Los Objetivos Mundiales para el Desarrollo Sostenible no son sostenibles

Una reflexión sobre las problemáticas existentes en el proceso de evaluación de los objetivos ambientales de la ONU

Jason Hickel, 05/05/2021

En 2015, los gobiernos mundiales suscribieron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas con el compromiso de volver a equilibrar la economía mundial con el mundo vivo. Ahora, cinco años después, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas se reúne en línea para debatir sobre la crisis ecológica mundial, todo el mundo quiere saber cómo se está desarrollando la actuación de los países.

Para responder a esta cuestión, los delegados y los responsables políticos han recurrido a una métrica llamada Índice ODS, desarrollada por Jeffrey Sachs “para evaluar la posición de cada país respecto a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Esta métrica cuenta una historia muy clara. Suecia, Dinamarca, Finlandia, Francia y Alemania, junto con la mayoría de las otras naciones ricas de Occidente, ocupan los primeros lugares del ranking, lo que da a los observadores ocasionales la impresión de que estos países son realmente pioneros en alcanzar el desarrollo sostenible.

Sólo hay un problema. A pesar de su nombre, el Índice ODS tiene muy poco que ver con el desarrollo sostenible. De hecho, aunque resulte extraño, los países con las puntuaciones más altas de este índice son algunos de los más insostenibles medioambientalmente del mundo.

Il·lustració de Fernando Prado

Fijémonos en Suecia, por ejemplo. En el índice, Suecia tiene una impresionante puntuación de 84,7, es el primero de la lista. Pero los ecologistas hace mucho tiempo que señalan que la “huella material” de Suecia (es decir, la cantidad de recursos naturales que consume cada año el país) es una de las más elevadas del mundo, junto con la de Estados Unidos,  32 toneladas métricas por persona. Para ponerlo en contexto, el promedio mundial es de unas 12 toneladas por persona y el nivel sostenible es de 7 toneladas por persona. En otras palabras, Suecia consume casi cinco veces por encima del límite.

Este tipo de consumo no es nada sostenible. Si todo el mundo en el planeta consumiera como lo hace Suecia, el uso global de los recursos superaría los 230.000 millones de toneladas al año. Para hacernos una idea, debemos tener en cuenta todos los recursos que extraemos, producimos, transportamos y consumimos en todo el mundo cada año (y todos los daños ecológicos que ello conlleva) y triplicarlo.

O, por ejemplo, fijémonos en Finlandia, el número 3 del Índice ODS. La huella de carbono de Finlandia es de aproximadamente 13 toneladas métricas de dióxido de carbono por persona y año, similar a la de Arabia Saudí. Esto lo convierte en uno de los países más contaminantes del mundo, en términos per cápita, y uno de los responsables principales de la crisis climática. A modo de comparación, la huella de carbono de China es de unas 7 toneladas por persona. La de la India es inferior a 2. Si todo el mundo consumiera tantos combustibles fósiles como hace Finlandia, el planeta sería literalmente inhabitable.

Esto no es sólo cosa de unos pocos resultados aislados. Los datos publicados por científicos de la Universidad de Leeds muestran que los países mejor clasificados en el Índice ODS han superado, significativamente, la parte que les corresponde de fronteras planetarias en términos de consumo, no sólo en cuanto al uso de recursos y las emisiones, sino también en cuanto al uso del suelo y los flujos químicos como el nitrógeno y el fósforo. Es físicamente imposible que todas las naciones consuman y contaminen al nivel de los países mejor puntuados en los ODS sin destruir la biosfera de nuestro planeta.

Dicho de otro modo, el Índice ODS es incoherente desde una perspectiva ecológica. Transmite la ilusión de que los países ricos tienen niveles elevados de sostenibilidad, cuando en realidad no es así. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Bueno, el Índice ODS está directamente relacionado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Hay 17 objetivos, cada uno de los cuales incluye varias metas. El Índice ODS coge los indicadores para cada uno de estos objetivos (donde haya datos disponibles), los indexa y hace una media conjunta para llegar a una puntuación para cada objetivo. A continuación, hace un promedio de los 17 objetivos juntos para llegar a la cifra final. Este proceso parece bastante razonable, pero adoptar este procedimiento supone introducir una serie de problemas analíticos.

En primer lugar, hay un problema de ponderación. Los ODS incluyen tres tipos diferentes de indicadores: algunos se centran en el impacto ecológico (como la deforestación y la pérdida de biodiversidad), otros se centran en el desarrollo social (como la educación y el hambre), y otros se centran en el desarrollo de infraestructuras (como el transporte y la electricidad). La mayoría de los ODS contienen una combinación de estos indicadores, pero los ecológicos casi siempre se ven desbordados, por decirlo así, por los indicadores de desarrollo. Por ejemplo, el Índice ODS tiene cuatro indicadores para el objetivo 11 (sobre “ciudades y comunidades sostenibles”): tres son indicadores de desarrollo, mientras que sólo uno está relacionado con el impacto ecológico. Esto significa que si un país tiene unos buenos indicadores de desarrollo, obtendrá una puntuación elevada para este objetivo incluso si fracasa en términos de sostenibilidad.

