadas por las carencias comentadas previamente.
Esta primera ACCC deja un sabor agridulce, pero esto no debería hacernos descartar esta “nueva” herramienta democrática. Por el contrario, teniendo en cuenta que nuestro sistema “lo llaman democracia y no lo es”, las asambleas ciudadanas (complementadas por asambleas populares) son uno de los principales mecanismos que podrían servir para regenerar fuertemente nuestro sistema político. Pero, para ello, sería necesaria una serie de condiciones: que la ciudadanía las conociera en profundidad; que los movimientos sociales las exigieran, en éste y en otros ámbitos temáticos; que fueran de la máxima calidad y que su realización se fundamentara en la teoría y en las experiencias y aprendizajes pasados, y que fueran el máximo de independientes de los gobiernos.
En caso de tener unas asambleas ciudadanas con todas estas características, los gobiernos se verían obligados a sacar adelante las propuestas, porque la ciudadanía estáría en condiciones de exigirlo. O regeneramos la democracia o dejamos que nos la tomen. Simplificándolo mucho: asambleas + revuelta social o autoritarismo + distopía. Todavía hay algo de margen de tiempo para elegir…
https://www.elcritic.cat/opinio/jaume-osete/lassemblea-ciutadana-pel-clima-des-de-dins-193581