Garantizar las bajas emisiones y sostenibilidad de los biocombustibles es muy complicado, siempre va a haber un riesgo de competencia por el uso de la tierra, sus consecuencias negativas para el cambio climático y el medio ambiente
Y hablando de descarbonización del transporte…Como ya comentaba hace unos días, algunas empresas están ya ofreciendo combustibles renovables a los consumidores, y planteando que las materias primas autorizadas para elaborarlos pueden no ser suficientes para una demanda creciente.
Pero, como uno es mayor y ya algo escarmentado de estas cosas (no hay más que recordar la electricidad «verde» de hace unos cuantos años, o, ya puestos, los certificados renovables actuales, que suelen suponer únicamente un intercambio de cromos pero no un aumento real de las renovables), y además contando con la inestimable ayuda de Manu, he hecho un poco de investigación.
En 2022, el 60% de los HVOs vendidos en España provenían de aceite de palma (no residual). Sólo el 10% era aceite usado, y 9% otros residuos del hogar (es decir, lo que se podría llamar verdadera economía circular). Vamos, que la mayoría son lo que podríamos llamar bios de primera generación, porque provienen de cultivos agrícolas (con evidentes impactos potenciales).
Eso sí, todo este HVO es certificado sostenible, pero como digo antes, eso no significa que no cause daños sobre el medio ambiente, o que no supongan unas emisiones significativas. Más bien, ahora mismo podemos presumir que ese aceite de palma a partir del cual se elabora el HVO tiene un origen no necesariamente «sostenible», porque seguramente se estará cultivando en tierras deforestadas (siempre que se hayan deforestado antes de 2008 la cosa cuela).
A partir de los próximos años esto se endurecerá, y además los bios de primera generación o no sostenibles se irá reduciendo hasta desaparecer. Las directivas REDII (aún no traspuesta en España, lo que ha supuesto la apertura de un expediente sancionador) y RED III (que debería trasponerse antes de 2026) establecen criterios de sostenibilidad y reducción de emisiones más estrictos, pero no necesariamente blindados. Por ejemplo, un aceite de palma obtenido de cultivos en bosques primarios «sin signos de actividad humana» o pastizales naturales no sería certificable. Pero, ¿y uno cuyo cultivo venga de un bosque degradado?¿o de un pastizal que no se considere de gran riqueza?¿O de una tierra deforestada con anterioridad? Y esto por no entrar en lo fácil que resulta cultivar el aceite de palma en tierras perfectamente «sostenibles», y dejar el resto de cultivos (que no necesitan certificación) para las tierras no sostenibles…Teniendo en cuenta que muchas de estas cualificaciones se dejan al criterio del país correspondiente (que tiene claros incentivos para hacer la vista gorda), yo no me fiaría demasiado de ello.
Y además, cuando la materia prima sean residuos no agrícolas, como los aceites usados, el único criterio a cumplir es el de reducción de emisiones. Pero hay que tener mucho cuidado con estas cosas: Igual que unos precios negativos de la electricidad frecuentes podrían incentivar poner resistencias inútiles sólo para disipar energía y llevarse el dinero, no me sorprendería que algún avispado se pusiera a freír aceite de palma directamente para decir que es aceite usado, y luego venderlo para HVOs. O a aumentar la producción de aceite de palma para poder disponer de más residuos de su fabricación, que sí serían certificados sostenibles.
Para terminar de complicar la cosa: todos estos requisitos son fundamentales a la hora de que estos combustibles cuenten para el cumplimiento de objetivos nacionales, o para recibir ayudas. Pero si al fabricante le da igual esto, y lo único que quiere es vender más con etiqueta «renovable», entonces no hace falta que cumpla con nada de ello, sobre todo si lo único que vende es su carácter «renovable», ni «sostenible» ni reductor de emisiones (que sí podría estar sujeto a una normativa más dura). A este respecto, y como bien me recuerda Rafa, una posible solución sería acoplar la garantía de origen renovable al certificado de sostenibilidad, de forma que lo renovable tenga que ser también sostenible. Eso sí, de nuevo, las garantías de origen hay que tomárselas con una pizca de sal, como dicen los anglosajones: si no hay más demanda que oferta, lo único que hacemos con ellas es mover papelitos, sin ningún impacto real (es decir, más greenwashing).
Conclusión: esto de garantizar las bajas emisiones y sostenibilidad de los biocombustibles es muy complicado. Incluso aunque recurramos a procesos que permitan obtenerlos de lignocelulósicos de forma competitiva, salvo que utilicemos verdaderos residuos no evitables, siempre va a haber un riesgo de competencia por el uso de la tierra, directa o indirecta, con sus consecuencias negativas para el cambio climático y el medio ambiente. ¿Y entonces, qué hacemos con los bios, avanzados o no? Gran pregunta…