Esta cuestión se agrava con un segundo problema: sólo cuatro de los 17 ODS tratan totalmente o en gran medida la sostenibilidad ecológica (objetivos 12 a 15). Los otros 13 se centran principalmente en el desarrollo. De nuevo, esto quiere decir que una buena actuación en los objetivos de desarrollo tiene más peso que una mala actuación en los objetivos de sostenibilidad, por lo que países como Suecia, Alemania y Finlandia pueden ascender a los primeros puestos del índice (con los Estados Unidos en el 20% superior) aunque sus niveles de impacto ecológico sean altamente insostenibles.

El último problema es que la gran mayoría de los indicadores ecológicos son métricas territoriales que no tienen en cuenta los impactos relacionados con el comercio internacional. Por ejemplo, fijémonos en el indicador de contaminación atmosférica del objetivo 11. Parece que los países ricos sean limpios, pero esto se debe principalmente a que desde la década de 1980 han deslocalizado la mayoría de sus industrias contaminantes a países del Sur Global y han trasladado el problema al extranjero.

Pasa lo mismo con los indicadores de deforestación, sobrepesca, etc .: la mayoría tienen lugar en los países más pobres, pero están causados ​​desproporcionadamente por el consumo excesivo en los países más ricos, ya menudo los perpetran empresas o inversores que tienen su sede en estos países. Como resultado, en el Índice ODS se castiga a los países más pobres por haber sido perjudicados y contaminados por los países más ricos. Por supuesto, en muchos casos las métricas territoriales son adecuadas; pero hay una serie de indicadores en el Índice ODS que también deberían considerarse en términos de consumo, y que, sin embargo, no se tienen en cuenta.

De hecho, el Índice ODS elogia a los países ricos mientras hace la vista gorda al perjuicio que están causando. Los economistas ecologistas hace mucho tiempo que advierten de los problemas de este procedimiento, el cual infringe el principio de “sostenibilidad fuerte”, que afirma que una buena actuación en los indicadores de desarrollo no puede sustituir niveles destructivos de impacto ecológico. El equipo del Índice ODS es consciente de este problema. Incluso lo menciona (brevemente) en las notas metodológicas, pero luego se extiende un velo a favor de una métrica final poco fundamentada en los principios ecológicos.

En última instancia, las métricas de desarrollo sostenible deben ser universalizables. Dicho de otro modo, los países mejores puntuados en el índice deberían representar un estándar al que todas las naciones podrían aspirar conseguir sin que ello comportara un colapso de los ecosistemas mundiales. Este no es el caso del Índice ODS, en el que los países ricos se consideran un modelo que, en realidad, como muestra la búsqueda de Leeds, es una parte importante del problema.

Las Naciones Unidas deben rediseñar el índice para corregir estas cuestiones. Esto se puede hacer interpretando los indicadores ecológicos en términos de consumo siempre que sea relevante y posible, para tener en cuenta el comercio internacional, y indexando los indicadores ecológicos separadamente de los indicadores de desarrollo, de modo que podamos ver claramente qué pasa en cada frente. De esta manera podemos alabar lo que han logrado países como Dinamarca y Alemania en términos de desarrollo, pero reconociendo que son los principales causantes de la crisis ecológica y que necesitan cambiar de rumbo urgentemente, con rápidas reducciones de emisiones y de uso de recursos.

Hasta entonces, deberíamos evitar utilizar el Índice ODS como una métrica del progreso en desarrollo sostenible, porque no lo es. Teniendo en cuenta lo que está en juego en la crisis a la que nos enfrentamos, tenemos que contar historias más sinceras y precisas sobre lo que está pasando en nuestro planeta y quién es el responsable.

Jason Hickel es antropólogo especializado en economía. A lo largo de su trayectoria, ha centrado su investigación en las desigualdades globales, la ecología política, el post-desarrollo y la economía ecológica. Es conocido por sus libros The Divide: A Brief Guide to Global Inequality and its Solutions (2017) y Less is More: How Degrowth Will Save the World (2020). Es miembro de la Royal Society of Arts, con sede en Londres, y colabora habitualmente en medios como The Guardian, Foreign Policy y Al Jazeera. Es investigador senior visitante en el Instituto Internacional de Desigualdades de la London School of Economics y profesor senior en Goldsmiths, Universidad de Londres. Forma parte del comité consultivo estadístico del Informe sobre el desarrollo humano de la ONU 2020, y también es miembro del consejo asesor del Green New Deal para Europa y de la Comisión de reparaciones y justicia redistributiva Harvard-Lancet.

https://revistaidees.cat/els-objectius-mundials-per-al-desenvolupament-sostenible-no-son-sostenibles/

Traducción: Teresa Abril

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