< Volver

La energía, clave para mitigar o acelerar la crisis climática

Emergencia climática, una guerra contra la vida (capítulo 3)

Emergencia climática, una guerra contra la vida (capítulo 3)

El tercer capítulo de la serie Una guerra por la vida profundiza en el papel decisivo de la energía. Todas las fuentes de energía y las de minerales están alcanzado sus límites y las alternativas no son suficientes. Sólo existe un camino, el cambio de cosmovisión. Mirarnos el bienestar y la vida de una manera diferente. Aceptar un decrecimiento pactado y ordenado

Josep Cabayol y Ester González, 08/04/2022

Las diferentes crisis – energética, de materiales y minerales (recursos), pandémica, alimentaria, económica, social y climática -, están relacionadas, son interdependientes y se retroalimentan. Como ya debéis saber, lo primero que debería haberse hecho para hacer frente a la emergencia climática, y desde hace muchos años, es dejar de quemar combustibles fósiles (carbón, petróleo/diésel, gas natural) y, en consecuencia, dejar de verter gases de efecto invernadero en la atmósfera (GEI): CO2 (resultado de la actividad industrial, energía, transporte, ganadería industrial, deforestación, cambios en los usos del suelo), metano (deshielo del permafrost, actividad agrícola y ganadera, industrial, pérdidas en las instalaciones y conducciones de energía fósiles), óxido nitroso (actividad industrial y agraria), ozono (contaminantes precursores que provienen de la industria y el transporte), y halocarbonos.

Una atmósfera que hemos convertido en un vertedero. Entre 2010 y 2019, las emisiones siguieron aumentando, de 53.000 a 66.000 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono, un máximo histórico de gases de efecto invernadero en la atmósfera. En 2021, las emisiones aumentaron en un 6% (2000 mil millones de toneladas, récord de siempre en términos absolutos). El uso del carbón, que se tenía que abandonar, supuso el 40% del incremento de las emisiones mundiales.

Tan alta cantidad de GEI en la atmósfera impide mantener una temperatura media del aire superficial del planeta apta para la vida, que se sitúa en torno a 15ºC. Hemos perdido el clima estable del que han disfrutado las civilizaciones en los últimos 10.000 años y que les permitió desarrollarse. Si continuamos por este camino, la vida humana y de la mayoría de los seres vivos que habitamos la biosfera estará en peligro porque la tierra y los océanos serán improductivos y la atmósfera les resultará letal. Y a los GEI le deberíamos añadir la contaminación que no altera el clima, pero causa una gran cantidad de muertes: según la Organización Mundial de la Salud, ocho millones de personas mueren cada año prematuramente por enfermedades no transmisibles que se pueden atribuir a la contaminación del aire: cerebrovasculares, cánceres, neumopatías. Siete de los ocho millones mueren a causa de las partículas finas PM-2,5 que traspasan los pulmones y entran en la sangre. Provienen de quemar combustibles fósiles, en especial de los motores de los coches y, más en concreto, de los vehículos diésel. Y hay que añadir los millones de personas que no mueren, pero pierden salud/calidad/esperanza de vida.

A la actual civilización le es muy difícil prever lo que no ve o palpa. Le resulta complicado adaptarse a esta inestabilidad sobrevenida que impide saber qué va a pasar mañana (alteración de los ciclos de las estaciones meteorológicas, calentamiento, radicalización de los eventos climáticos…) y prefiere negar los hechos o creer que la tecnología lo arreglará.

Todo lo que haga falta para no tener que cambiar un sistema de creencias (crecimiento, abundancia, riqueza, propiedad, consumo) sobre el que se ha construido la vida.

«La necesidad de energía procedente de la fuente que sea, se impone y conduce a la UE a engañar. Lo demuestra el hecho de declarar energías verdes las procedentes del gas y de las nucleares» | Steve Buissinne

IPCC: mitigación del cambio climático

El lunes día 4, después de negociaciones políticas mucho más largas de lo que ya es habitual, se presentó el informe IPCC sobre la mitigación del cambio climático, en otras palabras, qué hacer. Y recomienda una transición «importante» en el sector energético, reducción sustancial de los combustibles fósiles, electrificación generalizada, el uso de combustibles tales como el hidrógeno, mucha más eficiencia energética y, en algunas regiones, la reducción de la deforestación (De hecho, no debería deforestarse más en ningún lugar).

