Tanto decrecimiento como sea posible, tanto ‘Green New Deal’ como sea necesario

Nos encontramos ante un dispositivo político y al mismo tiempo un programa para una transición ecológica socialmente justa, que permita recuperar la iniciativa económica del Estado al servicio de las clases populares

EMILIO SANTIAGO MUIÑO

La gran tragedia de nuestro tiempo es que lo ecológicamente necesario es casi políticamente imposible. Lo ecológicamente necesario es una drástica reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO2) como punta de lanza de un aterrizaje de emergencia de la actividad humana dentro de unos límites planetarios violentamente sobrepasados. Lo políticamente casi imposible es superar un modelo socioeconómico cuya estructura y lógicas profundas nos conducen a la catástrofe. Revertir la tendencia de este pulso es lo políticamente casi imposible. Este texto plantea una hipótesis para estirarlo tanto como permita nuestra época y empezar a ganar: un Green New Deal articulado por una estrategia populista.

De forma genérica, el Green New Deal es un dispositivo político y al mismo tiempo un programa para una transición ecológica socialmente justa. Se apoya en dos pilares, que afectan al hardware y al software de nuestro metabolismo socioeconómico. El primer pilar es una reforma ecológica del modelo productivo y su tecnosfera: descarbonización completa mediante energías renovables, cierre de ciclos materiales, ecoeficiencia, industria verde, usos sostenibles del suelo (agroecología, reforestación, regeneración ecosistémica). El segundo pilar es una transformación del software socioeconómico para producir una inmensa operación de redistribución de riqueza y recuperar la iniciativa económica del Estado al servicio de las clases populares. Todo esto, en el marco de una nueva era fiscal, verde, sí, pero sobre todo profundamente progresiva.

Ilustración: RIBKHAN – GETTY IMAGES

El formateo y reprogramación del actual software socioeconómico es una pieza clave del Green New Deal, y lo define tanto o más que el despliegue de las energías renovables. Por eso, algunos de sus partidarios utilizamos el término en inglés, ya que su traducción al castellano es imposible. El New Deal es un significante en la memoria anglosajona, hace referencia a un recuerdo histórico que es una potente declaración de intenciones: los de abajo, a veces, ganamos. En la época del New Deal, los tipos máximos de más del 90% eran normales. El Green New Deal es incomprensible sin entender que pretende movilizar a estos y otros referentes históricos para drenar los coágulos de nuestra imaginación política.

Por decirlo de forma provocadora, el ‘Green New Deal’ es un medio político realista y pragmático para alcanzar el decrecimiento

Sin embargo, la pregunta importante de verdad sobre el Green New Deal es cómo lo llevamos a la práctica. La apuesta que aquí se defiende parte de un enfoque centrado en la construcción de la hegemonía ecologista, que dé como resultado la articulación de un pueblo que tenga la transición ecológica como columna vertebral de la proyección futura de su comunidad nacional deseada, del sueño de país que funda.

La política no traduce mayorías políticas que están materialmente dadas, sino que las genera, las construye. No se trata de “tomar conciencia de la realidad material” —la explotación capitalista, la emergencia climática— como si debiera tener efectos políticos directos. Los efectos políticos de los datos siempre están abiertos. Que tengan un efecto u otro dependerá de cómo los oriente el discurso imperante, la cultura, los valores y sentimientos predominantes… eso que Gramsci llamó hegemonía. Es decir, una visión ideológica particular del mundo que se hace pasar por natural, por la normalidad y que integra a aquellos que subordina política o económicamente. Porque cualquier orden estable de verdad siempre funciona más allá de la coacción: requiere la colaboración de una parte mayoritaria de la población.

Para ser hegemónica, toda política transformadora debe apoyarse en los sentidos comunes populares, que siempre son ideológicamente ambivalentes y contradictorios e integrar sus demandas. Esto impone ciertos procedimientos. Primero, hay que liderar culturalmente antes de gobernar. Para conseguirlo, es necesario partir siempre de los nodos del sentido común popular, sus afectos y pasiones, y orientarlos discursivamente para hacerlos desembocar en un horizonte de valores y una interpretación del mundo social emancipadora. En esta tarea de “doble poder ideológico” se suceden momentos más fríos, que son como una llovizna finita, y momentos más cálidos, como una tormenta fuerte. Estos últimos, los “momentos populistas”, siempre se desencadenan porque la hegemonía establecida por el poder falla. En ese momento, bajo el telón de fondo de una gran afrenta difusa, se multiplican los malestares, y las demandas populares irrumpen masivamente en la vida pública. Entonces, toda esta galaxia de reivindicaciones puede ser articulada, y su potencial de rechazo al orden puede apuntarse hacia un relato que dibuje una nueva frontera política. La más transformadora de todas estas fronteras, la que hace nuestro mayor bando y su más pequeño, es la frontera entre pueblo y oligarquía. Es cuando las tensiones de la vida cotidiana se organizan en torno a estos dos mundos enfrentados que las capas populares conseguimos avanzar más lejos.