El informe reconoce que, si continúa el ritmo de emisiones como hasta ahora, el mundo se encamina a un aumento de la temperatura de 3,2ºc a final de siglo (una proyección conservadora a nuestro entender). Y recalca que, para evitar el aumento de 1,5ºC, las emisiones de gases de efecto invernadero deberían reducirse casi a la mitad en todos los sectores (desde el transporte hasta la industria, la generación de calor y electricidad, hasta la agricultura y la silvicultura y otros usos del suelo, las ciudades y las áreas urbanas). El objetivo es que las emisiones alcancen su máximo antes del 2025 y bajen rápidamente después. El 43% es el objetivo para el año 2030. Y la neutralidad climática en 2050. En el informe del PNUMA de mayo de 2021 se afirma que en el próximo decenio podrían reducirse las emisiones de metano (la quinta parte de las emisiones de GEI) en un 45%. Sería la forma más eficaz de frenar el cambio climático en los próximos 25 años. Sin embargo, habría que actuar en tres sectores: combustibles fósiles, residuos y agricultura.

En ningún momento se destaca en el informe (o no lo hemos sabido ver) que abandonar el crecimiento sea un objetivo, menospreciando el hecho de que no hay ninguna energía alternativa a las fósiles que lo permita (a menos que no sea un derecho universal y se excluya a personas y poblaciones de su ‘beneficio’).

Sí se afirma que, si se aplican las medidas propuestas para evitar un calentamiento de 2ºC, el PIB disminuiría varios puntos porcentuales en 2050 (¿decrecimiento sin nombrarlo?). En todo caso, lo que se desprende de la lectura de las proposiciones es que el crecimiento es el objetivo principal y que las propuestas no son otra cosa que un intento más de mantener, caiga quien caiga, el sistema económico y cultural capitalista basado en el consumo y crecimiento infinitos en un planeta finito.

El informe IPCC habla de soluciones quiméricas y hace recomendaciones que no se ajustan a la realidad que está por venir. Por ejemplo, dice que muchas tecnologías bajas en carbono han visto caer su coste entre 2010 y 2019: Un 85% la energía solar; cuyo despliegue se ha multiplicado por más de 10; un 55%, la eólica; y un 85% las baterías de iones de litio, que han permitido multiplicar por más de un centenar los vehículos eléctricos en el mundo.

Y esto se afirma en un momento en que se manifiesta la falta de minerales (de los cuales se debería aumentar la producción hasta cantidades inalcanzables para abordar las transiciones necesarias) y de energía (que, salvo el gas, ha sobrepasado su pico de producción y decae) ​​que por las leyes del mercado están multiplicando su precio. Escasez que, por cierto, no es coyuntural sino sistémica.

El informe también habla de las tecnologías de captura de carbono que para que funcionaran deberían absorber el 90% de las emisiones de plantas térmicas y entre el 50 y el 80% de las fugas de metano. Por ahora ni funcionan, ni se vislumbra que vayan a hacerlo.

Una vez más, entendemos que el informe está políticamente maquillado para reducir la emergencia climática y resulta decepcionante. En su presentación, el presidente del IPCC, Hoesung Lee, afirma: “hay políticas, regulaciones e instrumentos de mercado que están demostrando ser efectivos”. Y nos preguntamos: ¿cuáles son, dónde se pueden ver y con qué resultados?

En este artículo nos proponemos poner en evidencia que las propuestas en las que se basa la mitigación no son suficientes ni para evitar el aumento de 2ºc. Y que sin renunciar al crecimiento es imposible alcanzar ninguna de las metas.

Consideraciones

En el manifiesto de los científicos La ciencia se rebela, sólo nos queda actuar se afirma que “los objetivos actuales de crecimiento defendidos por los poderes económicos están en contradicción directa con la reducción de los impactos ambientales por debajo de los umbrales de los límites planetarios. De este modo, se paraliza el cambio radical de modelo productivo que es imprescindible emprender sin demora y así limitar el aumento de temperatura entre 1,5 y 2 ºC”. En otras palabras, que mientras haya crecimiento no se podrá limitar la temperatura a un mínimo de 1,5 y un máximo de 2ºC.

El aumento de 1,5ºc es un objetivo imposible de alcanzar porque el incremento de la temperatura ya es de +1,2ºc desde 1850/1900, y porque la inercia climática hace que, aunque se redujeran las emisiones, durante un mínimo de 20 años la temperatura seguiría subiendo cualesquiera que fueran las emisiones. El peligro radica en los eventos que un aumento de 1’5ºC puedan causar, incidentes que se retroalimentan unos a otros, provocando un efecto en cascada que nos conduciría a un estadio climático menos favorable.

¿En qué nivel de temperatura se sitúan estos eventos? Es difícil de decir, porque con un aumento de 1,2ºC, y como decíamos en el capítulo anterior, ya se ha desbocado el deshielo del Ártico, Groenlandia, Antártica Occidental, el aumento del nivel del mar, el deshielo del permafrost.

En este sentido, se sabe que la pérdida de hielo marino en el Ártico está amplificando el calentamiento. Y que el deshielo de Groenlandia está suministrando agua dulce en el Atlántico Norte. Ambos acontecimientos pueden haber contribuido, desde mediados del siglo XX, a una disminución del 15% del sistema AMOC, que es un elemento clave en el transporte global de calor y sal en los océanos. El caudal se ha reducido en unos tres millones de metros cúbicos por segundo, más del doble de lo que transportan sumados todos los ríos del mundo (1,2 millones).

Un rápido deshielo de la capa de hielo de Groenlandia (como está pasando), y una desaceleración más rápida de la AMOC, podrían desestabilizar el monzón de África Occidental y desencadenar una sequía en el Sahel. La desaceleración de la AMOC también podría secar la Amazonia, interrumpir el monzón del este de Asia y hacer que se acumule calor en el Océano Austral, que aceleraría la pérdida de hielo en la Antártida. Repasemos cuántos de estos hechos están ocurriendo. Y preguntémonos qué relación hay entre todos y cada uno.

En todo caso, las preguntas serían: ¿Cuándo empezaron cada uno de los puntos de no retorno? ¿Son reversibles? ¿Qué sucederá en 2030 cuando las GEI se hayan reducido (si los poderes políticos y económicos hacen caso a la ciencia) en un 43%? No debemos olvidar que para algunos científicos e investigadores relevantes ya hemos superado el punto de no retorno global, el Tipping Point, y el desastre climático irreversible ya está en marcha.

Petróleo y renovables

Los poderes económicos y políticos, a pesar de callárselo, son conscientes de que con las energías renovables no se puede mantener el sistema económico vigente basado en el crecimiento. Por tanto, a pesar de hablar de capitalismo verde, se esfuerzan por conseguir los recursos fósiles (también de uranio) que necesitan. Ahora mismo falta de todo:  petróleo/diésel, gas, uranio. Para hacerlo más fácil, a pesar del castigo que supone para la biosfera y la vida de los seres que la habitamos, han decidido declarar el uranio y el gas ‘energías verdes’, la penúltima tontería.

Dependencia fósil

Explica Jordi Solé, profesor en la Universidad de Barcelona, ​​coordinador del proyecto europeo MEDEAS, científico revisor del IPCC, en el documental ‘50 grados’: “Tenemos un problema. Por un lado, necesitamos el combustible fósil para todos los usos. Somos una sociedad adicta al consumo de combustibles fósiles ya sean líquidos, gases o sólidos.

Dado que hacen falta para que todo funcione, no podemos pasar ni un día sin usarlos. Por el otro, necesitamos reducir las emisiones de GEI no quemando más combustibles fósiles, un recurso finito (eso no significa que se acaben, sino que el ritmo de extracción posible no puede crecer más allá de unos límites y ahora está incluso estancado). Esto es un problema, porque tenemos un sistema económico que necesita que crezca la aportación de fósiles (y otras materias primas) para desarrollarse. Si queremos pues, que el sistema socioeconómico siga creciendo, entonces deberíamos sustituir las energías fósiles por renovables, que también deberían seguir creciendo. Entonces y llevado al límite, qué queremos, llenar todo el planeta de renovables. ¿Entonces de qué comemos?”

Añade Antonio Turiel: “la producción de petróleo desciende rápidamente. El crudo convencional de alta calidad decae desde 2005, y los petróleos no convencionales son muy caros de extraer y no tienen suficiente calidad para obtener, por ejemplo, diésel. Así las cosas, las compañías petroleras están desinvirtiendo desde 2014. En paralelo, las demás fuentes no renovables también están alcanzando sus máximos, si no están cayendo ya. De repente, te encuentras que entre petróleo/diésel, carbón, gas natural y uranio, que producen el 90% de toda la energía que se consume, todas están en retroceso salvo el gas, que le queda poco tiempo. La propia Agencia Internacional de la Energía (AIE) reconoce que, si no se invierte, en 2025 faltará un 50% de petróleo. Si se invierte para mantener las instalaciones en funcionamiento, faltará un 20%”.