Si el ecologismo quiere ser hegemónico, no puede caer en el derrotismo

El proceder hegemónico transformador no termina con la llegada al poder. Sólo cambian el terreno y los materiales, pero la artesanía sigue siendo la misma: orientar el sentido común mayoritario, desde sus propios contenidos contradictorios, hacia el consentimiento y colaboración activa en políticas emancipadoras. También en el poder se viven momentos de llovizna y de tormenta. Sin embargo, desde el gobierno hay que prestar atención a nuevas dimensiones que exigen otros enfoques y tienen sus propias lógicas: la lucha política en los aparatos del Estado y la gestión, que debe dar solución a las demandas populares. El gobierno cuenta además con herramientas de construcción de hegemonía mucho más poderosas porque trabajan no en la dimensión superficial del discurso (la lucha ideológica), sino en la parte más profunda e irreversible del discurso: las leyes, las infraestructuras, la cultura objetual cotidiana, que producen la hegemonía más duradera, la que se establece y reproduce de forma inconsciente

En ese terreno de juego impuesto por la victoria antropológica neoliberal, si el ecologismo quiere ser hegemónico no puede caer en el derrotismo. Debe obligarse a encarnar una salida de emergencia, una imagen de un mundo mejor hacia donde apuntar esfuerzos colectivos. En el sentido común de época existen elementos que se pueden disputar en esta dirección. La supervivencia y seguridad vital son los más evidentes. Cómo lo es la salud ante la intoxicación química y psicológica fruto de un modelo de desarrollo que nos enferma; así como las inmensas posibilidades de trabajos verdes en una transición tomada en serio. La doble interpelación temporal entre las buenas noticias del futuro (desarrollos tecnológicos ecoeficientes) y las buenas experiencias del pasado que empezamos a echar de menos, con su potencial para construir una felicidad no consumista (lentitud, vida comunitaria, tiempo libre, posibilidad de cuidar); respetar los dictámenes científicos; reparar el pacto generacional, para no mirar a nuestros hijos e hijas y sentir vergüenza; el amor por el territorio y el arraigo que nos genera: todos ellos son ingredientes centrales en la receta discursiva de un Green New Deal hegemónico.

Para cerrar esta reflexión del modo más aterrizado posible, se ofrece un decálogo que pueda servir de inspiración para construir un Green New Deal populista y transformador en la década climática decisiva. Son medidas que pueden impulsarse como acción de gobierno, como programa para concurrir a unas elecciones, como proyecciones para un discurso hegemónico y como ámbitos de trabajo para diversas luchas desde movimientos sociales ecologistas

  1. Guerra ecologista fiscal por todos los medios: impuesto de emergencia climática al patrimonio de las grandes fortunas, tasas y cánones a las emisiones de lujo, impuesto al carbono vinculado con una renta climática redistributiva, salario máximo.
  2. Ambición climática: adelantar la descarbonización en los países del Norte al 2040 reduciendo sustancialmente el consumo energético. 
  3. Reforma ecológica de la contabilidad nacional: introducir en la contabilidad oficial un indicador biofísico y otro social paralelos a la contabilidad monetaria. 
  4. Derecho al tiempo: reducción de la jornada laboral a 32 horas sin pérdida salarial y políticas ecofeministas de conciliación y masculinización de los cuidados. 
  5. Salud pública integral garantizada, tanto física como psicológica, y con perspectiva climática y ambiental. 
  6. Democracia energética, asegurando el acceso a un mínimo suministro eléctrico como derecho ciudadano y desmantelando el oligopolio energético a favor de iniciativas del tercer sector. 
  7. Conexión entre transición ecológica, reequilibrio demográfico y restauración ecosistémica: repoblación de los desiertos demográficos mediante agroecología protegida por compra pública, desarrollo del ferrocarril, compensaciones a la instalación de renovables en forma de servicios públicos de calidad, fondos de custodia del territorio para la reforestación y la regeneración ecosistémica. 
  8. Industrialización verde centrada en la economía circular, el reciclaje de minerales críticos y el ecodiseño eficiente. 
  9. Nuevos bienes comunes analógicos y digitales, que faciliten una economía del compartir basada en el uso de lo ya producido. 
  10. Democracia generacional: rebaja de voto a los 16 años, tribuno de las generaciones futuras, agencias oficiales de prospección de escenarios y reforma de los códigos jurídicos para usar el derecho como mecanismo de defensa generacional.

* La versión completa de este artículo ha sido publicada en ‘La Pública’, una revista en papel y en digital de debate y pensamiento, editada por la  Fundació Sentit Comú y dirigida por La Hidra Cooperativa.

https://www.elcritic.cat/opinio/emilio-santiago-muino/tant-decreixement-com-sigui-possible-tant-green-new-dea-com-sigui-necessari-153766

Traducción: Teresa Abril

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