Diésel

La producción de diésel, imprescindible para el transporte, la minería, la maquinaria industrial y la agricultura, desciende desde 2018. Ahora mismo, el precio supera el de la gasolina y su carencia amenaza a países muy dependientes, como Alemania, y donde el gobierno ha advertido a las empresas que racionen su uso. En un encuentro organizado por el Financial Times en Lausana, Suiza, con la participación de tres grandes compañías que se dedican a la comercialización de materias primas, llegaron a la conclusión que Europa sería víctima del desabastecimiento de diésel, y que incluso ese mismo abril su carencia alcanzaría el 15%. El racionamiento ha llegado también a Australia y Suráfrica. Otros países afectados serían Sri Lanka, Argentina o Pakistán. Los Estados Unidos se nutrían todavía en marzo de diésel procedente de Rusia. (Veremos de dónde lo sacan ahora. Por eso pactan con Venezuela para mezclar los pesados ​​petróleos del Orinoco con los de baja calidad del fracking y ver qué pueden obtener. Sin menospreciar al enemigo Irán como suministrador)

Panorama energético

Con este escenario, los poderes políticos y económicos urgieron a encontrar una alternativa como fuera. Y decidieron hacerlo a través de las fuentes de energías renovables (Transición Verde). Duró poco, convencidos de que para mantener la megamáquina industrial que precisa el capitalismo para continuar el crecimiento, (habrá, ya los hay, problemas graves de suministro de petróleo/diésel, la esencia del sistema económico), y que las renovables son insuficientes para satisfacer la ‘necesidades’ energéticas, decidieron traicionar definitivamente el sueño verde (extractivismo/colonialismo al margen) y declarar al gas y las nucleares como energías verdes. ¡Aberrante!

Uranio

Desde 2016, cae la producción de las minas de uranio. Y se prevé que hacia 2025 ya no se podrá satisfacer la demanda. En este punto, es importante ligar el conflicto reciente en el Kazajistán con la crisis que vivimos. La revuelta que fue comparada con la del Maidan, se acabó con la presencia de tropas rusas. ¿Qué estaba en juego? Pues el uranio de que dispone Kazajistán y del cual es el primer exportador mundial, un 41% del total. Si añadimos que entre Rusia (6%) y Ucrania (2%) exportan el 8% mundial, resulta que desde la órbita rusa se controla directa o indirectamente, la mitad de las exportaciones mundiales (49%). Cantidad que alcanza el 56% si sumamos el 7% que exporta Uzbekistán. Sin omitir la proximidad de estos países con China.

Un segundo ejemplo lo tenemos en África. Las tropas francesas se han retirado de Mali al considerar el país un estado fallido. Pero en realidad estas tropas están concentradas en Níger, sexto exportador de uranio del mundo y de donde las centrales nucleares francesas obtienen el 50% del uranio del que se nutren. Níger es un ejemplo del extractivismo, colonialismo, desposesión del sur global. Es uno de los países más pobres del mundo y desde hace décadas es explotado por Francia sin que haya subido su nivel de vida/bienestar. Ahora mismo ocupa el último puesto (189) en el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Contrariamente (o en consecuencia) es el país con la tasa de nacimientos más alta del mundo. El control del uranio lo tiene la compañía transnacional Orano, antigua Areva, controlada por el estado francés, que tiene la mayoría del capital.

Gas

El precio del gas ya subía antes de la invasión rusa. Y dado que es el gas quien marca el precio de la electricidad, se ha llegado a un máximo insostenible para la mayoría de las unidades familiares (Y también para las pequeñas empresas suministradoras de electricidad de origen renovable) Así mismo subía el precio de los fertilizantes que se fabrican con gas, esenciales para la agricultura industrial. Algunas fábricas muy importantes dejaron de hacerlos porque el precio de la energía era tan alto que no resultaban rentables. Algunas han reabierto pero funcionando a medio ‘gas’ y sólo con las ventas garantizadas, y otras de las importantes están funcionando, pero con fuertes pérdidas: Vestas Wind Systems A/S, Siemens Gamesa, General Electric Co.

Si Rusia cortara el suministro de gas (el 41% de lo que importa la UE según Eurostat, 45%, según otras fuentes), del petróleo (un 27%) y del carbón (un 45%); o si fuera la propia UE que decidiera prescindir del gas que importa, de dónde conseguiría esa energía necesaria para hacer realidad el sueño verde? No debe omitirse que Rusia es el primer exportador mundial de gas. De hecho, no hay alternativas al gas ruso, aunque se importe por vía marítima, ya sea de EE.UU., autosuficiente gracias a la fractura hidráulica (fracking) económicamente insostenible, o de Qatar…

En España el principal proveedor de gas es Argelia. Al apoyar a Marruecos en el conflicto del Sáhara y abandonar al Frente Polisario, Madrid se exponía a que Argel tomara represalias. El jueves 7/4 se confirmó la amenaza coincidiendo con la visita del Presidente Pedro Sánchez a Marruecos. El gobierno argelino, a través de la empresa Sonotrach, confirmaba que tenía la intención de subir el precio del gas a España. Decisión que corroboraba la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, que miraba de quitarle hierro confiando en que la subida fuera más bien moderada

Todo apunta a que se aumentará el uso del carbón (alcanzó el pico en 2019), más intensivo en emisiones, en todos aquellos países que dispongan de él. Un ejemplo lo tenemos en el ministro de Economía y Clima alemán, Robert Habeck, del partido de los Verdes, que decía en marzo: “No descartamos – el gobierno – que las centrales de carbón tengan que funcionar más tiempo para que el país sea más independiente de Rusia”.De hecho la UE ya ha dado el visto bueno a comprar tanto carbón como esté disponible en el mercado.

Y pese a promesas, declaraciones y buenas intenciones, se seguirá haciendo uso de todas las energías fósiles que se puedan conseguir para mantener el crecimiento. En Catalunya, lo vemos en el empeño de algunos sectores en ampliar los aeropuertos y el puerto de Barcelona (el sectores aéreo y marítimo representan como mínimo el 5% de las emisiones mundiales), o en recuperar el turismo sin hacer un análisis de lo que suponen millones de personas en cuanto a las emisiones de C02, construcción, uso del agua, alimentación, por poner unos ejemplos…

Renovables

¿Qué ocurre con las renovables y los minerales para fabricarlas?

Pues que la energía obtenida es electricidad y no sirve para todo. Lo explica Turiel “La electricidad es tan sólo la quinta parte de la energía total que consumimos. Electrificar el 80% no eléctrico es muy difícil y, de hecho, se sabe que es imposible. Por otra parte, las energías renovables no son energías concentradas como las fósiles, están dispersas por el territorio, son difusas e intermitentes, y siguen los ritmos de la naturaleza y no la cadencia de los mercados. Deviene entonces, que al tener un rendimiento muy bajo (hay mucha pérdida en el proceso de construcción y en la concentración de la energía que se capta para poder mantener estos sistemas productivos a escala industrial), no podrían mantener la sociedad en el volumen que queremos mantenerla”.

Hay que tener presente que la Agencia Internacional de la Energía advertía en mayo de 2021, (antes de la guerra de Ucrania) que la demanda de materiales para fabricar las energías renovables se cuadriplicará hacia 2040. Afirmaba: la demanda de litio se multiplicará por 42, la de grafito por 25, la de cobalto por 21, la de níquel por 19, y la de tierras raras por 7. Pero todo se acelera y la AIE no tiene más remedio que ir admitiéndolo.

En el mes de octubre, la AIE enmendaba sus pronósticos y reconocía, en el ‘World Energy Outlook’, respecto al incremento en la producción de minerales que la demanda de litio será 100 veces superior a mitad de siglo. La de níquel siete veces. La de cobre, seis, al igual que el manganeso. O la de cobalto, casi cuatro. En consecuencia, las tecnologías de energías limpias emergen como el segmento que experimenta el crecimiento de la demanda más rápido de la mayoría de minerales, evolucionando de nicho de mercado a principal consumidor.

Alicia Valero, ingeniera química, investigadora en el CIRCE, autora del libro Thanatialos límites materiales de la transición energética, sostiene que para realizar la transición energética no basta ni con las reservas conocidas, ni tampoco con las probables, de materiales como el propio litio o el cobre (las minas han iniciado el bajón), ni de platino, ni de cobalto, ni de níquel, ni de manganeso, ni de plomo, ni de oro, ni de plata, esencial para los conectores de las placas solares. Estamos a punto, afirma Valero, de alcanzar los límites geológicos del planeta. Ni cuatro planetas serían suficientes para obtener los minerales necesarios.

Tanto es así, que la propia Agencia Internacional de la Energía (AIE), un organismo de la OCDE, recomendaba a los países pertenecientes que almacenaran estos minerales. En otras palabras, que acaparen. Y esto significa decrecer. Debemos entender, dice Antonio Turiel, que “el decrecimiento, al menos de la esfera material y energética, es inevitable, ya ha comenzado, y se acelerará en los próximos años”. Todo ello, sin olvidar que, para la construcción, despliegue y reparación de las energías renovables se necesitan las fósiles.

Hidrógeno verde

Así las cosas, ¿es posible que la solución del hidrógeno verde lo sea de verdad, como afirman los poderes políticos y económicos? ¿O es otra forma de enriquecerse, en detrimento de la población que tendrá que pagar los fondos verdes europeos?

El hidrógeno no es una fuente de energía, es un vector energético que es necesario producir. Se realiza con la hidrólisis del agua, que, con el paso de la electricidad, permite obtener hidrógeno. Pero ¿se tiene la capacidad de disponer de estos excedentes de energía? La tecnología existe, pero ¿la producción de hidrógeno se puede escalar hasta dónde haga falta? O, como acabamos de leer, ¿el bajo rendimiento de las renovables y la falta de materiales y minerales, y por tanto el aumento de los precios, hace imposible construir y explotar las fuentes de energía renovable que harían falta? Turiel responde: “la propia estrategia europea del hidrógeno (que tiene un rendimiento aún más bajo que las renovables) reconoce que Europa no podría autoabastecerse de hidrógeno, que necesitaría los territorios de alrededor o de otros países para abastecerse”.

Y no sólo energía, sino también agua para realizar la hidrólisis, un bien escaso en muchos lugares del planeta (cada vez más) y que va a generar guerras (ya lo hace). Como decíamos en el capítulo 2, tenemos el ejemplo de ‘Inga3’, un gran embalse en el río Congo que los alemanes piensan utilizar para obtener hidrógeno que sería transportado hasta Alemania en trenes alimentados con hidrógeno. O el caso del inmenso embalse ‘Renacimiento’ construido en Etiopía que retiene las aguas del Nilo Azul y que puede dejar desabastecidos a Sudán y Egipto. Las amenazas se están entrecruzando entre los tres países, aunque todavía no está lleno. En España, por ahora se dispondría del agua suficiente, pero está prevista una pérdida del 25% en los próximos años. Y la pregunta procede, ¿en detrimento de qué y de quién sería?

Y hablando de agua, es necesario observar su obtención indirecta. Varios países se llevan los frutos de los cultivos que tienen en África (países de la península arábiga, China…) O los acueductos que Israel ha construido desde Etiopía y que ya han sobrepasado el mar Rojo, aunque no estén en funcionamiento, que se sepa.

Las energías renovables no llenarán el vacío energético que dejan las fósiles. De hecho, las energías renovables baratas se han terminado. Ahora mismo, y, en consecuencia, empresas fabricantes de estas energías están cerrando porque los precios (energía y materiales) les resultan insostenibles. Y el hidrógeno, que sólo se puede intentar justificar si es obtenido con excedentes de electricidad procedentes de las renovables, todavía es menos rentable y necesita agua, que en las zonas hídricamente estresadas será objeto de tráfico y provocará enfrentamientos, también entre países.

Extractivismo

La escasez de minerales y energía, dice Daniela del Bene en el documental ‘50 grados’, está alimentando el extractivismo. “Un patrón de extracción masivo a nivel industrial, controlado por empresas transnacionales de acuerdo con gobiernos nacionales, a menudo avaladas y protegidas por tratados internacionales, para después sacar estos materiales de los países sacrificados de donde se extraen, hacia los centros de producción y consumo. Estas dinámicas extractivas cada vez son más intensas y violentas. Hemos hecho un estudio, continúa Del Bene, con todos los datos que hemos podido recopilar desde 2012, y hemos visto que los sectores más violentos (empresas, cuerpos paramilitares, intereses ocultos, y los propios estados) están obligando a las comunidades a aceptar estos proyectos. Esto se hace con violencia directa, y/o con oleadas de criminalización de todas aquellas personas que se oponen o cuestionan lo que se está haciendo”. Atención, habitantes de los países del norte, no les pase lo mismo.

Estamos hablando no sólo de minería para extraer esos minerales que les hacen falta, sino también de yacimientos de petróleo o gas, de grandes extensiones de placas solares o de aerogeneradores que impiden un uso diferente del suelo, y de grandes proyectos hidráulicos que resultan ser muy violentos por la cantidad de territorio que ocupan los embalses, los cultivos que se pierden y el enorme número de personas que desplazan.

Por tanto, para conseguir que el sistema capitalista siga creciendo, es necesario disponer de más territorios para poder producir la energía renovable que se propone consumir.

Es necesario, pues, que menos gente tenga acceso a los recursos reservados a los privilegiados, que menos personas los disfruten. Es decir, hacer pagar el decrecimiento al sur global, lo que significa incrementar su expolio. Y aumentar la precarización, la desposesión y la marginación, no sólo en el sur global, también de las personas más desfavorecidas del norte, que cada vez serán – seremos – más pobres o tendremos más difícil el acceso a los recursos. En otras palabras, que para mantener el crecimiento habrá que echar del sistema a la ‘población sobrante’. De hecho, en las reuniones de Davos, por poner un ejemplo, ya se ha hablado de las personas como mercancía.

Excusas

Siempre que se ha acordado reducir el consumo de fósiles (después de la pandemia, en París, antes en Kioto, o después de la crisis de 2008), se ha querido llevarlo a cabo sin dejar de crecer y se ha empleado cualquier obstáculo (pandemia, crisis económica, escasez de materiales y energía, necesidad de recuperar el PIB, guerra de Ucrania) para aplazar la aplicación de los acuerdos y volver a poner en marcha el sistema industrial, agroindustrial, de transporte (marítimo, aéreo, terrestre) utilizando combustibles fósiles. Para conseguirlo, se han inventado conceptos -capitalismo verde, Green New Deal… – que, bien aderezados, han servido para contentar a la gente explicándoles que se podía volver a los tiempos pasados  y mantener el crecimiento, sin dañar la biosfera.

La necesidad de energía procedente de la fuente que sea, se impone y conduce a la UE a engañar. Lo demuestra el hecho de declarar energías verdes las procedentes del gas y de las nucleares. ¡Una barbaridad! ¿Por qué? Pues porque el que sean verdes o no, no depende de declaraciones políticas, sino de hechos científicos inequívocos. Y estos hechos demuestran que ambas son altamente contaminantes, causando muertes, reales y potenciales. Reinan así el cinismo, la hipocresía y el egoísmo. Y se pierde la vergüenza, toda la vergüenza. El resultado es un nuevo vertido masivo de GEI a la atmósfera alimentando, aún más, el calentamiento global.

Los obstáculos están sirviendo así, para esconder las verdaderas causas de las crisis, y se ha tratado de imponer la idea de que el motivo han sido los ‘contratiempos’. Y no es cierto. La pandemia, por citar un caso, ha sido un acelerador, pero no la causa. Por el contrario, con casi toda probabilidad, la propia pandemia tiene sus orígenes en el cambio de los usos del suelo, una de las fuentes del calentamiento global. Y ese cambio, la conquista de nuevas tierras hasta ahora inhóspitas, ha puesto en contacto a nuevos virus con los humanos. Cuando modificamos la dinámica de conducta de una especie que tiene unos reservorios de patógenos, modificamos el ciclo de los patógenos y podemos modificar su riesgo de transmisión.

Nos decía el doctor Jordi Serra Cobo en Catalunya Plural: “Cuando desorganizamos los ecosistemas, sacudimos los virus y los liberamos de sus huéspedes naturales. Cuando esto ocurre, los patógenos necesitan un nuevo anfitrión. A menudo lo somos. Es la transferencia zoonótica”. Es el caso de las epidemias recientes: ZIKA, Ebola, SARS, MERS. Y con mucha probabilidad, también la Covid-19. Es decir, la pandemia proviene de actividades humanas que ayudan al calentamiento, degradan el suelo y destruyen la biodiversidad. Todo esto es un serio perjuicio a la salud planetaria. Aumentan las plagas y enfermedades (el dengue es una amenaza en Asia, Europa, Centroamérica y América del Sur, y el África subsahariana), y las víctimas mortales.

Pero no sólo la pandemia ha servido de excusa. Cuando los mercados no han podido suministrar recursos (semiconductores, minerales imprescindibles, materiales, energía, fertilizantes y ahora alimentos como el grano o el aceite) se ha culpado a la pandemia o a la invasión de Ucrania. Y no se ha tenido en cuenta que todas las crisis están relacionadas y se retroalimentan, que el planeta es finito y que la disponibilidad de materiales, minerales, energía, también lo son. O que el cambio climático aumenta las sequías. Y que cuando falta agua hay que decidir cuál es la prioridad: agua para la industria, o para uso de boca y regar los campos. Fue el caso de Taiwán, que necesita cantidades ingentes de agua para producir los chips.

Agua, energía, materiales básicos, todo está relacionado.

O que la multiplicación de los precios de la energía no es tan sólo un problema de la guerra, sino que antes ya estaban subiendo, porque la carencia de gas, petróleo, y minerales, no es coyuntural sino sistémica: cada día cuesta más extraerlos. Y los minerales también eran y son escasos para abastecer las actividades previstas para alcanzar el crecimiento imprescindible: no menos del 3%.

Pongamos un nuevo caso: Europa, antes de la guerra, utilizaba el 20% de las materias primas que se producen en el mundo, de las que sólo obtiene el 3% en su propio territorio. Así pues y como mínimo, tiene un déficit de producción del 85% de los recursos que debería importar. Entonces, si en aplicación del Green New Deal, del capitalismo verde, Europa quiere fabricar más placas solares, aerogeneradores, acumuladores de energía, coches eléctricos y otras ‘necesidades’ para hacer realidad el ‘sueño verde’, dada la insuficiencia manifiesta de recursos, ¿dónde los irá a buscar y qué consecuencias tendrá sobre la biosfera y todos los seres sensibles que lo habitan, personas incluidas?

La gran contradicción

Mitigar el cambio climático quemando fósiles es una quimera. El mismo despliegue de las renovables necesita energías fósiles. He aquí la gran contradicción: si abandonamos las energías fósiles, dice Ferran Puig Vilar, e implementamos las renovables, habrá un inevitable decrecimiento energético, nos pongamos como nos pongamos. Y causará guerras y marginación por la obtención de los recursos. Si, por el contrario, para mantener el crecimiento seguimos quemando energías fósiles, los peores escenarios climáticos se abrirán camino mucho más deprisa y serán, en muy pocos años, irreversibles.

Si de verdad se pretende que la transformación energética tenga futuro y no sea rechazada por discriminatoria, es ineludible evitar el aumento de las desigualdades, eliminar los privilegios verdes, mejor dicho, todos los privilegios, y pensar cómo vivir de otro modo. ¿Es lo que se quiere de verdad, o sólo son palabras, lenguaje, propaganda?

Dice Olga Margalef en el documental ‘50 grados’: “tenemos unos niveles de preocupación finitos. Si estás muy preocupado porque estás en paro, porque no sabes qué comerás, no puedes estar a la vez muy preocupado por el cambio climático porque no se puede soportar todo a la vez. Tenemos que ligar las políticas que nos hagan salir del paro, que nos saquen de la crisis económica, que nos hagan salir a la vez del cambio climático, que nos hagan transitar hacia un contexto de justicia ambiental deseable”

Sólo existe una solución, el cambio de cosmovisión. Mirarnos el bienestar y la vida de una manera diferente al consumo por el consumo, que la vida es lo más importante, y aceptar que la mejor forma de hacerla realidad, es el decrecimiento pactado y ordenado (del cual hablaremos en el quinto capítulo). Por el contrario, si es desordenado, causará un caos del que, en estos días, con la falta de suministros minerales, materiales, energía, alimentos que disparan los precios, estamos viviendo una muestra de su avance que día a día es más duro, y podría derivar en violento. En todo caso, al estar la llamada izquierda desaparecida, la ultraderecha, el fascismo, los futuros ecofascismos, están plantando sus semillas.

https://catalunyaplural.cat/es/la-energia-clave-para-mitigar-o-acelerar-la-crisis-climatica/

< Volver

Deja una
respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete a nuestro newsletter